PRENSA. Acerca de los orígenes del diario «La Nación» / 2 . La sífilis de Mitre…
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Don Bartolo. Lo llamaban «piano embrujado» porque se tocaba solo por las noches. |
La sífilis de Mitre y nuestra burguesía prostibularia
Por Oscar Taffetani
Me permito completar con algunos datos un tanto escamoteados la petite histoire que ha contado el compañero Boot en un posteo precedente.
La primera redacción y taller de imprenta del diario, como sabemos, funcionó en la misma casa de «Bartolo», al 336 de la calle San Martín, y con fondos sobre la más mundana calle Florida, ya empedrada desde los tiempos virreinales. Con el tiempo, la «vidriera» de La Nación y sus carteleras pasaron a estar sobre Florida, en un edificio de arquitectura española hoy reciclado como galería comercial.
El denominado «Palacio Cangallo», templo mayor de la masonería argentina, fue construido sobre la calle homónima (hoy «Juan Domingo Perón») y lleva el número 1242. Mitre, como también es sabido, era masón y participaba activamente de una de las logias más importantes, llamada Unión del Plata (en la que revistaron tanto Sarmiento como Borges, por nombrar a dos figuras de relieve).
Cuando la «suscripción patriótica» (de los proveedores del Estado) decidió obsequiar al ex presidente Mitre un solar en la Gran Aldea, y también la construcción de una casa solariega, el primer terreno que consiguieron fue el de Cangallo 1242. Cuando se lo anunciaron a Mitre, éste les dijo que no le gustaba mucho ese lugar, y entonces propuso hacer un trueque singular: que el Oriente Masón de este lado del Plata cediera el terreno que ya tenía adquirido para construir su templo, sobre la calle San Martín; y que recibiera en compensación el terreno sobre la calle Cangallo.
¿Por qué prefería «Bartolo» un terreno más cerca del Bajo y del Paseo de Julio? La respuesta -que proviene de fuentes prístinas y confiables- es la siguiente: Porque desde la calle San Martín era mucho más corta (y reservada) la ruta hacia los prostíbulos de la calle Reconquista y la Recova.
¿Acaso Mitre frecuentaba los prostíbulos? Muy mucho. Todas las tardes se lo veía calzarse el chambergo, empuñar el bastón y rumbear hacia las casas de placer que lo tenían como habitué.
Dos datos verificables de la vida del prócer son prueba de estas profundas razones por las que el diario La Nación vio la luz en un tallercito de la calle San Martín, en Buenos Aires, y no en otro de la calle Cangallo. El primero, la sífilis de Bartolomé Mitre, que le fue endureciendo una pierna al punto de que en el único documento fílmico donde se lo ve caminar, hecho en 1906), camina como un pirata con pata de palo. Y el segundo es la puertita que todavía hoy comunica el terreno de la calle Florida (a donde se mudó La Nación no bien se convirtió en «tribuna de doctrina») con la calle San Martín, que daba acceso directo a los prostíbulos y que fue un pedido expreso de Mitre a su yerno, De Vedia, al momento de cederles el terreno del fondo para que construyeran, en el primer piso, su casa. Quien viste en estos días el Museo Mitre, verá esa puertita, cuya llave descansaba en un bolsillo de «Bartolo» (en el otro solía tener una mano que acariciaba permanentemente su genitalidad, como se puede observar en la escultura fidelísima que le dedicó el artista Lucio Correa Morales).
Entre prostíbulos transcurrió una buena parte de la historia nacional, como se desprende de este relato.
Cumplido, compañero Boot.