DALMIRO SÁENZ. Se fue un jovial animador de la existencia
Recién acabo de enterarme, tarde, de la muerte de Dalmiro Saénz, uno de los conversadores más agradables que he conocido, y un hombre sumamente prolífico, tanto en número de hijos (no recuerdo ahora cuantos tuvo, pero tengo para mi que eran como nueve) como de obras de todo tipo. A Dalmiro lo apasionaban las mujeres, y lo conocí por mi suegra, a la que alguna vez le había tirado los tejos. Alguna vez estuve en su casa de la calle Hipólito Yrigoyen, antes Victoria. Creo recordar que lo entrevisté para la revista El Libertino y me contó que de joven había sido muy católico y que creía firmemente que eso le había dado un plus de disfrute en la vida sexual posterior a su pérdida de la fe que las nuevas generaciones, en la medida que tuvieron una vida sexual más libre, perderían, algo así como sentir que al infrigir los mandatos eclesiásticos y condenarse al infierno, los orgasmos se potenciaban. Me habló también de su militancia. Creo recordar que había sido en una de las columnas de las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL) pero bien puede haber sido también al Peronismo de Base y a las FAP. Evidentemente no hay que morirse los fines de semana, ya que hay muy pocos periodistas en las redacciones y las necrológicas se escriben de apuro y con errores. La de Página/12 venía bastante bien pero al final le adjudica 80 años en el año 1995 por lo que habría muerto a los 101 y lo cierto es que murió a los 90. La de La Nación, pudorosa, omite el que es para mi un título excepcional (aunque hoy sería considerado políticamente incorrecto, «Yo también fui un espermatozoide». La de Clarín buchonea al final su admisión de que practicaba el sexo grupal (para más inri, con su cuñada y su marido que, para colmo y si quieren más chismes y escándalo, iban a ser fanáticos partidarios del genocida Videla durante la dictadura que obligó a Dalmiro a un exilio a la antigua, en la paqueta Punta del Este) y de la indignación que esa admisión produjo en Gisella Marziotta (a quien, desde aqui, le enviamos saludos).
Dalmiro, qué duda cabe, era un provocador. Pudiendo haberse hecho rico, nunca acumuló dinero, y debió recurrir al hoy impresentable médico Alberto Cormillot para poder investigar un tema tan interesante y culturalmente crucial como el de los manuscritos del Mar Muerto.
Pocos encarnaron como él el espírutu contestario surgido en los años ’60 del siglo pasado. En muy variados aspectos, Dalmiro Saénz hizo de su vida una obra de arte. Ojalá pudiéramos reencontrarnos con él retozando entre angelitos y huríes. Con su presencia el cielo sería más divertido y acaso uno deseara visitarlo. JS
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