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FAKE NEWS: «El País» inventa una historia de superespías rusos abocados a la independencia de Cataluña

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Una película disparatada de la factoría de El País:

Cataluña, la independencia y los espías rusos

Vladimir Putin fue espía de la KGB y su jefe en San Petersburgo, entonces Leningrado, lo que da pábulo a las más febriles especulaciones periodísticas.

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LA REVUELTA GLOBAL

Según el rotativo español una unidad de élite de superhombres del espionaje ruso se dedicaría a ayudar a los independentistas catalanes para que logren sus objetivos. Todo con la malvada finalidad de desestabilizar Europa. El director de Vilaweb, el medio digital más importante en lengua catalana, desmonta paso a paso la construcción de este relato que la semana pasada publicó el diario El País y de paso, hace una crítica del periodismo contemporáneo. MONTSERRAT MESTRE /

Una película -muy mala- sobre Cataluña y espías rusos que no supera la elemental prueba de la Guía Telefónica

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¿Cómo es posible que una supuesta unidad ultrasecreta capaz de desestabilizar Europa aparezca en las guías telefónicas públicas con los nombres reales de los responsables?

 

VICENT PARTAL / VILAWEB

El diario El País obsequió el pasado día 22 a sus lectores con una noticia que decía que la Audiencia española investigaba los movimientos de peligrosos espías rusos en Cataluña, dedicados a ayudar a la causa de la independencia. El subtítulo de la pieza decía: ‘La policía estudia la presencia de miembros de una unidad militar de élite especializada en operaciones de desestabilización en Europa.’

El texto publicado por El País en realidad no resistiría ni un simple análisis de texto. No es sino un conjunto de situaciones y rumores inconexos y encadenados para dar apariencia de credibilidad a una mera especulación. En todo el texto no hay ni un solo dato sólido que relacione estos supuestos espías con la lucha por la independencia.

De hecho, en todo el artículo, que junta en una ensalada imposible de digerir, al gobierno catalán, los CDR (Cómites de Defensa de la República)  y Tsunami Democrático, con el Kremlin, sólo hay un dato que se podría considerar concreto. Es la presencia en Barcelona, ​​dos veces, de un hombre que parece que es un oficial ruso, de nombre Denís Serguèiev, que supuestamente viajó con la identidad falsa de Seguei Fedotov  -“Seguei” es Serguei, pero los periodistas que firman el artículo ni los nombres rusos saben transcribir bien.

Este dato proviene originalmente de un artículo publicado en el digital Bellingcat el 14 de febrero de este año. El artículo considera a Denis Serguèiev sospechoso del envenenamiento en Londres del ex espía y agente doble ruso Serguei Skripal y de su hija Yulia. En ese artículo se describían todos los viajes que él había hecho entre el 2012 y el 2018, incluyendo dos estancias en Barcelona que Bellingcat -a diferencia de lo que hace El País a partir de este medio digital- no relacionaba con nada en concreto, ni con el proceso hacia la independencia. Evidentemente, Bellingcat, una publicación prestigiosa pero que ha sido acusada de recibir filtraciones interesadas de los servicios de inteligencia, no aclara en el artículo de donde saca datos tan sensibles. Salvo la presencia de esta persona en Barcelona dos veces -una, los días del referéndum del Primero de Octubre-, todo el resto del artículo de El País no es sino literatura, por no decir manipulación. Tan visible que creo que incluso se puede explicar, paso a paso, cómo ha sido fabricada.

La pieza se origina el 8 de octubre, cuando The New York Times publicaba este artículo en el que afirmaba que se había descubierto la existencia de una unidad ultrasecreta de espías rusos, llamada Unidad 29155. El titular del diario estadounidense era : ‘Una unidad rusa ultrasecreta quiere desestabilizar Europa, según funcionarios de seguridad’. El artículo ataba una serie de atentados y acciones en varios países europeos, que hasta entonces no parecían conectados entre sí, excepto por el interés ruso, y los atribuía todos a esta unidad 29155. En todo el artículo de The New York Times no aparecen nunca las palabras ‘Cataluña’, ‘catalán’ ni ‘Barcelona’. Y, nuevamente, no hay ningún dato concreto para demostrar lo que se cuenta, excepto declaraciones, básicamente declaraciones de fuentes de seguridad estadounidenses y algunas rusas, pero que en este caso no se identifican.

Pero el tercer párrafo del artículo de The New York Times llamaba mucho la atención y bastaba para desacreditar toda la historia entera: “El grupo, conocido por Unidad 29155, hace al menos una década que actúa, pero los responsables [de los servicios secretos] occidentales la han descubierto recientemente”.

Sorprende mucho, y sinceramente tengo que decir que asustaría si fuera verdad, que una unidad de superhombres capaces de desestabilizar Europa no haya sido detectada por los espías occidentales en un decenio.

Pero aún sorprende más que el periodista estadounidense no haya hecho uso de una de las técnicas más básicas del oficio. Porque sólo hay que entrar en las páginas amarillas rusas y escribir Unidad Militar 29155 ( ‘ВОЙСКОВАЯ ЧАСТЬ 29155’) para comprobar que esta unidad está registrada por lo menos desde el 2009, con el nombre del responsable y todo, el general Averiànov (Аверьянов), que da el artículo del diario estadounidense.

Tan sólo este detalle tan obvio ya borra toda credibilidad al artículo de The New York Times. ¿Cómo es posible que una unidad ultrasecreta capaz de desestabilizar Europa aparezca en las guías telefónicas públicas con los nombres reales de los responsables y todo? ¿Cómo puede ser que las agencias de espionaje y los gobiernos europeos, a pesar de estar en máxima alerta por los asesinatos causados ​​por este grupo, descubran  ahora que existe esta unidad, si hace diez años que aparece en las guías telefónicas? No es extraño que periodistas rusos de prestigio, como Serguei Kanev, se hayan reído del artículo del Times. Kanev vive en el exilio por las amenazas del Kremlin y no tiene ninguna razón para defender Putin ni al espionaje ruso, pero sabe leer la guía telefónica.

The New York Times es generalmente un buen diario. Pero no es la primera vez ni será la última que publica artículos muy provechosos para los círculos de poder que acaban siendo rotundamente falsos. Sólo hay que recordar el lamentable papel que a la hora de dar credibilidad a la existencia de las armas de destrucción masiva en Irak y justificar, por tanto, la guerra posterior a los ataques del 11 de septiembre. Un papel, lamentable lo vuelvo a decir, que ellos mismos criticaron años después en este editorial donde pedían perdón a los lectores.

En el caso concreto de Rusia el diario hace años que publica artículos con muy poca base factual, en la línea del que comentamos. Es evidente que Rusia intenta desestabilizar Europa, como Europa y aún más los Estados Unidos intentan desestabilizar a Rusia. Y estoy seguro de que Rusia tiene unidades de espionaje de élite capacitadas para asesinar a quien sea y para desinformar sobre qué sea. Pero la historia de The New York Times no se mantiene en pie. Y menos las olas de manipulación que a partir de esta historia se inventan otros diarios. Como es el caso del texto de El País.

La técnica es bien conocida. No hay hechos. Ni hay que existan. Sólo hay una retroalimentación de rumores y especulaciones. Y así puedes pasar por creíble cualquier cosa. Resulta que unas fuentes básicamente del gobierno le dicen al New York Times que hay una unidad ultrasecreta rusa que tiene la culpa de todo. El diario estadounidense publicando estas opiniones valida la historia, aunque no sea creíble porque ni siquiera supera la prueba de la guía telefónica. Pero eso da igual, y una vez que lo has publicado, como lo dice The New York Times, otro diario, en este caso El País, puede tomar la información haciendo ver que es real y estirarla aún más. Ni el Times ni Bellingcat hablan de Cataluña. Pues El País, sí. Y ¿cómo encaja todo esto, cómo se justifica? Pues diciendo que un juez lo investiga. Pero ¿qué investiga el juez? Investiga el rumor que publica el diario. Es una metanotícia, pero de repente todo el mundo habla como si fuera verdad de una conexión entre el espionaje ruso y el proceso independentista, retroalimentando así la mentira en ambas direcciones.

Evidentemente, El País esconde conscientemente el desmentido del Kremlin sobre la noticia original de The New Tork Times -¡que la realidad no te arruine la noticia!- . No quiere decir que el Kremlin sea fiable en estos asuntos, pero tampoco es muy correcto ni elegante omitir un dato como éste, ni que muchos periodistas o activistas de varios países han cuestionado la credibilidad de la historia original.

Todo ello es bien ridículo, pero hay que reconocer que también eficaz, porque ayer la mayor parte de los diarios, las radios y las televisiones de los Países Catalanes y de España se tragaron la historia y la publicaron, sin un ápice de criticismo. Evitando contrastar los datos.

No es solamente el asunto de que los presuntos espías figuren en la guía telefónica. La historia original no tiene ni pies ni cabeza. Cualquiera que conozca la organización de los servicios secretos rusos sabe que son muy compartimentados y con unos directorios muy especializados. Esto de un grupo de seis espías con superpoderes, capaces de cambiar el mundo ellos solitos y de amenazar Europa desinformando y asesinando, queda bien en los filmes pero en la realidad no es creíble. Hay espías, unidades de espionaje, que desinforman y hay que asesinan. Pero los asesinos asesinan y los desinformadores desinforman. No se han conocido nunca superespías que lo hagan todo a la vez. Y es bien sabido también que los servicios secretos rusos respetan áreas territoriales especializadas y los mismos agentes no actúan en Europa, la esfera anglosajona y el “extranjero cercano ‘, la deliciosa definición que se han inventado para referirse a los países de la antigua Unión Soviética. Y, sabiendo esto, ¿ahora me tengo que creer que una misma unidad actúa, desinforma y mata en el Reino Unido, en Cataluña y en Moldavia?

Uno de los males del periodismo contemporáneo es la ausencia de lecturas críticas de los propios medios. Por ello, sobre un texto increíble de un diario, otro diario puede añadir más cosas increíbles que luego acabará incluso recogiendo el primer periódico como prueba de credibilidad del primer texto increíble. Es un círculo de desinformación -los expertos llaman ‘fabulación en serie’- que fabrica una’ realidad alternativa ‘, un término acuñado por Donald Trump. Realidad alternativa que incluso acaba originando hechos reales a partir de la nada y la guerra de Irak es la prueba.

En The Elements of Journalism, el libro escrito por Bill Kovach y Tom Rosientel, que muchos consideramos la Biblia de la profesión en el siglo XXI, se dice que los periodistas no deberíamos reutilizar materiales poco cuidadosos publicados por otro diario que es lo que hace El País. Porque actuando así no únicamente hacemos peligrar la realidad, que ya es muy grave, sino que, escondiéndonos tras el texto de otro, violamos el derecho de los lectores a saber de dónde les llega esa información y qué credibilidad tiene.

Pero, claro, ve tú ahora en El País a hablarle de periodismo y de reglas profesionales …

PS. No me voy a reír, porque es grave, pero no puedo evitar preguntarme que coherencia tiene que un mismo diario diga que nadie dará nunca apoyo a la independencia de Cataluña y al mismo tiempo afirme que el Kremlin trabaja por la independencia de Cataluña …


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