BOLIVIA. Encarcelan a una ex empleada doméstica de Juan Ramón Quintana, la “bete noire” del régimen golpista

La descomposición del frente golpista que desalojó de la presidencia a Evo Morales hace muy factible  que el Movimiento al Socialismo (ya sea con la candidatura del ahora impugnado ex ministro de Economía Luis Arce, con la del ex canciller David Choquehuanca, o del joven líder cocalero Andrónico Rodríguez) gane nuevamente las elecciones. Lo que no quita que la posibilidad de que los golpistas se resignen a ello y devuelvan mansamente el Palacio Quemado a los representantes de la mayoría del pueblo parezca, al menos ante los escépticos ojos del Pájaro Rojo, francamente remota. Mientras la presidenta de facto Jeanine Añez se candidatea (sin levantar el amperímetro), la detención de una ex empleada doméstica de Juan Ramón Quintana iilustra el nivel de desproljidad del lawffare implementado.

Fotos:Los golpistas ingresaron al Palacio Quemado llevando consigo una Biblia (por cierto no la católica sino la utilizada por los telepredicadores evangelistas pentecostales), la existencia de un video porno de quien todo indica es Jeanine Añez dio pie a humoradas como ésta.

La foto auténtica, Jeanine Añez con Arturo Murillo, el perseguidor:

Lo que se autoproclamó como un gobierno transitorio con tareas específicas se reveló rápidamente un régimen dictatorial a causa de la violación sistemática de los derechos humanos más elementales. La persecución política y judicial traducida en un fárrago de allanamientos ilegales, delaciones y siembra  de “pruebas a fin de justificar detenciones arbitrarias son las herramientas preferidas del régimen que terminado con la independencia de poderes. Fiscalía, jueces y policías, sometidos a decisiones políticas motorizan persecuciones implacables. Y todo se hace contando con una iminterminables, después de aplastar mediante el miedo a víctimas y verdugos. El régimen abre las compuertas de una completa impunidad por el silencio cómplice de los medios de comunicación privados.

La detención de Edith Chávez y su remisión a la cárcel de mujeres de Obrajes encarcelamiento es una muestra acabada de ello. Parece evidente que la detuvo por el “delito” de haber trabajado como empleada doméstica en el hogar del ex ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana, quien sigue refugiado en la Embajada de México en La Paz..

Más allá de que se la acusó de portar un arma de fuego, se dijo que Edith Chávez es cómplice de los presuntos actos de sedición y financiamiento al terrorismo que se le atribuye a Quintana. El juez justificó su encarcelamiento por el riesgo de que pudiera interferir las investigaciones de aquellos supuestos delitos (arma predilecta del lawfare que en Argentina se popularizó como “doctrina Irurzun”), su condición de desemplada y su cercanía con Quintana, ex militar y ex embajador en Cuba, bete noire del ministro de Gobierno Arturo Murillo.

Policías, jueces y fiscales siguen las indicaciones de Murillo, ante quien también se ha subordinado el joven ministro de Justicia, Álvaro Coimbra. En cuanto a la Defensoría del Pueblo y la Asamblea Permanente de Derechos humanos parecen haber desaparecido de la faz de la tierra. Una lista interminable de personas detenidas indebidamente y encarceladas sin debido proceso debiera ser su objeto de investigación. En este contexto, el régimen ni siquiera se digna responder a las peticiones de parlamentarios para que explique los asesinatos de 36 personas en Sacaba y Senkata.

Mientras, una senadora que accedió irregularmente al más alto poder del Estado preside hoy una transición que es la vez su campaña electoral para beneficio de sí misma. Mayor esperpento es difícil de imaginar.