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… Y CECA (CRUZ) /. Byung-Chul Han nos advierte sobre el despotismo asiático…

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… discrepando con el esloveno Žižek, el filósofo coreano, profesor de la berlinesa Universidad de las Artes y autor de libros tan significativos como La sociedad del cansancio, nos advierte que la pandemia no sólo no terminará con el capitalismo sino que además preanuncia formas más invasivas, alineadas con lo que Karl Marx llamó «el despotismo asiático» y con lo que pobló las pesadillas de George Orwell. Postula que  deberemos redifinir el concepto de soberanía (como el que más y mejor data tiene, es decir, mayor inteligencia) y que no debemos ceder ante la tentación de que un virus hará lo que debemos hacer nosotros. Porque «somos nosotros, las personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta».

Considero que esta nota, publicada en El País, es de lectura ineludible.

PS: Quienes piensen que Byung-Chul Han exagera, por favor, lean la nota siguiente, pegada a continuación, publicada por Perfil.

Deseo recibir vuestros sesudos comentarios.

Trolls y palurdos/as,  abstenerse.

La emergencia viral y el mundo de mañana

Los países asiáticos están gestionando mejor esta crisis que Occidente. Mientras allí se trabaja con datos y mascarillas, aquí se llega tarde y se levantan fronteras

 

Un oficial de policía vigila ante un cartel el pasado 23 de enero en Pekín.
Un oficial de policía vigila ante un cartel el pasado 23 de enero en Pekín.Kevin Frayer/Getty Images

El coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema. Al parecer Asia tiene mejor controlada la pandemia que Europa. En Hong Kong, Taiwán y Singapur hay muy pocos infectados. En Taiwán se registran 108 casos y en Hong Kong 193. En Alemania, por el contrario, tras un período de tiempo mucho más breve hay ya 15.320 casos confirmados, y en España 19.980 (datos del 20 de marzo). También Corea del Sur ha superado ya la peor fase, lo mismo que Japón. Incluso China, el país de origen de la pandemia, la tiene ya bastante controlada. Pero ni en Taiwán ni en Corea se ha decretado la prohibición de salir de casa ni se han cerrado las tiendas y los restaurantes. Entre tanto ha comenzado un éxodo de asiáticos que salen de Europa. Chinos y coreanos quieren regresar a sus países, porque ahí se sienten más seguros. Los precios de los vuelos se han multiplicado. Ya apenas se pueden conseguir billetes de vuelo para China o Corea.

Europa está fracasando. Las cifras de infectados aumentan exponencialmente. Parece que Europa no puede controlar la pandemia. En Italia mueren a diario cientos de personas. Quitan los respiradores a los pacientes ancianos para ayudar a los jóvenes. Pero también cabe observar sobreactuaciones inútiles. Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada. Serviría de mucha más ayuda cooperar intensamente dentro de la Eurozona que cerrar fronteras a lo loco. Entre tanto también Europa ha decretado la prohibición de entrada a extranjeros: un acto totalmente absurdo en vista del hecho de que Europa es precisamente adonde nadie quiere venir. Como mucho, sería más sensato decretar la prohibición de salidas de europeos, para proteger al mundo de Europa. Después de todo, Europa es en estos momentos el epicentro de la pandemia.

Las ventajas de Asia

En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas.

Varios ciudadanos, todos ellos con mascarilla, hacen cola para coger el autobús el pasado 20 de marzo en Pekín.
Varios ciudadanos, todos ellos con mascarilla, hacen cola para coger el autobús el pasado 20 de marzo en Pekín.Kevin Frayer / Getty Images 

La conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente. Apenas se habla ya de protección de datos, incluso en Estados liberales como Japón y Corea. Nadie se enoja por el frenesí de las autoridades para recopilar datos. Entre tanto China ha introducido un sistema de crédito social inimaginable para los europeos, que permite una valoración o una evaluación exhaustiva de los ciudadanos. Cada ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación. Se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza con el semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a quien pone comentarios críticos en las redes sociales le quitan puntos. Entonces la vida puede llegar a ser muy peligrosa. Por el contrario, a quien compra por Internet alimentos sanos o lee periódicos afines al régimen le dan puntos. Quien tiene suficientes puntos obtiene un visado de viaje o créditos baratos. Por el contrario, quien cae por debajo de un determinado número de puntos podría perder su trabajo. En China es posible esta vigilancia social porque se produce un irrestricto intercambio de datos entre los proveedores de Internet y de telefonía móvil y las autoridades. Prácticamente no existe la protección de datos. En el vocabulario de los chinos no aparece el término “esfera privada”.

En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. No es posible escapar de la cámara de vigilancia. Estas cámaras dotadas de inteligencia artificial pueden observar y evaluar a todo ciudadano en los espacios públicos, en las tiendas, en las calles, en las estaciones y en los aeropuertos.

Toda la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia. Cuando alguien sale de la estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles. No en vano el sistema sabe quién iba sentado dónde en el tren. Las redes sociales cuentan que incluso se están usando drones para controlar las cuarentenas. Si uno rompe clandestinamente la cuarentena un dron se dirige volando a él y le ordena regresar a su vivienda. Quizá incluso le imprima una multa y se la deje caer volando, quién sabe. Una situación que para los europeos sería distópica, pero a la que, por lo visto, no se ofrece resistencia en China.

Ni en China ni en otros Estados asiáticos como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwán o Japón existe una conciencia crítica ante la vigilancia digital o el big data. La digitalización directamente los embriaga. Eso obedece también a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que el egoísmo, que por supuesto también está muy propagado en Asia.

Al parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protección de datos no es posible en Europa un combate digital del virus comparable al asiático. Los proveedores chinos de telefonía móvil y de Internet comparten los datos sensibles de sus clientes con los servicios de seguridad y con los ministerios de salud. El Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo. Es posible que en el futuro el Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que controla activamente a las personas.

En Wuhan se han formado miles de equipos de investigación digitales que buscan posibles infectados basándose solo en datos técnicos. Basándose únicamente en análisis de macrodatos averiguan quiénes son potenciales infectados, quiénes tienen que seguir siendo observados y eventualmente ser aislados en cuarentena. También por cuanto respecta a la pandemia el futuro está en la digitalización. A la vista de la epidemia quizá deberíamos redefinir incluso la soberanía. Es soberano quien dispone de datos. Cuando Europa proclama el estado de alarma o cierra fronteras sigue aferrada a viejos modelos de soberanía.

No solo en China, sino también en otros países asiáticos la vigilancia digital se emplea a fondo para contener la epidemia. En Taiwán el Estado envía simultáneamente a todos los ciudadanos un SMS para localizar a las personas que han tenido contacto con infectados o para informar acerca de los lugares y edificios donde ha habido personas contagiadas. Ya en una fase muy temprana, Taiwán empleó una conexión de diversos datos para localizar a posibles infectados en función de los viajes que hubieran hecho. Quien se aproxima en Corea a un edificio en el que ha estado un infectado recibe a través de la “Corona-app” una señal de alarma. Todos los lugares donde ha habido infectados están registrados en la aplicación. No se tiene muy en cuenta la protección de datos ni la esfera privada. En todos los edificios de Corea hay instaladas cámaras de vigilancia en cada piso, en cada oficina o en cada tienda. Es prácticamente imposible moverse en espacios públicos sin ser filmado por una cámara de vídeo. Con los datos del teléfono móvil y del material filmado por vídeo se puede crear el perfil de movimiento completo de un infectado. Se publican los movimientos de todos los infectados. Puede suceder que se destapen amoríos secretos. En las oficinas del ministerio de salud coreano hay unas personas llamadas “tracker” que día y noche no hacen otra cosa que mirar el material filmado por vídeo para completar el perfil del movimiento de los infectados y localizar a las personas que han tenido contacto con ellos.

Una diferencia llamativa entre Asia y Europa son sobre todo las mascarillas protectoras. En Corea no hay prácticamente nadie que vaya por ahí sin mascarillas respiratorias especiales capaces de filtrar el aire de virus. No son las habituales mascarillas quirúrgicas, sino unas mascarillas protectoras especiales con filtros, que también llevan los médicos que tratan a los infectados. Durante las últimas semanas, el tema prioritario en Corea era el suministro de mascarillas para la población. Delante de las farmacias se formaban colas enormes. Los políticos eran valorados en función de la rapidez con la que las suministraban a toda la población. Se construyeron a toda prisa nuevas máquinas para su fabricación. De momento parece que el suministro funciona bien. Hay incluso una aplicación que informa de en qué farmacia cercana se pueden conseguir aún mascarillas. Creo que las mascarillas protectoras, de las que se ha suministrado en Asia a toda la población, han contribuido de forma decisiva a contener la epidemia.

Los coreanos llevan mascarillas protectoras antivirus incluso en los puestos de trabajo. Hasta los políticos hacen sus apariciones públicas solo con mascarillas protectoras. También el presidente coreano la lleva para dar ejemplo, incluso en las conferencias de prensa. En Corea lo ponen verde a uno si no lleva mascarilla. Por el contrario, en Europa se dice a menudo que no sirven de mucho, lo cual es un disparate. ¿Por qué llevan entonces los médicos las mascarillas protectoras? Pero hay que cambiarse de mascarilla con suficiente frecuencia, porque cuando se humedecen pierden su función filtrante. No obstante, los coreanos ya han desarrollado una “mascarilla para el coronavirus” hecha de nano-filtros que incluso se puede lavar. Se dice que puede proteger a las personas del virus durante un mes. En realidad es muy buena solución mientras no haya vacunas ni medicamentos. En Europa, por el contrario, incluso los médicos tienen que viajar a Rusia para conseguirlas. Macron ha mandado confiscar mascarillas para distribuirlas entre el personal sanitario. Pero lo que recibieron luego fueron mascarillas normales sin filtro con la indicación de que bastarían para proteger del coronavirus, lo cual es una mentira. Europa está fracasando. ¿De qué sirve cerrar tiendas y restaurantes si las personas se siguen aglomerando en el metro o en el autobús durante las horas punta? ¿Cómo guardar ahí la distancia necesaria? Hasta en los supermercados resulta casi imposible. En una situación así, las mascarillas protectoras salvarían realmente vidas humanas. Está surgiendo una sociedad de dos clases. Quien tiene coche propio se expone a menos riesgo. Incluso las mascarillas normales servirían de mucho si las llevaran los infectados, porque entonces no lanzarían los virus afuera.

En los países europeos casi nadie lleva mascarilla. Hay algunos que las llevan, pero son asiáticos. Mis paisanos residentes en Europa se quejan de que los miran con extrañeza cuando las llevan. Tras esto hay una diferencia cultural. En Europa impera un individualismo que trae aparejada la costumbre de llevar la cara descubierta. Los únicos que van enmascarados son los criminales. Pero ahora, viendo imágenes de Corea, me he acostumbrado tanto a ver personas enmascaradas que la faz descubierta de mis conciudadanos europeos me resulta casi obscena. También a mí me gustaría llevar mascarilla protectora, pero aquí ya no se encuentran.

En el pasado, la fabricación de mascarillas, igual que la de tantos otros productos, se externalizó a China. Por eso ahora en Europa no se consiguen mascarillas. Los Estados asiáticos están tratando de proveer a toda la población de mascarillas protectoras. En China, cuando también ahí empezaron a ser escasas, incluso reequiparon fábricas para producir mascarillas. En Europa ni siquiera el personal sanitario las consigue. Mientras las personas se sigan aglomerando en los autobuses o en los metros para ir al trabajo sin mascarillas protectoras, la prohibición de salir de casa lógicamente no servirá de mucho. ¿Cómo se puede guardar la distancia necesaria en los autobuses o en el metro en las horas punta? Y una enseñanza que deberíamos sacar de la pandemia debería ser la conveniencia de volver a traer a Europa la producción de determinados productos, como mascarillas protectoras o productos medicinales y farmacéuticos.

El presidente de Corea del sur, el tercero por la izquierda, el pasado 25 de febrero en el Ayuntamiento de Daegu.
El presidente de Corea del sur, el tercero por la izquierda, el pasado 25 de febrero en el Ayuntamiento de Daegu.South Korean Presidential Blue House/Getty Images / South Korean Presidential Blue H

 

A pesar de todo el riesgo, que no se debe minimizar, el pánico que ha desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera la “gripe española”, que fue mucho más letal, tuvo efectos tan devastadores sobre la economía. ¿A qué se debe en realidad esto? ¿Por qué el mundo reacciona con un pánico tan desmesurado a un virus? Emmanuel Macron habla incluso de guerra y del enemigo invisible que tenemos que derrotar. ¿Nos hallamos ante un regreso del enemigo? La “gripe española” se desencadenó en plena Primera Guerra Mundial. En aquel momento todo el mundo estaba rodeado de enemigos. Nadie habría asociado la epidemia con una guerra o con un enemigo. Pero hoy vivimos en una sociedad totalmente distinta.

En realidad hemos estado viviendo durante mucho tiempo sin enemigos. La guerra fría terminó hace mucho. Últimamente incluso el terrorismo islámico parecía haberse desplazado a zonas lejanas. Hace exactamente diez años sostuve en mi ensayo La sociedad del cansancio la tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido su vigencia el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad del enemigo. Como en los tiempos de la guerra fría, la sociedad organizada inmunológicamente se caracteriza por vivir rodeada de fronteras y de vallas, que impiden la circulación acelerada de mercancías y de capital. La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Incluso la promiscuidad y la permisividad generalizadas, que hoy se propagan por todos los ámbitos vitales, eliminan la negatividad del desconocido o del enemigo. Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación. La negatividad del enemigo no tiene cabida en nuestra sociedad ilimitadamente permisiva. La represión a cargo de otros deja paso a la depresión, la explotación por otros deja paso a la autoexplotación voluntaria y a la autooptimización. En la sociedad del rendimiento uno guerrea sobre todo contra sí mismo.

Umbrales inmunológicos y cierre de fronteras

Pues bien, en medio de esta sociedad tan debilitada inmunológicamente a causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus. Llenos de pánico, volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar fronteras. El enemigo ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros mismos, sino contra el enemigo invisible que viene de fuera. El pánico desmedido en vista del virus es una reacción inmunitaria social, e incluso global, al nuevo enemigo. La reacción inmunitaria es tan violenta porque hemos vivido durante mucho tiempo en una sociedad sin enemigos, en una sociedad de la positividad, y ahora el virus se percibe como un terror permanente.

Pero hay otro motivo para el tremendo pánico. De nuevo tiene que ver con la digitalización. La digitalización elimina la realidad. La realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que también puede resultar dolorosa. La digitalización, toda la cultura del “me gusta”, suprime la negatividad de la resistencia. Y en la época posfáctica de las fake news y los deepfakes surge una apatía hacia la realidad. Así pues, aquí es un virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoción. La realidad, la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo. La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en función de esta conmoción por la realidad.

La reacción pánica de los mercados financieros a la epidemia es además la expresión de aquel pánico que ya es inherente a ellos. Las convulsiones extremas en la economía mundial hacen que esta sea muy vulnerable. A pesar de la curva constantemente creciente del índice bursátil, la arriesgada política monetaria de los bancos emisores ha generado en los últimos años un pánico reprimido que estaba aguardando al estallido. Probablemente el virus no sea más que la pequeña gota que ha colmado el vaso. Lo que se refleja en el pánico del mercado financiero no es tanto el miedo al virus cuanto el miedo a sí mismo. El crash se podría haber producido también sin el virus. Quizá el virus solo sea el preludio de un crash mucho mayor.

Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón. Es posible que incluso nos llegue además a Occidente el Estado policial digital al estilo chino. Como ya ha dicho Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno. También la instauración del neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron conmociones. Es lo que sucedió en Corea o en Grecia. Ojalá que tras la conmoción que ha causado este virus no llegue a Europa un régimen policial digital como el chino. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal. Entonces el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo.

El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta.

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El «Gran Hermano» digital para luchar contra la amenaza global del coronavirus

 

China, Corea del Sur, Israel, Singapur y Francia analizan metadatos y la huella digital de los usuarios para controlar que no violen la cuarentena. Riesgos de un mundo orwelliano

 

POR LEANDRO DARÍO / PERFIL

China, Corea del Sur, Israel, Estados Unidos, Francia y Singapur, entre otros países, apelan a un “Gran Hermano” digital para combatir la pandemia del coronavirus, cruzando datos de los ciudadanos que regresaron del extranjero en las últimas semanas, presentaron síntomas o dieron positivo en los test y fueron aislados. El objetivo de los gobiernos es rastrear y mapear la propagación del brote, controlar que los enfermos cumplan con la cuarentena y saber con qué personas estuvieron en contacto antes de ser recluidas.

El Covid-19, un “enemigo invisible” para las autoridades, y la falta de cooperación de algunos sectores de la sociedad pusieron en el centro de la escena a la cibervigilancia, los metadatos, el reconocimiento facial, el uso de drones y otras herramientas para controlar a la población. El primero en hacerlo, y que menos tabú tuvo, fue China, pero pronto lo imitaron las democracias asiáticas y occidentales. Francia anunció ayer que la policía utilizará helicópteros y drones para vigilar que la gente respete el confinamiento.

Además de las capacidades tradicionales de las fuerzas de seguridad, los Estados apelaron a las compañías tecnológicas para recopilar datos que permitan entender la propagación del coronavirus. Según informó The Washington Post, el gobierno de Donald Trump negocia con Facebook, Google y otros gigantes de Silicon Valley el rastreo y cibervigilancia de sus usuarios con el objetivo de combatir la pandemia. El proyecto implicaría almacenar y analizar información sobre la ubicación de los teléfonos inteligentes para mapear la propagación de la enfermedad y predecir necesidades médicas urgentes.

Los gobiernos asiáticos también echaron mano a un arsenal de tecnologías innovadoras pero intrusivas, como brazaletes electrónicos, mensajes de texto de advertencia a personas en cuarentena, y la búsqueda digital de itinerarios de casos sospechosos. “Se han desplegado todo tipo de tecnologías existentes desde controles biométricos, uso de vehículos remotos con sensores de temperatura, monitoreo mediante apps, grandes datos, y analítica de datos específicos”, explicó a PERFIL Juan Battaleme, profesor de la UCEMA y la Universidad de Buenos Aires (UBA). Hong Kong coloca brazaletes, similares a las tobilleras electrónicas que portan los detenidos con prisión domiciliaria, a las personas que regresaron del exterior; Taiwan vigila a los pacientes en cuarentena con celulares con GPS y la aplicación de mensajería Line; y Singapur estudia la huella digital de los pacientes para identificar con quiénes se reunieron si violaron la cuarentena.

“Esta estrategia es sumamente útil. El mejor ejemplo de ello es Corea del Sur. El Ministerio del Interior desarrolló una app que comunica a los que están en cuarentena con personal sanitario y a la vez son rastreados para evitar que violen el confinamiento”, afirmó Andrei Serbin Pont, director ejecutivo de Cries.

Riesgos

La amenaza a la salud global legitimó la utilización de técnicas de vigilancia, denunciadas en 2011 por el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense Edward Snowden. “Esta es una pandemia con redes sociales y datos. Legítimo o no, conscientes o no, ya estamos en una era de Gran Hermano global. En definitiva, podremos hacer que su avance sea más lento pero no por ello inevitable”, afirma Battaleme. “El mayor riesgo es que a futuro exista la intención de usar los mismos mecanismos utilizados durante la epidemia para lidiar con otras “emergencias”. Israel ya ha anunciado el uso de herramientas de contraterrorismo para usarlas en el monitoreo de personas sospechadas o confirmadas de tener Covid-19, lo que es un claro ejemplo de la superposición de mecanismos de seguridad y de sanidad”, consideró, por su parte, Serbin Pont.


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5 comentarios

  1. Para comprender lo que pasa hay que saber algunas cosas más que estos opinólogos desconocen:
    1) cuando hay una crisis (en una empresa, en un país, en una sociedad) el modelo de liderazgo es el autoritario. Te lo enseñan en las escuelas de negacios. Un liderazgo democrático no sirve ante una crisis: es lento, ineficaz, inoperante, y conduce a medidas erráticas. Es por eso que la sociedad china y oriental ha funcionado mejor y Europa está haciendo el rídículo y quedando; 2) la sociedad democrática occidental (que admiran algunos orientales críticos con la suya, ya se sabe, todo el mundo quiere lo que tiene el otro) ha degenerado en un templo al egoismo, el individualismo, etc. etc. 3) quien haya estudiado Historia conocerá una teoría que explica que fueron las grandes pandemias del pasado,las que promovieron revoluciones sociales al quedar las masas más depauperadas aun de lo que estaban y observar las medidas de protección de los ricos, el acapamiento de bienes, etc. Esa corriente histórica inclusive observa que habría menos cambios sociales radicales desde que las epidemias terribles se fueron controlando por medio de los avances de la ciencia; 4) quienes dicen que «la mentalidad autoritaria, les viene de su tradición cultural (confucianismo) seguramente desconocen que el pensamiento del Maestro Kong (Confucio,en occidente) es en su esencia el mismo de Platón, uno de los padres de la cultura occidental. Posiblemente el sistema de gobernanza de la China actual se parezca mucho a la República que diseñó Platón.5) En Occidente, desde que las corporaciones son quienes realmente gobiernan, se ha debillitado el Estado y todas las organizaciones colectivas (por ejemplo, ¿donde estan los sindicatos europeos en esta crisis? Brillan por su ausencia. 6) ¿Pánico? ¿Quién tiene pánico? Nadie.Ejemplo; en Italia no pueden controlar el brote porque hasta hace dos días seguian abiertos los hoteles y se hacían cenas y fiestas. En Italia y España mucha gente se lo toma como unas vacaciones. Cuando ya era bien conocido que el brote estaba descontrolado en Italia, los demás europeos seguian viajando allí para hacer turismo; 7) Bruselas, tan rapidita que fue para organizar troikas para los paises PIGS, ahora no ha movido un dedo para tomar las riendas de esta crisis de salud global. De lo único que está preocupada Bruselas es de cuánto le va a costar al BCE el asunto del coronavirus, y están pensando si se gastan el dinero en insumos médicos o en rescatar a la banca (que volverá a tener problemas cuando la economía se hunda). 8) Ahora los medios alemanes dicen que la culpa de que esta crisis de salud haya encontrado desprevenida a Europa, es de Donald Trump. Es interesante y tiene su parte de razón. Las usinas de EEUU dijeron que «no pasaba nada, es sólo una gripe, etc etc» y Europa fue la voz de su amo, hasta la clase médica dijo «es sólo una gripe» y «aquí no va a pasar nada». Las advertencias de la OMS no se publicaban en los medios occidentales solo se podían leer en la prensa de China. 9) Si los europeos aun tenemos algo de autoestima, esto no puede quedar así. Se tiene que ir a su casa TODA la clase política (hasta esos que acaban de llegar, que en tiempo récord ya han mostrado su incompetencia); la jerarquía médica (que iba rièndose de lo que pasaba en China), etc etc etc.

  2. «Las libertades individuales» tan cacareadas se terminan donde empieza mi derecho a que no me contagien, ni a mí, ni a los abuelos, ni a los de salud vulnerable, ni a los pobres que siempre salen más jodidos de todo.
    Los que se escandalizan sobre el rastreo a todos los posibles contagiados de un contacto, ignoran que éste es el mecanismo científico en epidemias. O cómo creen que se encuentra el paciente «cero»,y se halla el transmisor, etc, informaciones imprescindibles para contener un brote.
    El problema es que los que están opinando son sociólogos, filósofos y analistas políticos, que no tienen formación cientifica y no entienden por qué hay un protocolo que seguir. China lo siguió a rajatabla, Europa no. Italia dijo claramente que no lo hacía «para no perjudicar el turismo y la economía». Una visión cortoplacista que ahora es más cara. España, calculó que el virus llegaría en abril, entonces haría mucho calor y como consideraban que era un virus estacional como la gripe, no habria un brote grave…y el invierno próximo alguien habría inventado una vacuna..y se reirían de los chinos que hicieron tanto lio «por una gripe». Y no se habría perjudicado el turismo del cual vive España.
    Alemania le siguió la corriente a EEUU y tenía a su opinión pública totalmente desinformada. De todos modos, como en el país hay una industria sanitaria potente y no tienen que mendigar dinero en Bruselas, se están abasteciendo a si mismos.
    El gran tema aquí es que se trató a un tema de salud, científico, desde una perspectiva política: si lo dice China no es cierto, si lo dice la OMS es porque China los ha comprado; es un invento de los laboratorios que ya tienen una vacuna y la quieren vender; o quieren meternos miedo para controlarnos (al revés, quieren que la gente NO esté preocupada y siga consumiendo, que no piense en el cambio climático, etc)
    .. . Y se sigue manejando el caso desde el enfrentameinto político: en España (no sé si en Italia) se está despreciando la experiencia de China en los tratamientos. Se están probando otra vez de nuevo los medicamentos posibles y creando protocolos sobre la marcha. Eso es perder tiempo porque China ha puesto a disposición de todo el mundo los datos de los resultados…pero hasta que no lo diga Alemania o EEUU, no se fían. Así nos va.

  3. Mi impresión es que la capacidad de que el Estado (o alguien más, luego expando) lo sepa todo de cada individuo es, como la energía nuclear, un hecho del que no hay cómo volver atrás. No es ni malo ni bueno, sino un hecho, como la gravitación.

    El problema está, creo, en que ese hecho solamente puede ser inocuo, y beneficioso en grado sumo, en sociedades que no estén ya divididas en clases, en las cuales ninguna diferencia política esconda una relación social de explotación y sometimiento.Y por lo tanto, un Estado que se irá disolviendo en la amable actitud servicial de todos los objetos hacia cada uno de sus integrantes.

    Para los que estamos convencidos de que más tarde o más temprano existirán sociedades de ese tipo, estamos ante un típico ejemplo (y la «internet de las cosas» es otro) de que el desarrollo histórico es, como señaló Trotsky (y no fue el único pero sí fue el primero) desigual y combinado, y que los ritmos de ese desarrollo histórico también lo son.

    Descubrimientos e invenciones que florecerán al máximo bajo condiciones aún inexistentes, pueden perfectamente ser efectuados o creados en etapas bajo las cuales se convierten en una amenaza. Los sumerios jamás hubieran imaginado que los principios que presiden la rueda (fueron ellos, si no me equivoco, los primeros en inventar ese avance colosal) permitirían, por ejemplo, viajar por el aire turbinando el mismo aire en un motor de alto empuje.

    Pero para los antiguos la rueda, que no cualquiera podía tener, era un mecanismo de opresión estatal, dirigida hacia el pueblo bajo o hacia el estado enemigo, bajo la forma de carro de guerra. Y de mayor explotación de la energía humana, cuando -como en la antigua China- permitía que un campesino cargase en una carretilla mucho más peso que a hombros.

    Y estas formas de «vigilancia» (hoy, de vigilancia, mañana no necesariamente así) no son peores ni mejores que las que van a venir con el 5G y el 6G: no sé si tienen en claro que cuando exista la Internet de las cosas, las autopistas inteligentes y los vehículos que se desplacen por sí mismos, habrá en última instancia una autoridad humana que podrá decidir si el vehículo se mueve, se detiene, gira a la derecha o a la izquierda EN CASO DE EMERGENCIAS.

    Así que a mí me parece que

    (a) el muchacho este no acierta al presentar como opresivo y brutal a cualquier forma de Estado de Oriente, mirado en abstracto (¿acaso los chinos están interesados en destruir ese Estado, que los protege de Estados infinitamente más crueles, y detrás de ellos de los propietarios -y al mismo tiempo esclavos- de esas masas de energía humana acumulada de un modo esterilizante que son los valores bursátiles?).

    El Estado de Corea y de Japón es el Estado opresivo de una burguesía asociada a las grandes burguesías imperialistas (en el primer caso) y de una gran burguesía imperialista con toda la barba (en el segundo). Por eso el Estado coreano tiene una actitud de servilismo hacia Estados Unidos, y no termina de denunciar jamás el rol de Japón como potencia colonialista y qué aliados tuvo en el propio país (aunque sí, decididamente, promueve el odio a los japoneses, algo que cualquier empresariado serio intenta hacer contra la competencia extranjera).

    El Estado de China, en cambio (y también los de Viet Nam y Laos y, en parte, el de Myanmar) es el Estado de una potente alianza de base campesina que explícitamente apunta a una sociedad en la cual la acumulación de riquezas individuales no sea un fin en sí mismo, y que oprime a quienes desearían que este rasgo desaparezca para siempre. O a quienes, abiertamente o bajo disfraces, trabajan a favor de las antiguas potencias colonialistas, como sucede con la ultraderecha terrorista de los islamistas de Arakán (Rakhine) en la socialista Myanmar.

    (b) no serán los adelantos técnicos y científicos por sí solos los que nos permitan empujar a la humanidad hacia una sociedad en la cual el conocimiento general sobre la vida de cada individuo deje de ser una herramienta de opresión de ese individuo (es decir, hacia una sociedad sin clases). Eso ni siquiera me parece que merezca argumentación. Zizek repite lo mismo que decía más de un siglo atrás Edouard Bernstein. Y el destino de la socialdemocracia europea me exime de mayor comentario.

    Pero,

    (c) sí es cierto que uniendo (a) y (b) brota la respuesta al problema, que es un falso problema: todo se resume en luchar para que estas técnicas novedosas rijan en una sociedad sin explotadores ni explotados. Y eso no se logrará esperando. Lo que hay que hacer es luchar políticamente contra la burguesía imperialista en primer lugar y contra sus socios en los países semicoloniales en segundo lugar. El resto, lo arreglamos entre los de abajo. Pero primero tenemos que tener un Estado al servicio exclusivo y excluyente de los de abajo. Si yo pudiera aplicarle todas estas técnicas a la familia Martínez de Hoz lo haría sin dudarlo. Porque ellos las van a aplicar siempre contra mí.

  4. El sistema de créditos chino es el sueño de los peronistas Patricia Bullrich, Rodríguez Larreta, Berni, Alberto Fernández, Massa y compañía. Una tecnocracia más allá de lo orwelliano. Y buchona. El gobierno ya no necesita policía profesional, los vecinos cumplen esa tarea. Hay que reconocer algo: Alberto cumplió, acabó con la grieta. Tiene a los globitos en el bolsillo, y piden más: Estado de Sitio Ya! Un supuesto virus y citas a Marx son aliados del orden: https://www.infobae.com/opinion/2020/03/23/el-orden-nos-salva-lo-aprenderemos-esta-vez/

    1. «un supuesto virus»…te deseo que cuando llegue allí la ola de la infección de este «supuesto virus», estés entre el 20% que hace la neumonía por covid-19 y cuando necesites el respirador, como es previsible, no habrá para todos, y se lo den a una persona que se lo merezca más que tú y cuando te estés ahogando con los pulmones encharcados (una de las muertes más horrible que hay) te acuerdes de lo que escribiste hoy aquí y pidas perdón a la humanidad por haber sido tan canalla. O, que uno de tus seres queridos enferme, se lo lleven a un hospital, no puedas verlo más, muera solo (porque no se puede estar con los contagiados), y tampoco puedas ver su cadáver ni despedirte; que lo incineren cuando puedan (los están amontonando en pabellones deportivos de pistas de hielo) y ni siquiera puedas tener sus cenizas y ni un recuerdo suyo porque hay que quemar sus pertenencias. Es una pena que estén cerrados los vuelos, si no te pagaría un billete y te llevaría a dar una vuelta por Italia o por España para que te metas la lengua en ese sitio donde se termina la espalda. Ignorante!!!

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