TIRRIA. Oscar Cuervo analiza el encono de Verbitsky contra el Papa
A veces envidio la versatilidad de Oscar, su rapidez para comentar acertadamente hechos que a mi me parecen evidentes, pero que los medios tergiversan. Sistemáticamente.
Por ejemplo, el extraordinario discurso que Cristina le chantó en la jeta al Nobel de la Paz (ja) Obama. ¡Ay! ¡Cuanto la vamos a extrañar cuando no esté!
Retomando: Respecto a la fobia de Verbitsky por el Papa y la nota de Oscar, sólo quiero acotar que se están escribiendo al mismo tiempo al menos dos biografias de Verbitsky, una la hace Hernán López Echagüe, y otra Gabriel Levinas. Presumiblemente la primera buscará ser más amable -o equilibrada, según se quiera ver- ya que Verbitsky le ha concedido una larga entrevista a López Echagüe. En cuanto a la segunda, y a pesar de que en el pasado Verbitsky le prestaba atención a Levinas, supongo que buscará hacerle el mayor daño posible, ya que Levinas trabaja para Lanata que trabaja para Magnetto, y el dilatado idilio entre Magnetto y Verbitsky parece roto para siempre (aunque eso, en política, nunca pueda darse por inamovible).
López Echagüe fue mi amigo antes y durante los hechos que desembocaron en su radicación en la Banda Oriental del Uruguay, pero hace mil que no lo veo, y mas que no intimamos, y no se ha puesto en contacto conmigo. Si lo ha hecho Levinas, que me empuó al decirme que en ocasión de la entrevista que le hizo Verbitsky sobre el caso AMIA, El Perro le preguntó si era amigo mío advirtiéndole que, de serlo, no lo entrevistaría. Supongo que al decírmelo, Levinas quería hacerme levantar temperatura de modo que echara rayos y centellas contra Verbitsky (no me quedó claro que haya defendido en lo más mínimo nuestra supuesta amistad en aquella ocasión, ya que Verbistky lo entrevistó e incluso fue en esa ocasión una de las dos o tres veces que se dignó nombrarme en sus escritos) pero le aclaré que no tengo nada que decir sobre Verbitsky que no haya escrito, excepto quizá que a causa de la entrevista de marras, un tal Moragues (el comerciante de la calle Pasteur al sesiscientos en cuyo negocio fijo su cuartel general en el terreno tras la explosión que demolió la AMIA) lo demandó… por los dichos suyos, es decir, de Levinas. Y que por entonces mi abogado era Pablo Jacoby, y el de Verbitsky el socio de Jacoby, Jorge Prim, quien me pidió encarecidamente que declarara como testigo a favor de Verbitsky, lo que así hice, cumpliendo un deber cívico, a pesar de las muchas, vitriólicas y deletereas maldades que El Perro me dedicó. Resultado: la demanda de Moragues se desmoronó, a pesar de lo cual Verbitsky nunca me lo agradeció.
Por cierto, nunca comulgué con el clericales y chupacirios, y no soy de los que cree contra toda evidencia que el comportamiento de Bergoglio durante la dictadura fue inobjetable… Pero no es eso lo que está hoy en debate.
Lean a Cuervo, y si no lo hicieron antes, también a Gabriel Fernández.
Verbitsky vs. Bergoglio: una tirria personal y una pérdida periodística
Horacio Verbitsky es sin lugar a dudas uno de los mejores periodistas argentinos y lo es por varios motivos: el rigor con que tamiza la información, la independencia con que maneja su agenda de temas y su estilo seco y mordaz, que solo con cuentagotas permite la irrupción de un humor más abierto y más raramente aún suelta alguna efusión emotiva. Como polemista es temible y también es un atento buscador de detalles significativos que al resto de sus colegas les pasan desapercibidos. Muchas veces la información que despliega es tan profusa e intrincada que su lectura se vuelve ardua. Como no es un publicista ni se desvive por el impacto inmediato sus investigaciones no van a caer nunca en lanatismos; uno adivina que detrás de esa prosa fría y dura, el Perro se divierte al extenuar al lector con su tono neutro y desdramatizado hasta la hipérbole. El no parece ansioso por hacer hablar a todos al día siguiente, como es notorio que intenta lograrlo Lanata, porque sostiene que prefiere ser leído con atención por el puñado de los que toman decisiones. Su influencia no se desborda entonces nunca hacia los trending topics, sino que se irradia lentamente en círculos concéntricos de varias capas de lectores influyentes.