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DESAPARECIDOS. El asalto al cuartel de Azul y el destino de Roldán y Antelo

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Como ya expliqué muchas veces, dio la casualidad que el domingo 20 de enero de 1974 estuve detenido en La Superintendencia de Seguridad Federal. Me llevaron junto con Claudia García Iruretagoyena (a la que soltaron enseguida porque era menor) por portación de un libro del presidente Perón (La fuerza es el derecho de las bestias) y de un brazalete rojo de la JP. Aprovechando que a causa del asalto al cuartel de Azul se había suspendido la proyectada manifestación contra las reformas al Código Penal, íbamos al cine a ver «Los demonios», de Ken Russell, cuando nos paró una pinza de la Federal en Riobamba y Viamonte. En «Coordina» solamente me pegaron una patada en el culo: estaban muy entretenidos con los muchachos del ERP. Al lado de la celda en la que me dejaron, lloraba una chica a la que nunca vi. Informó que era maestra y decía algo así como «no sabés lo que me hicieron». De lo que deduje que había sido violada.

Tiempo después me enteré de que ese día habían torturado allí y asesinado luego a Jorge Antelo y Reynaldo Roldán, capturados en Azul.

Y más tarde todavía, me enteré de la desaparición por parte de la Triple A del coronel Jorge Montiel.

Transcribo un envio que recibí del ex policía Armano Luchina:

Estimado Juan:
Le reenvio un correo dirigido a Lolo Velez, funcionario de la Municipalidad de Lanús, dirigente de Kolina, ex militante de una regional de la JTP, donde 12 de sus 13 compañeros fueron desaparecidos o asesinados. Me tomé el atrevimiento de utilizar una de sus artículos de Pájaro Rojo, para confirmar mi denuncia sobre la desaparición de los militantes Roldán y Antelo.
———- Mensaje reenviado ———-
De: Armando Luchina <avluchina@gmail.com>
Fecha: 18 de septiembre de 2014, 19:10
Asunto: Roldán y Antelo secuestrados y desaparecidos durante el copamiento batallón de Azul
Para: Hector Eduardo Velez <velezlolo@hotmail.com>
Cc: hector velez <velezlolo@yahoo.com.ar>
Estimado Lolo Velez:
Tal como me solicitó, le envío un breve relato de lo acontecido con respecto a los dos integrantes del ERP detenidos durante el intento de copamiento del regimiento de Azul ocurrido el 19 de enero de 1974 y que al día siguiente denuncié al director del diario El Mundo, Manuel Justo Gaggero.
También, es necesario repasar algunos hechos que sin duda hicieron que la denuncia que realizé en su momento fuera quedando relegada en el olvido, por motivos de seguridad y por el peligro inminente que el Sr. Manuel Gaggero y otros dirigentes del PRT y el ERP corrían y por las trativas de una negociación con el gobierno para la liberación del coronel Ibarzábal, prisionero del ERP.
El día 7 de enero  los talleres gráficos Costal, que imprimían el diario El Mundo fueron destruidos por una bomba.
El 21 de enero la policía, sin orden judicial, secuestra la edición del diario El Mundo y lo incinera en la calle. El diario relataba el ataque del ERP contra la unidad militar Azul (provincia de Buenos Aires).
El día 24 de enero estalla una bomba en las oficinas de El Mundo, en el centro de Buenos Aires.
En el medio de esos sucesos ocurre el intento de copamiento del regimiento de Azul en el cual mueren unos 28 integrantes del ERP y otros dos, Héctor Antelo y Reinaldo Roldán, uno de ellos herido de bala, son secuestrados y trasladados a la Superintendencia de Seguridad Federal, ubicada en Moreno 1417 de Capital Fed.
En esos momentos yo era agente, había ingresado en junio del año 1971 a la Policía Federal, y cumplía funciones en la Guardia de Prevención de esa dependencia, realizando tareas de custodia del edificio y de los detenidos alojados en el lugar.
El día en que ocurrió el intento de copamiento del regimiento citado, comencé mi jornada a las 12 de la noche, ingresando como era costumbre una hora antes. A través del comentario de mis compañeros de la guardia me fui enterando del revuelo que había causado la acción llevada a cabo por el ERP y que había dos detenidos por el hecho.
Algunos los mencionaban como «colimbas» y otros como integrantes del grupo guerrillero.
Al rato de hacernos cargo de los diferentes puestos de guardia, se hizo presente en el edificio, el superintendente, coronel Montiel, que irrumpió a los gritos, preguntando por los detenidos y que no toleraría que se les aplicara tormentos y sancionaría a los responsables, dirigiéndose a los pisos operativos donde se hallaban los integrantes de los Grupos de Tareas.
Al rato algunos de estos componentes de la brigadas bajaron a la Guardia vociferando contra el coronel Montiel, realizando amenazas de muerte en su contra y escuchándose algunos disparos cuando los mencionados salieron al playón de automotores, pasando por la oficina del principal de la Guardia de Prevención. Hace unos meses me enteré que el coronel Montiel fue secuestrado por la Triple A y aún está desaparecido. Creo que no hace falta decir que la Triple A era un grupo paramilitar integrado por personal civil y retirado de la Policía Federal, militares y las brigadas de Seguridad Federal. El nexo entre el Ejército y la Superintendencia era el Coronel Seineldín.
Los integrantes de la guardia cubriamos los diferentes puestos durante una hora proximadamente, rotando entre los mismos.
En la hora que estuve en los calabozos mantuve contacto con Antelo y Roldán quienes me indicaron que una abogada que estaba en otro «tubo», calabozo individual, era de su grupo también y si podía avisar al Director del diario El Mundo de su situación.
Al terminar mi servicio de 6 horas, me dirigí a la redacción del diario. Allí pude entrevistarme con Manuel Gaggero, a quien narré todo lo acontecido y los comentarios de los grupos de tareas sobre que Roldán y Antelo serían ejecutados.
Juan Salinas, exiliado en España durante la dictadura y periodista de Telam, me realizó varias entrevistas y en su blog «Pájaro Rojo» publicó al respecto:
Lo cierto es que Antelo y Roldán fueron detenidos y conducidos a la Superintendencia de Seguridad Federal (el edificio de la calle Moreno 1417, más conocido como «Coordinación Federal») torturados y asesinados, muy posiblemente por hombres al mando del comisario Alberto Villar, quien, aunque todavía no había sido nombrado subjefe de la repartición, en los hechos, y tras una reunión con el presidente Perón, ya estaba trabajando como tal.
El asalto al cuartel de Azul y la tortura y desaparición de Roldán y Antelo tuvieron lugar durante un fin de semana. El jefe de la SSF (nombrado por el anterior jefe de la PFA, el general Heraclio Ferrazzano, con el visto bueno del propio Perón) era el coronel retirado Jorge Oscar Montiel, un especialista en inteligencia, rival del coronel (R) Jorge Osinde.
Cuando Montiel llegó el lunes a su oficina, se desayunó del asesinato de Roldán y Antelo. Indignado, le pidió al jefe de la PFA (y viejo compañero del Comando de Operaciones de la Resistencia Peronista, COR) el general Miguel Ángel Iñiguez, la cabeza de los desaparecedores. Pero el que se tuvo que ir luego de discutir a los gritos con Villar, fue él.
En marzo de 1975 el coronel Montiel fue secuestrado por la Triple A, que en esas mismas fechas asesino al teniente coronel Martín Rico, a quien Montiel había ayudado a investigar la Triple A y sus vínculos con la inteligencia del Ejército. Desde entonces, permanece desaparecido.
A pesar de las múltiples denuncias que efectué en distintos ámbitos, acusando a los integrantes de los Grupos de Tareas de S.F. nunca pude entrevistarme con Manuel Gaggero y enterarme por qué Roldán y Antelo aún figuran desaparecidos, sin conocerse su lugar de detención.
En archivo adjunto podrá leer el mail que envié hace unos años al Dr. Fazán, abogado de Abuelas, en el cual también mencionaba el caso de Roldán y Antelo.
Hoy me puse en contacto con Ud. porque hace unos días me enteré leyendo un artículo escrito por el propio Manuel Gaggero, en su columna de Argenpress «Un viaje hacia las Utopias revolucionarias» lo siguiente: «Ambos, Héctor Antelo y Reinaldo Roldán, eran reconocidos dirigentes barriales de Lanús y sus familias estaban siendo constantemente amenazadas por la Triple A».
Si a esto le agrego que los padres de los mellizos Reggiardo-Tolosa, apropiados por el comisario Miara, integrante también de los G.T. de Seguridad Federal, fueron secuestrados en Lanús y aún continúan desaparecidos. Que una de las 30 víctimas de la Masacre de Fátima, efectuada por los mismos genocidas, de apellido Comas, era un ciudadano de Lanús, y que uno de los comisarios que denuncié como autor y fuera absuelto, vivía en Lanús y que algunos de los obreros desaparecidos de Molinos Río de La Plata, causa de la que soy testigo, también vivían en Lanús, creo que comprenderá mi interés en buscar su cooperación para lograr llevar a algunos de tantos genocidas al banquillo de la Justicia.

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