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EMBAJADA DE ISRAEL / 3. El claro, terminante dictamen de la Academia Nacional de Ingeniería sobre el atentado

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  • Se acerca un nuevo aniversario del bombazo que demolió el palacete de Arroyo y Suipacha que servía de sede de la Embajada de Israel, el cálido martes 17 de marzo de 1992, con un saldo de entre 22 (los efectivamente contabilizados) y 29 (los que casi siempre se citan sin mayor respaldo) muertos, que por no saberse, ni siquiera eso se sabe. Hace un año comencé a publicar el largo capítulo dedicado a este acto terrorista en mi libro El Caso Nisman. Secretos inconfesables / 1. Dije que iba a publicarlo aquí en cuatro entregas, pero no cumplí: sólo subí dos, desanimado por la falta de interlocutores. Dije entonces y repito ahora que ver quienes, como y dónde pusieron la bomba para cualquier lector atento y ecuánime sería muy fácil, y que también podía apreciarse con claridad que fue el propio Shin Beth, es decir el servicio de contrainteligencia de Israel, también conocido como Shabak (que tiene a su cargo tanto el interior de Israel como los territorios ocupados, y que se encarga de la seguridad de todas las embajadas del estado judío) quien piloteó el desvío de las investigaciones hacia una supuesta Ford F-100 que habría sido utilizada como vehículo-bomba cuando absolutamente todas las evidencias confluían en que la explosión había sido interna. Y que esta certeza hacía imposible desechar la hipótesis de que los ejecutores materiales del ataque (el principal sospechoso, con mucho, era el traficante sirio Monzer Al Kassar, el hombre más buscado del planeta por interpol, cuya presencia en Buenos Aires –protegido por su lejano primo, el presidente Carlos Menem-se había hecho pública días atrás y que esa misma noche ofreció una pequeña fiesta a sus amigos de las colectividades sirias de Buenos Aires y Mendoza en su piso de la Avenida del Libertador) hubieran contado con su permiso y luz verde.

Los instó a leer con atención. La pasarán también como con Ataúdes tallados a mano, esa magistral nouvelle de Truman Capote, y no por mi mérito personal sino porque se trata de una gran historia.

 

Aquí están las entregas anteriores, y luego la tercera:

PRIMERA NOTA: http://pajarorojo.com.ar/?p=22557

SEGUNDA NOTA: http://pajarorojo.com.ar/?p=22612

 

Parte del edificio quedó en pie.

Dudas y certezas   

Lo referido por (el ministro de la Corte Suprema Carlos) Fayt acerca del informe presentado por el experto artificiero  de la policía de Tel Aviv, Yacob Levi difiere notablemente de lo que anoté cuando accedí al mismo en calidad de colaborador del Dr. Luis Dobniewski, abogado de la AMIA, entidad que pagaba mis honorarios. Cito lo publicado en “AMIA, El Atentado…”:

“‘En total fueron interrogados unos 300 ciudadanos, y no hay ninguno que recuerde que hubiera aparcado vehículo alguno en el frente de la embajada en el período inmediatamente previo a la explosión’, escribió (el jefe del departamento de Explosivos de la policía de Tel Aviv, Jacob) Levi, que insistió en que ‘numerosos testimonios certifican que durante el lapso de unos de 3 a 5 minutos (e incluso menos aún) antes de la explosión no estacionó en el frente de la Embajada ningún vehículo’”.

“En obvia refutación del informe inicial de la PFA el experto israelí recordó que ‘en Argentina no es en absoluto común estacionar sobre la vereda, y menos aún en el frente de la Embajada, donde hay letreros que indican la prohibición de hacerlo’ y añadió que ‘incluso los vehículos de la propia Embajada estacionaban del lado opuesto, debido a las refacciones que se efectuaban en ella’. Acerca del supuesto estacionamiento de un vehículo-bomba, Levi concluyó: ‘Nos parece que la ejecución de una acción tan irregular debía haber atraído una atención inmediata, lo que no hubiese permitido una retirada ordenada” de quién lo condujera.

“De lo que, de paso, dejó tácitamente establecido que no había la menor evidencia que apuntalara a la posibilidad de que hubiera existido un conductor suicida. Mal podía haberlo, pues ni siquiera había habido allí alguna camioneta.

“Levi comenzó su informe manifestando su asombro por el hecho de que la embajada de Israel no hubiera aportado un solo video en el que se viera el supuesto vehículo-bomba. Tras consignar que ‘frente al edificio de la Embajada en la calle Arroyo hay una Iglesia y un asilo de ancianos, así como varios edificios altos desde los que se controla a la embajada’, agregó: ‘¿Por qué la Embajada no entregó las constancias o los testimonios de lo observado inmediatamente antes y después del atentado?’.

Recuerdo que por entonces se decía que la Embajada contaba con seis cámaras de seguridad. Que se sepa, Levi nunca obtuvo respuesta. A no ser que se la haya dado en privado el ministro Carlos Corach, que habría de visitarlo en Tel Aviv.

Volviendo a la seguridad interna de la Embajada: el informe de la SIDE señaló que su “falta de reacción… pese a su alto grado de entrenamiento’ sólo encontraba explicación en la sorpresa y celeridad que caracterizaron el ataque», cubriéndoles las espaldas ya que, como se verá, todos los miembros del Shin Beth encargados de esa tarea menos Ben Zeev –si es que en verdad la integraba– se habían ido al hotel Sheraton.

Servicial, la SIDE también señaló que «todas las investigaciones, indicios y modus operandi… indican la presencia en este acto terrorista del Servicio de Seguridad Exterior del Hezbolá» así como que «la existencia de un suicida» no era ilógica ya que «dentro de sus filas (de Hezbolá) hay grupos como el denominado Comando Suicida de Hussein Musawi de dónde provienen los elementos que llevan a cabo este tipo de hechos» (sic). La SIDE se atrevía así a poner en circulación dentro del expediente bulos susurrados por los agentes israelíes.

A pesar de las diferencias entre el tipo de explosivos (Pentrita y TNT para la PFA; hexógeno para la Gendarmería) el teniente coronel de artillería e ingeniero químico Gabriel Oscar Cordero, de la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos de Azul, destacó que los tres explosivos se producían en Argentina, tanto en FM como en varias industrias privadas. Lo que no evitó que los medios se pusieran a especular acerca de dónde podían haber provenido los utilizados.

La supuesta existencia de una camioneta-bomba fue refutada por los testigos presenciales. Rosa Cantanavera había pasado hacia como mucho un minuto  por la puerta de la Embajada rumbo a Carlos Pellegrini y se encontraba a unos 50 metros de ella cuando se produjo la explosión. Dijo que iba acompañada por un joven que iba del lado de afuera de la vereda al que la explosión había empujado al medio de la calle; que frente a la Embajada la vereda era muy angosta y que solo podían pasar a la vez dos personas, y que estaba segura de que no había ningún auto estacionado. Subrayó por último que «la explosión había sido adentro porque en el lugar no había auto alguno».

El arquitecto Juan Carlos Peirano Klein declaró que le llamó la atención que en el centro del terreno (dónde había estado la Embajada) hubiese un foso, y que la mampostería hubiese sido arrojada hacia afuera, hacia la calle Arroyo. Expresó al respecto que «el foso denotaba un hundimiento en el terreno, siendo sus dimensiones aproximadas de un 1,40 x 60 cm, no pudiendo precisar su profundidad pues lo había observado desde el noveno piso» desde su departamento, frente a la embajada. Al ampliar su testimonio; Peirano manifestó su sorpresa porque ese día «el personal de vigilancia no lo hubiese dejado estacionar» como hacía habitualmente; que aquel foso parecía originado en una explosión interna, lo que podía explicar porque toda la mampostería se había derrumbado hacia la calle y no hacia el interior, como debería haber ocurrido si hubiera existido una camioneta-bomba, y enfatizó que «el foso interior se tapó durante la semana y luego apareció el foso exterior», que le parecía «simulado».

Por su parte Leonardo César Azorín dijo que a tres días del atentado pudo ver “un hueco en el centro del predio dónde se encontraba la Embajada, el cual posteriormente fue tapado con una plancha de cemento”, razón por la cual concluyó que la explosión había tenido su epicentro en ese lugar, y agregó que había llegado al lugar unos 25 minutos después de la explosión cuando pudo er que frente al número 920 de Arroyo había, destruído, un Volvo con patente diplomática. Si la explosión hubiera sido ocasionada por un coche-bomba, hizo notar, ese Volvo debería haber sido desplazado hacia Carlos Pellegrini”.

Del mismo modo, el testigo Juan Guillermo Díaz «insistió en que ‘estoy dispuesto a decir, les guste o no, que la explosión fue adentro de la Embajada». Dijo que que estaba seguro de ello en función de «lo que había observado antes y después de la explosión».

Fayt destacó que «un importante número de testigos expresó no haber observado rastros visibles de los daños que debería haber producido una explosión en el exterior de la Embajada» ni ningún cráter, puntualizando que varios «incluso dudan de su verdadera existencia, pues observaron el lugar cuando los escombros ya habían sido retirados y la zona no presentaba ninguna irregularidad» y «tampoco advirtieron la presencia de agua surgente del pavimento que debió avistarse en razón de la fractura de un conducto maestro de alimentación que pasaba, precisamente, por el lugar que fuera indicado como epicentro del estallido».

Las máximas autoridades de la Nación

«Vemos que se produce un gran derrame de escombros hacia el lado exterior… esto lleva como primera idea a pensar… que hubo un empuje de las paredes hacia el lado de afuera… Por eso cayeron… hacia afuera… para producir este tipo de desplazamiento es necesaria una enorme presión de adentro hacia afuera, que solamente pudo haber tenido lugar si efectivamente la explosión ocurrió en el interior de la Embajada (por lo que) la ubicación más probable que consideramos es dentro de la Embajada, y en el ambiente llamado vacum…». Tal fue la principal conclusión a la que arribó un panel de expertos de la Academia Nacional de Ingeniería, vale decir, las máximas autoridades del país en la materia.

Una pericia que, bueno es recordar, la Corte había ordenado a pedido de las querellas.

«… en la posición que da para el cráter el informe de Gendarmería Nacional tenemos ubicada una grúa, con un peso de muchas toneladas, sobre un pavimento que está totalmente liso (…) además, el perito de la Gendarmería dice que la carga estaba guiada con una dirección, apuntando hacia el frente de la Embajada, sin embargo el cráter es al revés… tiene el diámetro mayor de la elipse en la dirección longitudinal de la calle Arroyo… con un pico y una pala es perfectamente posible hacer un cráter en unos pocos minutos… por la muy baja resistencia que tiene el hormigón en esa zona», destacaron.

Entre que se dieran a conocer los resultados de la pericia hecha por los máximos expertos de la Academia Nacional de Ingeniería y que el embajador (Itzhak) Avirán y la DAIA saltaran a la yugular de los peritos y de los ministros de la Corte que los habían convocado fue cosa de escasos minutos. Su intempestiva reacción, respaldada por el gobierno de Israel, consiguió que Fayt diera acrobático giro de 180º. Pero antes de adentrarnos en las artes de birlibirloque propias de los saltimbanquis expliquemos los pormenores del hecho que determinó, en la práctica, el fin de las investigaciones.

De púbico a secreto

Ante la virulenta reacción de Israel y la DAIA, la Corte convocó para el 15 de mayo de 1997 a una reunión de todoss los perito que habían intervenido en la causa, a fin de escuchar los fundamentos de las posturas opuestas acerca de un asunto básico: dónde habían sido colocados los explosivos. Los peritos de la PFA y Gendarmería, no sin diferencias, sostenían la teoría del coche-bomba y una explosión externa- y los profesionales de la Academia Nacional de Ingeniería (y antes, el arquitecto Armando López León, un vecino) afirmaban que la carga explosiva había detonado adentro del edificio.

En principio la audiencia iba a tener un carácter público pero las insistentes y sugestivas presentaciones de la delegación israelí y del representante de la DAIA, Rubén Beraja, hicieron que la Corte decidiera darle un carácter reservado, que terminó siendo, en la práctica, secreto. Israel, a través de embajador Avirán, y la DAIA, a través de Beraja, llegaron a calificar de «antisemitas» a los miembros del panel de la Academia Nacional de Ingeniería que, a través de dos métodos radicalmente distintos habían llegado a la conclusión de que el bombazo había tenido epicentro en el «vacum» dónde se habían depositado esa mañana cerámicos y bolsas supuestamente de Klaukol, el pegamento para fijarlos.

Las actas oficiales de dicha reunión reservada abarcan 77 folios que, oh bochorno, fueron dadas a conocer no por la Corte sino por un sitio neonazi. Comprobada su autenticidad, ofrecemos seguidamente una apretada síntesis:

Siendo las 9.15 del 15 de mayo de 1997, se hicieron presentes en la Sala de Audiencias de la Corte los miembros de la misma encabezados por su presidente, el Dr. Julio Salvador Nazareno (con la excepción del Dr. Fayt, que argumentó razones de salud), otras autoridades judiciales, querellantes, peritos de Gendarmería Nacional, encabezados por el segundo comandante retirado Osvaldo Laborda; el ingeniero químico Osvaldo Farré; el licenciado en química Mario Alfredo Galia; los peritos de la PFA, comisario Carlos Néstor López, subcomisario Raúl Arbor y principal Daniel Roberto Seara, y los ingenieros Rodolfo Danesi, Alberto Hugo Puppo y Arturo Bignol, de la Academia Nacional de Ingeniería.

Nazareno destacó la ausencia, pese a haber sido especialmente invitado, del experto israelí, Yacob Levi.

Luego de una extensa exposición de los peritos de PFA y Gendarmería (folios 2 a 37), cuyo contenido obviamos pues es la repetición de los argumentos reproducidos hasta el cansancio durante más de dos décadas por la práctica totalidad de los medios, se le dio la palabra a los ingenieros civiles.

Arturo Bignoli

Arturo Bignoli dijo que «La Corte Suprema nos propuso un problema… sabemos que la causa es una explosión, pero se nos pidió que investigáramos o estudiásemos algunas cualidades de ella; concretamente, el centro de la explosión, es decir, el lugar en donde probablemente se produjo…. No es un problema fácil… hoy no es posible observar efectos finales en forma material directa pues todo fue removido y demolido… lo que nos queda hoy como documentación de esos efectos es lo que se puede ver en las fotografías. Esta situación hizo que las fotografías fueran analizadas usando recursos especiales… tales como programas de computación especialmente preparados para tal fin… pero no todo se basó en programas especiales que nosotros mismos hicimos, sino también en programas que reconocen como autores al Ejército de los Estados Unidos y una firma especializada en la fabricación de vidrios, a la que tuvimos acceso gracias a una nota de presentación de este Tribunal.»

Con toda claridad

«Todos saben que en esta pericia nosotros sustentamos con toda claridad la idea de que la explosión se produjo adentro del edificio.»

«El problema era tan complicado y tan delicado que merecía resolverse por dos caminos diferentes…Afortunadamente, los dos caminos nos llevaron al mismo resultado.»

“La primera forma fue: partir de los efectos conocidos por la documentación fotográfica y cuidadosamente evaluados e interpretados. Voy a dar un ejemplo. Ustedes han visto que las fotografías deforman las imágenes.

“En este mismo caso, una fotografía del edificio de Arroyo y Suipacha, el edificio alto de veintisiete pisos, ustedes lo habrán visto con un aspecto terrible de banana. Esto no es porque el edificio haya hecho una reverencia con motivo del atentado, sino que es una deformación propia de los lentes de las cámaras fotográficas. Entonces, con un sistema de computación que se llama CAD logramos interpretar esa foto, corrigiendo esa parte. Esta es una de las cosas que hicimos… (Se muestran múltiples transparencias)…

“Fíjense entonces cómo trabajamos. Para cada efecto indicador de un evento se adoptaron probabilidades y posibilidades de su producción suponiendo que el centro de la explosión estuviese adentro o afuera del edificio de la Embajada. Pongo un ejemplo a sólo título de tal: la pared del frente, se ve claramente en la fotografía que cayó sobre la calle. Cayó hacia afuera. Ese es un efecto. Ahí nosotros dijimos: partamos de la hipótesis sin compromiso de 50 por ciento de probabilidad de que eso se produjo porque la explosión fue adentro y 50 por ciento porque fue afuera. Pero al ver la pared caída sobre la calle, naturalmente, la probabilidad que le asignamos a que la explosión hubiese ocurrido adentro es mayor que la de que hubiese ocurrido afuera…

“Esto, en el fondo es un problema de Dinámica, capítulo importantísimo de la Física… de todas formas… Para ordenar el manejo de todas esas apreciaciones subjetivas, usamos un teorema de Bayes, que era un monje que vivió en siglo XVII… Este teorema permite, sobre la base de esas apreciaciones subjetivas, ir corrigiendo la probabilidad inicial… A priori partimos de 50 y 50. Luego fuimos agregando ésta, y se van obteniendo probabilidades a posteriori. Esto es una operación matemática que tiene sustento, que ordena el pensamiento, me impide confundirme… Así se obtuvieron las probabilidades de que el centro estuviera dentro o fuera.

“Un camino similar recorrimos con las posibilidades. Claro, las posibilidades no se pueden manejar con el teorema de Bayes… Normalmente, las posibilidades se manejan con la teoría de los conjuntos borrosos. Se obtuvieron así posibilidades de que el hecho hubiese ocurrido dentro o fuera. Esas posibilidades sirvieron para corregir las probabilidades.»

Certeza

«Esas probabilidades, ponderadas con las posibilidades, nos permitieron llegar a la conclusión de que la probabilidad, que es lo que nos preguntó la Corte, de que el centro de la explosión estuviese dentro del edificio es tan alta que los peritos tienen la certeza de que así ocurrió.»

«Hubo una segunda forma de resolver el problema… en vez de actuar sobre los efectos y calificar la probabilidad de que cada efecto respondiera adentro o afuera para la explosión inicial, se hizo otra cosa. Se hizo un modelo del edificio y de toda su zona circundante. Esto fue un trabajo de titanes… Ese modelo permite obtener los efectos, que ya habían sido elegidos como efectos indicadores de la cosa, a partir de varias ubicaciones y potencias del explosivo. El ingeniero Danesi lo va a explicar después…También por este camino se llega a la conclusión de que el centro de la explosión estuvo dentro del edificio».

Rodolfo Danesi

A su turno, dijo el ingeniero Rodolfo Danesi: «Como ya indicó el ingeniero Bignoli, lo que voy a exponer es el Procedimiento B, que estuvo a mi cargo y que implica el análisis teórico computacional para determinar la ubicación y magnitud más probable de la explosión… Para la realización de este análisis se contó con la colaboración del Laboratorio de Estructuras de la Universidad de Tucumán. En este laboratorio, que es un centro de investigación y postgrado, existe un grupo que trabaja en mecánica computacional, que está integrado por un grupo de investigadores que no sólo son ingenieros civiles sino que también tienen estudios de postgrado realizados en el país y en el extranjero, con grados académicos de master en ingeniería estructural y doctor en ingeniería. Este grupo está encabezado por el doctor Guillermo Etse, que me acompaña en estos momentos.

«Haré una breve reseña o explicación de cada una de las etapas de trabajo. El análisis estructural de los edificios. Cuando digo edificios, si bien tuvimos en cuenta todos los edificios a 200 metros a la redonda, nos concentramos en el edificio de la Embajada, Consulado y complejo Santa Bernardina, que implicaba el asilo de ancianos –el geriátrico–, el colegio y la Iglesia. Había que determinar la verdadera distribución de planta y altura de muros y entrepisos. Había que hacer un reconocimiento de materiales constitutivos. Se necesitaba un estudio de tipología constitutiva, una clasificación en muros estructurales y no estructurales; implicaba conocer los espesores de los muros y la disposición de aperturas en cada edificio y en cada planta de ellos, y determinar la dirección de armado de los entrepisos… Esta información fue procesada y conducente a la elaboración de planos de arquitectura y estructura. Toda esta documentación está en los informes que hemos entregado. Se formó también un banco de datos en el que están la geometría, los materiales, las coordenadas, las cargas gravitatorias y las aberturas de muros y entrepisos… Con toda esta información y un sistema de CAD, Auto CAD y similares, se llegó a esa representación de los muros y entrepisos en planos verticales y horizontales”, dijo Danesi quien según las actas en ese avto exhibió varias transparencias.

“La otra información muy importante que había que conseguir era el reconocimiento de los daños reales acontecidos… Con toda esa información se realizó la evaluación de los daños directos e indirectos, tanto en muros como en entrepisos de cada edificio. Se elaboraron planos de cada planta, indicando el sector dañado (se exhiben distintas transparencias)… Por otro lado había que estudiar el problema de la carga explosiva y su propagación… Había que considerar ahora la rotura de los materiales… de modo que ya teníamos modelado y en un programa computacional la acción y el material sobre el cual iba a actuar la acción… Tenemos, pues ya, todo: la carga, material, la transmisión. Ahora, había que englobar todo eso en un programa para analizar la evolución del daño. Cada edificio fue estudiado bajo dos variables o tres, que eran: la ubicación del explosivo… en esta transparencia están indicadas las posiciones que se estudiaron en particular: la carga explosiva frente a la entrada; en la vereda; en la posición que sugerían los peritajes de la Policía y Gendarmería; una ubicación en el acceso; una ubicación en el primer piso y, finalmente, una en el vacum.”

Por qué fue ahí y no en otra parte

«Ahora voy a mostrar algunas imágenes de la pantalla de computadora… Esta es la Embajada, este el edificio San Bernardino, para una carga explosiva de 100 kilos de TNT. Y tenemos esto: la carga explosiva exterior, para un tiempo de 3,88 milésimas de segundo de la iniciación de la explosión. Llega a un radio de 6,5 metros, con una presión de 5,6 megaPascal, que son unos 560 kilonewton por metro cuadrado. ¿Cuál es el daño que hace? Rompe estas paredes del frente, llega a romper una pared del segundo nivel y paredes transversales. En el edificio San Bernardino todavía no hay ninguna señal de daño. Esto para carga exterior… Para la misma carga, para el mismo instante de tiempo, ubicamos la carga explosiva en el vacum. La intensidad del daño, evidentemente, es mucho mayor.

“Se avanza en amplitud… Otra vez la comparación… Acá es más evidente que de haber estado la carga explosiva ubicada en el exterior, hubiera hecho desaparecer el edificio de enfrente… No estaría existiendo como lo está ahora… Por el contrario cuando la carga explosiva se ubica en el vacum, para esa carga de 100 kilos, la predicción del daño es prácticamente igual al daño registrado.»

“Para concluir, entonces, el trabajo realizado implica primero un estudio exhaustivo del edificio antes de la explosión. En segundo lugar, un estudio de los daños acontecidos. En tercer término, la simulación o modelación de la carga y de los materiales y, lo que es más importante, capaz de reproducir el procedimiento de transmisión de la acción a los edificios. Con ese programa de computación fuimos capaces de reproducir y encontrar la ubicación más probable que consideramos es dentro de la Embajada, en el ambiente llamado vacum, para una magnitud de carga entre 100 y 120.»

Cráteres porteños

Por fin, habló el ingeniero Alberto Hugo Puppo: «Acá se nos dice que ha habido un cráter en la vereda, abarcando parte de la calzada. Nosotros no hemos encontrado, en nuestros análisis de las fotografías, que han sido muy meticulosos, indicios de ese cráter. Realmente, en el análisis de las fotografías tomadas desde el momento de la explosión hasta el anochecer del mismo día, el 17 de marzo de 1992, en todas las fotografías que hemos considerado, que son muchas, yo diría que más de 1.000, no hemos encontrado la presencia del cráter.»

«Yo he mostrado acá dos fotografías donde aparece una grúa que entró en el lugar al anochecer de ese primer día. Allí vemos que en la posición que da para el cráter el informe de Gendarmería Nacional tenemos ubicada una grúa, con un peso de muchas toneladas, sobre un pavimento que está totalmente liso…».

“Además, tenemos otra cosa más. Nosotros hemos pedido un informe a Aguas Argentinas. Mejor dicho: lo pidió la Corte por solicitud nuestra. Y nos han informado que con 80 centímetros de tapada y 80 centímetros hacia afuera de la línea municipal -la tapada es del plano de la vereda hacia abajo- tenemos ubicado un caño de un material frágil, de hierro fundido… Entonces, de acuerdo con la posición del cráter, no es admisible que ese caño no se haya destruido completamente en el momento de la explosión…».

Gendarme Laborda. Se hizo rico.

“Además, el perito de la Gendarmería (es decir, el segundo comandante Osvaldo Laborda) dice que la carga explosiva estaba guiada en una dirección, apuntando hacia el frente de la Embajada. Sin embargo, el cráter es al revés. El cráter que aparece allí es uno que tiene el diámetro mayor de la elipse en la dirección longitudinal de la calle Arroyo. Eso es otra cosa que llama la atención.»

“También tenemos, con respecto a esto del cráter, otra cosa que es sugestiva. Quisiera hacer un comentario particular sobre una apreciación del señor perito de la Gendarmería, que dice que no se puede hacer un cráter si no es con una explosión. La ciudad de Buenos Aires está llena de cráteres y no hay explosiones todos los días. Entonces, eso desvirtúa totalmente esa hipótesis. Con un pico es perfectamente posible hacer un cráter en unos minutos… Por otra parte, esto está avalado por la muy baja resistencia que tiene el hormigón en esa zona, de acuerdo con los mismos ensayos que presentaron esta mañana, que en algunos casos no alcanzan los 10 megapascales».

“Estos son los elementos que nosotros encontramos para pensar que en los primeros momentos, es decir, en esa tarde, el cráter no estaba allí.»

Sótano y conclusiones

Más adelante el Presidente de la Corte inquirió cuál era la posición de los peritos en relación a «lo que ha informado el perito de Gendarmería respecto de que se mantuvo indemne el sótano de la Embajada, que estaba abajo -supuestamente -o hubiera estado abajo, de donde se produjo la explosión.»

Contestó el ingeniero Puppo:

«Le agradezco que me lo recuerde, porque era un tema que quería exponer y lo había dejado de lado. El sótano está ubicado en la parte posterior de la Embajada, en una zona cercana más al Consulado. Es decir, donde empieza el techo a dos aguas, en la parte de atrás está el sótano. O sea, que no hay sótano donde presumimos que estaba el centro de la explosión. En realidad, no lo había, para decirlo en términos más reales.»

Los párrafos transcriptos de las actas escamoteadas al público son muy elocuentes. Eran de esperar consecuencias jurídicas y políticas una vez que la Corte Suprema hubiera ponderado el conjunto de los datos expuestos.

Pero eso no sucedió.

“La Corte hizo públicos los resultados de las pericias encargadas a pedido de la querella a la Academia Nacional de Ingeniería con el propósito de reorientar y relenzar la investigación. ¡Ardió Troya!. Israel y los sionistas criollos rechazaron los resultados alegando ¡cuándo no! que los supremos y los ingenieros peritos «eran antisemitas que querían culpar a las víctimas» e iniciaron una furibunda campaña para que la Corte se desprendiera de la instrucción y se la pasara … ¡al juez Galeano!. Entonces la Corte, para zafar de las presiones, convocó a una Audiencia Pública de Compatibilización de Pericias en la cual participaran todos los que habían opinado sobre el tema, incluidos los «peritos» israelíes y yanquis que, aunque fueron especialmente invitados, finalmente no concurrieron”, describe José Petrosino, uno de los escasos estudiosos de la causa.

“La crucial audiencia, que por presión de los sionistas se convirtió en ‘reservada’ (…) a los periodistas no los dejaron acercar a menos de cien metros, duró doce horas, y los ingenieros civiles demolieron los argumentos de Laborda y López, demostrando que el hoyo que, pretendían, era ‘el cráter’ de la explosión de un coche-bomba, no existió hasta días después”, continuó Petrosino.

“Fue el fin de toda investigación”, sintetizó. “La Audiencia de Compatibilización de Pericias se convirtió en secreta (aunque sus actas se filtraron a la web, están en http/www.tsunamipolitico.com/explosion702.htm) , y la Corte fue obligada a dejar la instrucción en una Secretaría Especial tan encubridora como la UIF del suicida Nisman, secretaría especial que sólo siguió las pistas plantadas que por su truchez ostensible no habían sido consideradas. Y cuando Menem dejó el gobierno, su mayoría automática + Fayt con un inicuo «fallo» (que el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, pretendió ‘cosa juzgada’) virtualmente cerraron la causa, que no ha vuelto a avanzar un ápice”.

Hace más de una década, el 11 de septiembre de 2004, escribí en el semanario Poder una nota en la que describí una ya añeja situación que desde entonces no ha variado:

“La publicidad de la pericia de la Academia Nacional de Ingeniería desató una insólita campaña contra la Corte Suprema. Sin explicitar por qué, el embajador Avirán, el jefe de la DAIA Rubén Beraja, y muchos otros declararon que cualquiera que considerase la hipótesis de la explosión interna mal llamada implosión era… antisemita.

“… La presión para que la Corte se aviniera a respaldar el consenso alcanzado por la CIA y el Mossad acerca de que el atentado había sido instigado por Irán y cometido por un kamikaze libanés… fue incesante. Beraja y Avirán pretendían pasarle la investigación al juez Galeano.

“Dicha presión llegó a transformarse, en 1997, en una amenaza pública del embajador Avirán, al entonces presidente de la Corte Suprema, Dr. Julio Nazareno, hecha por televisión, Avirán dijo que pediría el juicio político para los integrantes de la Corte, si avanzaban en la investigación de una posible implosión en el atentado a la Embajada, porque ése sería un acto de ‘antisemitismo’. En esa absurda y maliciosa posición lo acompañó, también públicamente, el entonces presidente de la DAIA Dr. Rubén Beraja.”

Esa amenaza del embajador israelí fue confirmada tiempo después, el 18 de marzo de 2005 por Página/12, diario insospechado de “antisemita”.

La Corte cede

Para tratar de cerrar el molesto tema, La Nación publicó el 6 de febrero de 1998 una nota visiblemente escrita a pedido:

“La Corte Suprema de Justicia de la República Argentina estaría dispuesta a sostener, antes del 17 de marzo, fecha en la que se cumplen seis años del atentado a la Embajada de Israel, que hay indicios de que fueron integrantes de la Jihad Islámica y ciudadanos de Irán quienes cometieron el ataque terrorista. Esa posición indica el límite de lo que dirá el tribunal ante la insistencia de la colectividad judía para que se pronuncie sobre el tema antes de aquella fecha. Los dirigentes de la colectividad judía reclaman que la Corte sostenga expresamente que la Embajada fue destruida por una bomba colocada en el exterior del edificio, y que sus autores son los iraníes, explicó una fuente del alto tribunal. ‘Nosotros no nos vamos a pronunciar ahora sobre el lugar en el que estaba colocada la bomba”, dijo la fuente. En cambio, la Corte sí estaría dispuesta a satisfacer el reclamo de la colectividad judía, hasta un cierto punto, en cuanto al origen iraní del atentado.”

De acuerdo a lo publicado, en mayo de 1999 la Corte aprobó y difundió una acordada en la que aseguró que en el atentado “se había utilizado un coche-bomba» y que la autora era una presunta «Jihad Islámica» a la que le asignó ser «el brazo armado de Hezbollah».

En realidad, la Jihad Islámica era sólo un “sello de goma” que usaron distintos grupos para cometer atentados anónimos. En los últimos tiempos suelen utilizarlo los terroristas del llamado Estado Islámico (EI, ISIS o Daesh).


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3 comentarios

  1. Estimado Salinas. Sigo su pagina atentamente. Me preguntó a mi mismo a que se refiere con «desanimado por la falta de interlocutores». Me califico como ese tipo de personas que leen pero rara vez comentan. Como argentino es demasiado doloroso leer estas cosas. Sabemos que nos vienen mintiendo, y cagando, de larga data. Que cada vez que la Side apatrida intervino en un caso nunca se supo más nada. Es el país donde nunca se sabe que paso o existen demasiadas versiones (llegado el caso hay gente que todavía cree pese a mucha evidencia que Yabrán esta vivo, en lo personal todavía me pregunto que paso con el crimen de Perel). Que la Justicia es un chiste, y que la mayoría de los funcionarios esta más preocupado en atornillarse a su sillón antes que cumplir con su cometido. Y encima, en la mayoría de las veces, no reciben castigo, sino mas bien, terminan millonarios.
    Pd. Ahora como colofon tenemos al pelotudo de Massa en israel hablando sobre el atentado, alguien debería regalarle su libro. Yo por lo pronto espero pasar por la libreria y hacerme de uno, aunque cueste leer.
    Saludos y no afloje, considero su labor como uno de los pocos reductos de periodismo serio.

  2. Estimado Juan José: comparto lo dicho por Andrés, en el anterior comentario. No son fáciles de digerir estas investigaciones tan detalladas, como la suya. He leído con gran avidez su último libro (y espero que pronto pueda salir su tomo 2). A medida que avanzaba en su lectura, iba recordando montones de «piezas» históricas que hoy parecen haberse olvidado para muchos: las valijas de Amira, la connivencia de un gobierno nefasto, el caso de Lourdes Di Natale, Al Kassar, el acomodaticio ejercicio de jueces y fiscales subordinados a los grandes poderes. En fin, ni más ni menos que la historia misma, en todo su esplendor. Más de una vez me pregunto si los familiares de las víctimas de los atentados -más que nadie, aquellos que solamente llevan encima el eterno dolor de la pérdida- conocen toda esa trama perversa de intereses, poder y dinero que le quitó la vida a sus seres queridos… Me suelo responder que sí, y así y todo, luchan por su memoria, suponiendo que jamás podrán dar con los verdaderos culpables. Por ellos, Salinas, no afloje y siga adelante con su extraordinario laburo

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