VIDAS EJEMPLARES – Mateo, execrable recaudador de impuestos y primer evangelista
Mateo – 21 de septiembre
Apóstol y evangelista
F ABELARDO SANTIAGO
Como recaudador de impuestos al servicio del Imperio romano, Mateo era un exiliado entre los suyos y tenido, por judíos y gentiles, como un detestable extorsionador. Sin embargo, cuando el Señor, seguido de una multitud, pasó delante de su caseta de aduana y le dijo “Sígueme”, Mateo no sólo no le cobró el impuesto, sino que abandonó su remunerativo trabajo y se unió a Cristo como el octavo de sus discípulos.
Exultante, Mateo organizó un banquete al que invitó a muchos de sus antiguos compañeros de trabajo y a otros pecadores, así como a Jesús, quien asistió de buen grado.
Los fariseos refunfuñaron por ello, mas Jesús rechazó sus quejas diciendo: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Ésta, al menos, fue la versión de Mateo.
Tras la muerte del Señor, la actividad de Mateo se concentró primero en las inmediaciones de Judea y escribió en arameo un ayudamemoria con los principalwes sucesos y enseñanzas de Jesús, que nosotros conocemos como “Evangelio según san Mateo”
Cuando los apóstoles se esparcieron por los cuatro puntos cardinales, a Mateo le tocó en suerte Etiopía, tierra a la que convirtió después de actuar allí como evangelizador durante treinta y tres años. El mismo rey Egipo se hizo bautizar junto con toda su familia y su séquito, y su propia hija, Ifigenia, fundaría un monasterio con otras doscientas doncellas.
A la muerte de Egipo ascendió al trono Hitarco, quien estaba descontroladamente enamorado de la casta princesa Ifigenia y ofreció a Mateo la mitad de su reino si lograba persuadirla de que se desposara con él. Por toda respuesta nuestro santo lo invitó a participar en la misa del domingo siguiente en la que Ifigenia y las doscientas doncellas estarían dispuestas a contraer matrimonio.
El rey pensó que Mateo oficiaría de alcahuete y se presentó en la iglesia lleno de expectativas. Entonces dijo el apóstol: “El matrimonio es algo tan puro que cualquiera que raptara a la esposa del rey merecería la pena de muerte” Y volviéndose hacia Hitarco, prosiguió: “Pero eso vale también para ti, rey ¿Cómo puedes atreverte a robarle la esposa a Aquél que es más poderoso que tú?”
Burlado en su buena fe, Hitarco abandonó la iglesia rugiendo de cólera y ordenó a un esbirro que matara a Mateo. El verdugo se precipitó sobre el altar y despenó al apóstol con un hacha.
Sin embargo, la historia tendría un final feliz.
No conforme con asesinar a uno de los más dilectos amigos del Redentor, Hitarco hizo prender fuego al edificio donde vivían Ifigenia y las doscientas doncellas, pero las llamas ni rozaron la casa sino que saltaron hacia el palacio real, arrasándolo por completo. Sólo el soberano y su hijo escaparon al incendio, pero difícilmente pueda afirmarse que fuera “por milagro”, ya que más tarde el hijo se vio poseído por un espíritu tan maligno que le obligó a confesar ante el sepulcro del santo un crimen en el que no había tenido arte ni parte. El verdadero culpable, Hitarco, fue atacado por una lepra incurable y acabó sus días arrojándose sobre su propia espada, para escarmiento de todos aquellos que quieran arrebatarle una de sus esposas al Señor.
Advertencia
Este trabajo no ha obtenido el Imprimatur episcopal ya que, como es sabido, en todo lo que atañe a la disposición de las fiestas dedicadas a los santos sigue decidiendo la Congregación Papal para los Ritos, con sede en Roma.