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Aquel pasado que añoro….

 

 

Terminar con el “curro” de los derechos humanos, ignorar si los desaparecidos fueron 9000 o 30 mil, asegurar que no es lo mismo 8000 verdades que 22 mil mentiras es la manera de relativizar los efectos de una metodología asesina implementada a mediados de los ’70 en Argentina para aplicar un proyecto económico inspirado en una filosofía similar a la que inspira al proyecto económico que actualmente aplica el gobierno que minimiza aquel genocidio.

Tras el golpe de Estado de Marzo del ’76, Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía del gobierno militar, contrató los servicios de la empresa Burson Marsteller, un gigante de las relaciones públicas internacionales, para instalar en el mundo la imagen de un gobierno confiable.

Para atraer inversiones extranjeras, la empresa publicó un folleto de 41 páginas en Business Weeks en el que decía: “Estamos realizando una auténtica revolución social y buscamos socios. Nos estamos desembarazando del estatalismo y creemos firmemente en la importancia fundamental del sector privado”.

Dos décadas más tarde y al brindar testimonio para el libro ” Un léxico del terror”, escrito por Marguerite Feitlowicz, el ejecutivo de Burson Marsteller, Víctor Emmanuel, explicaba que la violencia era necesaria para abrir la economía ‘proteccionista y estatalista’ de Argentina, admitiendo que no solo se mataba a las guerrillas, “probablemente se. mató también a mucha gente inocente… dada la situación era necesario aplicar una fuerza inmensa”.

Stephen Haggard, un politólogo de ideas ultraliberales de la Universidad de California dijo alguna vez: ” las cosas buenas -como la democracia y la política económica orientada al libre mercado- no siempre van juntas”.

Tal vez allí se encuentra el dilema que expresan de vez en cuando las lenguas propensas al indulto de Macri y sus funcionarios.

Es compatible una economía de “libre mercado” que beneficia a muy pocos con la práctica de la democracia?

La “dictadura del dinero”, como la denomina el Papa, no se sostiene con los votos de una elección.

Además, Videla y Masserra ya están muertos.


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