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AMIA II: THE NISMAN HORROR SHOW

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FOTO: Comisario Palacios, el autor de la novela.

Lo dije y lo repito: Walter Goobar insiste (a mi juicio, de manera obcecada) en que el gobierno de Irán instigó el ataque a la AMIA, dándole crédito a la hipótesis echada a rodar por Claudio Lifschitz, ex prosecretario del Juzgado Federal nº 7 a cargo de Juan José Galeano, acerca de que la gente de Stiuso venía siguiendo a terroristas iraníes y dejándoles hacer a fin de atraparlos con las manos en la masa, pero que los hábiles persas escaparon de su control y tras volar la AMIA lograron salir del país, motivo por el cual Israel, Estados Unidos, el gobierno de Carlos Menem  y absolutamente todos los diarios se plegaron al encubrimiento. Como ya dije varias veces y repitiré muchas más, Lifschitz era un agente secreto infiltrado por la Policía Federal en el juzgado, lo que en la jerga policial y de los servicios se llama «un pluma». Y el «halcón» de que dependía era el comisario Jorge «El Fino» Palacios, que está ahora sentado en el banquillo de los acusados. En fin, que Goobar, y por extensión el Movimiento Evita (con el que simpatizo) que se ha hecho cargo del semanario están sosteniendo una añagaza, una versión falsa y exculpatoria del enorme protagonismo que tuvieron efectivos de la Federal y otros estamentos gubernamentales, no sólo en el encubrimiento, sino también en la misma postura y detonación de los explosivos. Versión para más inri originalmente elaborado por Palacios cuando comandaba el disuelto DUIA (Departamento Unidad de Inteligencia Terrorista) que había reemplazado al antes disuelto DPOC (Departamento de Protección al Orden Público) precisamente a causa de la destrucción de evidencias al que se entregó, por lo que está sentado en el banquillo su titular, el comisario Carlos Castañeda.

Por cierto, sería bueno que Castañeda o quien tenga alguna información se refiera a las circunstancias en que murió hace años quien era su segundo, Carlos Alberto Nistal, que por lo que me habían dicho antes, tenía intención de hablar.

Volviendo a Goobar:   cuando no está Israel o temas judíos de por medio, es un muy buen profesional. Hasta el punto de que no sólo le tengo respeto, sino también cariño. Tenemos un pasado que nos une, y no sólo setentista, sino también como compañeros del semanario cooperativo El Porteño y reivindicadores del poco redordado Gregorio Selser (que fue su suegro). Me complació estar de acuerdo con las dos notas que publicó en la última edición de Miradas… Aquí están ellas:

Juicio por el encubrimiento

Presencias y ausencias

La principal sala de audiencias de Comodoro Py, fue escenario, el jueves pasado, de la primera audiencia en el juicio por el encubrimiento del atentado, que tiene entre sus trece imputados al ex presidente Carlos Menem, al ex titular de la SIDE Hugo Anzorreguy, al ex presidente de la DAIA Rubén Beraja y al ex juez de la causa Juan José Galeano, quien junto a los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia están considerados como autores y partícipes del pago de 400 mil dólares provenientes de la ex SIDE al duplicador de autos Carlos Telleldín

 

WALTER GOOBAR

La principal sala de audiencias de Comodoro Py, aquella que lleva el nombre de la mutual víctima del más grave atentado de la historia argentina, fue escenario, el jueves pasado, de la primera audiencia en el juicio por el encubrimiento del atentado, que tiene entre sus trece imputados al ex presidente Carlos Menem, al ex titular de la SIDE Hugo Anzorreguy, al ex presidente de la DAIA Rubén Beraja y al ex juez de la causa Juan José Galeano, quien junto a los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia están considerados como autores y partícipes del pago de 400 mil dólares provenientes de la ex SIDE al duplicador de autos Carlos Telleldín para que ofreciera a la Justicia una versión falsa de la explosión de la mutual judía y desviara la investigación de la llamada “pista siria”.

Las querellas de las tres organizaciones que representan a los familiares de las víctimas –18-J, Memoria Activa y Apemia– no esconden su cautela y desconfianza ante el juicio porque, si se tratan de manera aislada, los trece imputados podrían ser condenados a penas menores cuando en realidad fueron piezas clave de un encubrimiento institucional planificado desde las más altas esferas del poder.

En ese sentido, el subsecretario de Política Criminal del Ministerio de Justicia de la Nación y coordinador de la Unidad Especial de Investigación del atentado a la AMIA fue tajante durante una entrevista concedida al diario La Nación, en la que Luciano Hazan sostuvo que el atentado a la AMIA es un “crimen de Estado, en el que los tres poderes se complotaron de manera organizada”.

Si bien Carlos Menem y Hugo Anzorreguy no se presentaron a la audiencia aduciendo razones de vejez y enfermedad, el ex juez Galeano –que comparte los servicios de la asesora de imagen Mariela Ivanier con la dirigencia de AMIA-DAIA, el Grupo Clarín y el fallecido fiscal Alberto Nisman– no tuvo problemas de pavonearse frente a periodistas, fotógrafos, camarógrafos y familiares de las víctimas antes de ingresar a la sala AMIA y ubicarse en la primera fila del sector de los acusados, que terminó de integrarse según el orden jerárquico que los imputados ejercían al momento de imponer en la investigación judicial del atentado una versión falsa de los hechos.

Detrás de Galeano y sus abogados se sentaron los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia. Los siguió el ex titular de la DAIA Rubén Beraja, quien avaló cada una de las medidas y decisiones tomadas por la SIDE, Galeano y los fiscales para constituir la mentirosa “conexión local” que apuntaba a los policías bonaerenses. Los ex agentes de la ex SIDE Patricio Finnen y Anchezar, los ex comisarios Jorge Fino Palacios y Carlos Castañeda, Carlos Telleldin y su ex abogado Víctor Stinfale se ubicaron al fondo de la sala.

Pese a los faltazos de Menem y Anzorreguy, las ausencias más notorias están en la lista de imputados: allí falta el nombre del ex ministro del Interior Carlos Corach, el del juez Claudio Bonadío, que instruyó esta causa hasta que la Cámara Federal lo apartó por connivencia con los otros acusados y encargó la instrucción a su colega Ariel Lijo. Falta también el ex jefe de Operaciones de la SIDE, curiosamente incluido en la nómina de 140 testigos que serán llamados a declarar. Entre los acusados faltan los prosecretarios de Galeano que –según Claudio Lifschitz– destruyeron pruebas en sus domicilios particulares. Faltan también, por lo menos dos periodistas de Clarín que oficiaban como usinas de prensa de Galeano y publicaron decenas de notas con información fraguada.

Durante la primera jornada de audiencia, dos querellas leyeron frente al tribunal integrado por Jorge Gorini, Néstor Costabel y Karina Perilli –Domingo Altieri es el cuarto magistrado– sus elevaciones a juicio resumidas, donde no existen grandes diferencias: A Menem, las querellas lo consideran instigador del encubrimiento; a Galeano, los comisarios Palacios y Castañeda, y los ex SIDE, autores y partícipes necesarios. Además, les endilgan falsedad ideológica, prevaricato y abuso de autoridad.

 

OPERACIONES POLÍTICAS

Nisman horror show

OPERACIONES POLÍTICAS | Nisman horror show

 

Héctor Magnetto es un gran administrador del miedo.” Así definió el periodista Martín Sivak, al oscuro contador y figura clave de su tésis doctoral titulada Clarín. La era Magnetto. La tesis de Sivak se verifica al ciento por ciento en el tratamiento que el grupo Clarín le dio a la muy mediática pero falsa denuncia del ex-fiscal Alberto Nisman contra la presidenta de la Nación.
En el mensaje de WhatsApp que mandó a sus amigos previo a emprender su inconsistente denuncia por encubrimiento, reconoce que ésta estaba pensada para más adelante –para que coincidiera con las elecciones de octubre, según los testimonios de sus colaboradores más cercanos–, pero que debió adelantar la jugada. Allí escribe: “Esto que voy a hacer ahora igual iba a ocurrir. Ya estaba decidido. Hace tiempo que me vengo preparando para esto, pero no lo imaginaba tan pronto. Sería largo de explicar ahora… Me juego mucho en esto. Todo, diría. Pero siempre tomé decisiones. Y hoy no va a ser la excepción. Y lo hago convencido. Sé que no va a ser fácil, todo lo contrario…”.

Hay sólo dos razones que explican por qué Nisman interrumpió sus vacaciones en Europa para lanzar una denuncia que no iba a ser analizada durante el mes de feria judicial: temía ser removido de su cargo tras la disolución de la SIDE o lo que es peor, terminar procesado en el jucio por encubrimiento por su paupérrima investigación, como sostiene la dirigente de Memoria Activa Diana Malamud.

El Grupo Clarín movilizó a sus mejores plumas, las que –en algunos casos a desgano– salieron a avalar y sostener de manera acrítica lo que para cualquier aprendiz de periodismo era una infamia y una operación de prensa. Cuando el fiscal cayó en la cuenta que el andamiaje montado por el Grupo Clarín no lograba impedir que su denuncia se desmoronara, mantuvo un frenético intercambio de mensajes de texto, de WhatsApp y llamados telefónicos con la diputada macrista Patricia Bullrich, en los que un Nisman panicoso le advierte que cuando compareciera ante Diputados no tendría otra cosa para decir que lo que ya había dicho en el programa A dos voces, de TN: “Tiene que ser reservada porque si no, no puedo hablar, voy a decir lo mismo que en TN y no va a parecer serio”, le escribió el asediado fiscal a la cambiante Bullrich.

La muerte de Nisman le dio al grupo Clarín el cadáver que desde mucho tiempo antes reclamaban sus editorialistas desde las pantallas de TN como receta para hacer caer el Gobierno. Lo cierto es que a Clarín, Nisman le resultaba más útil muerto que vivo. Entonces vino la historia de la camarera-testigo, narrando que el descubrimiento del cuerpo había sido una mezcla de jolgorio y aquelarre. Y así día tras día.

Tras haberse desmoronado la absurda hipótesis de magnicidio efectuada por los peritos de Arroyo Salgado, el contador Magnetto comprobó que la Presidenta había recuperado en poco tiempo los índices de popularidad perdidos en los días posteriores a la muerte del fiscal y ordenó redoblar la ofensiva sobre el tema. Al iniciarse su ciclo a mediados de año, Jorge Lanata retomó el caso como si la muerte se hubiese producido el día anterior y alquiló un forense estadounidense –sobre el que pesan graves acusaciones del FBI–, que sin ver el expediente emitió un dictamen mediático con más potenciales que una editorial del “gran diario argentino”.

En su última novela, Numero cero, referida a la degradación del periodismo, Umberto Eco describe a la “máquina del fango”. Que consiste en tomar detalles mínimos e insignificantes respecto de una cuestión y magnificarlos mediáticamente hasta el infinito para enchastrarla o tratar de deslegitimarla. Cuando lo único que importa es mantener el fantasma de Nisman sobrevolando el escenario electoral se llega incluso a negar todas las evidencias científicas de su suicidio. En ese sentido, el caso Nisman es una muestrario de cuánto se puede mentir. Incluso, diciendo la verdad.


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