AMIA-NISMAN-STIUSO: El bueno, el malo, el feo

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Jaimito
Arriba, Stiusso en los 80s. Al medio, la foto que le valió el exilio a Béliz. Abajo, el deschave de Perfil en la tapa de ayer, con un leve Photoshop para quitar el chivo.

POR NAHUEL COCA

Hace un tiempo que me intrigan unos ojos, una nariz, una boca. Un poco de pelo con dos entradas. En la era de la alta definición, donde no hay espacio para las vaguedades y los detalles velados, la captura de pantalla del VHS grabado hace diez años de la emisión en vivo de la fotocopia de una foto (analógica) de la cara de Antonio Stiusso parece acechar en las sombras como un fantasma brillante en la oscuridad de la noche. Un fantasma típico, de bordes borrosos, de fondo velado, esquivo de los flashes.

Sin contar la fotocopia de la foto que Gustavo Béliz mostró -para su desgracia- en Hora Clave hace ya más de una década, no se sabía cómo era el rostro del espía más famoso –aunque algunos sospechan, no el más poderoso– de la Argentina. Dejando de lado el libro SIDE: La Argentina Secreta de Gerardo Young, tampoco se sabía mucho sobre su vida y su obra.

El tiro que se auto infligió el fiscal Alberto Nisman para no ver su carrera irse por la borda de la ya carente de flotación pista iraní fue también el interruptor de las luces de una habitación llena de sombras. Cuando se hizo la luz pudo verse un cuerpo, y después un rostro. Ayer, de forma absolutamente burda, el diario Perfil publicó una foto de escrache de Antonio Stiusso robándole de por vida su mayor activo, su imagen irreconocible, como aquellos exploradores del siglo XIX que robaban el alma de los salvajes al capturar sus costumbres en sales de plata.
Ahora sabemos quién es Stiusso, y tecnologías como las que usa Facebook o el programa de gestión de imágenes Picasa (de Google, gratuito) podrían etiquetarlo fácilmente entre miles de rostros. Podríamos cotejar, por ejemplo, su cara ahora pública con fotos de actos de aniversario de la AMIA o ágapes de la embajada de Estados Unidos, para ir trazando el camino que dejó Teseo en el laberinto del Minotauro. Es imperativo para la democracia dejar al descubierto a uno de los mayores responsables, todavía impunes, del encubrimiento del atentado a la DAIA de 1994.

También sabemos quién no es Stiusso: la foto de un gordito con cara de gil que subieron los espías en guerra escudados en el caso Argenleaks, que no fue otra cosa que una guerra de espías. Extrañamente, Stiusso fue confundido y poco se filtró de su persona, aunque sus dos principales socios y superiores en la SIDE, el gordo Miguel y García, quedaron escrachados con una alevosía que roza el absurdo: escaneos a todo color de sus pasaportes, los de sus esposas e hijas, celulares de toda la familia, direcciones y fotos de sus amantes, etc.

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¿Yo señor? ¡No señor!

La foto de aquel gordito con cara de gil fue publicada por buena nada menos que por el diario La Nación, cuyo editor de fotografía tendría menos rigor que una contorsionista del circo de Moscú.
La foto que hizo pública Béliz pecaba por difusa y desactualizada. El destierro al que debió someterse por ese acto impartió el terror entre todos los periodistas, que con algunas honrosas excepciones hicieron como que Stiusso se había jubilado. Ahora tenemos una foto más actualizada y detallada, apenas pasable en la era de la alta definición. ¿Será de celular? Poco importa. Lo importante es que llega justo a tiempo para el reparto de culpas en el que Jaimito, no sin razón, tiene varios números ganadores.

 

 

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Actualizada: según Jorge Asís, su «Garganta» (o una de sus gargantas) dice que el bizco no sería JS:


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