COVID 19 – FFAA. Subproducto de la peste, y en «una vuelta de página», las Fuerzas Armadas se acercan al pueblo

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Esta nota fue escrita cuando la crisis causada por el Coronavirus estaba en pañales, sin que el autor pudiera imaginar el nivel de protagonismo que habrían de adquirir las Fuerzas Armadas en la emergencia. La perspectiva de una reconciliación de las Fuerzas Armadas y el pueblo que las nutren (como me quedó más que claro al conocer a los familiares de los infortunados marinos del ARA San Juan) pone muy nervioso al Círculo Rojo y a sus corifeos. Basta ver con que mala leche Clarín anunció con un título que el gobierno peronista recibiría el 24 de marzo con los militares en la calle («El peronismo prueba otra vez con los militares en las calles») . Frente a militares y liceístas que no tuvieron participación alguna en el exterminio, el Presidente habló de «dar vuelta la página» y cometió el lapsus de decir que el comportamiento genocida de los militares había sido una mera «inconducta». Sin embargo se rectificó con prontitud, dio garantías de que los juicios por crímenes de lesa humanidad no sólo continuarán sino de que tratará por todos los medios que la justicia federal apriete el paso y resistió estoicamente al coro de quienes le pedían que también se desdijera también de haber dicho que se imponía una vuelta de página en la relación con los militares en actividad (una notoria excepción fue Hebe de Bonafini, que hace tiempo predica la necesidad de un acercamiento entre el Ejército y el Pueblo, porque si bien es cierto que no olvidamos y no nos reconciliamos con los asesinos, no es justo que le carguemos esa mochila a los actuales soldados). Guillermo Caviasca, un estudioso de los temas de defensa y autor de un libro que todavía no he leído) sobre el Operativo Dorrego, aquel que hizo en conjunto el Ejército con la Juventud Peronista (de Montoneros) allá por octubre de 1973, para reparar los estragos causados por una inundación de pequeñas ciudades y vastos campos bonaerense, es el autor de este meduloso trabajo.

La defensa nacional en la era de la oligarquía financiera global

 

General Juan Martín Paleo, jefe del Estado Mayor Conjunto.

 

POR GUILLERMO CAVIASCA / GRANDES ALAMEDAS

La guerra entablada por una comunidad –la guerra entre naciones enteras–, y particularmente entre naciones civilizadas, surge siempre de una circunstancia política, y no tiene su manifestación más que por un motivo político. Carl Von Clausewitz

Esta típica definición se encuentra desafiada hoy a un nivel de complejidad producto de las nuevas relaciones de dominación a nivel mundial: una transnacionalización, anonimato y diversidad de formas que nos obliga a pensar la organización de nuestras comunidades nacionales y su defensa de nuevas y más complejas formas

Partimos de una serie de definiciones a priori. Una, el ejercicio de la soberanía (como, quienes la ejercen) es un asunto principal de toda comunidad. El Estado es la forma política actual aún vigente de organización de las comunidades. Entendemos como “comunidad” la formación social específica ligada por diversos lazos estructurales, económicos, políticos y culturales. El ejercicio de la seguridad interior y la defensa exterior, son atributos básicos de la soberanía, sin ellos no existe tal cosa. No hay soberanía sin defensa, no hay defensa sin FFAA (aunque puede haber FFAA sin defensa ni soberanía).

Una visión completa de cualquier aspecto de la vida social en general debe ser pensada en el marco de la etapa historia en que se encuentra la sociedad en cuestión, tanto en su desarrollo propio, como en relación con el desarrollo del resto de la humanidad.

En general, tendemos a pensar “la defensa” con los criterios a los que estamos acostumbrados: el de los Estados-nación de los siglos XIX y XX. Sin embargo todas las sociedades humanas han tenido alguna forma particular de ejercicio de la fuerza, tanto hacia adentro de las mismas como en relación con otras comunidades.

El capitalismo (el socialismo también, y en la práctica con mayor esfuerzo que el capitalismo) creó Estados-nación que se definían en forma precisa frente a los demás. A partir de esto se calificaba su nivel de desarrollo e independencia entre la comunidad de Estados del mundo (imperialistas de primero o segundo orden, sub-imperialistas, dependientes, semi-coloniales, coloniales). En la actualidad  pareciera que el capitalismo de esta nueva época tiende a disminuir notoriamente la capacidad de esos Estados creados a lo largo de los siglos para ejercer la soberanía en el territorio que los mapas les asignan, aún como entidades administrativas dependientes.

Soberanía nacional o transnacional

¿Que es la soberanía?: Es un término sustantivo, en teoría política es la categoría que designa la autoridad suprema que posee el poder último e inapelable sobre algún sistema de gobierno. En diferentes formaciones sociales, esta autoridad puede residir en Dios, en el Monarca, en una casta o clase social privilegiada, en otro país o comunidad ocupante, en alguna institución, o en el pueblo en general con diferentes grados de mediación.

¿Cómo se manifiesta la soberanía en concreto? Uno de sus aspectos necesarios es el ejercicio de la autoridad, el monopolio de la coerción. Pero la autoridad soberana debe tener un alto grado de consenso, debe ser “legítima”, ser aceptada. En ese sentido la soberanía hace a la existencia de la comunidad, y el sistema político que la expresa hace al grado de participación de los integrantes de dicha comunidad. Define quién y cómo detenta esa soberanía y cómo se expresan dos de sus atributos centrales: la seguridad interior y la defensa exterior.

La soberanía es más que el control militar y la seguridad de un territorio. Un Estado no existe como Estado-nación si su mercado interno no tiene múltiples intereses y vínculos. Como tampoco existe la soberanía en las sociedades industriales, financieras, interrelacionadas, las sociedades capitalistas modernas en general, si la autoridad de la comunidad no se extiende a esos “territorios” industriales o financieros.Es decir, si la defensa y sus atributos de fuerza no son capaces de garantizarla en esos “territorios”. Dicho de otro modo: la soberanía, reside en quienes detentan la autoridad sobre esos territorios industriales o financieros. Y el «territorio» cultural, ahora que la producción cultural se ha concentrado y mercantilizado en enorme medida.

La omnipresencia de las multinacionales, del capital globalizado, la difuminación de las fronteras en lo que hace a la circulación de capitales y mercancías, es una política que viene imponiéndose aceleradamente en el mundo desde la década de los 80/90. No es novedad si lo analizamos desde una perspectiva histórica. Aún décadas antes de la era del imperialismo, las potencias del siglo XIX imponían la apertura de  mercados a cañonazos. Basta recordar las invasiones inglesas y la guerra del Paraná.

Sin embargo la novedad es la dimensión de la apuesta actual, ya que en los siglos XIX y XX el rol de los Estados como sujeto últimos de soberanía no era cuestionado abiertamente ni en teoría aunque estuviera claro que las instituciones estatales locales “mediaban” con la potencia dominante.

Hoy, y esto si es novedad, una serie de instituciones globales y organizaciones sociales transnacionales se consideran por sobre los Estados. Son financieras, políticas, de “libertad de prensa”, de comercio, ecologistas, de DDHH, productoras de recetas para la legislación laboral, previsional, comercial, de salud, hasta penal… todas funciones estatales. Apoyándose en instituciones y legislación transnacional, pretenden ponerse sobre los estados nacionales, relativizando el concepto de soberanía, alejándola de los pueblos.

Así vemos a los países sometidos a tribunales extraterritoriales para dirimir asuntos que son patrimonio indiscutible de la propia definición como comunidad soberana. Tribunales de justicia o de arbitraje ubicados más allá del “común acuerdo de que un tercero medie”. Instituciones en las que el Estado “delega” parte de su soberanía, como las provincias argentinas lo hacen en el Estado nacional. Para mencionar solo algunos de las más conocidos y reconocidas: GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional), que controla el flujo de capitales. El CIADI, dependiente del Banco Mundial, en el que Argentina reconoce un espacio de resolución de conflictos y de fiscalización transnacional, donde el Estado puede ser y es demandado por privados que reclaman cobro de deudas o resarcimientos por presuntos perjuicios, por dar solo un ejemplo, a raíz de nacionalizaciones; los consabidos Banco Mundial y FMI; la CIDH (Comisión Interamericana de DDHH) cuyo rol intervencionista, al ser un organismo de esta institucionalidad global es –hoy puede verse claramente– sesgado. Instituciones aún no reconocidas, pero que se presentan con “fiscales” o “dadores” de políticas y asesoramiento, como la SIP en prensa u organizaciones, empresas y ONGs paraestatales transnacionales, en ecología, salud, DDHH, género, cultura, etc. que a través de su presencia capilar dentro de las sociedades, imponen sus agendas, arrogándose potestades supranacionales.

En la constitución de 1994 se incorporaron algunos tratados internacionales en pie de igualdad con la Constitución Nacional, desterritorializándose así parte de la soberanía, un importante paso en la construcción de una soberanía institucional transnacional. Algunos parecen lógico y justos. Pero la lógica global de esta transnacionalización de la soberanía no es el respeto a la vida de las personas, sino la “provincialización” de los Estados. Y aunque sus símbolos externos se mantengan, así como sus instituciones, éstas tienden a ser degradadas, constreñidas a administrar un espacio de negocios.

Lo mismo pasa con las FFAA, instrumento por antonomasia de la soberanía. Es en este marco de derrota del poder popular, de pérdida de derechos por la clase trabajadora, que debemos pensar la cuestión de la defensa nacional y las FFAA. Porque un análisis histórico no lineal ni positivista demuestra que la defensa de la soberanía se define por la lucha; que el rumbo y la forma que adquieran las nuevas instituciones que crea el capitalismo para hacerse más eficiente en su saqueo, será consecuencia de esa lucha. Y que en ésta se definirán las formas de organización de la defensa y las FFAA que propongamos. Es de esta definición multidireccional que surgen nuestras hipótesis de defensa.

La defensa nacional en la nueva era de dominación integral del capital

A partir de estas definiciones proponemos pensar cuál es la forma alternativa en la que se puede intervenir para construir y sostener un proceso histórico de liberación. Cómo disputar el tipo de progreso con el propuesto por las clases dominantes, que lo conducen, sin caer en anacronismos como resistencias de tipo “luddista”. Y, específicamente, cómo pensarlo en el tema de la defensa, las FFAA y la soberanía nacional, en un contexto que nos impone una defensa y soberanía transnacional. Porque no hay soberanía sin defensa, y no hay defensa sin Fuerzas Armadas. Puede haber FFAA sin soberanía pero nunca al revés. .

Es importante destacar que como señaló Marx, “La tradición de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal”. Marx se refería a la comuna de París de 1848 y sus identidades. A que los revolucionarios de todas las épocas visten sus proyectos hacia el futuro con el legado de la historia. Es así que, advertimos, aunque estemos planteando que nuevas formas de dominación requieren nuevas respuestas, éstas se vestirán del lenguaje y las categorías de las luchas por la liberación del pasado, de las tradiciones que son conciencia colectiva. Que mucho de lo que se hace contra el avance de relaciones de dominación y enajenación más sofisticadas o nuevas, parece sólo “resistencia”. Pero es también ofensiva. Todo tiene su aspecto de resistencia y de ofensiva, de pasado y de futuro. Por eso la reivindicación de la autoridad del Estado-nación, y de la defensa nacional es futuro y ofensiva.

Cada formación social tiene sus propias expresiones militares y sus propias ideas de defensa, como señaló Clausewitz hace casi dos siglos. Es así aun dentro del mismo modo de producción capitalista. Los ejércitos de masas que se enfrentaron en las trincheras de la Primera guerra mundial o en la revolución rusa y su afianzamiento, distan de los de la Segunda Guerra Mundial y aún más de la guerra de Vietnam, de las luchas de liberación o de Malvinas. Hoy la guerra tiene nuevas formas y requiere nuevas doctrinas que van de la mano del desarrollo de los Estados, de la conciencia de los pueblos sobre la agresión, la defensa y de la tecnología que se aplica a las actividades humanas. Y la guerra es una actividad humana por excelencia, casi primigenia, como lúcidamente señalaba Marx en sus escritos sobre las Formaciones económicas precapitalistas.

No existe una instancia de “paz” separada completamente de una instancia de “guerra”. De la guerra pura a la paz pura (si es que tales cosas existieran) hay un continuo de situaciones que son las más comunes, tanto al interior de cada sociedad como en las relaciones interestatales. Y a su vez es imposible (y esto sólo lo intuyó fugazmente Clausewitz, pero si lo vieron con mayor claridad algunos marxistas) discriminar las luchas “civiles” de las internacionales. Lo que en la  etapa que vivimos adquiere renovada fuerza, fenómeno que debemos mirar de frente sin esconder la cabeza como los avestruces. Conflictos que van desde Venezuela a Siria, desde Bolivia a Irán tienen ambos aspectos: “La guerra es un camaleón porque en cada circunstancia cambia de carácter” ya había señalado Clausewitz.

A pesar de autoinhibirnos en lo que hace a FFAA y defensa ¿Es impensable que estas situaciones se den en Argentina? Recordemos la muy acertada definición de De la Guerra: “la guerra no empieza por la acción del agresor, sino por la voluntad del agredido de resistir”.

Doctrinas del Estado global

En la actualidad la globalización nos impone formas militares de organización surgidas de un desarrollo acorde al dominio de la oligarquía global y sus formas estatales. La oposición a esto, y las alternativas militares y de defensa necesarias, deben tenerlo en cuenta en todos los aspectos, políticos, económicos, tecnológicos, etc.

El gobierno de la oligarquía financiera nos propone una defensa nacional acorde a la existencia de una fuerza militar global incontrastable, por fuera del control de los Estados-nación saqueados, y unas fuerzas nacionales destinadas a garantizar el funcionamiento razonable de los Estados-nación como espacios de negocios. O sea una fuerza que está muy cerca de una Gendarmería o Prefectura reforzadas. Su doctrina debe ir acorde a cumplir con la misión de actuar contra las “nuevas amenazas” que nos presenta el orden global: delitos complejos transnacionales, narcotráfico, terrorismo… y quizá también alguna insurrección de envergadura.

Si nuestra política, basada en mantener la soberanía lo mas cercana al pueblo de cada país, es recuperar la capacidad de ejercer el pleno gobiern: sobre “territorios” controlados por el capital transnacional y sus instituciones, las FFAA a las que aspiramos deben estar acorde a esas amenazas e hipótesis de conflicto.

Una, clásica, es la del Atlántico sur, Malvinas y Antártida. Las amenazas financieras, y desestabilizaciones que surgen de ella, implican a la defensa en términos generales: defensa del ciberespacio, de las redes de producción y de difusión cultural, del transporte y la logística. Implica la recuperación y defensa de nuestras fuentes de recursos, de las que hoy estamos desposeídos o, como mucho, cobramos un impuesto (útil para el mantenimiento de nuestros gobierno provinciales y un gobierno nacional devenido «`provincial» de los poderes globales). Frente a esta realidad, se impone el desarrollo de una base económica  y tecnológica que haga posible la autonomía nacional que implica la ocupación concreta del espacio aéreo, marítimo y espacial. Es de aquí que surgen las necesidades de nuestras FFAA.

Volviendo a la tradición y memoria popular, las ideas básicas del peronismo expresadas en 1944 en la UNLP por el entonces coronel Perón: Defensa nacional, justicia social, “nación en Armas” y desarrollo económico independiente, estaban articuladas. Estas ideas sirven sirven de base: La defensa no es un asunto sólo de militares, sino de todo el pueblo.

La defensa nacional ha sido un tema ausente en tres décadas de democracia formal. Si antes de los ’80 estaba en juego la pelea entre DSN y de Defensa nacional, entre un desarrollismo anticomunista y un antiimperialismo peronista, desde 1983 la democracia restaurada careció de política de defensa, y en consonancia se produjo un vaciamiento de las FFAA. No parece casualidad que esto haya ido de la mano con la colonización del capital transnacional y los “Acuerdos de Madrid” firmados durante la presidencia de Carlos Menem, con Gran Bretaña. Los gobiernos legitimados por elecciones periódicas tuvieron políticas hacia los militares, pero no políticas de defensa. Lo malo no es la existencia de una política de “control civil” (que debería llamarse de integración de las FFAA con la nación y su pueblo) o de “democratización”, ni menos de juzgamiento y castigo de los crímenes de lesa humanidad. Lo grave es su confusión con las “políticas de defensa”, el promovido antagonismo ficticio entre defensa y DDHH.

Cómo construir la defensa nacional

Dicen los economistas burgueses que toda crisis es una oportunidad. Y desde un punto de vista marxista se puede concluir que la crisis es una oportunidad de pensar en el cambio, en la construcción de lo nuevo. En el caso de las FFAA, su crisis (que es la nuestra nación) las ha llevado a un piso. Casi todo por hacer. El cambio de gobierno, el reemplazo de Mauricio Macri por Alberto Fernández, puede ser un hito si hay un proyecto de país y una voluntad política, y unas FFAA que hagan posible y defiendan su desarrollo.

Bien decía Clausewitz: “Así, el objetivo político, como causa original de la guerra, será la medida tanto para el propósito a alcanzar mediante la acción militar como para los esfuerzos necesarios para cumplir con ese propósito. En sí misma, esa medida no puede ser absoluta, pero, ya que estamos tratando de cosas reales y no de simples ideas, lo será en relación con los dos Estados oponentes. Un mismo objetivo político puede originar reacciones diferentes, en diferentes naciones e incluso en una misma nación, en diferentes épocas. Por lo tanto, cabe dejar que el objetivo político actúe como medida, siempre que no olvidemos su influencia sobre las masas a las que afecta”

El problema de la defensa nacional en Argentina presenta, a priori, dos pilares, uno presupuestario y otro cultural.  El presupuestario es el hecho de que nuestras FFAA han subsistido con una asignación de entre el 0.8 y 1% del  PIB, lo que las coloca entre las fuerzas militares que menos dinero reciben proporcionalmente en todo el mundo, uno de los 20 países que gastan menos del 1% en Defensa. Otros son, por ejemplo, Kosovo (un país creado por la OTAN). Malawi, Mauricio, Panamá y la neutral Suiza. Muy por debajo de los promedios de grupo de países que elijamos para comparar, los de la Zona Euro, países pobres, ricos, grandes o pequeños), cuyo promedio ronda entre el 1.5 y 2%, depende lo conflictivo de la zona.

Nuestras FFAA reciben una asignación presupuestaria que se ubica también por debajo del mínimo estimado para que una fuerza armada se pueda sostener en tiempo de paz. Argentina tiene el presupuesto militar de países cuya defensa se recuesta en otros más poderosos, o de países vencidos en guerra, u ocupados. Aunque el presupuesto militar lo hemos comparado en forma absoluta, también debe serlo tanto con el de los restantes países de la región, como con los de los países de similar PBI o índice de desarrollo. En ambos casos Argentina se encuentra muy por debajo de nuestros vecinos estadísticos. 1.3% en promedio en América Latina (Uruguay 2%, Brasil 1.5%, Chile 1.9%, y Bolivia 1.5%). Y si lo comparamos con otros de similar envergadura, como Turquía, Irán, Sudáfrica, por ejemplo, también estamos muy atrás

En la práctica, casi todo el presupuesto militar argentino se asigna a sueldos. En sus escalones más bajos, los salarios militares están en torno al nivel de pobreza, lo que sumado a la pérdida de prestigio y al veto tácito a que militares, por más idóneos que sean, ocupe puestos en el Estado, etc. ahuyentó a las clases acomodadas de la carrera militar. También se incrementó el porcentaje de gente del interior del país que forma parte de las fuerzas por sobre el de las zonas centrales, más desarrolladas. La asignación presupuestaria no alcanza para el mantenimiento en condiciones de las instalaciones, ni para la alimentación adecuada de las tropas. Y son muy pocas las maniobras que se pueden realizar, hasta el punto que los pilotos de la Fuerza Aérea carecen de las horas de vuelo necesarias. El último gobierno, el de Mauricio Macri, desfinanció y/o produjo la parálisis de los centros de investigación y desarrollo y de las fábricas vinculadas a la defensa. Llegó incluso a ordenar la destrucción de los misiles en una visita del CITEDEF (Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa) en compañía de representantes de la Embajada de los Estados Unidos.

En síntesis, vemos un acelerado deterioro de las capacidades de las FFAA iniciado en los años ’90, aunque ya desde antes, a partir de la Guerra de Malvinas, se registraran intentos de desarmarlas desde el exterior, y la “desmalvinizacion” fuera política de Estado. Fue con Carlos Menem que se dio el gran salto hacia atrás, acompañado del deterioro o envejecimiento del material. Algunas variables llegaron a un piso y se estabilizaron, otras siguieron en una caída que al llegar al borde de 0 se tornaron asintóticas. Excepto una, el personal militar: unas 105.000 personas para las tres fuerzas que permanece estable desde que se creó el sistema de soldados voluntarios. Aunque con una pirámide poco razonable al tener unidades con una dotación normal de oficiales y suboficiales pero con muy pocos soldados: Regimientos del tamaño de compañías y compañías de la dimensión de pelotones. Brigadas aéreas sin aviones y bases navales sin barcos. Sin embargo la calidad del personal —- es buena — aún en esta situación tan desfavorable.

Cómo y para que recuperamos las FFAA 

Para recuperar la defensa nacional hay que responder varias cuestiones. ¿Creemos que argentina necesita FFAA? Esta pregunta se responde en las primeras páginas de este artículo. Pero la cuestión es si la “sociedad argentina” hoy esta dispuesta a sostener la construcción de unas FFAA de las dimensiones necesarias para que sean el sostén de las aspiraciones soberanas de territorio y recursos que proclamamos.

En este sentido,  el principal desafío es trabajar en lo que llamamos “cultura de la defensa”. Hacer una pedagogía nacional que instale en las masas a través de la educación, el deporte, los trabajos solidarios y los aparatos culturales del estado y privados, los desafíos geopolíticos y los problemas de largo plazo de nuestro país. Y en ese programa pedagógico integral de masas, incluir la cuestión de la defensa y las FFAA. El pueblo y sus organizaciones deben ser “sujeto de la defensa” y las FFAA uno de sus pilares.

Para ello debemos pensar la defensa en dos sentidos. Uno en sentido amplio: la defensa como señalaba el entonces Coronel Perón en exposición de 1944 en la UNLP, es mucho más que la fuerza armada. Son todas las fuerzas materiales y espirituales de la nación, organizadas para garantizar la independencia y el derecho a decidir autónomamente nuestro rumbo. Por lo tanto, defensa es las finanzas, los recursos naturales, la industria, el bienestar de las masas, la cultura, la integridad territorial que es la base de los demás, la ocupación por argentinos y por trabajo argentino de todo el territorio de la patria. Unas FFAA construidas para defender todo esto y enfrentar las posibles agresiones que implica esta decisión. Las FFAA tal como están concebidas desde la primera mitad del siglo XX fueron un pilar de la industrialización independiente y el desarrollo científico tecnológico y deben recuperar ese rol, pero sobre todo esa conciencia. Sin embargo, lo primero es la toma de conciencia del pueblo acerca de cuál debe ser su rol.

Podemos ver claramente las “hipótesis de conflicto” (que llamamos “hipótesis de defensa”). Porque desde la concepción integral del conflicto, las disputas en el mundo actual despliegan guerras y agresiones contra los Estados que luchan por su independencia, una segunda independencia que tiene como enemigo las nuevas cadenas de dominación. Esas agresiones guardan diversas formas y son combinadas. Una agresión financiera o la rebelión de un grupo de ricos locales, puede ser combinada con presiones diplomáticas y/o militares y con intentos de generalizar la violencia en la sociedad agredida. Y eso puede frenarse tanto interna como externamente con una fuerza militar sólida y consciente de cuáles son nuestros enemigos, de las obligaciones que tiene para con su pueblo y  la nación. Per, sobre todo, de que esas agresiones son integrales, capilares, se deben frenar y repeler en cada terreno, y para ello es indispensables que sea el pueblo organizado quien sea protagonista de una defensa nacional integral.

La defensa en sentido estricto es lo que hace principalmente a las FFAA su doctrina, equipamiento, formación y despliegue. En nuestra concepción debe incluir a las masas populares y a las organizaciones libres del pueblo que las encuadran. Las tareas de reconstrucción y liberación solo se pueden cumplimentar con una amplia participación de las masas, también en las cuestiones militares. Para ello es necesario poner en debate la estructuración de un “servicio civil de defensa y reconstrucción nacional” en relación con las FFAA, ofreciendo éstas sus capacidades, logística organizativa y técnica. Un servicio capaz de organizar las áreas de catástrofes y otras de asistencia crítica, que permita a los sectores populares formarse y trabajar en tareas colectivas periódicas. Esto a su vez acercará a las FFAA al pueblo, a los problemas cotidianos graves y será una vía de formación en la “cultura de la defensa”, fuera del individualismo, en un servicio colectivo.

El desafío inmediato y estratégico es la Antártida, Malvinas islas y mares circundantes que hay que ocupar con política y trabajo argentinos. Ampliar las bases antárticas y crear un polo antártico en Tierra del Fuego, con una flota y aeronaves que garanticen la más y mejor vinculación entre el continente blanco y el resto del mundo. Hay que transformar las bases, hoy dependientes de cada fuerza, en bases conjuntas, en consonancia con la evolución de nuestras FFAA. Hay que ocupar el mar argentino con buques pesqueros argentinas y desalentar la pesca de depredadores y/o buques con base en Malvinas.Hay que activar astilleros y construir pesqueros y ampliar las industrias naval y alimenticia. Ampliar los puertos y astilleros de la Patagonia. Construir una base conjunta en el sur de la región.

Argentina está en condiciones de construir una serie de plataformas asentadas en nuestro mar y subsuelo al norte y sur de Malvinas, con helipuertos y amarraderos, con proyectos de control de pesca , como “torres de vigilancia” y laboratorios de investigación. Hoy est es mças rápido y barato que una flota de guerra. Sobre estos temas hay en el Ministerio de Defensa proyectos en carpeta, sujetos a discusiones, presiones y concesiones que debemos evitar. Debemos avanzar en la relación con nuestros vecinos, ya que hoy tanto Uruguay como Chile son la logística de Malvinas y del saqueo del sur. En los hechos, son aliados de Inglaterra y adversarios nuestros, aunque ello en parte sea por nuestra responsabilidad.

No podemos extendernos aquí en aspectos técnicos, pero sí decir que hay otras dos áreas estratégicas para la defensa nacional. Una, la Cuenca del Plata y la recuperación de la llamada “hidrovía”, hoy completamente extranjerizada (perdimos la guerra del Paraná sin disparar un tiro). Y dos, la relativa a los recursos del suelo y subsuelo, muy relacionada con la enajenación de las tierras de frontera. Para lo cual hay que reconstruir una ley de fronteras nacional inspirada en la de de 1944 firmada por Edelmiro Farrell y Perón. Y llegados a este punto es preciso subrayar que tenemos un límite, establecido por la vidente Constitución, sancionada en 1994: la provincialización de los recursos naturales es un tema jurídico macro que debe ser revisado, ya que atenta contra la Defensa nacional.

La carencia de un plan para la construcción de unas FFAA de largo plazo, no sujeto a contramarchas políticas, es uno de los principales problemas. Así, aún en estas décadas de retroceso se dilapidaron recursos. Por ejemplo cuando se moderniza el TAM, se anuncia un nuevo modelo de avión, se ponen en marcha proyectos de misiles o aviones no tripulados en los centros de investigación y desarrollo, nunca se llega a salir del prototipo, se ignora el avance o directamente se los destruye. La puesta en marcha de la producción sufre condicionamientos que no se relacionan ya con lo económico, sino con lo político.

El siempre postergado IA-63 Pampa.

Respecto a los aviones Pampa, por ejemplo, se decidió gastar 160 millones de dólares en una docena de Texan de entrenamiento, inferiores a los Pampa, en lugar de acelerar la producción de éstos, invertir en la fábrica para establecer una línea de producción y colocar en el mercado nuestros aviones, que son buenos y competitivos en su rubro. Pasan los años y la modernidad de los mismos se pierde y los pedidos caducan. Lo mismo sucede con los tanques TAM, que modernizados son aceptables como tanques medianos para equipar el ejército: hace ya unos 10 años que se fabricó el prototipo mejorado más rápido y más preciso.

En cuanto a la Marina, hay varios astilleros casi paralizados que en mejores época fueron de punta. Existen planos para la fabricación en el país de lanchas patrulleras oceánicas de calidad (que cubrirían nuestras necesidades en ese embrionario sentido) y de un buque con capacidad de combate, lo que además de dar trabajo, permitiría desarrollar tecnología y experticia para proyectos mayores e ingresar al mercado de países del tercer mundo con un barco de combate barato y competitivo. Sin embargo se pagaron 350 millones de euros en la adquisición de 4 patrulleras francesas desarmadas para seducir a París para que nos “ayude” a que se apruebe el nefasto convenio Mercosur-Unión Europea.

Un inicio embrionario, casi un gesto, pero con proyección es la creación del FONDEF que aportará unos cientos de millones de dólares, cuyo objeto es tener dinero extrapresupuestario para garantizar proyectos de largo plazo relacionado con equipamiento y desarrollo militar científico y técnico.

En sentido restringido, dentro de los temas de defensa se encuentra la formación militar. Allí hay un núcleo duro para contar con nueva camadas de militares patriotas comprometidos con su pueblo y conscientes de los desafíos y posibilidades de argentina en el mundo. La clave se encuentra en las escuelas de guerra, de inteligencia, conjunta; y en general en el trabajo capilar al interior de esas instituciones de formación de militares. Son instituciones prestigiosas, pero cuyo personal docente que transmite concepciones sociales, históricas, doctrinales y geopolíticas, está integrado en gran medida por civiles y militares cuyo horizonte es el occidente noratlántico, sus problemas y “modo de vida”, y con resabios de intelectualidad “gorila” oscurantista. Allí hay que operar con una intervención que vaya más allá de inicuos cursos de género o derechos humanos, o de programas que son puestos en manos de docentes reaccionarios. Quizás con una “aproximación indirecta”. Nuestra Armada por ejemplo pareciera tener la concepción hegemónica de que solo existe un “norte” en el norte de América. Las relaciones internacionales de nuestras fuerzas deben ser diversificadas y usadas para el interés nacional, para aprender de las distintas doctrinas, concepciones y conflictos que existen en el planeta y no para que sus miembros sean cooptados, ideológica y económicamente. Hay que diversificar, no es necesario negar a los EEUU, pero si destacar que existen Europa, Rusia, China, y sobre todo países como India, Sudáfrica, Irán y otros cuyas experiencias pueden aportar. Sin dejar de lado el horizonte  latinoamericano como espacio geopolítico que debe tender a la defensa conjunta. Desafío que hoy está en suspenso con el desarme de la UNASUR y sus organismos de defensa.

A modo de cierre

En la primera parte de este texto revisamos el pasado para pensar el futuro. ¿Cuáles y cómo son los conflictos hoy? ¿Cómo operan las FFAA en ellos? ¿Cuáles son los nuevos frentes de combate? Y a partir de ello ¿Cómo deberían ser las FFAA que proyectamos para dentro de 5, 10 y 20 años? Sirve de muy poco invertir en equipamiento que será obsoleto en pocos años. Las FFAA del futuro ¿cómo serán?. Debemos preparar las FFAA para ocupar nuestro territorio y especialmente el Atlántico sur. Pero esto no será útil si no nos preparamos para la guerra en el ciberespacio, para tareas de inteligencia estratégica, comunicaciones avanzadas, detección y control temprano sobre todo el territorio. Ya hablamos de una guerra, hoy, que está desarrollándose en el mundo. Misiles, aviones no tripulados, submarinos, armas antiaéreas tácticas y estratégicas. Unidades militares de armas combinadas, perdiendo la compartimentación entre Fuerza Aérea, Marina y Ejército. Y una población preparada para la defensa territorial integral. Con conciencia de lo que consideramos “nuevos territorios”, sujetos de soberanía.

Muchas otras cuestiones técnicas, podrían ser planteadas respecto a las FFAA y su equipamiento. Lo mismo una evaluación de viabilidad económica. Pero no lo desarrollaremos aquí. Es que antes Argentina debe recuperar un sentido de marcha, un horizonte, un proyecto nacional, una “cultura de la defensa”.

Los tiempos y los recursos deben surgir de este entendimiento. De recuperarse el consenso social de la necesidad de la defensa nacional. Nuestro debate debe darse en torno a cómo y que FFAA construiremos en el corto, mediano y largo plazo. Salir del círculo vicioso del pacifismo y el desarme, que es parte de la estrategia de saqueo e indefensión.

La historia de nuestro país no es sólo la de los últimos años, ni se puede entender desde una perspectiva individual, ni siquiera desde la de nuestra generación. Nuestra historia personal es parte de una mucho más grande que abarca los que nos precedieron y esperamos que también a quienes nos suceden. Es la épica de construir y defender una comunidad nacional. De construir un proyecto que abarque varias generaciones.

Hay que tener confianza en nuestra fuerza como nación. Debemos recuperar los que es nuestro. Hay que tener la decisión de decir que no. Y para poder decir que no, hay que tener con qué.

10 de Marzo de 2020.

El contacto del autor es helicopterox@yahoo.com.ar

Imagen portada: Defonline.com.ar

 


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