Hay que reformar la Constitución. A mi juicio es una prioridad absoluta. Y hay que hacerlo con la misma mecánica con la que se conquistó la Ley de Medios Audiovisuales. Esto es: dotarnos de la mejor Constitución a partir de la más amplia participación popular. Para que sea el pueblo quien siga trazando el destino común. All together now!
Acá, una buena crónica de la reunión de ayer en el teatro Margarita Xirgú. Y a continuación, el manifiesto elaborado por los compañeros de Carta Abierta (y aqui, su última asamblea).
MOVIMIENTO POR UNA NUEVA CONSTITUCIÓN EMANCIPADORA
Y UN NUEVO ESTADO.
Declaración Fundacional
Cada época y cada generación son responsables de sostener la memoria y de enfrentar, con inteligencia, imaginación y coraje, los desafíos y las demandas de su propio tiempo histórico. Extraordinaria la saga de los pueblos cuando se multiplica, como en la actualidad Argentina y Sudamericana, su fuerza transformadora y cuando va dibujando la silueta de su propia emancipación. Son, esos momentos, los de la invención constituyente, los que vuelven a soñar sueños ya soñados por quienes los precedieron y lo hacen bajo el mandato sagrado de volver a unir la libertad con la igualdad. Épocas únicas y renovadoras en las que las multitudes populares recogen los hilos secretos y perdurables que enlazan todas las luchas por la dignidad y las convierten en antesala de una nueva fundación.
«Tenemos Patria» se dijo un 25 de mayo cuando todavía permanecían los días calientes y tumultuosos del Bicentenario. Por las convicciones de un hombre -capaz de caminar contra el viento huracanado de la injusticia y la desigualdad- que traspasaron la puerta de la Casa Rosada. Por el coraje de una mujer que recogió la antorcha y se animó a enfrentar a las corporaciones y a su fuego destituyente. Por la fuerza de un pueblo que se puso en marcha. Por el compromiso de los jóvenes que recuperan la política como herramienta de transformación y vuelven a reconstruir los puentes con los ideales emancipatorios que les precedieron.
Por eso nos preguntamos: ¿no ha llegado el tiempo de una nueva constitución que conforme la arquitectura institucional del siglo XXI? ¿No se vuelve imperioso plasmar todos esos sueños y esas realizaciones en un nuevo acto constituyente que nos ponga a la altura de una realidad renovadora de la vida nacional? ¿No resulta urgente dejar atrás, bajo la forma de una nueva constitución, las brutales limitaciones que se nos impusieron en tiempos de entrega e impunidad, de exclusión y derogación de derechos? ¿No deberíamos estar a la altura de aquellos fundadores de la patria y avanzar, como pueblo soberano, hacia esa nueva carta que recoja la potencia de lo desarrollado desde aquel 25 de Mayo de 2003?
Cada Constitución es reflejo de un proyecto de país. La constitución vigente, hija del Pacto de Olivos y de la hegemonía del Consenso de Washington, fue pensada para el proyecto neoliberal de sumisión de la Nación, de extranjerización de la economía, de saqueo de los recursos naturales y de exclusión de millones de argentinos y argentinas, que se quedaron sin pan y sin trabajo a pesar de la denodada resistencia de vastos sectores del campo popular. Fue dictada cuando se proclamaba la muerte de las ideologías y el fin del Estado Nación. Se la escribió contra el pueblo y contra los intereses nacionales. Ese proyecto entró en su crisis profunda en diciembre de 2001. Y fue Néstor Kirchner quien empezó a escribir su epitafio.
Una nueva Constitución, la que nos reclama la hora de un país y una sociedad atravesada por vientos de cambio y emancipación, es expresión de un sueño, de un proyecto de patria compartida y solidaria. Proyecto que deberá encontrarse con el texto que le corresponde, cuyo material se guarda en la inagotable cantera de la memoria popular y le da forma a partir de lo nuevo de una época pródiga en reparaciones y en construcciones capaces de ir forjando la verdadera soberanía. Nueve años de práctica política, de una práctica capaz de reponer una lengua saqueada por el neoliberalismo, habilitan ese sueño, le dan recorrido, le dan viabilidad y lo vuelven urgente. Estamos cambiando la Argentina, derrumbando los paradigmas que nos sometieron durante décadas a los poderes corporativos de un capitalismo especulativo-financiero, ampliando derechos, recuperando instrumentos de decisión soberana en lo económico, lo político y lo cultural. Venimos haciendo, sin prisa pero sin pausa, un país más igualitario. Lo constituido desde el 2003, esos nuevos sujetos sociales capaces de reencontrarse con lo mejor de su memoria, aspiran a transformarse, por mandato histórico y por legitimidad democrática, en constituyentes.
Tenemos en la mochila el ejemplo de la constitución social de 1949 de Perón y Evita, que recogió las peleas, los reclamos y las aspiraciones de los descamisados, los trabajadores, que organizó la experiencia más rica de nuestro Pueblo en el siglo XX de justicia social, independencia económica y soberanía política. Guardamos, también, lo mejor de los sueños libertarios de quienes forjaron la patria en las jornadas de la independencia y de aquellos otros que buscaron diseñar los perfiles, no siempre logrados, de un Estado de derecho. El pueblo, el soberano constituyente de este tiempo, atesora lo mejor de cada generación que luchó por darle leyes justas a cada etapa de nuestro itinerario nacional. Hoy, pues, es el momento de avanzar hacia un nuevo Estado al servicio de los sectores populares.
Todos los que nos precedieron en la lucha son nuestra memoria. Nosotros los llevaremos como bandera constituyente. Tenemos 30.000 estrellas para guiar nuestro camino mirando al cielo. Es tiempo de una nueva Constitución que plasme en el más alto rango legal la Patria que soñamos. Lo necesitamos para seguir el camino de la profundización.
Debemos construir esta nueva Constitución, no desde pactos y cenáculos, sino desde la más amplia participación de las mayorías. En la senda del constitucionalismo popular practicado en nuestra América y en la confección de leyes participativas, donde no sólo se plasman derechos sino que son parte del ejercicio del derecho democrático de decidir.
Desde la militancia, desde las mil flores que se expresaron en el acto de Vélez del 27 de abril, unidos y organizados asumimos el compromiso de impulsar el debate por una nueva constitución emancipadora.
Convocamos a todos a ser parte de esta gesta, que será insultada, vilipendiada y ensuciada por las corporaciones que están dispuestas con uñas y dientes a defender sus privilegios. Cada proyecto histórico tiene su derecho en la medida en que conjuga y conjura al pueblo de la nación a organizar las reglas que lo rigen. Nuestro proyecto es nacional y sudamericano, en razón de su mandato histórico y de los sueños emancipadores de todos los que nos precedieron; es popular por su origen y por el sentido de su fuerza; democrático por expresar la pluralidad y la diversidad en el interior de nuestra sociedad y profundamente reparatorio por la decisión definitiva de los argentinos y argentinas que pusimos a las dictaduras en el arcón de las pesadillas y los malos recuerdos.
Como dice el himno en su letra completa: «Se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación». Ese es nuestro desafío, esa es la convocatoria que plasmamos en este acto fundacional del Movimiento por una Nueva Constitución Emancipadora y un Nuevo Estado.