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UN PASADO QUE VUELVE: La militancia peronista en La Boca y sus cortinas musicales

Una música maravillosa

 

POR LUCAS YAÑEZ

Hace unos días leí que alguna universidad norteamericana, ¿Maine?¿Ohio?¿Wyoming?, realizó un estudio para determinar cuál es la canción “más alegre”.

Paréntesis: los medios de comunicación locales no tienen pruritos para publicar estudios como estos, pero se suman con saña a atacar cualquier estudio social elaborado por el CONICET. Cerramos paréntesis.

No recuerdo si ese estudio la consideró la “más alegre”, pero sí que aparecía mencionada la versión de Cyndi Lauper de “Girls just wanna have fun”.

Aparecida en el primer disco de la cantante, publicado a fines de 1983, es probable que esa canción haya llegado a estas costas en los primeros meses de 1984 con lo que tuvo un lugar destacado en ese curioso momento celebratorio que fue la primavera alfonsinista. Era una “fija” en los primeros “asaltos” a los que concurrí.

Paréntesis dos, para lectorxs sub 40: los “asaltos” eran encuentros bailables que organizábamos en alguna casa amiga, en los que los y las asistentes debíamos concurrir con alguna bebida y algún comestible para compartir. Cerramos este segundo paréntesis.

La música es fácilmente identificable y junto con ella el fácilmente entendible estribillo contribuyó a que sea una canción que de las que se te quedan “pegada” casi de inmediato.

A mediados de los ‘80, para alguien como yo, que entraba en la adolescencia, “Girls just wanna have fun” o “Las chicas sólo quieren divertirse”, era eso que ahora viene a descubrir un estudio universitario norteamericano: una canción alegre. Tal vez muy alegre. Con el correr de los años y con el avance de los movimientos de mujeres, la interpretación de Cyndi Lauper se convirtió en himno y declaración de principios feminista.

Sin embargo, más allá del recuerdo de bailes adolescentes y asaltos ochentosos, hoy “Las chicas sólo quieren divertirse” me trae a la memoria la primera pintada en la que participé.

A mediados de los ‘90 la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA no era el mejor lugar para hacerse peronista. Quizás mi identificación con el movimiento se debió a un sobre giro de rebeldía: cuando muchos rechazaban quedarse en el ‘45 y compraron el consenso de Washington, las privatizaciones y la desindustrialización como camino para entrar en el primer mundo, algunxs compañerxs, con la tozudez que dan las convicciones, sembraron pacientemente la semilla del peronismo «de Perón y Evita» confiando en que darían frutos que serían recogidos por nuevas generaciones. Y allí estaba yo, en puntas de pie, tratando de alcanzar uno de esos frutos, por entonces “prohibidos”.

Afortunadamente no estaba solo y con un grupo de compañerxs decidimos alternar los claustros universitarios con el territorio. El barrio elegido fue La Boca. En Sociales había algunos compañeros peronistas oriundos de la ribera. Hablamos con ellos y nos sugirieron reunirnos con los compañeros de “Descamisados”. Así que, un sábado a la tarde nos acercamos a la mítica Unidad Básica de la calle Iberlucea casi Lamadrid. En ronda de mate acordamos que nuestro ingreso al barrio, nuestra presentación en sociedad, sería con una serie de pintadas con cal y ferrite que realizaríamos en conjunto con motivo del próximo 17 de octubre para el que no faltaban más que un par de semanas.

En la fecha convenida nos acercamos a “la Básica de los Desca”. La cal ya estaba preparada desde el día anterior. Preparamos el ferrite y salimos por Lamadrid con todos los tachos, rodillos, pinceles y pinceletas.

Como principiante, me llamaron la atención la rapidez con que pintaban “Los Desca”; lo parejo de las letras; el hecho de que firmaran “en negativo”, es decir que le hacían un recuadro negro a las letras y estas quedaban en blanco; pero, sobre todo, la habilidad que tenían para pintar una manito con los dedos índice y mayor en “V”, algo que más tarde practiqué y practiqué pero nunca llegué a hacerla tan rápido y tan bien.

Nosotrxs pertenecíamos a la “Agrupación Resistencia” y le adosábamos al nombre un “VP” con las letras “A” y “R” a cada lado, de esa manera el nombre de la Agrupación podía leerse como “Agrupación Peronista Resistencia”. Queríamos hacer referencia al período de la Resistencia Peronista, para recuperarlo y también para mencionar los desafíos que nos planteaba un nuevo experimento neoliberal en nuestra Patria que, entendíamos, nos llevarían a un largo período de resistencia popular frente a los embates del libre mercado.

No teníamos la “cancha” de “Los Desca” para las pintadas callejeras, así que nos comenzamos a rezagar. Como la idea era llegar a pintar todas las paredes que nos habíamos propuesto (no sólo de La Boca, sino alguno de los paredones de Suárez al fondo y de Ramón Carrillo), decidimos dividir la fuerza militante en dos grupos: uno se adelantaría a blanquear las paredes y el otro vendría de atrás tirando y rellenando letras.

Me tocó estar en el grupo de blanqueo, así que cargamos los tachos de cal, los palos para revolver y los rodillos en el baúl del Fiat Spazio de Juan Carlos, uno de los referentes Descamisados.

Aunque el auto no refulgía de limpieza, nosotros estábamos bastante sucios así que nuestro lugar también fue el baúl.  Íbamos con Beto, uno de los “Desca” que también estudiaba en Sociales, con la puerta levantada, sentados en el borde del baúl y sosteníamos los baldes con cal entre las rodillas, tratando de que no se derramaran tanto en cada subida y bajada en las bocacalles.

Hay canciones que quedan asociadas a determinados momentos aunque no tengan en sí mismas mucho que ver con esas vivencias. Son, como dicen algunos, las bandas de sonido de nuestras vidas.

Creo que el auto arrancó por Lamadrid derecho. En algún momento del viaje, quizás cuando se dio cuenta de que estaba todo más o menos bien o cuando se resignó a que iba a tener que pegarle una manguereada al baúl para remover las salpicaduras de cal, Juan Carlos encendió la radio y entonces sucedió la magia. Por los altoparlantes comenzaron a sonar los acordes de “Las chicas sólo quieren divertirse” y enseguida la voz de Cyndi Lauper llenando el pequeño baúl y desparramándose por la puerta abierta en la tarde de Barracas. Estoy seguro de que no cantamos la canción. Pero no podría afirmar que no acompañamos el ritmo con algún movimiento lateral de tronco, hombros y cabeza.

Y así íbamos, haciendo equilibrio en el borde del baúl de un Fiat Spazio, sujetando tachos repletos de cal, con palos y rodillos, en algo tan parecido a la felicidad, rumbo a la siguiente pared que nos esperaba para ser blanqueada, meciéndonos al ritmo pegadizo de “Las chicas sólo quieren divertirse” cuando todo se detuvo bruscamente.

Al llegar a la avenida Montes de Oca, cuando nos disponíamos a hacer el codito para seguir por Lamadrid, la sirena de un patrullero nos arrebató el aire festivo.

Juan Carlos detuvo el auto en doble fila sobre Montes de Oca, apagó la radio y esperó tranquilamente que los ratis de la federal se acercaran a la ventanilla. No alcancé a escuchar lo que le dijeron los cobanis. Sí escuché su respuesta, que luego utilicé en circunstancias parecidas,

“Somos peronistas.  Estamos pintando por el día de la Lealtad”.

Uno de los polis dio un paso para atrás, señaló el baúl abierto y volvió a decir algo que no escuché.

Juan Carlos se dio vuelta hacia nosotros y nos dijo,

“Van a tener que ir caminando, muchachos”.

Bajamos del borde del baúl. Cerramos la puerta y nos acercamos a la ventanilla del conductor para arreglar nuestro punto de encuentro. Para entonces el patrullero había arrancado y se perdía de nuestra vista por Montes de Oca.

No sé si al Beto le pasó lo mismo, pero yo me fui caminando hasta el siguiente paredón tarareando, para mis adentros, “Las chicas sólo quieren divertirse”.

No podría decirles por qué me vino este recuerdo a la memoria. Tampoco por qué se los estoy compartiendo. Si me apuran, les diré que creo que todo esto sucedió en 1995 y que el año próximo se cumplen 30 años de la que fue mi primera pintada con cal y ferrite y que vaya a saber por qué, me quedó grabada en un rincón de la memoria. Si asumimos esta explicación, podemos avanzar un poco más en las similitudes políticas que el presente nos propone respecto de la década del ‘90. Y de las necesidades de que comiencen a aparecer pintadas, propaganda, acciones que den cuenta de la resistencia.

Estamos en una época del año que es propicia para enunciar nuestras intenciones para el año que viene. Permítanme que les comparta la mía: en el 2025 saldré a pintar junto con algunas compañeras y algunos compañeros por la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política.  Bienvenidxs todxs lxs que quieran ser de la partida. Quizás, seguro, nos acompañe la voz de Cyndi Lauper cantando “Las chicas sólo quieren divertirse”.  Y esta vez no habrá patrullero que interrumpa ese instante de felicidad con su sirena ni que nos haga bajar del baúl del Fiat Spazio que nos lleve a la próxima pintada.

¡Salú y felicidades!

Abajo, un comentario mío:

Lucas Yañez, historiador, es un alma gemela. La UB Los Descamisados de La Boca tuvo como cofundador a mi entonces amigo del alma Enrique «Keny» Berroeta (habíamos sido compañeros de clase en el Colegio Peuyrredón) adscriptos a las FAP y luego a los Descas originales, compañeros en la UB La Patria Grande del barrio de Montserrat) para entonces apodado «Polo», y en el barrio había militado mi amigo Luis (entre otros muchos compañeres entrañables) y más fugazmente quien escribe.

El texto de Lucas me hizo recordar una noche que a fines de 1975´, cuando ya había desaparecidos., un pelotón de militantes salimos a pintar leyendas contra López Rega (para entonces ya claramente identificado como jefe político de la Triple A) en la avenida Patricios; que dos compañeros estaban armados con revólveres/pistolas  Rubí/Bersa cal .22. y que un patrullero nos sorprendió. Yo, que estaba de «campana» logre escabullirme con la compañera Irene S. Por suerte, todos los compañeros lograron evadir la detención, y una posible desaparición (poco después, antes del golpe del 24 de marzo, Oscar,  hermano menor de Keny Berroeta, fue detenido por personal de la comisaría de Barracas y nunca más se supo de él). Creo que viendo que nosotros éramos varios y calculando que podíamos estar calzados, los  polis que ocupaban el patrullero  decidieron que lo mejor era dejarnos ir. Lo recuerdo y un estremecimiento me recorre la columna vertebral.

Curiosamente en esa misma época nuestras pintadas (que con poco timming reclamaban la formación de milicias montoneras para pelear por una patria socialista) se alternaban con otras que afirmaban que «La Boca es los Rolling Stone».

Mural en La Boca.

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