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TRUMP – LATINOAMÉRICA. Para atacar al presidente, The Washington Post humilla a Iberoamérica

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Trump 1

WP ilustra una nota de uno de sus analistas de política internacional, con un montaje del presidente Trump caracterizado como el dictador chileno Augusto Pinochet. En la nota se abunda en señalar las similitudes del nuevo presidente de EEUU con los «nacionalistas demagogos latinoamericanos» al estilo «de Nicolás Maduro o de Rafael Correa», aunque afirma no podrá llegar «a la altura» ( entiéndase «maldad») de Pinochet o Hugo Chávez. Si estos son los estadounidenses que se lamentan por el triunfo de Trump, por muy mala que sea la política que lleve a cabo el nuevo presidente estadounidense, siempre va a ser mejor que la de sus opositores. ¿Quién es el racista aquí? MM

Trump es el primer presidente latinoamericano de los Estados Unidos

 

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WP recuerda que Guillermo Moreno dijo que Trump tomó medidas peronistas.

POR ISHAAN THAROOR / THE WASHINGTON POST

En su primera semana en el poder, el presidente Trump gobernó con decretos y tweets, y comenzó a ejecutar muchas promesas de campaña que la mayoría de la gente creyó demasiado absurdas o extremas para que fueran cumplidas. Algún tipo de interdicción temporal a los musulmanes está por entrar en vigencia, y la Casa Blanca está buscando fondos para construir un muro en la frontera mexicana, aún insistiendo en que México de alguna manera pagará por ello. Mientras tanto, sus portavoces se involucraron en una guerra contra la verdad con los medios de comunicación estadounidenses, duplicando los puntos de conversación y las afirmaciones estadísticas que ya resultaron ser falsas.

Si no estaba claro antes de su inauguración, sin duda lo está ahora: la presidencia de Trump represeta un cambio radical de las normas de la política estadounidense.

Sin embargo, para los observadores en otros lugares, lo que hace Trump es profundamente familiar. Trump puede detener el flujo de migrantes y las mercancías procedentes de sur de la frontera, pero ha importado un estilo arraigado en la política de América Latina: la del demagogo nacionalista.

Numerosos analistas latinoamericanos sugirieron el año pasado la utilidad de mirar a Trump través de la lente del «caudillo», un «hombre fuerte». Es una tradición, explicaron, que se extiende desde los últimos días de Simón Bolívar, el gran libertador de Suramérica a la bravuconería actual de líderes tales como Nicolás Maduro, de Venezuela, o Rafael Correa, de Ecuador.

Claro, Trump no es un déspota militar como el fallecido Augusto Pinochet, que llegó al poder en 1973, tampoco es un autocrata desafiante como el fallecido Hugo Chávez, el populista de izquierda que reconfiguró a Venezuela a su imagen.

Pero aquellos que han vivido bajo esos líderes sienten que Trump ha estado tomando notas.

Cuando Trump y sus voceros comenzaron a lanzar números enormes (e incorrectos) acerca del tamaño de la multitud que asistía a su inauguración, la periodista venezolana Lisseth Boon escuchó inmediatamente los ecos de experiencia, tener que informar bajo un régimen que constantemente alimentaba al público con su versión guionada de la realidad.

Antes de las elecciones, Enrique Krauze, ensayista y editor mexicano, describió con veneno paralelismos entre Trump y los populistas latinoamericanos: «En su extrema autoinflación, su llamado a la aceptación irreflexiva del supuesto poder de su personalidad; la capacidad de mantener a América a salvo de los peligros del terrorismo, de los mexicanos, de los chinos, de promover cualquier iniciativa que sirva para generar odio y apoyo a propuestas económicas irreflexivas que en realidad sólo pueden beneficiar a los muy ricos: ‘Ganará tanto que puede que se cansen de ganar’ «.

Trump dice que representa al «hombre olvidado», un gesto a la clase obrera americana que languidece en las aldeas agrícolas y pueblos mineros de la nación. El argentino Juan Perón, un nacionalista populista que transformó su país a mediados del siglo XX, dijo que representaba a los «descamisados» de su sociedad. Los populistas emergen, después de todo, en condiciones de gran desigualdad social y económica, y ganan votos con la promesa de sacudir un sistema injusto manipulado contra el hombre común.

En sus duras palabras, Trump se propuso como campeón de la clase obrera, junto a su desprecio por las élites urbanas y la maquinaria partidaria; su machismo accidentado no tamizado por la corrección política, son todos rasgos asociados con el caudillismo.

«El populismo, el autoritarismo, el personalismo, el machismo, el racismo, y el caudillismo han sido históricamente vistos como casi males inherentes a la cultura política de América Latina», escribió Diego Vacano, de la Universidad Texas A & M. «Con la elección de Donald Trump, podemos ver que los Estados Unidos son parte de las Américas y comparte esas patologías con los pases meridionales».

que EE.UU. es de hecho EE.UU. es de hecho parte de las Américas y comparte con ellas dichas patologías».

Pero, como es la experiencia en América Latina, tal política puede deslizarse en problemas y disfunciones

Y tal como indica la experiencia en América Latina, tal política puede desbarrabcar en problemas y disfunciones.

América Latina tiene una historia generalmente desgraciada en su trato con extranjeros recien convertidos en presidentes que «A menudo han terminado o perjudicando a la democracia o arruinando la capacidad del gobierno para actuar», escribió Javier Corrales, profesor de Ciencias Políticas en el Amherst College.

Krauze desplegó otra analogía mordaz para Trump: «El líder populista latinoamericano arenga a su pueblo contra los forasteros y proclama el amanecer de una nueva Historia y promete el advenimiento del cielo en la tierra una vez que esté en el poder. Y una vez en él, con el micrófono en la mano, instala un patrón de mentiras sistemáticas, decreta que la verdad oficial es la única verdad, inventa enemigos externos a los que culpar por sus fracasos».

No todo el mundo en América Latina ve Trump de manera negativa. Guillermo Moreno, ex secretario de comercio argentino, describió favorablemente la política «América Primero» de Trump y la calificó de «peronista» en una entrevista radial la semana pasada. Y el venezolano Maduro, que lucha constantemente contra el imperialismo yanqui, dijo a los periodistas el domingo que Trump fue objeto de una «campaña brutal de odio» por parte de los medios de comunicación estadounidenses.

Jair Bolsonaro, un demócrata brasileño de derecha y anti-establishment (1) y reciente candidato presidencial, también celebró el éxito de Trump: «Al final del día, Trump resistió a los políticamente correctos, se puso de pie ante las encuestadoras que lo daban por derrotado y ante los grandes medios podridos», dijo en un video citado por Americas Quarterly.

La ironía, por supuesto, es que casi toda América Latina ha salido de épocas de demagogia y dictadura, con un populismo en retirada y el arraigo de democracias maduras.

«Los papeles se han invertido», escribió Vacano, «y quizás sean los inmigrantes latinos quienes enseñen a los Estados Unidos como profundizar la democracia».

Nota:

1) En realidad se trata de un diputado, ex paracaidista y defensor tanto de la dictadura militar como de la tortura. Al votar a favor de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, Bolsonaro rindió homenaje al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, que torturó a Dilma, lo que hizo que un diputado de izquierda, Jean Wyllys, lo escupiera.

https://www.washingtonpost.com/news/worldviews/wp/2017/01/26/trump-is-the-u-s-s-first-latin-american-president/?utm_term=.e87a30a592bb


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