BALDOSAS POR LA MEMORIA . La intervención del espacio público es siempre política
(POR NAHUEL COCA) Hace unos días, caminando por avenida Jujuy, a dos cuadras de plaza Once, pasé por la baldosa que recuerda a Carlos Abel Ocerín, en la puerta de la escuela técnica Suiza, donde tantos pibes aprenden mecánica automotriz. Delante mío caminaban dos mujeres de unos cuarenta años, con unos carritos con bolsones de ropa evidentemente comprados en las ferias «Saladitas» adyacentes a la estación. Caminaban en sentido a las paradas de buses de compras por la calle Moreno, como tantas personas que a diario visitan el Once.
Al pasar, una de ellas mira la baldosa y dice «Carlos, quién te conoce a vos?» y ambas ríen a carcajadas. Me indigné. Antes de llegar a la esquina, miré a la señora y le dije que Carlos había sido compañero de un tío mío, que no es verdad, pero fue lo que se me ocurrió en el momento para que no se lleve de arriba esa falta de respeto por la memoria de los compañeros detenidos desaparecidos. «Disculpá, no sabía», me dijo la señora.
Por supuesto que al llegar a casa busqué quién era Carlos, y me encontré que la baldosa que lo recuerda fue puesta en agosto por alumnos de la escuela.
Espero que, como tantas y tantas baldosas de este tipo, no sufra atentados o la destrucción sin más cuidado que viene con un arreglo de caños o cables.
El gobierno de la Ciudad jamás reparó estas baldosas ni hizo mucho por difundirlas y cuidarlas. Por el contrario, no hay ningún protocolo para relevarlas o para evitar su innecesaria rotura durante las obras.
Ayer leí que producto de una de esas campañas participativas demagógicas que hace el PRO en la ciudad de Buenos Aires, empezaron a poner placas en los bancos de las plazas en memoria de personas que ya no están. Sus familiares se ofrecieron para el proyecto a través de las redes sociales. Los homenajeados no dejaron nuestro mundo por una desgracia colectiva (como las de AMIA y Cromagnón) sino individual y en algunos casos, natural.
Ésta nota del diario La Nación cuenta cómo surgió el proyecto:
«Giselle Mazzeo perdió su pareja a comienzos de este año, y logró, con su impulso, que el Gobierno porteño lance un proyecto de placas conmemorativas en bancos de parques en la Ciudad.
«En un festejo de San Valentín, yo le armé una placa a Martín, y la pegué en un banco en Parque Centenario, decía: Para Ihn, que ama correr en este parque, de She, que lo ama a él», contó Giselle Mazzeo, que aclaró que esos eran sus apodos y que lo escribió en inglés porque la idea surgió de la película Notting Hill, que era la preferida de la pareja.
Tiempo después, Martín Leonardo Galasso tuvo un paro cardíaco en la misma plaza y murió. «Ahí quise que la placa fuera permanente; con la renovación de la plaza, nuestra placa había desaparecido, y quería tener ese recuerdo nuestro», dijo Giselle que, tras comunicarse vía redes sociales con el Jefe de Gobierno porteño, logró cumplir su sueño».
Todas tienen el nombre del homenajeado, con las fechas de nacimiento y fallecimiento, y los acompaña una frase que no supera los 140 caracteres. En la de Javier Gómez, junto a su nombre, se puede leer: «Extrañamos tu sonrisa tu humor maravilloso, por siempre en el corazón de GGO». Las siglas responden a Gente Grosa y Ochentosa que es el nombre del grupo de amigos
Giselle fue la gran protagonista esta mañana en el Rosedal, en el Parque Tres de Febrero, en un espacio cargado de emoción. Su historia dio lugar a una iniciativa mucho mayor del gobierno porteño de poder brindar «un espacio a los vecinos para recordar a los seres queridos en el espacio público de la ciudad», según dijo Horacio Rodriguez Larreta, , mientras agradecía a Giselle su iniciativa. Invitó a los vecinos a aportar sus inquietudes y su creatividad para poder concretar nuevas ideas.
Lamento mucho la historia de esta mujer. Quedarse viuda así es terrible. Pero sin dudas, ella y los demás vecinos que se sumaron al proyecto tienen un lugar natural en el que recordar a sus familiares, que es el cementerio. O cualquier otro lugar, con la certeza de qué les pasó, cómo y por qué.
Convertir los bancos de las plazas porteñas en un cementerio de placas con textos de la misma extensión que un post de Twitter – los 140 son la marca de estos tiempos – no es otra cosa que hacer marketing político cursi con la tristeza de los vecinos menos atinados. Mientras la mortalidad infantil no para de crecer en la ciudad de Buenos Aires y 40 mil pibes se quedan sin vacante en las escuelas públicas.
Por estos días, nada nos convence de que la memoria de las tragedias colectivas está bien atendida. La realidad es que no reciben un centavo: la que recuerda a los muertos de Cromagnón está abandonada. Los pequeños árboles que rememoran a las víctimas del atentado a la DAIA y la AMIA fueron pisoteados. Como las baldosas por la memoria, hechas por los vecinos, que recuerdan nuestro genocidio. Quizás si lo ponemos en 140 caracteres, alguien nos dé bola.
El uso que damos al espacio público es político. Siempre. Y privilegiar pequeños homenajes que deberían ser privados por encima de las construcciones colectivas como baldosas por la memoria es una forma muy sutil de hacer política. Una forma muy sutil y casi inocente de hacernos desaparecer otra vez.
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Coincido con Nahuel. ¿Cómo no habrían de querer desaparecer nuevamente a los desaparecidos si Marcos Peña se jacta de la que, dijo, es una de las mejores cosas que ha hecho, el gobierno: reemplazar próceres por animales de la fauna existente en el país. Así, mientras aquí el Libertador San Martín es reemplazado por una ballena (o una foca, para el caso es lo mismo), en Perú se conmemora el bicentenario de su independencia con un billete que lleva su efigie. No es de extrañar: enemistado con Rivadavia, que saboteaba su epopeya, San Martín liberó el Perú… como general chileno. Por cierto, los yellow’s kid también quieren quitar o minimizar en la currícula secundaria la enseñanza de la historia nacional. Es necesario que los jóvenes no tengan mucha idea de quienes somos y de donde venimos para que no se propongan ninguna dirección y se conformen con ser consumidores estáticos de lo que el mercado les ofrezca. JS.
El artículo expresa la gravedad de la enfermedad de la sociedad porteña.