EDITORIAL. Respaldo con puntos y comas lo dicho por Ari Lijalad
Mila 18 era, junto con Éxodo, también de León Uris, el libro preferido, «de cabecera» de mi padre, que a pesar de ser socialista (y, si lo prefieren, socialdemócrata, pero socialdemócrata en serio, como Indalecio Prieto, Alfredo Palacios, Willy Brandt, Bruno Kreisky, Olof Palme y Salvador Allende) me dio a leer «La guerra de guerrillas» de Ernesto Guevara poniendo al Che en el mismo plano que a Mordejai Anelevich, el jefe de la resistetencia de los judíos encerrados en el gueto de Varsovia que eligieron morir peleando contra sus verdugos nazis sin darse nunca por vencidos.
Ese Mordejai Anilevich que antes de iniciar los combates ordenó «silenciar» a los soplones de la policía judía del gueto, a las órdenes del judenrat o, directamente, de los uniformados alemanes.
Estoy totalmente de acuerdo. Me hubiera gustado decirlo. Aunque me parece que no hubiera sido tan contundente como lo fue él por el simple hecho de que no soy judío.
Es horrible que Milei se identifique con las peores ramas del judaísmo sionista y genocida y que lo que opinan tantos excelentes compañeros judíos caiga –hasta ahora, pero no será para siempre– en saco roto, mientras se nos abruma con la publicidad que justifica el genocidio del pueblo palestino. Con los mismos «argumentos» con que nos consideran «cucas o ratas exterminables» a quienes nos oponemos a la entrega de la patria.
Hace un siglo, las fuerzas represivas consideraban a «los judíos» sinónimos de «maximalistas», etiqueta que englobaba a anarquistas de verdad, socialistas, y comunistas, concepto que con el tiempo mutaría en «extremistas» y hasta en «terroristas». Hoy el judaísmo oficial, trasmutado en distintas variantes de supremacismo racista son la vanguardia de la ultraderecha mundial.
Si bien no encuentro una definición precisa para el hecho de ser judío –motivo de controversias– entiendo que en sentido lato Kicillof lo es y Milei no lo es. (Kicillof es, también, un verdadero doctor, autor de libros que no ha plagiado, esposo y padre cariñoso entre otras muchas cosas que su contraparte no). Y entiendo también que ser judío era muy diferente hace un siglo de lo que es ahora, por mor del giro conservador de las instituciones de la kehila (la cole) hoy copadas casi todas por el sionismo racista y genocida, ya sea laico o religioso, en un giro que Enzo Traverso ha descripto en su libro El fin de la modernidad judía (Fondo de Cultura Economica, 2018).
En la Argentina el corte ha sido todavía más drástico a partir de los atentados. Al abrir un coloquio de Apemia (Agrupación por el Esclarecimiento de la Masacre Impune de la AMIA) en julio pasado, Alejandro Bercovich expresó que hasta los bombazos, «ser judío era otra cosa». Y es que hasta entonces, en la Embajada de Israel no estaban vedadas las personas progresistas, y la AMIA, era una mutual laica dirigida por Avodá, la agrupación que se referenciaba en el laborismo de Isaac Rabin. Cuyo asesinato consiguió que desde entonces tanto Israel como las instituciones judeo-argentinas pasaran a ser controladas por la ultraderecha sionista y/o religiosa… excepto algunas, como la B’nai B’rith –de la que alguna vez fue socio Freud– que parecen responder a la CIA o cuando menos al Departamento de Estado.
No es casual que Israel no se haya interesado jamás en impulsar la investigación del bombazo contra su embajada (al contrario, saboteó la investigación al punto de que todavía hoy no se sabe a ciencia cierta siquiera cuantos fueron los muertos) y que la DAIA de Rubén Beraja haya saboteado obscenamente la investigación del atentado a la AMIA, que la tuvo como principal objetivo.
El hecho de que se haya mantenido contra toda evidencia que los ataques fueron cometidos con camionetas-bombas permitió rodear las instituciones judeo-argentinas con defensas de cemento haciendo de cuenta que el mal está afuera, cuando los explosivos fueron colocados adentro y los asesinos gozaron, cuando menos, de la complicidad de quienes desviaron las investigaciones.
El colmo de las paradojas es que mientras muchos jóvenes judíos ponen distancia de los crímenes de Israel, hay muchos «cristianos» que, como Milei, se han vuelto sionistas. En Estados Unidos hay más sionistas de éstos (cuyos abuelos probablemente hayan sido del judeófobo Klux Klan) que jóvenes judíos de padres laicos que alguna vez –con toda lógica a partir de la Shoa– simpatizaron con el sionismo socialdemócrata. Como simpatizaba mi padre vasco navarro. Que estaba convencido de tener ancestros judíos.
Están los judíos que nunca olvidarán a los valientes defensores del Gueto de Varsovia (foto) y están los que justifican y se solazan con el horrendo genocidio perpetrado en Gaza y las recurrentes matanzas en Cisjordania y Líbano. Como están los argentinos de todo tipo que luchan por que haya mas justicia social y quienes se justifican y festejan con obscenos banquetes que se apaleé y gaseé a ancianos previamente reducidos a la indigencia.