SEGURIDAD. La mano dura no es la solución
La saturación policial y la mano dura aumentan la inseguridad, no la disminuyen.
Los que afirman lo contrario mienten, a sabiendas de que mienten.
MARCELO DUHALDE – CIRO ANNICCHIARICO / TIEMPO ARGENTINO
La inflación de la corporación policial y el endurecimiento del sistema penal, recaen siempre sobre los sectores humildes, hayan o no violado la ley. Paralelamente, dejan fuera de ese control a los verdaderos generadores de la violencia social, que son los delincuentes de cuello blanco: empresarios, miembros del Poder Judicial y de las fuerzas de seguridad, funcionarios y políticos corruptos, es decir, sectores vinculados con el poder en cualquiera de sus formas.
Además, el modelo de aumento policial y endurecimiento del sistema penal sirven para los negocios de la industria de la «seguridad privada». Los que tienen interés, por medio de la prensa cómplice, de atemorizar a la población para que ésta reclame más policías, más controles, más penas y más patrulleros, son los que producen y venden armas, chalecos antibalas, cámaras de control, alarmas, sistemas de seguimiento satelital y los dueños de empresas de seguridad privada, generalmente ex represores. Un universo económico que vive del miedo de los demás, y por eso lo provoca.
Los empresarios que protestan por la supuesta «alta presión tributaria», contra los derechos de exportación (retenciones), o contra la intervención firme del Estado en la economía, en realidad lo que hacen es proponer la profundización de la desigualdad social, aumentar la pobreza de grandes sectores de la población y la exclusión social, todo ello, paradojalmente, fuente principal de la «inseguridad» contra la que al mismo tiempo claman. La contradicción es manifiesta, y es claro que pretenden volver al pasado, a la Argentina para pocos.
No es teoría, es realidad comprobada. Los países nórdicos, Suecia, Finlandia, Noruega, que pese a ser países con sistemas capitalistas han abordado la realidad, implementando fuertes medidas de intervención estatal en pos de la igualdad, son un ejemplo palpable de que la mejor seguridad es la inclusión social. Suecia se ha visto frente a un fenómeno que puede parecernos inconcebible: durante 2011 y 2012 su tasa de presos bajó un 6 por ciento. Y en el 2014 bajó un 1% más. ¿Qué está haciendo Suecia en consecuencia? Cerrando cárceles: (ver en http://www.24horas.cl/internacional/suecia-cierra-carceles-por-falta-de-presos-1577035).
El único secreto es la abrupta disminución de la desigualdad social y el correlativo aumento de las oportunidades en un pie de igualdad para todos sus ciudadanos, sin distinciones ni discriminaciones de ningún tipo. El conflicto social y la actividad delictiva bajan fuertemente.
En Noruega, salvo casos aisladísimos que han generado algún hecho, la desigualdad social y por lo tanto la conflictividad social es casi igual a 0, aunque parezca mentira. Sus índices de inseguridad derivada del delito no existen. En Noruega, al igual que en Suecia y Finlandia, la presencia del Estado es enorme en todos los sectores de la vida social, aplicando fuertes impuestos a los que obtienen mayores ganancias, inclusive a los empleados y trabajadores de altos ingresos, y con esos recursos asegurando la igualdad de oportunidades para toda la población, el acceso universal a la educación pública en todos los niveles, a la salud pública, a la vivienda, a la cultura y al esparcimiento. El conflicto social y la actividad delictiva bajan fuertemente.
Cuba es otro ejemplo, con un sistema político y económico diametralmente distinto a los anteriores, basado en el socialismo, el estado como propietario principal de casi todos los recursos y medios de producción, en el cual, pese a sufrir enormes dificultades por la escasez de productos, lo que produce en todos los órdenes está a disposición de la inmensa mayoría del pueblo por igual. La desigualdad social es prácticamente nula. Los índices conocidos en nuestros países de «inseguridad» derivada del conflicto social y la actividad delictiva, en Cuba son prácticamente inexistentes.
La mejor seguridad, cualquiera sea el sistema económico que siga el Estado, es la inclusión social.