SALARIOS – LUZ ROJA. El salvaje «sablazo» del 25% erosiona la palabra del Presidente que es su mayor capital
Es un atentado a la lógica. Un autoatentado. El Presidente prohíbe los despidos durante la pandemia. Los supuestos representantes de los trabajadores acuerdan con los empresarios (algunos de los cuales, como Rocca, ya se habían ciscado en dicha prohibición) pegarle un monumental sablazo a los salarios, el más grande de la historia, una exacción de un peso cada cuatro… con el fútil argumento de que lo hacen para evitar despidos. Y el Gobierno que prohibió los despidos, a través del Ministerio de Trabajo, convalida ese acuerdo espúreo, vil, traidor*, hecho a espaldas de los trabajadores… y al hacerlo vuelve la palabra presidencial, su máximo capital, papel mojado. Resultado: Rocca y otros violadores, como Magnetto (que tiene el desparpajo de abonar sueldos en cuotas) huelen sangre y seguramente se han de animar a otras trapisondas.
Poniéndolo en su debido contexto, en el que todos los argentinos de bien apoyamos la autoridad presidencial, Artemio López enciende una luz roja de alarma:
Anticomunismo bizarro
El fracaso rotundo de la bizarra marcha “contra el comunismo”, convocada por la coalición Cambiemos en general y el PRO en particular, muestra fehacientemente la pérdida del sentido de realidad de la conducción de la fuerza de derecha conservadora.
El trípode “desnorteado” conformado por Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Miguel Ángel Pichetto no logra hacer pie en una coyuntura dominada por los aciertos de Alberto Fernández en materia de estrategia contra la pandemia, estrategia que hoy lo empina en la opinión pública con más de 65% de imagen positiva.
Junto al trípode conservador, el fracaso y la desorientación incluye a los medios opositores y sus principales referentes periodísticos y “opinators” varios, que ya no interpelan con éxito a sus interlocutores comunitarios, o al menos no lo hacen con la misma eficacia de apenas tres años atrás.
Cierran el círculo de derrotados tras el fracaso de la cruzada anticomunista los sectores del poder económico, en particular grandes exportadores, sector financiero y principales formadores de precios domésticos, que no paran de sabotear abiertamente las medidas de política económica desplegadas por el gobierno nacional.
En sentido contrario, el gobierno nacional avanzó en la perspectiva de profundizar un modelo opuesto frontalmente al desarrollado por el neoliberalismo durante la gestión de Mauricio Macri. Intransigencia con el tema deuda a pesar de las presiones de bonistas locales e internacionales, decisiones estratégicas en organismos claves para la salida futura de los efectos de la pandemia, como la designación de Fernanda Raverta en Anses y un sinnúmero de medidas de transferencia de ingresos con distinta eficacia sobre hogares y sectores económicos golpeados especialmente por la crisis.
Como puntos débiles de la gestión nacional, al menos dos parecen observarse y están implicados. Por el lado de los egresos familiares, el descontrol de precios, en especial de alimentos, no parece tener fin, y la caída de ingresos familiares sigue marcando el acontecer cotidiano de los argentinos.
Al respecto, el recorte del 25% de salarios acordados entre la Unión Industrial Argentina y un sector de la Confederación General del Trabajo con el visto bueno del gobierno nacional, el mayor desde la recuperación democrática, parece destinado a profundizar la crisis económica por caída de consumo y, peor aún, desautorizar la valiosa palabra pública del Presidente, construida hasta hoy muy eficazmente.
En efecto, Alberto Fernández prometió que no habría recortes salariales en su gestión, y ya los hay en una magnitud récord desde la recuperación democrática. A pesar de que prohibió los despidos en este tramo signado por la lucha contra el virus, ya hay despidos, no solo los de Techint, y, aún más grave, el enorme recorte salarial pactado por la UIA, la CGT y el Gobierno tiene como fundamento evitar los despidos que paradojalmente fueron prohibidos por el Presidente. Estas graves circunstancias dañan la credibilidad de la palabra presidencial, sin duda el valor más preciado que construyó la actual gestión desde que asumiera la presidencia Alberto Fernández, tras cuatro años de devaluación absoluta de la palabra pública en los que Mauricio Macri afirmaba que hoy era sábado y todos pedíamos un almanaque.
Un traspié del gobierno nacional, y en particular del Presidente de la Nación, quien, como señalamos en la columna anterior, sabe bien, por ser testigo privilegiado de época, que la primera y gran tarea que acometió Néstor Kirchner en 2003 –tras la megacrisis de 2001 y el “que se vayan todos”– fue reconstruir la palabra y la autoridad presidencial, sin la cual nada es posible en la gestión, y menos enfrentar una crisis de la magnitud que enfrentamos y la que sobrevendrá a la pandemia. Y la clave para sostener la autoridad presidencial que ha construido ejemplarmente no es satisfacer las demandas corporativas de los grupos de poder, incluidos los gremios que se hacen cómplices de las demandas patronales, sino mantener sólida su relación con la opinión pública, que en una mayoría notable hoy lo acompaña en su tarea.
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* N. del E: La participación en las ganancias tiene rango constitucional. Sin embargo, los patrones se cagan en ello y no socializan las ganancias, pero si las pérdidas. Y los supuestos representantes de los trabajadores acuerdan, sin siquiera recordarles que en el caso en que vuelvan a obtener pingües utilidades compartan una parte como indica la ley. El barrionuevista Acuña y el cafisho de enfermeras Daer más que traidores son… empresarios.