SAN MARTIN – RIEGO. Liberales en España, libertarios y federales en Argentina, rojos en ambas orillas
En estos tiempos en que procuramos empaparnos del espíritu de nuestros próceres para resistir la ofensiva desintegradora del Partido del Extranjero y preparar el contragolpe esta nota me llamó la atención por poner blanco sobre negro lo que me sucede cuando estoy en España, mi segunda patria. Allí soy claramente de izquierdas (siendo que la izquierda española es, claramente, una continuadora del liberalismo decimonónico) y al regresar aquí… sigo siendo rojo, pero me vuelvo instantáneamente casi mazorquero. Veo que lo mismo le pasaba a San Martín, que se consideraba políticamente hermano de Rafael de Riego (retrato) y al mismo tiempo no podía dejar de manifestar su simpatía por Rosas.
Y ya para complicar aún más las cosas y en estos tiempos que hasta muchos ateos formamos junto al Papa, les dejo esta versión del Himno de Riego (que, como sabrán, se convertiría en el Himno de la Segunda República en 1934) ejecutada por un grupo de hijos de asturianos republicanos exiliados en México (Riego era asturiano). Himno que mi padre canturreaba con una letra netamente anticlerical que entonaban los soldados leales durante la guerra civil: Si los frailes y curas supieran / la paliza que van a llevar / subirían al coro cantado / “libertad, libertad, libertad” (…) Quisiera ver un fraile / colgado de un farol / y cuatrocientas monjas / bailando alrededor.
Bueno, me fui al carajo. Los dejó con Nicolás Trotta, rector de la UMET. JS
San Martín y el ideario antiabsolutista
La figura de San Martín, como prócer por excelencia junto a Simón Bolívar de la emancipación sudamericana, ha despertado no pocos elogios a lo largo del tiempo. Tanto propios como extraños se han referido al Libertador como un ejemplo de abnegación, inteligencia y genio militar. Ernesto Guevara valorizó la figura de San Martín al referirse a él en su discurso en el Paraninfo de la Universidad de la República, en Montevideo, el 17 de agosto de 1961, definiéndolo como un “héroe continental”, como un “hombre de América” que no pertenece a ningún país en particular, sino al continente todo, a la Revolución, al lado de próceres como Artigas, Bolívar o José Martí. De un calibre semejante resultan las apreciaciones de Juan Domingo Perón quien afirmaba que “A San Martín lo vemos como maestro, como jefe, como artesano, como político, como gobernante, como estadista y como guerrero. Los hombres superiores sirven para dirigir todo eso. Después venimos los hombres comunes que, bien dirigidos, servimos para todo o para nada” (1).
No obstante, la estampa del Libertador ha conocido detractores también, algunos de los cuales han insistido en ver en San Martín a un traidor a su Madre Patria, por haber servido primero en las filas peninsulares en donde cursó su carrera militar y participó en diversas batallas, tanto en África como en España (la más renombrada de las cuales resultó ser la batalla de Bailén, en oportunidad de la invasión napoleónica a la península ibérica) y haber vuelto sus armas luego en contra de los realistas en el escenario americano. Incluso hay quienes, por esta circunstancia, lo tildan de desertor de los ejércitos del rey. Esta afirmación ha sido sostenida por diversos autores españoles, quienes acusan de esta condición a varios patriotas sudamericanos. Entre estos historiadores destaca Eduardo Comín Colomer, que atribuye la condición de desertor a San Martín como consecuencia de su ingreso en la logia masónica de Cádiz (2).
Sin embargo, a poco de indagar algo más en la vida y obra del prócer se comprende que tales apreciaciones son erróneas e incluso injustas. Erróneas porque, como señala Ricardo Piccirilli, San Martín solicitó su retiro del Ejército Peninsular, y lo obtuvo por Real decreto en fecha 19 de septiembre de 1811, lo cual deja sin efecto la acusación de deserción (3). E injustas, al menos por dos motivos: en primer lugar, mal puede atribuírsele deslealtad a quien ingresara al ejército español a los once años de edad y una vez formado competentemente, decidiera brindar su lealtad a una causa a la cual habría de dedicarle toda su vida: la lucha contra el absolutismo. Y en segundo lugar, porque tal visión parece afectada de un reduccionismo insostenible, el de considerar a la Guerra de la Independencia como un enfrentamiento entre dos naciones diferentes, y no como lo que las interpretaciones históricas más reconocidas actualmente señalan que fue: una guerra civil que opuso, tanto en España como en América, a los partidarios del absolutismo contra los defensores de las libertades cívicas y la superación del oscurantismo político y cultural, que la monarquía absoluta representaba.
Al respecto el historiador Norberto Galasso hace mención a un pasaje del libro de Rodolfo Terragno “Maitland & San Martín” en el cual el autor, citando a su vez a un historiador, el marqués de Lozoya, consigna que “El San Martín que, una vez en América, lucharía contra los representantes del Rey, no obraría contra España sino contra el absolutismo”. (4)
Parece entonces necesario resaltar el aspecto eminentemente político de San Martín. Esto supone hacer a un lado por un momento la imagen broncínea y ecuestre del prócer, que ha suscitado tanta admiración por parte de unos como encono por parte de otros, para plantearnos algunas cuestiones que resultan fundamentales: ¿Basado en qué principios promovió San Martín la convocatoria a la Asamblea del año 1813, diagramó en acuerdo con Güemes la defensa estratégica del territorio leal a la Revolución, y planificó y ejecutó el cruce de los Andes y la liberación de Chile y Perú?
Para indagar en esta tarea disponemos de las palabras del propio San Martín, por ejemplo aquellas que pronunciara durante su campaña al Perú en referencia a la sublevación del Teniente Coronel Rafael del Riego en enero de 1820, quien se declaró en rebeldía contra Fernando VII proclamando la constitución liberal de 1812. Dijo el Libertador: “La Revolución Española es de la misma naturaleza que la nuestra: ambas tienen a la libertad por objeto y la opresión, por causa” (5).
Por otro lado, podemos reparar en los dictámenes de la Asamblea del año XIII, cuya convocatoria, como ya se ha dicho, San Martín promovió intensamente: declaración de la soberanía del pueblo, supresión de títulos de nobleza, libertad de vientres, derogación del servicio personal de los indios, libertad de cultos y de imprenta, abolición de los tormentos, acuñación de moneda, proclamación de símbolos patrios, entre otros más que, como los mencionados, reflejan fuertemente la concepción liberal y moderna de quienes los promulgaron. Y podemos observar también su actuación directa en el terreno político, tanto en la producción de hechos políticos como símbolos de su ideario y su concepción de la soberanía, tales como la entrega del sable que utilizó en sus campañas a Juan Manuel de Rosas como reconocimiento a su resistencia frente a la agresión anglo francesa; o como su negativa a aceptar la oferta de Lavalle, a cargo del gobierno de Buenos Aires a principios de 1829, de asumir el mando del ejército y la provincia, en repudio a su accionar homicida y a las anteriores maquinaciones rivadavianas.
Junto a estas manifestaciones podemos observar también sus claras muestras de independencia de criterio, cuando rechazara el mando del Ejército del Norte en 1814, o cuando incurriera en franca desobediencia frente al Director Supremo, al negarse a tomar partido por el poder central ante el levantamiento de los caudillos federales en 1819. A este respecto se referirá posteriormente en una carta a Tomás Guido del 20 de octubre de 1845, en la que afirmó: “yo no pertenezco a ningún partido (…) soy del partido americano”. (6)
Otra de sus manifestaciones políticas contundentes por el grado de su alcance, lo constituye la misma naturaleza del ejército de los Andes, “su propio ejército” podríamos decir, puesto que él mismo lo ha creado. Y son las tropas, sus oficiales más precisamente, quienes lo designan jefe por medio del Acta de Rancagua y enarbolan una bandera que les es propia, la bandera de los Andes.
Finalmente, tal vez su acto político de mayor trascendencia y el que delinea claramente el perfil de su figura, pasa por su histórico renunciamiento frente a Bolívar, a quien cede su ejército, su posición de poder y el usufructo de sus hazañas militares. Nunca más lejos de la traición, San Martín renunció a la gloria en el mismo acto en el que la obtenía para siempre, movido por convicciones despojadas de ambición de poder y opuesto a la lucha fratricida.
En conclusión, podemos decir que la principal preocupación de San Martín fue la derrota del Absolutismo y que más allá de los localismos y las adscripciones territoriales, el Libertador se preocupó por generar siempre las condiciones que le permitieran actuar con independencia de los poderes de turno, embarrados en sus rencillas particulares y siempre deseosos de echar mano a los talentos y recursos que San Martín desplegaba.
Frente a esto, y en una situación sumamente difícil y enrevesada, San Martín demostró la firmeza de su criterio, la claridad de objetivos que le brindaba su ideario anti absolutista, y su intenso humanismo.
Parafraseando al Libertador digamos que San Martín fue lo que debía ser, consciente de que, de no ser así, de haberse dejado arrastrar por el violento remolino de las pasiones facciosas de su época, no hubiese sido nada.
Notas
- Perón, Juan D. “Discurso de clausura del año Sanmartiniano, 1950. Citado en Urriza Manuel (2007). SanMartín y Bolívar vistos por Perón, Colihue. Buenos Aires.
- Comín Colomer, Eduardo (1956). “Lo que España debe a la Masonería”. Editora Nacional. Madrid. Citado en Lappas, Alcibíades (1982). San Martín y su ideario liberal. Editorial Símbolo. Buenos Aires.
- Piccirilli, Ricardo (1967). ¿San Martín conoció a Guido en Londres?. En Investigaciones y Ensayos Nº3. Academia Nacional de la Historia. Buenos Aires.
- Citado en Galasso, Norberto (2006). San Martín ¿padre de la patria? o Mitre ¿padre de la historia? Ediciones Nuevos Tiempos. Buenos Aires. Pg. 14.
- Citado en Galasso, N. op cit. Pg. 42.
- Citado en Galasso, N. op cit. Pg. 49.
«Parafraseando al Libertador digamos que San Martín fue lo que debía ser, consciente de que, de no ser así, de haberse dejado arrastrar por el violento remolino de las pasiones facciosas de su época, no hubiese sido nada.» -> Por favor. Debió haber tomado las armas por la causa facciosa federal y haber impedido la balcanización del virreynato. Se peca por acción o por omisión. ¿Qué herencia política dejó San Martín? Por supuesto que no se podía garantizar el triunfo, podría haber terminado como Bolívar, pero al menos este último lo intentó. ¡Maldita nuestra suerte de tener caudillos que defeccionan! Tenemos que conformarnos con Sant Martines, Rosas, Perones. ¡Cuándo nos tocará un Abraham Lincoln!
Una copla para el dios Mercado
Quisiera …
Quisiera que el monstruo se muera,
Y terminar el martirio …
Meterlo en un frasco de vidrio
Y conservarlo en salmuera …