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ATENTADO A LA AMIA. Otro testimonio irrefutable que derriba el engaño de la Trafic-bomba

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Horacio Lutzky admitió estar convencido de que en el atentado a la mutual judía no hubo ninguna camioneta-bomba (ver el post anterior). Y hoy  gracias a Facundo Pastor y a Gustavo Pirich, que me alcanzó este video,  ahora, treinta años después, nos enteramos que no fue sólo Gabriel Villalba (ver abajo de todo) quien estaba mirando hacia la puerta de la AMIA y aseguró que no había ninguna camioneta Trafic instantes antes de su voladura;  también lo hizo Horacio Neuah, que miró hacia ese lugar escasos segundos antes de las explosiones por el espejo retrovisor de su auto. Neuah  insiste en que allí no había ninguna Trafic. Como el barrendero Juan Carlos Álvarez, que estaba justo delante de la puerta y al lado del volquete y sufrió gravísimas heridas. Álvarez negó hasta su muerte que hubiera habido una camioneta-bomba: «Si hubiera existido, me hubiera atropellado».

Neuah , un comerciante que estaba cobrando facturas y comprando mercaderías en las inmediaciones de la AMIA, estacionó su auto y dejó a su mujer en Pasteur y Corrientes. Después, a pie, estuvo haciendo cobranzas y otras gestiones en el curso de las cuales pasó dos veces por la puerta de la AMIA: Después fue a buscar su auto,  lo estacionó detrás del camioncito de pan Sacaan dentro del cual murió acribillado el infortunado Carlos Terranova, estuvo unos cinco minutos cargando mercaderías y luego arrancó mirando por el espejo retrovisor que no viniera nadie. Y había hecho unos pocos metros cuando fue alcanzado por la onda espansiva que destrozo la parte trasera de su auto levantándolo y haciéndolo volar hasta el cruce con Viamonte.

A continuación, una síntesis de su relato. Les adelanto que la parte crucial se encuentra a partir del minuto 25, cuando Neuah le pregunta a Javier Sinay (un periodista que repite escrupulosamente la falsa historia pergeñada por el juez Juan José Galeano, los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia y el entonces presidente de la DAIA Rubén Beraja, como si el juicio por el encubrimiento no se hubiera hecho y ellos no hubieran resultado condenados) sobre la existencia de la supuesta Trafic-bomba. Escuchen las vacilaciones de Sinay… son muy sugestivas.

Neuah dijo que yendo por Pasteur  y tras cruzar Tucumán, como necesitaba estacionar al ponerse a la altura del patrullero estacionado le pidió permiso a un policía para estacionar y cargar mercadería, algo que hacía habitualmente. Agregó que los policías «normalmente me chicholíaban un poco» (entiendo que le dirían que fuera breve, que estaba prohibido estacionar allí, etc.) pero que esa vez uno de ellos se limitó a hacerle «un gesto de aprobación».

«Estacioné detrás de una furgoneta de un señor que, acompañado por su hijo, distribuía pan. Nunca hablé con él, pero me lo había cruzado cruzado muchas veces. Compré mercadería, la puse en el coche vi pasar a una tía de mi mujer (posiblemente Berta Kozuk de Losz) que murió en el atentado. «Le grité ‘chau Bety’ y ella me respondió «‘Adios Horacio’. Fue lo último que dijo en su vida».

Neuah dijo que luego arrancó y salió mirando por el espejito retrovisor para atrás para asegurarse que no venía nadie.  «Cuando salgo, paso el Fordcito, la camioneta, el furgón (de pan Sacaan) y a unos escasos metros se produce la explosión. Ahí empecé a no entender nada porque el coche crujía por todos lados, los vidrios se rompían el parabrisas se rajaba; de repente oscureció porque volaban marquesinas, fierros, puertas, de todo. El coche no rodó: la onda expansiva iba en mi misma dirección, levantó el coche y lo depositó mas adelante (era como) un papelito en el aire. Cayó n el cruce de Pasteur con Viamonte. Me bajé muy asustado. Lo que se veía era espantoso. Volaban cosas por el aire. Un palo de esos de teléfono o de luz, pegó en el techo del auto. Quedé totalmente aturdido. No se podía respirar, había un olor muy fuerte, como de amoníaco. Aturdido, confundido, me subí al coche y me fui sin mirar para atrás.

Neuah cuenta lo que hizo después, como fue a buscar a su mujer (a la que había dejado en Corrientes y Pasteur y otras cosas interesantes (si les interesa, escuchen el video de arriba), pero para ir derecho al grano, cuando Pastor se puso al habla con Sinay, Neuah le preguntó:

–Una pregunta que hace 30 años hago y nadie me puede responder ¿existió la Trafic?

–Yo puedo responder en mi nombre muy pocas cosas, pero si puedo responder en el nombre de las personas que entrevisté y de las cosas que leí. Los judiciales, desde Galeano hasta la Sala 2 (…) todos los judiciales que estuvieron a cargo de la investigación, e incluso los jueces del primer juicio que dijeron que la investigación de Galeano fue la peor que vieron, sin embargo todos sustentan que existió la Trafic…  porque había en alguna… en 27 cadáveres había esquirlas de Trafic (N. del E.: esto no es verdad, se trata de un armado como expliqué aquí) Entonces, por ejemplo, digo: los jueces esos hablaban pestes de Galeano pero se quedaron, o le concedieron, la existencia de la Trafic. Y el fiscal (Sebastián) Basso, que es el que lleva la causa actual también dice… cada vez van quedando menos testigos porque, bueno, pasa el tiempo y demás pero… eso es prueba material, científica, son objetos.

Sigue Neuah:

«Yo estoy estacionado , salgo para eludir la camioneta (de pan Sacaan), miró para atrás, no viene nadie. Arranco, la distancia que hay entre la puerta de la AMIA y la calle Tucumán era menor que la que había hasta Viamonte. Yo salgo, recorro un poco y en algún momento tendría que haber visto la camioneta. Porque estaba mirando para atrás. Por si venía un colectivo, venía alguien, tenía que mirar para atrás. Y no vi nada. Había esquirlas de metal en el coche mío, pedacitos de chapa retorcida, pero eso no quiere decir que fueran de un vehículo…».

A continuación, les transcribo el comienzo del primer capítulo de mi libro AMIA. El Atentado. Quienes son los autores y por qué no están presos (Planeta, 1997):

«Al escuchar la primera explosión vi como desde el edificio de la AMIA comenzaron a volar todo tipo de objetos que iban de abajo hacia arriba y caían sobre la calle. Después, casi pegada a aquella, hubo otra explosión y desde el interior del edificio salió una gran bola de fuego que cubrió toda la calle, tapó al patrullero que estaba estacionado, a una camioneta de pan Sacaan, a un auto que, creo, era un Volkswagen Gacel, y también a una mujer que estaba en la esquina de Pasteur y Viamonte. La parte de atrás del Volkswagen explotó y pude ver con claridad como su conductor se debatía dentro de la cabina, Después se produjo un efecto de succión, y la bola de fuego se retiró hacia la AMIA. Con ella desaparecieron la mujer y el auto. El edificio se desmoronó y una gran nube de humo lo cubrió todo pude ver como entre el humo y los escombros salía caminando un policía».

El testimonio pertenece a Gabriel Alberto Villalba, empleado de la firma Nardi y Herrero, quien cargaba equipos odontológicos en una camioneta frente al edificio de Pasteur 765 (cruzando Viamonte. Mientras trabajaba, Gabriel vigilaba de soslayo que no apareciese alguna Trafic de las que utiliza el STO (Sistema de Tránsito Ordenado, contratista de la municipalidad) porque la camioneta que cargaba estaba estacionada en infracción.

Villalba tenía estacionada su camioneta en doble fila. Las Trafics del STO colocaban cepos en una rueda de las camionetas mal estacionadas que solo sacaban cuando se pagaba una multa. Un pedazo de metal circular había caído sobre su camioneta. Al día siguiente fue a denunciar en una comisaría (no recuerdo ahora si en la 5ª o la 7ª) que no había habido ninguna Trafic y que se habían producido claramente dos explosiones. Llevó consigo el metal caído. El policía que lo interrogaba se empeño en afirmar que lo que había explotado era una camioneta. Villalba  se mantuvo firme en decir que no había habido ninguna camioneta.

Neuah narra en el segundo video que se publica más arriba (ver a partir del minuto 5.45) que cuando fue a la comisaría a contar lo que había visto y vivido, no le querían tomar testimonio. Ni siquiera querían dejarlo entrar.

Es obvio que hubo policías federales involucrados tanto en la comisión del atentado como en el encubrimiento, como bien dejó claro la serie Iosi, el espía arrepentido que puede verse en Netflix. Ya en aquel libro publicado hace 27 años, puse la lupa sobre la comisaría 7ª. Y de inmediato fue a Madrid a denunciar ante el juez Baltasar Garzón que el atentado había sido cometido por una banda de policías federales integrada por ex miembros de «grupos de tareas» de la dictadura.

Pero la DAIA, en lugar de pedir que se investigara a los federales, los premió. ¿Por qué?

Vale la pena pensarlo.

Hasta aquí hemos llegado. Quienes se empeñan en mantener en pie acusaciones contra inhallables supuestos militantes del Hezbolá libanes al mismo tiempo que obvian la participación de policías y «plumas» en la ejecución de la masacre favorecen la tarea de los encubridores. Y quienes se empeñan en mantener en pie contra viento y marea el engaño de la supuesta Trafic-bomba con el resultado de que no se investiguen otras pistas, son, mal que les pese y ya sea consciente o inconscientemente, encubridores.

Si es Dios, al menos que sea la Patria quien se los demande.

……

Ilustración de apertura: Juan Carlos Álvarez, el barrendero que estaba junto al volquete estacionado frente a la puerta de la AMIA, sufrió heridas gravísimas y siempre dijo que no hubo ningún vehículo-bomba, y que si lo hubiera habido, lo hubiera atropellado.


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