COMODORO PY. Un esclarecedor video desnuda que la justicia federal de la ciudad de Buenos Aires está corrompida hasta la médula
Es un lugar común recordar que la podredumbre comienza por la cabeza. La salud de cualquier república depende en primer lugar de su poder judicial, encargado de velar por la salud de las instituciones. En Argentina, la corrupción se ha enseñoreado en su órgano máximo, la Corte Suprema, de solo tres ministros y cuya mayoría automática está formada por los dos que admitieron ser nombrados por un decreto presidencial en abierta y grosera violación de la ley. Debajo de la Corte, el mayor poder se concentra en los tribunales federales de la llamada Caba, todavía capital federal de la república. Ubicados desde 1994 en la avenida Comodoro Py concentran a un haz o fascio de jueces federales que en lugar de dar el ejemplo de una observancia estricta de las leyes, se burlan de la ciudadanía sobre cuyas libertades tienen poderes casi absolutos al delinquir de manera tan obscena como sistemática. Lo deja en evidencia este video del diputado nacional Rodolfo Tailhade, que integra el Consejo de la Magistratura. Es tan impactante como un cross a la mandíbula. Y, que yo sepa, ninguno de los escrachados* y puestos en evidencia, ha tratado de refutarlo.
¡Brillante, Tailhade!
PS: Si quedaba alguna duda de la total impunidad de jueces y fiscales manifiesta y pornográficamente delincuentes, escuchen a Vanesa Siley, diputada nacional, Secretaria General de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Judiciales y miembro del Consejo de la Magistratura que extendió su manto protector sobre todos los que, invitados por el Grupo Clarín, se congregaron en la suntuosa residencia del magnate británico Joe Lewis, usurpador del Lago Escondido: https://www.instagram.com/reel/DKNw38PgIb9/?igsh=Mjdud3c0YjZzZXRw
Ahora si, atiendan a Tailhade:
*) El origen de esta expresión lunfarda proviene de la fotografia que la policía le hacia a los delincuentes que detenía antes de engayolarlos. Ese «escracho» venía de antes, cuando la policía hacía retratos a manos alzada de los detenidos y se decía que los escrachaba.