ADIÓS A LUCAS CARRASCO: Sus textos póstumos, los dichos de Calamaro y la canción de Zambayonny
Lucas Carrasco murió ayer. Con él muere también una manera adolescente de entender el periodismo y un intento de maridar a Charles Bukowski con la política. Y, también, una manera que parecía muy exitosa de encarar las relaciones sexuales y que terminó con una condena en primera instancia por violación en el marco de una relación consensuada. Condena impensable años atrás y que es inseparable de un fenómeno que signa nuestra época: el ímpetu y efervescencia de los movimientos feministas
Lucas Carrasco pasó de elogiarme a calumniarme de manera brutal al no poder asimilar mis críticas, duras pero hechas con buena fe. Siempre me llamó la atención que algunos jóvenes compañeros de La Cámpora le dieran tanta importancia a sus diatribas hasta el momento que dieron un giro de 180º y se dirigieron contra ellos. Antes, una vez, me desarmó. Fue cuando se autoinvitó a un programa de La Otra, por radio La Tribu donde estaba anunciado que Oscar Cuervo y Guillermo Villalobos me entrevistarían. Claro que por entonces me elogiaba. Se coló con el argumento de que quería conocerme y, ante mi sorpresa monopolizó gran parte de la conversación (ver foto). Poco tiempo después, me invitó a un programa que él tenía en Radio Nacional junto al cantautor Zambayonny. Para entonces ya estaba muy quemado. Por la cocaína, pero sobre todo por el alcohol. Todavía escribía en el diario Crónica y gozaba de alguna protección por parte de la jefatura de La Cámpora. Que perdió enseguida. Corría 2013, cuando trabajando para Radio Nacional fue a cubrir las abnegadas labores de rescate de los inundados de La Plata emprendida por La Cámpora y se enfrentó en tren de capanga con el personal de la emisora por lo que fue repudiado por la comisión interna de la emisora y perdió sus apoyos. Poco después, presumiblemente borracho, trato en un tweet a la Presidenta de «gorda», y al día siguiente, al darse cuenta cabal de lo que había hecho; de lo irreparable de la afrenta; de como había cruzado de modo irreversible una línea roja, supo que solo le quedaba por delante subirse al carro de los Lanata, Leuco y Majul. Entonces fui el primero en fulminarlo, al advertir que «Lucas Carrasco cambió de bando«. Aunque su repuesta fue artera, y aunque hizo el amague, no pudo, supo o quiso acceder a ese nivel superior de canallería y quedó a mitad de camino, detestado por los que estaban a uno y otro lado de la mentada grieta. Incluso en un momento, se diría que arrepentido, intento un imposible retorno, momento en el que sostuve con él una ardua polémica. Borrachín, machista, cocainómano y también ¿a pesar de eso o por eso? gran conquistador de compañeras de militancia o de parranda, tiempo después comenzó a sonar cada vez mas el run run de que había sido un abusador, aprovechando su módico poder (se decía que tenía, había tenido, llegada directa a Máximo Kirchner) en su relación con jóvenes mujeres. Y por fin, luego de que varias denuncias contra él fueran desestimadas por falta de sustancia, fue condenado a 9 (nueve) años de prisión por haber forzado sexo anal con una joven con la que tenía relaciones sexuales consensuadas desde varios meses antes y con la que las había tenido sexo minutos antes y seguiría teniéndolo minutos después. Condena bastante sorprendente por lo severa si se tiene en cuenta que el homicidio simple está penado con 8 (ocho) años. Una condena que Lucas Carrasco confiaba en poder revertir en la Cámara de Apelaciones.
Me enteré de su muerte hace unas horas. Luego vi en Facebook que Andrés Calamaro (que no me conoce, de cuyas canciones gusto pero de quien también pongo distancia por sus coqueteos y expresiones de simpatía con los fascistas carpetovetónicos de Vox) salía a lamentar desde Madrid su deceso y a negar que haya sido un violador… lo que motivo un alud, una catarata de mensajes lapidarios, casi todos de militantes feministas (ver aquí, aquí y con mas extensión aqui, en el twitter de Brad Pitbull, seudónimo apodo escogido por Calamaro).
Hechas aquellas salvedades, coincido por lo expresado por Calamaro en su página oficial de Facebook: «Hasta ayer recaía sobre él la presunción de inocencia al no estar firme la condena, leí el fallo, cuestionable desde varios puntos, su despedida no debería causar odio, técnicamente murió siendo inocente. Jurídicamente con la muerte del imputado prescribe la acción penal (no la pena al estar recurrida la sentencia) y debe dictarse su sobreseimiento.»
En fin, que ahora que ya no es ni está, me parece lógico publicar estos, me dicen que de los últimos escritos de Carrasco. Son dos textos, y me los había pasado días antes un colega que no se atrevió a publicarlos, temiendo la reacción del sector punitivista del feminismo ante lo que podría haber sido interpretado como una reivindicación de, cuanto menos, un abusador. En el primero, breve, se defendió de las acusaciones que cimentaron esa dura condena en primera instancia y explicitó sus esperanzas de que la cámara la revirtiera. El segundo, el último texto publicado por Carrasco en Noticias de Entre Ríos, provoca escalofríos porque en él habla recurrentemente de su derrota, de su muerte; de las veces que fue anunciada sin que llegara; de su cercanía; de su certeza de que moriria en Paraná, su ciudad natal.
Me parece que teniendo esos textos, silenciarlos sería un crimen, pequeño, pero crimen al fin: Ni a los condenados a muerte se les niega el derecho a pronunciar sus últimas palabras.
Antes ofrezco la canción que ¿premonitoriamente? escribió Carrasco y cantó Diego Savoretti, La vida en breve). Y después, Delirius tremens, la canción de Fito Paéz y Joaquín Sabina que Carrasco escogió para ilustrar y acompañar su última nota.
La otra versión sobre mi condena
En Noviembre de 2016 me enteré, por una radio paranaense, que me denunciaron por abuso sexual. Me condenaron en setiembre de 2019 en primera instancia.
La denuncia decía que yo había abusado de 4 chicas entre los años 2011 y 2013, todas kirchneristas (en el año 2013, yo hice fuertes críticas al kirchnerismo y me alejé). Los abusos se habrían cometido en una casa de Palermo, cuya dirección proporcionaron y ocurrieron en una fecha que no pudieron recordar.
La denuncia fue rechazada porque los hechos descritos por las denunciantes no constituían ningún delito. La volvieron a presentar modificando los hechos, pero la denuncia fue nuevamente rechazada por falta de delito.
Entonces, armaron una campaña en sitios marginales y hasta delirantes del kirchnerismo periférico donde contaban una tercera versión, ésta sí incluía delitos, y abrieron un mail que jamás presentaron a la justicia para que en ese mail alguien me denuncie de los hechos que ya me adjudicaban. Página 12 llegó a publicar el mail buscando que alguien diga que cometí esos delitos.
Rápidamente, Clarín, con foto mía en 678, tomó el tema y aumentó las denuncias a 60 y pico, basándose en lo que le decían estas chicas que decían que decía el mail que jamás mostraron. Todo era una absoluta mentira. Pero ahí no quedaba otra que darle cauce a la denuncia real del grupo de Facebook «Contra Lucas Carrasco», dado que salió en los medios. Fui a indagatoria, acepté hablar y responder preguntas (grave error) y dije el día exacto, la hora y el mes de cada caso. Y aclaré que 2 de los 4 sucedieron en otro departamento donde yo vivía, pues me había mudado. En el 4 caso, dije no recordar (era cierto, la chica había mentido que me conocía y nunca me había visto en persona).
El juez dictó la falta de mérito, que en estos casos, donde de facto se invierte la carga de la prueba, es una absolución. Más por el tiempo que había pasado. La querella apeló, mi abogado de entonces no fue a la audiencia y me procesaron por el caso de Sofía Otero.
Luego de un par de años, las otras causas terminaron en absolución y nadie nunca me llamó de ningún medio para preguntarme qué opinaba de ese coro de chicas que mintieron por todos los medios algo que la justicia probó que era mentira.
En un caso, porque la chica me seguía escribiendo, pidiéndome plata para bajar la denuncia. En el otro, porque no tuvo el agrado de conocerme y llegaron dos casos a juicio. En uno fui absuelto por falta de delito (ella me objetó que la eché de mi casa en un horario donde no había colectivos: SÍ, ÉSE FUE EL ABUSO SEXUAL) y en el caso de Sofía Otero, aunque nunca más la volví a ver, presenté 3 años de conversaciones posteriores a verla.
Una chica, que declaró la verdad en el juicio, me dijo que Otero me quería conocer. Esta chica había tenido relaciones sexuales conmigo y me había presentado a varias compañeras de La Cámpora con las que tuve sexo consentido. Otero mintió diciendo que me conoció en un bar, mostré las conversaciones de chat sobre cómo fue el conocimiento y cómo acordamos tener sexo (yo fui al grano, nada de seducción. Sí, soy un asco, pero no un violador). En una, pasado un año del supuesto abuso, me invitó al cumpleaños. En otra, a salir un viernes. En ambas dije que no. En otras yo quise volverla a ver y me contestaba «no, Lukitas, ahora ya mismo no puedo» y en el 2013 me trató de traidor por irme del kirchnerismo orgánico donde nunca estuve: jamás integré La Cámpora y sí fui simpatizante kirchnerista, periodista militante y por eso salió en todos los medios con fotos donde yo no estaba en TN o canal 26 o canal Metro o cualquier otro canal donde hubiera estado o trabajado, sino en 678, Infobae o Duro de Domar.
La denuncia de Otero dice que tuvo sexo consentido conmigo, que luego la penetré analmente sin su consentimiento y que luego la relación sexual fue oral y siguió, con su consentimiento. Y que se dio cuenta, se «autopercibió» violada cuando leyó el relato de una de las chicas que mintió en Facebook y armó el grupo. Entre otras mentiras, está lo de la edad: se presentaban como menores. Otero tenía 22 años y la otra, a quien no quiero nombrar porque para mí es asunto acabado, dijo que tenía 17. Tenía 19.
No pienso hacer juicio a nadie de los que me denunciaron falsamente.
Fui condenado en el caso Otero en primera instancia por una jueza –no hubo tribunal– a nueve años de prisión, que es lo que pidió la querella (el fiscal pidió 7) y ahora en estos días, presentaré la apelación y lucharé todo lo posible porque se haga justicia. Mientras tanto, merezco ser tratado como inocente hasta que haya condena firme. Si la hay. Que no creo.
………….
El casamiento de Lucas Carrasco
Ok, el título es una truchada, es mentira, es una manera de que esta nota se lea. Al pedo. Me da lo mismo si se lee o no se lee. Últimamente me da lo mismo si el público imbécil engrosa las estadísticas de Noticias Entre Ríos. Lo siento. Estoy harto de escribir para imbéciles. El que quiera leer y entender, que lea y entienda, gratis además, el idiota que siga siendo idiota, nada, pero que no nos use para confirmar su idiotez de tribuna, su reprimida pequeñez de cagón moral e intelectual.
Me llama Ramiro Pereira. Me mandó el poema. Me vuelve a llamar. Lo volvió a corregir. Me deja de llamar. Le dejó de importar. Me llama Martín, se ríe de la última noticia entrerriana, que yo ni leí, ni me importa. ¿Qué te pasa, Martín, por qué ahora te importa?
-Me importa un carajo, pero alguien tiene que reírse. ¿Te ablandaste, te casaste?
– Ablandarme, puede ser. Todos tenemos debilidades. Pero casarme jamás, soy un hombre de principios.
– ¿Ya estás borracho?
-Sí.
……………………………
¿Soy un hombre de principios?¡Qué aburrido!
……………………
Me llama el abogado. Tomate un avión urgente a Bs As, así firmás el amparo, tenemos que frenar la venta de (XXXXX) por la indemnización laboral.
-No, no tengo ganas de viajar.
-Ya te saqué pasaje.
-Ok
-¿Vas a venir?
-No.
Respondo un mail de mi hermano, sobre una Feria del Libro. La haremos con Gustavo Guzmán. Diputado que preside el PJ de acá. ¿Quedaremos pegados? No sé. ¿Me importa? No sé. ¿Me importa un carajo, eh: la verdad, Lucas, mirate frente a un espejo, decilo, en voz alta, en plena soledad, pero decilo: ¿te importa un carajo algo de ésto?
No.
Leo rápido y por encima las notas de Julio Reibel, el chico tiene 23 años. Tiene talento. Pero es la madrugada, acabo de llegar a casa, estoy cansado. Como para editarlo. Tengo unas nueve, diez notas de tantos autores para editar. Saco un poco de agua con el estropajo -dejé todo abierto- y me sirvo un Amargo Obrero con soda y limón y una hoja fresca de menta.
Hace dos horas estaba con Luciana Dalmagro, que me retaba porque había, en el bar, un señor y unas chicas del diario Uno que venían de no se qué entrega de premios y yo, que fui acusado –total normalidad– por esos medios de 37 violaciones (apenitas) debo ser buena onda, corporativo, caballero, educado. Todo lo que nunca me salió. Ni cuando fui acusado de asesino serial –sí, yo TAMBIÉN fui acusado de Asesino Serial en la tapa de los grandes medios: me acusaron de querer hacer un atentado terrorista contra todo un canal porteño (canal en el que luego trabajé 3 años)– ni cuando fui acusado de tener una causa penal (inexistente) por robarme 22 millones de dólares como asesor de Menem en 1995, cuando tenía 15 años. Ni cuando fui acusado de. Ni cuando fui acusado de. Ni cuando fui acusado de. Y así y así. La concha de la lora.
Mi vieja, por ejemplo, recibe cada tanto el mismo llamado:
-Mi más sentido pésame por la muerte de su hijo.
-¿Cuál de mis seis hijos?
-Lucas Carrasco.
-Hace 23 años que recibo llamadas de perversos que dan por muerto a mi hijo periodista.
Y yo, como un boludo, sin hacerle caso a nadie, sigo vivo. Tercamente vivo. Y hay, esta noche triste, una lluvia vieja. Y estoy en una esquina en la peatonal esperando un taxi. Y llueve y llueve y llueve, yo tengo 39 años, la camisa mojada, el espíritu aplacado, las ganas vencidas, el dolor eterno. Por qué. Qué pasó. Cuándo Fue. Cuando fue que me vencieron.
Me quedo igual. Me quedo en Paraná, donde no me quieren, no me valoran, no gano lo que ganaría si me fuera, ni siquiera soy, ya no respetado, sino tomado en serio. Ésta es mi ciudad. Y no voy a regalársela a un par de tránsfugas de ocasión. Que todos me chupen la pija.
Acá están mis fracasos. Acá, en cada esquina que miro, hay un recuerdo, un compañero, una novia que besé, un cielo nocturno que me inspiró, un amigo que me entregó a las autoridades, un canalla que me vendió a la cana, un desconocido que me convidó un trago. Y soy estas esquinas. Todas las esquinas del planeta. Su faro de luz con fiebre, sus perros abandonados, sus rejas, sus árboles, sus basurales, sus navajeros al acecho, sus veredas rotas, sus confabulaciones revolucionarias, su milico erguido, sus parejitas tocándose, sus brigadas moralistas, sus grafitis, sus enredaderas, su última esperanza, sus semáforos rotos. Soy las esquinas inundadas. Las olvidadas. Todas las esquinas que se olvidaron de traicionarme. Ésta es mi ciudad. No sabría cómo defenderme en ningún otro lugar, aunque acá sea más odiado que en cualquier parte del planeta. Aunque en otras ciudades tenga trabajos y me den premios y me valoren, acá están mis recuerdos, acá me voy a morir, acá plantaré mi última y única bandera.Ya llegará la mañana, celeste y solitaria, para retarme. Y culparme. Y castigarme. Ya llegará un nuevo día.
Y nuevas esquinas en las mismas esquinas.
Una cuestion que no tocas.La condena se da sin que haya habido ni un testigo del presunto abuso solo basada en la acusación de la denunciante lo que abre posibilidades totalmente peligrosas
La canción de Zambayonny que pusiste es «Antes de irte» y está dedicada a un perro. «La Vida en Breve» quizá la haya cantado Zamba, porque también la canta Diego Savoretti y tengo entendido que la letra es de Lucas Carrasco.
¡Corregido!!
Excelente la nota tuya Juan, gracias x compartirla aquí y brillante el texto último de Carrasco.
Lastima cuanto talento desperdiciado, nunca lo conocí ni de cerca más que por esto tuyo, si vi todos los twitts de Andrés diciendo que Carrasco fue una víctima también como dijo alguien todo pasa, abrazos
Te mando mi post sobre Lucas Carrasco:
https://www.facebook.com/RowEva/posts/990368401302713
Ninguno de los textos publicados acá son los últimos textos.Hay uno que tiene casi 2 años de antigüedad. De todas maneras, gracias. Joakito Carrasco
será que un enorme % (89-90% ?) de las mujeres (felizmente) casadas del mundo, pero empezando por este país, van a denunciar a sus maridos por obligarlas a tener sexo cdo no tienen ganas/ o de la manera que no quieren?
y la justicia condenará a esos maridos a casi 10 años de cárcel?
Nunca supe nada de este muchacho hasta hoy.
Una historia interesante.
Un triste final.
murió como vivió: vomitando