FÚTBOL Y CULTURA. Carasucias y Matadores, alegría sana y disparos en la noche
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Carasucias: Narciso Doval, Fernando Aren, Héctor Veira, Victorio Casa y Roberto Telch. Todos con los brazos atrás para hacerle pata a Casa. Solo Veira y Telch siguen vivos. |
El primer partido al que fui a una cancha, en 1963, fui al viejo Gasómetro, al que llegue tomando el 7 en la avenida de mayo: todavía faltaban unos meses para que se inagurara la línea E de subte. Fue un 3 a 1 al Vélez de Willington. En el segundo tiempo entró el Bambino Veira, de 16 años. Fue su debut en primera. Los carasucias y yo somos contemporáneos.
«El fútbol era más lírico. No había grandes nombres, grandes ventas, grandes contratos. Yo particularmente no me tomaba al fútbol muy en serio», dice Veira.[1]
«Había un papagayo que cuando entrábamos[2] con las chicas, gritaba como loco. Entonces el Bambino lo agarró y lo tiró adentro del agua. No grito más el papagayo ese», apunta Victorio Casa, el habilidoso wing izquierdo que perdió un brazo por los balazos de un Fal.
Ocurrió una noche. Él estaba adentro de su auto con una señorita en la avenida sin salida que es lateral a ESMA. Según el guardia que le disparó, no acató las órdenes de encender las luces interiores. El documental dice, lacónico, que lo perdió en «un accidente».
«No salíamos de noche. Es fama que nos hicieron. (Narciso) Doval[3] se acostaba a las ocho y media de la noche. El Toto Lorenzo Lorenzo[4] se fijaba si apágábamos la luz del departamento y nos íbamos a dormir. Se la apagábamos… y disparábamos», ríe Casa.
«Le escondían el brazo (postizo), se lo tiraban, se lo envolvían en un paquete… Ahí estaba la alegría sana del equipo» remata Carlos Buticce, el arquero de Los Matadores, el equipo que sucedió a los Carasucias.
[2] Al hotel de la céntrica calle Lavalle (por entonces, la calle de los cines) dónde se concentraban antes de los partidos.