MARCELO RANEA. Murió el reportero gráfico que escrachó a dos asesinos seriales: El Duque Gallone y Massera
Murió Marcelo Ranea, el reportero gráfico que accedió a la fama al sacar una serie de fotos en las que un policía genocida y violador, Carlos Enrique Gallone, alías «El Duque» intentó en 1982 disolver una de las rondas de las Madres de Plaza de Mayo. Ranea, que entonces trabajaba en la desaparecida agencia DyN lo escrachó mientras estrujaba a una de las madres, que había estallado en llanto, y profería el clásico «¡Circulen!». Asistieron a la escena, entre otros Nora Cortiñas, que imprecaba a Gallone, y Andrés Sikirko, periodista de El Cronista (el flaco de bigotes que sostiene un magnetófono en la mano izquierda). Una de las fotos se prestaba a un equívoco pues podía interpretarse que abrazaba a la desesperada mujer como consolándola. Y así fue como el inestimable auxilio de Clarín, la dictadura intentó popularizar la instantánea como símbolo de una imposible reconciliación entre víctimas y verdugos.
Por esta foto, Ranea ganó el Premio Rey de España.
Esta es la serie:
Y ésta la historia contada por el autor:
Gallone, uno de los responsables de la Masacre de Fátima (el alevoso asesinato de 30 prisioneros, veinte muchachos y diez muchachas que estaban detenidos-desaparecidos en la Superintendencia de Seguridad Federal en ese paraje del partido de Pilar y la voladura de los cadáveres con explosivos, lo que hizo que unos cuantos no hayan podido ser reconocidos) se convirtió en uno de mis bativillanos preferidos**. Gallone, que siempre le echó la culpa de su cárcel e infortunio no a su vesania sino a las fotos de Ranea, murió el pasado mes de mayo a causa del Covid 19 a pesar de lo cual días pasados la cámara confirmó una de sus condenas de prisión a perpetuidad.
Con Ranea, simpático y dicharachero, fuimos compañeros en el tan efímero como sustantivo diario Nuevo Sur, allá por 1990. Ranea fue, concretamente, el responsable de la tapa de mayor venta de aquel diario (financiado por el Partido Comunista e impreso en papel soviético con la esperanza de acoplarse a un soñado giro a la izquierda del inminente gobierno de Carlos Menem en vísperas del desplome de la URSS) tras sorprender al almirante Emilio Eduardo Massera –que teóricamente estaba preso– en la avenida Las Heras y fotografiarlo.
Yo fui su cómplice y estoy seguro de haber narrado las circunstancias en las que se produjo ese segundo gran escrache* de Ranea más de una vez, pero como no encuentro esos textos (si un relato incompleto del propio Ranea publicado por Perfil) repetiré los datos que me conciernen.
Resulta que ese día, pasado el mediodía, llegué a la redacción sita en la calle Bartolomé Mitre y apenas entré, Ranea me contó que por la mañana había acompañado a su mujer a hacer no sé qué cosa al Hospital Rivadavia y que en esas circunstancias, estando sin su cámara, había visto a Massera bajar de un Ford Falcon, abrir con una llave la puerta de entrada de un edificio y entrar. Que estaba seguro que era él porque durante la dictadura, cuando Massera era comandante en jefe de la Armada, había cubierto varias actividades suyas para DyN.
De inmediato fui a ver al secretario de redacción a cargo, W.M., se lo conté y él me dijo… que escribiera un pirulo. Como insistí en que era necesario enviar un fotógrafo, W.M. me dijo que ese día había una dotación mínima de fotógrafos y que él no podía dar la orden de montar una guardia frente a ese edificio porque váyase a saber si habría resultados; que lo más probable era que el reportero gráfico quedara inmovilizado y ocioso todo el día. Seguí insistiendo y entonces me dijo que si alguno de los pocos disponibles se ofrecía voluntario para la labor, que fuera. Así que fui a la sala de los reporteros gráficos, lo dije y como era de esperarse, Ranea dijo sin vacilar que ya mismo iba para allá.
Pasaron una horas. Ranea había esperado que Massera saliera del edificio, pero lo sorprendió volviendo a él. En aquella época no había celulares ni nada que se les pareciera y avisó desde el teléfono público de una farmacia cercana del éxito de su misión. La Nación envió un cronista al lugar de los hechos y al día siguiente publicó lo narrado por el encargado de la farmacia: Que un hombre había llegado muy excitado al teléfono público y una vez obtenida la comunicación había exclamado «¡Díganle al Pájaro que tengo la foto!!»
La Nación se preguntaba quien sería el misterioso Pájaro al que Ranea se había reportado.
Envidioso por no haber tenido la exclusiva, el principal periodista de Página 12 sugería que Ranea la habría conseguido por sus vínculos con servicios de inteligencia enfrentados con Massera.
Al día siguiente, tras conocerse cuál había sido la venta récord de diarios, Jorge Luis Bernetti arengó a la redacción y hubo un brindis.
Pasaron muchos años. Con Ranea nos encontramos unas pocas veces. Se había especializado en fotografiar carreras de automóviles. Creo que estaba viviendo en Córdoba. No sabía que estuviera enfermo. En rigor, no sabía casi nada. Me caía simpático.
Me escribe Rubén Furman, un periodista muy solvente, a la antigua, un auténtico comunista que, tengo para mi, fue secretario de redacción, entre otros lugares, en Página 12 y la agencia Télam:
«Ranea era sanjuanino. En 1982 ambos teníamos un Fiat 128 y trabajábamos en DyN. Con otros reporteros e íbamos a pescar con nuestras familias. El día de la foto famosa caminamos juntos en la marcha. Luego nos vimos esporádicamente. En abril hablamos. Le pedí foto de Horacio Tato, a 35 años de su muerte. No la tenía, pero hablamos de esa foto, editada por Cuarterolo (MAC) y Tato. que produjo tanto impacto. No sugería reconciliación, sino que la tragedia de los desaparecidos era tal que hasta el policía se conmovía. Eso era lo que comentábamos em DyN. Nadie sabía quien era Gallone, que fue identificado bastante tiempo después. La foto se publicó en Clarin y en otros muchos diarios de acá y de afuera»·.
Dice Furman que Ranea le dijo que a pesar de lo importante que había sido en su carrera la foto, le había ocasionado muchos problemas. Al punto de pensar que si volviera a estar ese día en la Plaza de Mayo, posiblemente no la sacaría.
Lo cierto es que el se arrepintió públicamente de aquella escena fue Gallone, que le atribuía –con razón o sin ella– haber terminado en la cárcel.
Notas
*La palabra «escrache» es de larga data en el lunfardo rioplatense. Deriva del genovés «scraccé», como sinónimo de fotografía, especialmente retrato del rostro, y que de esta acepción pasó a significar cara y, especialmente, cara fea. De allí derivó el verbo escrachar con el significado de retratar y, más recientemente, de «mandar al frente», poner en evidencia.
**Escribí una contratapa del diario Sur sobre él. Tiempo después el director, Eduardo Luis Duhalde, me dijo que se había enterado de que Gallone estaba furioso y me quería literalmente matar, pero no por haberme referido a sus crímenes, sino por haber revelado sus estrechísimos vínculos con un conocido dealer de la farándula. Duhalde me dijo que había montado una pequeña operación para calmarlo por intermedio de Florencio Monzón, que conocía a Gallone desde la juventud, a fin de evitar que pasara a la acción.
Gracias por la nota sobre el recordado y querido Marcelo Ranea( Marce para los amigos y colegas). Quisiera aclarar que Marcelo no era cordobés sino sanjuanino. De nuevo ,gracias por esta nota.
Pablo M. Algañaraz Aranas, Reportero Gráfico