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COMBATE DE OBLIGADO. ¿Puede un barco argentino navegar el Potomac o el Támesis sin pedir permiso?

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Convengamos que en este artículo, Romero hijo parte de una gran verdad. Gran parte de la gente, incluyendo muchos funcionarios del Estado, tienen la peregrina idea de que el combate de la Vuelta de Obligado fue un triunfo de las armas confederadas, o bien por ser muy ignaros y no tener mucha noción de que se trató aquel, digamos, mayúsculo incidente, o bien por que los induce a confusion el Triunfo de la Vuelta de Obligado (hermosa composición cuya letra es de Miguel Brascó) o no saben que en este caso «triunfo» es un género musical.

Dice Romero que el 20 de noviembre se celebra como Día de la Soberanía Nacional desde 2010, pero lo cierto es que los peronistas de la resistencia, al menos desde que comencé a militar a fines de los sesenta, llamamos así a la efeméride y la festejamos, a veces muy ruidosamente.

Para Romero los ingleses rompieron las cadenas confederadas y llegaron a Corrientes «felizmente» a pesar de sus bajas, aunque tiene a bien admitir que la encabezada por el general Lucio Mansilla fue «una gesta heroica».

No repara Romero en que no somos los argentinos los únicos que festejamos derrotas militares que se tradujeron en triunfos políticos (lo que volvimos a hacer con el 24 de marzo). También lo hacen los catalanes el 11 de septiembre, su fiesta nacional («la diada») que conmemora la caída de la ciudad en manos de los borbones (en 1714, después de un sitió de más de un año) que conllevó que en dos años se abolieran todas las instituciones catalanas

Debo confesar que me ha sorprendido enterarme de que cualquier potencia extranjera puede navegar el Paraná sin pedir permiso… ¿es así? ¿Puede un barco argentino navegar por el potomac o el Támesis así nomás?

¿Alguién puede explicármelo?

PS: Veo que Pacho O’Donnell le contestó a Romerito en las páginas del mismo Clarín pero aún así no da respuesta a mi pregunta.

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Delirio nacionalista: el mito del combate de Obligado

POR LUIS ALBERTO ROMERO* / CLARÍN

¿Quién ganó el Combate de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845? Muchos argentinos creen que fue una victoria nacional. Para los ingleses fue solo un pequeño combate, pero sus historiadores, como John Lynch, serios saben bien cómo fueron las cosas. En cambio los franceses lo han recordado. En 1868, en tiempos de los sueños imperiales de Luis Napoleón, la Rue de la Pelouse fue rebautizada como Rue d’Obligado. La calle desemboca en la Avenue de la Grande-Armée, la de Napoleón y de Austerlitz, a pocas cuadras del Arco de Triunfo, que celebra las grandes victorias. Más aún, en 1900 el nombre se impuso a la nueva estación del Metro. Así fueron las cosas hasta 1947, cuando Eva Perón visitó Francia y pidió que ambas fueras rebautizadas como Argentina.

A fuerza de leer a José María Rosa, a Pacho O’Donnell o a sus repetidores, muchos argentinos han quedado envueltos en un mito que, comenzando por exaltar la “gesta heroica” concluyó convirtiendo la derrota en victoria. Desde 2010, asesorados por el Instituto Nacional del Revisionismo Histórico, celebramos su aniversario como el Día de la Soberanía Nacional, con feriado incluido.

Los hechos son claros. En noviembre de 1845 la flota anglo francesa, que en ese momento sitiaba Buenos Aires, decidió remontar el Paraná y llegar hasta Corrientes, acompañando a buques mercantes cargados de mercaderías. Para impedirlo, el gobernador de Buenos Aires, J.M. de Rosas, dispuso bloquear el río Paraná en la Vuelta de Obligado, con cadenas protegidas por dos baterías. Se intercambiaron disparos, los buques cortaron las cadenas y siguieron su navegación hasta Corrientes.

Los mitos se desentienden de los hechos simples y comprobables, pero en cambio interpelan a los sentimientos y las emociones. El relato revisionista de Obligado, que se viene perfeccionando desde los años treinta, incluye algunas verdades, otras tergiversaciones y muchas cosas inventadas.

Con respecto al resultado, no hay duda de que fue una derrota: los ingleses pasaron, y llegaron felizmente a Corrientes. Se dice que fue una victoria “pírrica”, por las bajas ocasionadas; pero los ingleses y franceses perdieron solo siete hombres y los porteños doscientos. Podrá aceptarse que fue una gesta heroica y hasta una victoria moral -una especialidad argentina-, pero en los hechos fue una derrota.

En el núcleo del mito está la idea de que en Obligado Rosas resistió al imperialismo y defendió los intereses nacionales. Es cierto que el gobernador de Buenos Aires enfrentó a la “diplomacia de las cañoneras” y defendió la soberanía de su provincia. La tergiversación consiste en identificar esta forma de imperialismo, propia de mediados del siglo XIX, con la idea posterior de imperialismo -popularizada inicialmente Lenin- que aplicada a nuestro caso identifica toda la relación anglo argentina con la dominación y la explotación. Por ejemplo, muchos argentinos están convencidos de que los ferrocarriles han sido el peor de los instrumentos de esa explotación. Pero en tiempos de Rosas nadie confundía la agresión militar con las relaciones económicas. Toda la prosperidad de Buenos Aires se basó en una estrecha relación con Gran Bretaña, y el propio Restaurador, que la cultivó cuidadosamente, eligió exiliarse en Southampton.

El punto central del mito reside en la idea de que allí se defendieron los intereses nacionales. Pero en 1845 la nación y el Estado argentinos no existían. Había provincias, guerra civil y discusión de proyectos contrapuestos, basados en intereses distintos. El Combate de Obligado, y todo el conflicto en la Cuenca del Plata, es un ejemplo de esas diferencias. Rosas aspiraba a someter a las provincias, incluyendo a la Banda Oriental y a Paraguay, cuya independencia no reconocía. Corrientes defendía su autonomía y pretendía comerciar directamente con ingleses y franceses. En cambio Rosas quería que todo el comercio pasara por el puerto de Buenos Aires y su Aduana. El río Paraná, abierto o cerrado, estaba en el epicentro de las diferencias.

En Corrientes creían en el federalismo y la libre navegación de los ríos. La flota anglo francesa fue recibida amistosamente; hubo fiestas, los hombres admiraron los buques de vapor -los primeros que veían- y las señoras correntinas se empeñaron en hacer grata la estadía de los marinos. Rosas, que también trataba muy amistosamente a los ingleses de Buenos Aires, parece haber tenido una idea unitaria de la nación, construida en torno de la hegemonía porteña. ¿Cuál de los dos era el auténticamente nacional? Admitamos que sea opinable. Pero cuando las provincias acordaron en 1853 crear un Estado nacional, establecieron que el interés de la nación incluía la libre navegación de los ríos. Y así quedó.

Es curioso que sobre esta situación, que puede leerse en cualquier libro serio, se haya constituido el mito de la victoria -una verdadera trampa cazabobos- y el de la defensa de la soberanía nacional. Celebrar una derrota -como ocurre hoy con Malvinas- es la quintaesencia de nuestro enfermizo nacionalismo, soberbio y paranoico. Se encuentra en el sustrato de nuestra cultura política, y aflora cuando es adecuadamente convocado. Este gobierno, que vive envuelto en su propio mito, ha apelado con éxito al relato del revisionismo, adecuado a su política de enfrentamiento.

Desmontar estos mitos es una parte de la batalla cultural que deberemos encarar.

*Luis Alberto Romero, Historiador. Club Político Argentino


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2 comentarios

  1. Me escribe mi amigo Diego desde lejos: Leí la columna de ese nabo el otro día, porque soy lector habitual de Clarín.
    Me sorprendió menos su interpretación del combate como una derrota –fue una derrota desde una perspectiva táctica a muy corto plazo y cada cual tiene derecho a dar su opinión sobre el tema — que su afán en no entender el significado más profundo de ese combate perdido. O mejor dicho, en ningunear ese significado.
    Me pregunto qué opinará este nabo sobre los ingleses, que recuerdan la derrota de los sajones comandados por Harold Godwinson ante los normandos de Guillermo de Orange, o Guillermo el Bastardo, en la batalla de Hastings de 1066 como fecha fundamental de su historia. O sobre los españoles, que en general entendieron que los colonias de Indias se tenían que independizar por necesidad histórica pero que, me parece a mí, todavia tienen un poco atragantada la ”pérdida» de Cuba (y Puerto Rico y Filipinas y las Marianas, entre otras) porque en realidad se las quitaron los norteamericanos.

    O de la Resistencia francesa, que perdió unos 60.000 maquis y solamente mató a unos 2.000 alemanes.

    Yo, en vez de putearlo, voy a exhortar al Profesor Romero a que nos aclare que Vilcapujio y Ayohúma fueron sendas derrotas de Manuel Belgrano, manga de ignorantes, y que es ridículo conmoverse con pamplinas como ésta:

    La tradición celebra el valor y abnegación de un grupo de mujeres conocido como las valientes mujeres de Ayohuma, quienes auxiliaron a los heridos durante la batalla, llegando algunas de ellas a combatir como un soldado más. Entre éstas se destacó la capitana parda María Remedios del Valle (fallecida en 1847), desde entonces conocida por los combatientes como Madre de la Patria, y sus dos hijas, que cruzaban el campo de batalla como si nada estuviese pasando y daban de beber a los heridos. La tradición local las recuerda como las «Niñas de Ayohuma».

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