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AMIA: El Dr. Ubeira dio cátedra en lo de Graña y destacó que la clave está en investigar el atentado a la Embajada de Israel

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Me hubiera gustado ver todo el programa en el que Rolando Graña entrevista a José Manuel Ubeira, el único abogado que participó de los dos juicios, el original por el atentado a la AMIA y el que se realizó años después por el encubrimiento a los asesinos, que permanecen impunes. A mi juicio, Ubeira tuvo una actuación descollante en ambos. En esta síntesis explica que la única persona que dijo haber visto una Trafic de la calle Tucumán a la calle Pasteur fue la enfermera María Nicolasa Romero y que hay siete testigos oculares –uno de ellos estaba en la puerta de la AMIA– que no vieron ninguna Trafic. Y que Gabriel Villalba que estaba a poco más de 50 metros cargando equipos odontológicos en una camioneta en doble fila por lo que vigilaba que no apareciera por Pasteur una de las Trafic que colocaba cepos a los automóviles en infracción, y vio la deflagración (en realidad Villalba dijo que vio dos claramente diferenciadas) y pudo dar fe de que allí no había ninguna Trafic.

Ubeira recordó que desde el primer momento se le echó la culpa a Irán, cuya embajada tenía los teléfonos pinchados por la SIDE a pedido de «un colateral» (el Mossad) y que ya por la mañana del martes 19 de julio se le informó al gobierno de Carlos Menem que estaba viajando hacia Buenos Aires el ex embajador (durante la dictadura) Dov Schmorak, hombre de confianza del primer ministro Rabin, con la misión de acordar una versión del ataque a la mutual judía que le fuera útil y conveniente a ambos gobiernos.

Schomorak vinó junto a los famosos militares «rescatistas» de Israel que son quienes, quedaría claro en el juicio, una semana después de los bombazos «descubrieron» el pedazo de motor que supuestamente llevó la investigación hacia Carlos Telleldín… si no fuera porque en el juicio también se probó que el teléfono de la casa de Telleldín estaba pinchado desde antes.

No se pierdan los dichos del general israeli Zeev Livne al anochecer del lunes 25 de julio, cuando los «rescatistas» liaron sus petates y se marcharon hacia el aeropuerto de Ezeiza de regreso a su país: El muy majadero dijo que se habían encontrado restos del vehículo con restos del supuesto chofér suicida adentro.  

Hasta ese momento se suponía que el pedazo de motor había sido encontrado por el oficial Lopardo del Departamento de Explosivos de la PFA, quien llamado a declarar admitió haber fraguado el acta del supuesto hallazgo, que le pidió a dos conocidos que la firmaran como testigos. Ninguno de los tres sufrió alguna consecuencia por ello.

(Convocados a declarar como testigos, los jefes del cuerpo de Bomberos dejarían claro que ese pedazo de motor estaba en el Departamento de Explosivos –Avenida Belgrano y Ceballos, en el Departamento Central de Policía) el martes 19 y el miércoles 20 de julio, antes de que reapareciera el lunes 25 al anochecer).

Entre otras cosas (¡tienen que escucharlo!) Ubeira destacó que es crucial poner la lupa sobre el anterior bombazo que demolió media Embajada de Israel (17 de marzo de 1992, 22 muertos que durante mucho tiempo fueron 29), que esa es la clave que, si se quisiera, podría destrabar las investigaciones.

En cuanto a Telleldín dijo que jamás se le encontró la menor conexión con la política internacional, que parece evidente que cuando se comenzó a decir que el atentado había sido hecho con una Trafic se asustó mucho pensando en la que había pasado por sus manos, y que los más de sesenta casetes con las conversaciones que agentes de la SIDE, de la PFA y del Mossad sostuvieron con él a fin de negociar su regreso de Puerto Iguazú, a dónde había escapado, y su entrega en Aeroparque, de los que tenía el original la SIDE y una copia la PFA, fueron destruidos en ambas dependencias entre otros motivos, dijo Ubeira, porque dejaban expuestos los negocios de «doblaje» de automotores en los que Telleldín y Alejandro Monjo eran cómplices con la cúpula de la PFA.

«Por ahí no va la cosa, hay que buscar por otro lado», advirtió Ubeira.

En otro pasaje, Ubeira señala que la única evidencia de que podría haber habido una Trafic-bomba es que el cadáver del portero del edificio de enfrente, Tito Díaz, tenía metido dentro de su cuerpo un amortiguador de los que usan esas camionetas. Lamentablemente, no se explica que el cadáver de Díaz fue ingresado a la comisaría como «femenino»; que estuvo muchas horas en paradero desconocido; y que el amortiguador bien pudo haber sido metido por debajo de una de las axilas de Díaz (pues allí se lo encontró) por medios mecánicos.

Hay mucho mas, pero lo mejor es que se los cuente Ubeira. Los dejo con el doctor:


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