EXCLUSIVO – CAMBRIDGE ANALYTICA no sólo trabajó para Macri contra el kirchnerismo: ya lo había hecho hace dos décadas para De la Rúa

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 Aníbal Filippini es abogado y escritor y se ha especializado en la responsabilidad civil de los medios de información. Entre otros muchos temas, ha escrito sobre el ejercicio por parte de la prensa de un pretendido derecho a mentir y difamar. Filippini se refiere al fallo condenatorio de la Corte Suprema (1986) conocido como “Campillay”, en una causa promovida contra los editores del diario La Razón, fallo ratificado por la Corte Suprema. El diario había presentado al actor como integrante de una asociación delictiva dedicada al robo y al tráfico de estupefacientes, que gastaba su botín en casinos, hipódromos y diversiones con mujeres a parir de una única fuente: un comunicado policial. A partir de las directivas de ese fallo, los medios llegaron pronto a la impunidad, abusando de los verbos potenciales (como en el caso de la supuesta cuenta secreta de Máximo Kirchner) a la atribución de la información a supuestas «fuentes» anónimas. El especialista hace notar que los latifundios mediáticos se permiten anunciar a quiénes se procesará o se encarcelará aún antes de que esas resoluciones le sean comunicadas a las partes, e incluso antes de que sean redactadas (como en el caso de la nota de Clarín en la que anunciaba, en el caso Nisman, el resultado de una pericia de Gendarmería que todavía no se había iniciado). Filippini considera flagrante “la desaparición del principio de inocencia” y reclama “la intangibilidad del proceso judicial»; pone de ejemplo un titular del mismo diario: «Hoy desafueran a De Vido y la cárcel está lista». Como los lectores de Pájaro Rojo saben, la aplicación de la doctrina de la real malicia que tanto nos alivió a los periodistas de trajinar por los tribunales cada vez que algún denunciado por delitos quería salvar la cara frente a los grandes medios diciendo que nos habían querellado por calumnias, tuvo indeseados efectos colaterales: una caterva de supuestos comunicadores dedicados a la impune difamación de funcionarios y militantes populares, los mismos indecentes que ahora ensayan «loops» que le darían vértigo al aviador más experimentado, dándose vuelta como tortillas en el aire ante la abrupta constataciòn de que el ciclo de saqueo encabezado por un Macri que resultó inesperadamente decapitado por el sufragio popular, tiene fecha inminente de vencimiento.  Pero no es a esta situación puntual a la que ha venido a referirse ahora Filippini, sino a la manipulaciòn de las mentes de los ciudadanos con vistas a conseguir el acceso al gobierno y a la totalidad del poder de quienes integran la Internacional Financiera y tienen como objetivo la quiebra y sumisión de aquellos estados nacionales que conservan voluntad de integrar a sus ciudadanos y consolidar para ellos un destino común. Vamos al grano:

Cuando se le pregunta cómo llegó al tema “Big data” sobre el que habló en reiteradas oportunidades en “El Gato Escaldado (N. del E: el programa conducido por César Litvin que se emite por la AM750 los domingos de 6 a 9 en el que soy columnista y lo fue también Montserrat Mestre) dice “Una cosa me fue llevando a la otra. Primero publiqué un libro sobre las mentiras de los paquidermos de la información (“¿Hay un derecho a la mentira?”), luego publiqué otro sobre la ingerencia de los grandes medios en los procesos judiciales en trámite (“Jueces y medios”), atropellando el principio de inocencia, movidos por razones extraperiodísticas y fundamentalmente políticas. Fue ahí cuando me dí cuenta de que, insensiblemente, habíamos entrado en un territorio tan novedoso como peligroso: la posverdad. Que fue el tren que nos trajo a la posdemocracia, donde se ataca y manipula con tecnología la voluntad popular. Primero vi un documental de la televisión española (de la serie Documentos TV, en Youtube), titulado “Juego Sucio” (semejante al “Nada es privado” qyue puede verse en Netflix) que explica los dispositivos de manipulación a los que estamos sometidos, conocidos ahora como “armas de destrucción matemática”, básicamente: la big data, la minería de datos, los perfiles psicográficos, y los algortitmos de microsegmentación… No es un asunto de marketing, es una cuestión de dominación, desarrollada fundamentalmente para un ambiente militar. La preocupación por la democracia es lo que me llevó a investigar al respecto”.

Filippini habla seguidamente de Robert Mercer, el magnate que puso en marcha Cambridge Analytica (aparentemente fundada en 1990 como Behavioural Dynamics Institute) para imponer sus ideas supremacistas, xenófobas, de extrema derecha. Narra cómo Mercer adquirió la plataforma Breitbart, de Steve Bannon –quien articula hoy a la ultraderecha por casi todo el planeta–, y cómo incidió en el triunfo de Trump y en el Brexit, combinando la big data con la psicografía: que es algo así como saber quién es quién en gran escala, conocer sus íntimas vulnerabilidades, para poder susurrarle a cada cual al oído aquello que inclinará su voto. Lo demás es hoy bastante conocido (Aníbal recomienda seguir las investigaciones y los comentarios de Carole Cadwalladr, periodista de The Guardian). Pero nos detenemos en Argentina.

— En tus charlas con César Litvin, en El Gato Escaldado, te referiste a los vínculos entre estas empresas y nuestra política…

— Sí, recordé que en el Parlamento Británico el CEO de Cambridge Analytica, Alexander Nix–cuyo vínculo con Macri fue puesto de manifiesto por Jorge Elbaum*– reconoció haber trabajado en una campaña antikirchnerista (ver foto de presentación). También dije que en el Parlamento Canadiense se había probado que otra empresa vinculada a Cambridge Analytica, denominada “Aggregate IQ” trabajó para Rodríguez Larreta, según reveló The New Yorker; y también sostuve que el gobierno de Cambiemos había tenido trato con el Messina Group, de Jim Messina, quien pudo haber sugerido la creación de la “Unidad de Opinión Pública” que maneja Marcos Peña, creada por un decreto de Necesidad y Urgencia, que –dicho sea de paso– funciona como una suerte de Cambridge Analytica gubernamental.

https://www.ted.com/talks/carole_cadwalladr_facebook_s_role_in_brexit_and_the_threat_to_democracy

–¿Mencionaste que en la campaña antikirchnerista habían trabajado servicios de inteligencia?

— Lo que se acreditó ante el Parlamento Británico (Comité Digital, Cultura, Medios y Deportes, DCMS) es que en esa campaña (2015) habían trabajado ex agentes de inteligencia de cuatro países: Estados Unidos, Israel, Rusia y España.

¿Cuál crees que fue tu mayor aporte?

–Por un lado, quise poner en crisis la idea de que los medios de información deben gozar de impunidad. Por otro parte, creo haber brindado algunas herramientas para comprender cómo y cuánto se daña al Estado de Derecho mediante la brutal ingerencia de la prensa en los procesos judiciales. En cuanto al tema de la tecnología y la posdemocracia, sigo estudiándolo. Me llevé algunas sorpresas, como el hecho de que SCL haya estado trabajando en nuestro país desde mucho antes del 2015. En internet puede hallarse el facsímil de una carta de SCL (o sea Cambridge Analytica), dirigida al Presidente de Nigeria, en la que el mismísimo Alexander Nix reconoce haber trabajado exitosamente en las elecciones de nuestro país para De la Rúa… La carta es muy elocuente: la empresa ofrece entre otros servicios “operaciones psicológicas” en gran escala.

 

 

–¿Qué podemos hacer para contrarrestar estas manipulaciones?

–Mucho. Primero, dejar de prestar atención al haz de luz de la linterna de los grandes medios de información, que ocultan casi todo. Hay que encender la luz de una buena vez ¿Cómo? En la calle, conociendo y dialogando, agrupándose en partidos políticos, centros de estudios, clubes barriales. Hay que informarse e informar. La tecnología es y será un problema para la democracia y para los pueblos, pero no es insuperable. A menos que la gente permanezca aislada, arrinconada en sus celulares. Hay que mejorar la legislación de protección de datos, poner la lupa sobre la oficina de Opinión Pública. Habrá que acostumbrarse a hacer una suerte de “ecología” de la información, con más y más “pensamiento crítico”. Si bien muchos dejamos de creer en la palabra de los grandes medios (que hicieron, hacen y harán “periodismo de guerra”), todavía hay quienes les creen y, por ejemplo, responsabilizan de su penosa situación a los “manteros” que no pagan impuestos, y no a los “magnates” que engrosan su fortuna en los paraísos fiscales.

NOTAS

*) Recomiendo la lectura de esta nota de Elbaum, qye da cuenta entre otras cosas tanto de que la relación de la proto Cambridge Analytica con Mauricio Macri data de los tiempos del menemismo, como de que el gobierno de Macri intento traspasar toda la documentación tanto pública como secreta de la SIDE relativa a los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA a la empresa yanqui Palantir, subsidiaria de la CIA.


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