¿QUE SE CELEBRA EL 17 DE NOVIEMBRE? Un día peronista, por Lucas Yañez
El historiador Lucas Yañez recuierda que un día como hoy, hace ya 51 años, Perón regresó a la patria luego de 17 años largos de exilio, y la felicidad que nos embargaba entonces, motivo por el cual se celebra los 17 de noviembre el «Día de la militancia peronista». Yañez entrevista a protagonistas y se centra en la relación que hay entre los fastos perukas y el agua. Solo le faltó recordar cómo nos empapamos no hace tanto cuando ella nos convocó a las cercanías de la Plaza de Mayo.
Agua, cayendo del cielo

Si bien Evita llamaba a los pueblos a “enardecernos en el fuego sagrado del fanatismo” y el coronel Perón, en su rol de Secretario de Trabajo y Previsión, sanciona el Estatuto del Peón Rural, para brindar condiciones de trabajo justas para quienes trabajaban la tierra sin poseerla, si hay un elemento natural que parece caracterizar al peronismo . Es el agua.
La imagen icónica de las masas de trabajadorxs cruzando el Riachuelo aquel 17 de octubre fundacional, para después ratificar la relación con el líquido elemento sumergiendo las patas en la fuente, o la lluvia que acompaña a lxs manifestantes que se acercan a despedir los restos mortales de Eva Duarte al Ministerio de Trabajo y Previsión -actual Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires-, podrían confirmar el vínculo del peronismo y el agua [i].
Pero, como si fuera poco, el regreso del general Perón a la Argentina, después de 17 años de exilio, estuvo bañado por una lluvia pertinaz que empapó a lxs militantes que buscaban llegar al aeropuerto internacional de Ezeiza, para recibir al líder, eludiendo patrullas, cerrojos y pinzas, policiales y militares.
Agua, con furia y sin freno
Como había publicado Juan Domingo Perón, con el seudónimo Descartes, en el periódico Democracia el 31 de julio de 1952, “Los pueblos siguen las tácticas del agua. Las oligarquías, la de los diques que la contienen, encauzan y explotan. El agua aprisionada se agita, acumula caudal y presión, pugna por desbordar, si no lo consigue, trabaja lentamente sobre la fundación minándola y buscando filtrarse por debajo; si puede, rodea. Si nada de esto logra, termina en el tiempo por romper el dique y lanzarse en torrente. Son los aluviones. Pero el agua pasa siempre, torrencial y tumultuosamente, cuando la compuerta es impotente para regularla. Con los pueblos pasa lo mismo, los dos, torrente o pueblo, son fuerzas de la dinámica universal y actúan con leyes y mecánicas semejantes. Los viejos diques del imperialismo, las oligarquías y las plutocracias comienzan a ceder, esta vez en el mundo, como cedieron en Francia en 1789 y en Rusia en 1918 ante el impulso incontenible y avasallador de los pueblos”.
El editor, rumbo a Ezeiza, ese día. De sus comunicaciones proviene el «Pájaro Rojo».
Lava todos mis recuerdos
Siete compañerxs del Encuentro por la Memoria de La Boca y Barracas que vivieron la jornada del 17 de noviembre de 1972 como protagonistas, recuerdan ese día y vuelven a pasar por el corazón sus emociones.
“Nos empapamos”, dice Elba Arana, trabajadora de la salud por entonces en la Villa Cildáñez. “Salimos de noche con mis compañeros de trabajo”.
“Partimos de madrugada. Bajo la lluvia, a pie todo el trayecto, de Villa Itatí en Don Bosco, Quilmes, con compañeres de la villa y también militantes de Bernal”, cuenta Flora Bagú.
“Con la JP Avellaneda, donde empecé a militar, salimos marchando a las 4 de la mañana del local que estaba cerca de la fábrica SIAT”. Jorge Bispo –“Lucho”, para todxs- lo vivió como una odisea.
De donde salieran, a poco de andar, se iban encontrando con otras y otros. Los grupitos se hacían grupos y los grupos, columnas.
No hacía falta identificarse. Se respiraba en el aire la pertenencia común. Ratificada, si hiciera falta, en las mismas consignas, en los mismos cantos y en la madre de todas las canciones: la marcha. Estaba muy cercana la promesa de que “todos unidos triunfaremos”.
Aunque también era posible escuchar otras canciones igualmente redentoras.
“¡Recuerdo a Pepe, el cura tano, cantando el “Bella Ciao! ¡Seguramente íbamos en la misma columna!”, se entusiasma Vicky Lombán ante la posibilidad de haber conocido, hace 50 años, marchando por el regreso de Juan Perón, a Flora Bagú.
Dame en tus hojas la bendición
Y es que, en la columna de Villa Itatí marchaba el cura obrero, vinculado al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y al Movimiento Villero Peronista, José “Pepe” Tedeschi, referente de los villeros de Quilmes desde que eligió vivir en la Villa Itatí antes que en la parroquia Don Bosco, que tenía asignada.
No son pocos los testimonios que mencionan a sectores de la Iglesia jugando un papel en la movilización, “En Quilmes, las reuniones previas con todxs y todos los preparativos para la movilización los hicimos en la iglesia de Farinello”, recuerda Vicky Lombán, y agrega: “Yo militaba en Beraza, en la gloriosa JP y nos juntábamos ahí”.
“Las comunidades cristianas de base movilizaron. Si no orgánicamente, sus integrantes fueron por su cuenta”, Gabriela Eroles hace memoria de conversaciones con sus padres. “Mi vieja era psicóloga voluntaria en María Madre del Pueblo, en la Villa del Bajo Flores con Ricciardelli. Fueron porque era un momento histórico”.
Además, en el vuelo chárter de Alitalia que trae de regreso a Juan Domingo Perón viajan, como parte de la comitiva, los sacerdotes Carlos Mugica, cura de la Villa 31 de Retiro y Jorge Vernazza, cura de la Villa del Bajo Flores -compañero del mencionado Rodolfo Ricciardelli-, ambos referentes del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Guerras, amores y juegos
“Fuimos pasando por distintas casas del Gran Buenos Aires”. Elba evoca las escalas que hicieron en casas compañeras: “Tomábamos unos mates y seguíamos. Y así de casa en casa”.
Hasta que, en algún lugar del recorrido que cada unx tiene por delante, lxs militantes son interceptados por efectivos del ejército o de las fuerzas de seguridad que forman parte del mayor “dispositivo de disuasión” hasta la fecha. La dictadura ha puesto al país bajo el estado de sitio. No se permiten reuniones ni manifestaciones. Y los accesos a Ezeiza están cerrados para todxs aquellos que no puedan demostrar fehacientemente que tengan que viajar.
Lucho se acuerda de que, apenas pasando Ingeniero Budge, “La policía nos impidió avanzar más. Había mucha policía”.
“En algún lugar del camino nos llevaron a una comisaría por una hora”, el testimonio es de Flora, pero no puede precisar en qué destacamento estuvieron demoradxs. Más adelante fue el ejército el que les impidió avanzar.
“Gendarmería no nos dejó cruzar el Río Matanza”, relata Cristina Muro. “Entonces nos guarecimos de la lluvia en una estación de servicio llena de gente”.
Fuegos, relámpagos, truenos
“Trabajaba en una fábrica textil, Sugry”, es el turno de Berta Kestenbaum. Para movilizar,
“Nos juntamos en la puerta con un montón de compañerxs. La organización era muy de base y peronista. El micro que nos iba a llevar a Ezeiza nunca arrancó. Fue un bajón total, pero terminamos haciendo choris en la puerta de la fábrica”.
Barcos, montañas y sueños
Cristina y sus compañerxs seguían en la estación de servicio. “Por una radio escuchamos lo que pasaba. En un momento, el locutor dijo: ‘El general Perón acaba de pisar suelo argentino’. En ese momento un señor muy mayor se puso de rodillas. Lloraba. Nos pusimos a cantar la marcha”.
Para Berta, Cristina, Elba, Flora, Lucho, Vicky, los papás de Gaby y las decenas de miles de militantes que se movilizaron ese 17 de noviembre, estaba más cerca que nunca el momento en que, “reine en el Pueblo el amor y la igualdad”.
Para ir a la marcha, Lucho le había tenido que pedir permiso a su padre. Al día siguiente,
“Mi vieja me contó que mi viejo lloró. Y eso que él era un duro que venía de la Resistencia”.
Todo descansa en tu corazón
“Volvimos a pie”, revive Flora, “empapados”. “Mojados y felices”, agrega Lucho. “Lloramos, como yo, ahora, recordando todo aquello”, Cristina se pasa el dorso de la mano por los ojos.
“Cantábamos”. Una sonrisa se dibuja en la cara de Elba. “Estábamos segurxs de que iba a volver. Todo era alegría. Íbamos a una fiesta y se pensaba en un futuro prometedor”.
Cincuenta y un años después del regreso de Juan Domingo Perón a su Patria, lxs compañerxs que compartieron sus recuerdos de aquel día con nosotrxs continúan militando con una alegría parecida a la que tenían entonces y que nos contagia a quienes tenemos la suerte de caminar con ellxs.
Berta es militante por los derechos humanos en La Boca, Barracas y San Telmo. Cristina participa en Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas. Elba estuvo detenida durante la última dictadura cívico-militar y aún continúa trabajando en Salud Comunitaria. Flora es docente en el Bachillerato Popular Germán Abdala. Gabriela es trabajadora social, recorre, de arriba abajo, el “Barrio Chino” de La Boca. Lucho está al frente de una Cooperativa de Trabajo. A Vicky la podemos encontrar todas las semanas en el Congreso, manifestándose junto a sus compañerxs adultxs mayores.
Nota
[i] El artista plástico Daniel Santoro ha construido una interesante reflexión, que aparecerá reflejada en su obra, en torno a la relación entre el peronismo, el agua y la redención.