| |

AMIA: No se puede pensar el atentado sin policías ni árabes

Compartí

No vi todavia el video que comenta Levinas y publicita Oscar Abudara Bini (lo veré y antes de  despachar este mensaje haré los correspondientes comentarios) para gran disgusto de el lujanero José Petrosino, pero me apuro a contestar algunas inexactitudes gruesas de éste. Más allá de quien haya sido el instigador del ataque (para mi el sospechoso clavado es Monzer al Kassar, pero vale recordar que el principal socio de Al Kassar era entonces, por encima de Sobhi Tufaili y de Rifat Al Assad, el judío británico Judah Eliazar Binstock, dueño de gran parte del terreno sobre el que está edificado la ciudad de Marbella y alguién que a mediados de los años 70 le vendió armas a la Triple A… como Al Kassar le vendió a Montoneros, y es posible que Al Kassar no haya sido más que un intermediario… como lo fue en el atentado de Lockerbie) si a Petrosino lo tranquiliza, creo perfectamente posible que entre quienes hayan encargado el ataque a la AMIA haya habido judíos, incluso de sus servicios secretos. Al fin y al cabo, después de Malvinas Al Kassar le vendió a nuestra Fuerza Aérea Dagger Mirage que Israel le había dado a cambio de petroleo). El punto es que la pretensión de Petrosino, Gabriel Labaké, etc. acerca de que ambos ataques se hayan perpetrado sin la participación de policías argentinos, así como su absolución in limine de los dueños del volquete en lo que hace al de la AMIA, contraría toda evidencia.

Y que no me vengan con que trabajo para el sionismo y paparruchadas por el estilo. Revisen este blog y verán que defiendo a brazo partido al estado sirio agredido por las potencias occidentales, Israel, Turquía, Qatar y (al menos, parte de la casa real de) Arabia Saudita.  

Petrosino pierde la calma: cita a seis personas, de oficio periodistas como «judíos y acólitos…» y una sola de ellas es de ascendencia judía. Y no se pregunta siquiera por qué, si yo soy tan acólito del sionismo, no aparezco nunca en ninguno de los medios y programas filosionistas y el documental que hice con Cuatro Cabezas y emitio Telefé en julio de 2006, AMIA 9.53, nunca más fue emitido…

Por lo demás, como es público y notorio, detesto a Sanz y a Lanata, lo que no quita que le reconozca a este último que intuyó tempranamente que la supuesta Trafic-bomba era un bluff, un camelo, una cortina de humo. 

Que había explosivos adentro del volquete es facilísimo de demostrar. A su alrededor, todos los automóviles quedaron cribados, acribillados de metralla. Y los pedazos del volquete (inflados, lo que demostraba a simple vista la explosión interior) no tenían ninguna, precisamente, porque habían servido de carcasa.

Véase, debajo del operario con mono celeste y casco amarillo, el volquete inflado

Los Haddad, dueños del volquete, fueron detenidos por pedido de siete fiscales, habían comprado diez toneladas de amonal de manera ilegal y no supieron justificar en qué los habían utilizado pero fueron liberados luego de una reunión que el vicepresidente Carlos Ruckauf convocó en la Casa Rosada al juez Galeano y al entonces nuevo jefe de policía, comisario general Juan Adrián Pelacchi (transcribo al final la nota que publiqué ¡en 1999! en el último número que salió a la calle de la prestigiosa revista Humor Registrado).

El volquete, dejado frente a la puerta a la AMIA por un chofer que en su afán de despegarse incurrió en decenas de groseras contradicciones tenía como principal objetivo hacer un crater que justificara la existencia de una supuesta camioneta bomba, ya que los días posteriores al atentado a la embajada de Israel diversos cronistas enviados por La Nación señalaron que no había ningún cráter (lo que obligó a que a posteriori alguien -quienes custodiaban el lugar eran policía federales- hiciera un crater con pala.

La segunda función del volquete muy probablemente haya sido desparramar piezas de una Trafic en la escena del crimen. En cualquier caso, para que no pudiera establecerse con absoluta certeza cual había sido el epicentro de la explosión bomberos de la Federal retiraron una columna de alumbrado que había resultado acribillada. Hay fotos del momento en que fue retirada. Nunca más apareció.

Poco antes de las explosiones (está lleno de testigos de que hubo dos, pero Galeano se negó una y otra vez a considerar siquiera la posibilidad de que así hubiera sucedido) aparecio un policía que supuestamente revistaba en la comisaria 7ª pero que en realidad era un ñoqui supuestamente en comisión en la escuela de suboficiales, se entrevistó con el cabo primero Bordón, de la misma comisaría, y éste le dijo algo al sargento Guzmán, que cruzó la calle, se metió en el pequeño bar que estaba enfrente, de nombre Kaoba, pidió un té y se metió en el baño. Mientras, Bordón dobló por Tucumán hacia Uruburu, so pretexto (según le dio a otro policía en el hospital)  de ir a mangar el diario a un kiosko.

Aunque estaba en el baño, Guzmán quedó, efectivamente, muy conmocionado y medio tarumba. Poco después, se fue de la policía a probar suerte como predicador. En cambio Bordón no tuvo heridas (decía tener una inscrustaciones de algo en los globos oculares, pero a la vista no se veía nada). Rolando Graña, que entonces trabajaba para la CNN, entrevistó a ambos (y a otros policías, incluyendo al comisario nazi Gastón Fernández, de la comisaría 7º, antiguo instructor de los «grupos de tareas» de la fuerza). Luego de la emisión del reportaje, el video emitido y todos los crudos fueron pedidos de la central de CNN en Atlanta, según pudo luego averiguarse, a requerimiento del FBI. Y fue imposible conseguir una copia para exhibirla en el juicio.

El sargento que fue a darle el aviso a Bordón alegó  que estaba con una hija preadolescente y que la había llevado a Hospital de Clínicas con vistas a una operación neurológica. Como esa operación nunca se realizó y los policías suelen utilizar su hospital, el Churruca, que tiene un excelente servicio de neurocirugía y se le preguntó por esta contradicción, dijo que en realidad había llevado a su hija al Clínicas porque tenía un tic en el párpado, que que había hablado con Bordón para poder estacionar el auto sobre la vereda de la AMIA, en infracción.

Testigos que vieron aparecer el Dodge 1500 anaranjado que conducía el sargento (no estaba a su nombre) como abriéndole paso al camión también naranja (aunque por el sol estaba un poco virado al amarillo) que dejó un volquete frente a la puerta de la AMIA dijeron que bajó y se fue caminando del auto solo.
……….

Acabo de ver el video de Levinas y en el ínterin apareció Lanata hablando del tema. Como es sabido, yo estoy con el gobierno y ellos son contreras al ciento por ciento. Dicho esto, Lanata no dijo ninguna mentira, al menos en lo que hace a este tema y tampoco Levinas… hasta el final. Porque no me consta que Nassib Haddad y el ayatolá Fadlala sean primos y en cualquier caso los Haddad son católicos maronitas.

Hasta Petrosino ha de estar de acuerdo con que Dios no tuvo nada que ver (ese era uno de los títulos que barajaba para mi libro AMIA, El Atentado. Quienes son los autores y por qué no están presos, de 1997). Y es que los atentados fueron atentados mafiosos a causa de «mexicaneadas» en el tráfico de drogas y armas (en ese orden) cuyo mensaje fue «Paguen lo que deben» y así fue que quienes pusieron las bombas también procuraron que quienes debían recibir el mensaje sobrevivieran, y quienes recibieron el mensaje rápidamente se plegaron a la maniobra de los asesinos: fingir que los ataques se habían cometido con coches-bomba piloteados por suicidas.

No les doy más la lata. Les transcribo el texto de la nota aparecida en el último número de Humor, 566, en 1999.  Más abajo va la circular de Petrosino a la que contesto, y más abajo todavía el mensaje de Abudara Bini, que incluye el link al video de Levinas.

Por último, les recuerdo que hice en sociedad con Cuatro Cabezas (que por entonces todavía era de Mario Pergolini y Diego Guebel) un documental llamado AMIA 9.53 que emitió Telefé por única vez en vísperas del duodécimo aniversario del ataque (vale decir, en 2006). Dirigentes de la cole se jactan de haber impedido que se volviera a dar.
    

Ruckauf: Intervino en la irregular puesta en libertad de dos claros sospechosos

Por Juan Salinas

Los dichos del vicepresidente y candidato a la gobernación de Buenos Aires acerca de que sabe quienes son los autores del atentado a la AMIA constituyeron un blooper, un fallido siniestro. Y no sólo porque fueron la antesala de la masacre de Ramallo. También porque Ruckauf, al igual que el juez Galeano, aún deben explicar a la opinión pública por qué se puso en libertad a los dos principales sospechosos de haber provisto los explosivos que se utilizaron en el ataque.

Ambos, el libanés Nassib Hadad y su hijo Javier, fueron detenidos a pedido de los fiscales y liberados al día siguiente tras la realización en la Casa Rosada de una reunión entre Galeano, Ruckauf -por entonces ministro del Interior- y el jefe de la Policía Federal, comisario Pelacchi. ¿El pretexto? Entregarle al juez un falaz certificado presentado en tiempo récord ante la Policía Federal por el director de Producción de Fabricaciones Militares, coronel Franke, involucrado en el envío clandestino de armas argentinas a Bosnia y Croacia.

Según este certificado, los Hadad habían comprado una ingente cantidad de amonal en a lo largo de medio año, y en un todo de acuerdo a la ley (lo que ellos mismos ya habían reconocido que no era cierto), pero obvió señalar que ya habían comprado 300 kilos de amonal en octubre de 1993. Época en que, según ellos mismos declararon, no tenían absolutamente ningún pretexto para comprar siquiera un gramo de explosivos.

El desbocamiento del vicepresidente Carlos Ruckauf quizá no sólo se deba a la angustia que le produce que Graciela Fernández Meijide lo supere en las encuestas en la pugna por acceder a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, sino también y sobre todo a causas más profundas. Desde que Fernández Meijide lo superó en intención de voto, Ruckauf se lanzó a un tour de force de dichos, cada uno de ellos más desafortunado que el anterior.

Tan pronto vio que Fernández Meijide estaba superándolo, Ruckauf parece haberse desentendido de la suerte de Duhalde e iniciado un sálvese quién pueda, que en su estrecha visión equivale a un «primero yo», para lo cual pretendió robarle votos al subcomisario Luis Patti, disputándole su condición de adalid de la picana eléctrica y el «gatillo fácil».

Con sus manifestaciones acerca de que hay que «meterle bala» a los delincuentes y que quería «ver muertos a los asesinos», Ruckauf provocó la renuncia y alejamiento del ministro León Arslanian (la única carta fuerte que tenía Duhalde para jugar en la Capital Federal), la regresión de la reforma policial, el retorno de la «maldita policía» y el inicio de una serie de ejecuciones extrajudiciales de reales o presuntos delincuentes ultimados a balazos en la cabeza al término de verdaderos o fraguados enfrentamientos, serie de la que la Masacre de Ramallo fue el colofón.

Después, insólitamente, buscó «chupar» cámara abordando a periodistas -que no lo aguardaban a él y a quienes él buscó- para decirles que sabe perfectamente quiénes fueron los asesinos terroristas que atentaron contra la AMIA.

Con ello se metió en un berenjenal -como quien dice, mentó la soga en casa del ahorcado- porque fue precisamente él, como ministro del Interior cuando se cometió el bárbaro atentado, quién tenía la máxima responsabilidad en la prevención de que ataques de ese calibre no sucedieran. Y también de, una vez sucedidos, atrapar a sus autores y ponerlos a disposición de la justicia.

No puede decirse que Ruckauf haya cumplido en lo más mínimo con su deber. Y para colmo es lícito sospechar que, tal como se presentaron los hechos, lejos de atrapar a los sospechosos, Ruckauf parece haber influido para que se los pusiera en libertad. Entre gallos y medianoche y a espaldas de la opinión pública.

Las primeras víctimas Cuando se produjo el atentado a la AMIA, Ruckauf se encontraba en Nueva York, y lo primero que balbuceó fue que «como ayer los medios hablaban de Ruanda, hoy y mañana hablarán de la Argentina». Antes de emprender un apresurado regreso a Buenos Aires, el ministro procuró tranquilizar a los representantes de la poderosa comunidad judía de Nueva York. «Las instituciones judías en la Argentina están bien protegidas y la prueba de ello es que las dos primeras víctimas fueron de la Policía Federal», les aseguró, diciendo una crasa mentira.

La realidad era que ambos policías de custodia, el sargento Adolfo Guido Guzmán, de la comisaría 5ª y el cabo primero Jorge Eduardo Bordón, de la comisaría 7ª, se habían retirado de sus puestos cuando se produjo la demolición de la mutual judía. Lo hicieron tan pronto apareció por allí un viejo camión Fíat amarillo huevo que portaba dos volquetes y que llegó a Pasteur al 600 acompañado por un también viejo Dodge 1500 color naranja que tripulaba el cabo primero Miguel Ángel Rodríguez, también de la comisaría 7ª (aunque hacia mucho que no la pisara, pues estaba destinado «en comisión» por el comisario Gustavo Gastón Fernández para realizar ignotas tareas en la Escuela de Suboficiales «Comisario general Alberto Villar»), obvio sospechoso de haberles advertido que se pusieran a salvo.

Lo cierto es que el sargento Guzmán (que pronto dejaría la policía para desempeñarse como pastor evangélico en sus pagos de Marcos Paz) sólo atinó a cruzar al bar de enfrente de la mutual judía, y el más prudente Bordón a hacer mutis por el foro doblando por Tucumán hacia Uriburu, según describió una de las camareras de aquél (la paraguaya y pelirroja Silvia Castillo) y él mismo le admitió a la primera periodista que lo entrevistó en el Hospital Churruca (Cynthia Ottaviano, del diario La Prensa).

El regreso del kamikaze fantasma

No contento con haber puesto a circular esta patraña, y antes de tomar el avión que lo traería de regreso a Buenos Aires, Ruckauf dijo en Nueva York que «si alguien se quiere inmolar para cometer un acto terrorista, es difícil que todas las medidas que se tomen puedan evitarlo», con lo que dio por comprobada la existencia de un chofer suicida (hipótesis heredada del atentado a la embajada de Israel y jamás comprobada, ni en aquél caso ni en el de la AMIA) antes de que pudiera acreditarse la existencia de un coche-bomba.

Conocemos como siguió la historia: la investigación policial que supuestamente condujo Ruckauf fue tan pero tan escandalosa, que los policías encargados de ella, comenzando por los jefes del Departamento de Protección al Orden Constitucional (POC) a los que les competía, resultaron a la postre procesados por ocultamiento y destrucción sistemática de pruebas.

Así las cosas, Ruckauf debería haber mantenido la boca cerrada. Pero no: fue él quién se acercó a los periodistas el pasado martes 10 de agosto y dijo a través de los micrófonos de Radio Continental: «Yo sé quienes son los responsables. No lo puedo decir porque es un problema de Estado, es un problema de política exterior, pero tengo claro que hay una potencia extranjera comprometida en este crimen».

Los primeros allanamientos ordenados por el juez Juan José Galeano el mismo día del atentado a la AMIA y el siguiente, fueron en sendos inmuebles en los que vivían y trabajaban ciudadanos sirios íntimamente relacionados con la familia Yoma, por lo que un escalofrío recorrió los pasillos de la Casa Rosada

Dos agentes de la SIDE de distintas áreas coincidieron en apreciar que Ruckauf, efectivamente, le envió un mensaje cifrado al Presidente Menem para urgirle que «bajara» la candidatura del intendente de Escobar, subcomisario retirado y adalid de la picana Luis Abelardo Patti, que en su opinión le resta votos decisivos.

Dándoles pábulo a estas opiniones, los insólitos dichos de Ruckauf provocaron una helada réplica de Menem (que, no olvidar, es la misma persona que alguna vez dijo que había «semiplena prueba» para culpar a Irán). «Yo no tengo conocimiento en forma profunda de que haya sido una potencia extranjera la que intervino en esto. Si Ruckauf las tiene, que de más precisiones. El nombre de esa potencia. El nombre de los autores», lo desafió.

Cavallo, en tratativas electorales con Ruckauf, no se privó de opinar que era necesario «prestarle más atención a la pista siria y no detenerse sólo en Irán» y el diputado Juan Pablo Cafiero estalló y lo trató de «encubridor» y dijo que daba por supuesto que Menem también lo era, porque Ruckauf no podía saber más que él.

Los dichos de Ruckauf también provocaron un coro de protestas entre los familiares de las víctimas del atentado, que lo acusaron públicamente de encubrimiento. Y, a pedido de los fiscales, el juez Galeano lo emplazó a ampliar sus dichos, lo que gracias a su condición de vicepresidente, Rucucu pudo hacer por escrito. Las aclaraciones que ofreció de esta manera fueron muy decepcionantes, apenas 17 líneas en las que manifiesta su «convicción de que el atentado» fue «consecuencia de la guerra que el Estado de Israel mantiene con sus vecinos y que también hubo responsabilidades de sectores del entonces gobierno de la República de Irán».

El vocero de la cancillería iraní, Jamid Reza Assefi le respondió que no hay prueba alguna de la participación de Irán en el atentado, y añadió que las acusaciones de Ruckauf son «pura propaganda».

«Ruckauf era ministro del Interior en época del atentado e intenta esconder sus puntos débiles para recuperar terreno en la campaña electoral», agregó, metiendo el dedo en la llaga.

Motivo suficiente

La realidad es más grave. Ruckauf, al igual que el juez Galeano, aún debe explicaciones acerca de la insólita liberación de dos de los mayores sospechosos de haber participado en el atentado: el libanés Nassib Hadad y su hijo Javier, titulares de la empresa Santa Rita a la cual pertenecía el camión de los volquetes y, probablemente, también los explosivos en base a nitrato de amonio (más conocido como amonal) que sirvieron para volar la AMIA el 18 de julio de 1994, y matar así a 86 personas (que luego se reducirían a 85. N. de la R.), herir a unas trescientas y amargarle la vida para siempre a varios miles.

Con sospechoso retraso, recién el 30 de julio de aquél año (1994) el POC le informó al juez que de acuerdo al análisis de la documentación secuestrada en la fábrica Delbene y Serris de Olavaria, los Haddad habían comprado en los últimos tiempos gran cantidad de explosivos, mechas y fulminantes, así como que los explosivos que solían adquirir más a menudo eran amonal, el mismo que el utilizado en el atentado.

Con esta información, los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia le pidieron al juez que detuviera a los Haddad. Atentos a la gravedad de la situación, no lo hicieron solos, sino que recabaron el apoyo de todos los fiscales del fuero federal que pudieron ubicar, y así fue que ellos, más Germán Moldes, Héctor Luis Yrimia, Adrián Peres, Eduardo Freiler y Gerardo Di Masi firmaron el escrito en el que se le pidió a Galeano que toda vez que «Nassib Haddad y Javier Alberto Haddad, a través de las empresas que representan, fueron quienes estuvieron encargados de la colocación del volquete frente a la sede de la AMIA y (…) habrían a su vez adquirido desde hace varios meses cantidades importantes de explosivo Amonal, solicitamos a Vs. se (les) reciba declaración indagatoria (…) por existir motivo bastante para sospechar su participación en el hecho materia de investigación».

Ese mismo día, Galeano ordenó la detención de los Hadad y el allanamiento de sus propiedades. En una de ella, en Avellaneda, el puntilloso oficial Gabriel Prado secuestró muestras de «una sustancia pulvurenta de color blanco» parecida a la cal, descripción que concuerda con el amonal.

En efecto: «pulvurento blanco», fueron exactamente las palabras que utilizó el comisario Carlos López, jefe de la Brigada de Explosivos de la PFA, al describir el aspecto del nitrato de amonio ante las cámaras de la CNN en español, entrevistado por el periodista Rolando Graña.

López dijo también en esa oportunidad que quién había armado la bomba tenía necesariamente «que conocer el tema (ser un experto en explosivos) y diseñar el artefacto para el edificio».

Ambas condiciones eran perfectamente reunidas por los Haddad, expertos en voladuras que habían sido contratados por el arquitecto Javier Malamud, responsable de las refacciones que se estaban haciendo en la AMIA, para retirar los escombros con sus volquetes y cuyos empleados -como el chofer del camión de los volquetes- tenían acceso al interior del edificio.

Un polvo blanco

En las oficinas de Santa Rita en Puerto Nuevo (erigidas en terrenos fiscales, muy cerca de la terminal 6 por la que seguían siendo embarcadas hacia Bosnia y Croacia armas de los arsenales del Ejército argentino) se entregaron a la justicia ambos requeridos.

Al ser interrogados, los Haddad admitieron haber comprado los explosivos sin renovar, como era preceptivo, un viejísimo permiso emitido por Fabricaciones Militares (el traslado de explosivos por las rutas nacionales sin ese permiso constituye un delito federal), pero juraron que jamás de los jamases había ingresado explosivos en la Capital Federal. Después de presentarse como mineros, terminaron por admitir que al menos desde 1991 no realizaban ninguna actividad minera, limitándose desde entonces al alquiler de volquetes.

Sin embargo adujeron que habían comprado los explosivos para volar rocas en las adyacencias de la represa biprovincial Casa de Piedra (en el límite entre la Pampa y Río Negro), ya que habían conseguido un contrato para hacerlo durante los primeros seis meses del año, si bien no pudieron explicar por qué habían comprado tanta cantidad de explosivos que les habían sobrado 1.200 kilos, ni justificar convincentemente el modo en que habían utilizado el faltante, del que dijeron no llevar cuentas.

En cuanto a las muestras de polvo blanco secuestradas en los galpones de Santa Rita en Avellaneda, Javier Hadad dijo que era «óxido de litio».

El litio, único metal que absorbe en frío el nitrógeno, es de «color blanco argentino» (plateado) y su óxido, que se obtiene «quemando el metal en el aire» es «blanco amarillo y esponjoso», aunque también se puede obtener «en pequeños granos cristalinos» según describe la Enciclopedia de química industrial (IV To-mo, Editorial Labor, Barcelona). Al recoger las muestras, el oficial Prado describió dos sustancias, una «pulvurenta de color blanca» y otra «con efecto rocoso». Nada dijo de plateados, tonalidades amarillas o cristales.

Como en casa

Alojados en el POC en carácter de incomunicados, Nassib Haddad -consta en el expediente- hizo uso de su derecho a hacer una llamada telefónica… para pedirle a su capataz que comprara miles de kilos de amonal en la fábrica de Olavaria, lo que demuestra cuan en familia se encontraban entre los policías que, por cierto, los alojaron junto a Carlos Alberto Telleldín.

Según Telleldín le dijo telefónicamente al periodista Gabriel Levinas (contratado por la DAIA para informatizar la causa y autor del libro «La ley bajo los escombros. AMIA: lo que no se hizo», publicado por Sudamericana el año pasado), apenas lo vio, Nassib Haddad se jactó de que estaría detenido muy pocas horas, puesto que era amigo de Ruckauf y éste lo sacaría de allí.

Aunque no se le crea al majadero de Telleldín, lo cierto es que esa misma noche, el juez Galeano fue convocado de urgencia a la Casa Rosada por el ministro Ruckauf y el jefe de la Policía Federal, comisario general Juan Adrián Pelacchi.

En el encuentro, Ruckauf y Pelacchi le entregaron al juez un certificado emitido en tiempo récord por el entonces jefe de Producción de Fabricaciones Militares, coronel (R) Carlos Jorge Franke. Dicho certificado aseguraba (ver facsímil) que «la firma Delbene y Serriss SA, distribuidora de esta DGMF (dirección general de Fabricaciones Militares) a nuestro requerimiento informó que efectuó ventas regulares, a partir de marzo del corriente año, a la citada firma (Santa Rita) según el destalle del anexo adjunto».

El certificado omite consignar que los Haddad ya habían comprado en esa fábrica 300 kilos de amonal (marca Nagozul) el 3 de octubre de 1993. Cuando según sus propias declaraciones no tenían absolutamente ningún pretexto para adquirirlo (ver factura).

A la salida de la Casa de Gobierno, un siempre sonriente Ruckauf fue abordado por Clarín. El ministro se excuso de dar mayores precisiones aduciendo que «el juez me pidió que no dé informes: se avanza sobre distintas pistas y no queremos estar alertando a los delincuentes sobre su desarrollo».

Tan pronto como llegó a su despacho, el juez Galeano dispuso la libertad de los Haddad por «falta de mérito», pero omitió informárselo a los fiscales, según uno de ellos, José Barbaccia, confirmó a este periodista.

La guinda del postre llegó a manos de Galeano recién dos días más tarde, el 4 de agosto, cuando los Haddad ya estaban en sus casas. Era una nota de la Policía Federal firmada por el jefe del POC, comisario Carlos Antonio Castañeda.

Decía sucintamente que el análisis del polvo blanco secuestrado en el galpón de Avellaneda no había arrojado «resultados positivos acerca de la detección de vestigios de altos explosivos» pero se abstenía de informarle de qué sustancia concreta se trataba. Con lo que evitaba dejar en evidencia que Javier Hadad había mentido al afirmar que era óxido de litio.

Los riesgos de que la escandalosa manera en que habían sido liberados los Haddad se filtrara a los medios de prensa fueron minimizados mediante una «cortina de humo». El 2 de agosto, una mujer encargada de limpiar el baño de hombres en el Aeroparque de Buenos aires encontró en él un bolso de hombre que contenía un reloj y pilas. Enseguida avisó a la Policía Aeronáutica y ésta a la Federal. En un procedimiento de rutina se abrió una causa que recayó en el juzgado federal de turno, un incondicional de Carlos Corach, de Claudio Bonadío, que la caratuló «Intimidación pública».

Con esta carátula, que revestía la absoluta vacuidad de la denuncia, el Gobierno echó a rodar por primera vez el rumor de que era inminente un «tercer atentado».

«Se archivó porque no había nada. No había trotyl ni detonador, ni estaba hecho el circuito necesario para que esos elementos sirvan para una explosión. Y tampoco había indicio alguno de que estuviera destinado a algún avión», explicó a Página/12 una fuente judicial en agosto de 1999.

Un lustro de inactividad

Desde que Galeano dispuso la libertad de los Haddad han pasado más de cinco años. Hace uno, en agosto de 1998, el ex diputado del Grupo de los Ocho (disidentes del menemismo) y actual dirigente cavallista Franco Caviglia le pidió en un extenso escrito que volviera a detenerlos, y los relacionó con Monzer al Kassar, el Hezbollah libanés y el tráfico de armas hacia Bosnia y Croacia.

A partir de entonces, el juez exhumó un expediente paralelo y secreto a la causa principal y ordenó hacer algunas averiguaciones. El juez federal de Santa Rosa, Pedro Zabala, admitió recientemente que Galeano le envió un exhorto a principios de este año, aunque no quiso dar precisiones acerca de qué diligencias pedía que se realizaran.

Pero el jefe de la policía pampeana, comisario José Daniel Alberti, aseguró que ni Galeano ni Zabala le pidieron nunca que investigara nada relativo al atentado a la AMIA. «A través de la jefatura jamás se nos pidió alguna diligencia, ni del juzgado federal de Santa Rosa ni desde el de Buenos Aires», dijo.

El 25 de julio pasado, la jueza federal de General Roca, María del Carmen García, confirmó haberle remitido a Galeano el testimonio de un obrero que durante la primera mitad de 1994 trabajó para los Haddad en Casa de Piedra volando rocas. Se trataría del perforista Francisco Gaspar Luque, cuyo nombre fue dado hace cinco años al juez por los Haddad.

Por fin, el 26 de agosto, Caviglia presentó ante el juez Jorge Urso un escrito en el que calificó al ex ministro Erman González de «autor intelectual y material» del tráfico ilícito de armas, ofreció nuevos datos sobre los vínculos entre el prófugo coronel Diego Palleros y Al Kassar (a través de la firma fantasma Debrol SA), insistió en que esta causa está relacionada con los atentados a la embajada de Israel y la AMIA, y dio como ejemplo de ello a los Haddad.

Lo dicho: Galeano, Pelacchi y sobre todo Ruckauf (que se jacta de haber firmado la orden de «aniquilar» la subversión y de querer ver «muertos a los asesinos») aún deben explicar por qué han tenido tanta deferencia con dos claros sospechosos de haber participado en el mayor ataque antijudío desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

El 22 de julio de 2012 19:22, Petrosino escribió:

Oscar, lamentablemente este video no agrega nada(aunque tampoco hace falta, porque pruebas sobran a esta altura), es pirotecnia pura para entretener a la gilada.

Levinas hizo una buena investigación con respecto a) la inexistencia del coche-bomba; y b) la existencia de pistas falsas plantadas para instalarlo como tal, lo que es más que suficiente. Pero el resto de lo de Levinas es un desastre y encubrimiento puro del estado de Israel, que resulta lejos no sólo el principal sospechoso, sino también, por descarte, prácticamente el único que queda.

En la misma que Levinas están otros judíos y acólitos que «investigaron» el tema: Lanata, Salinas, Sanz, Paolella, De Napoli, Brieguer, y algún otro. Los que como todo lleva como por un tubo las sospechas hacia el Estado de Israel rechazan de plano esa fundada hipótesis e inventan pistas inverosímiles. Si no hubiera sido el estado de Israel, no habría habido un encubrimiento «de estados»(todos los gobiernos criollos se lo tuvieron que comer) y éste no hubiera contado con el apoyo de los Estados Unidos.

Levinas dice muchas mentiras y a esta altura él no puede ignorar que lo son. veamos: la parte de los explosivos que hubo en el volquete. «Es un disparate total, sólo pensar que habiendo puesto los explosivos en el interior (lo que no fue hecho poco antes de la explosión como le han hecho declarar a la mentirosa Luisa Mielnik empleada de la AMIA, también para exculpar a los israelíes), se iban a complicar la vida para ponerlos también en el volquete. Para lo cual «los terroristas» se tendrían que haber involucrado al pedo con un montón de gente común: los Haddad de la volquetera, sus empleados, los Edul y sus empleados, como mínimo. Y estos ¡ni locos! se hubieran metido en algo así ¿con qué beneficio para ellos?.

Todos ellos cuando declararon en el TOF3 en 2002/2003 llevaban la misma vida común de 1994 y a ninguno de ellos se les pudo encontrar lo más mínimo que los vinculara con el atentado, excepto a Edul hijo, al que le plantaron una llamada a Telleldin y que con esa pelotudez todavía lo mantienen con falta de mérito.

Supongamos por el absurdo que los Haddad de la volquetera porque le querían hacer un favor a «su primo» Fadallah (¡otro bolazo como un rancho!), o porque les pagaron, o per codere, no se, se avinieran a participar en el «atentado». Una cosa que no hubieran hecho jamás, es justamente poner explosivos en el volquete, porque si lo hacían los iban a descubrir enseguida. Como ocurrió: a los primeros que detuvieron y allanaron fueron a ellos. Además no hacían falta explosivos en el volquete, porque los ponían adentro.

Otra mentira como un rancho es que los 2 vigilantes del patrullero estacionado se habían ido, porque «les habrían avisado»? Uno estaba enfrente tomando un café (declaró que había ido al baño) y el otro quedó en el auto. Los 2 fueron severamente heridos. Estuve viendo la semana pasada sus interrogatorios cruzados en el TOF3 donde lo dejan claro, ambos todavía tenían secuelas de la explosión 8 años después.

«Si les hubieran avisado(que no se para que carajo les iban a avisar), se hubieran ido más lejos, no van a ser tan pelotudos.

Dice Levinas «que no podría haber estado en el auto porque este quedó muy destrozado», lo que no es cierto, porque el auto estaba relativamente lejos de la puerta, pasando la medianera de Tucumán y si bien sufrió daños, sirvió para proteger en parte al vigilante.

«Sobrevivió Joffe que estaba «parado en la calle al lado del volquete»que habría estallado, según Levinas. Sobrevivió también el barrendero Alvarez, que estaba tanbien sobre la calzada bien cerca del volquete ¡y sin nada que lo protegiera!.»Justamente fue el volquete el que lo protegió de la explosión saliendo por la puerta. Que lo tomó de lleno a éste, que estaba vacío y sin explosivo alguno adentro, por supuesto, lo tiró contra la pared de enfrente donde se rompió en pedazos y el trozo más grande fue a parar luego del rebote, a la vereda de la AMIA, a pocos metros de donde estaba originalmente, como se ve en cientos de fotos.

«Un volquete vacío debe ser el lugar menos indicado para esconder explosivos, y doble fondo éste no tenía porque se lo ve en el resto que quedó en la vereda.

«Sobrevivió también Rosa Montano  que iba por la vereda y apenas había superado el volquete y no con demasiadas heridas, como se la puede ver corriendo hacia Viamonte pidiendo ayuda para su hijo en las fotos del fotográfo Calderón tomadas instantes después de la explosión…» pero «ellos insisten que había explosivos en el volquete».

Realmente no se que nos pasa a los argentinos que hemos llegado a que los sionistas lleguen a tener un dominio tal de nuestras mentes, como para encajarnos semejante falsificación desde hace 20 años y que todavía se mantenga tal cual. ¡Es muy triste constatar esto!. Los abrazo a todos. José.

From: oscar ABUDARA BINI
Sunday, July 22, 2012 4:28 PM
Subject: ATT AMIA: video inédito, comentado por investigador G. Levinas (AMIA attack great news)
ESTIMADOS AMIGOS, MAS ABAJO VERÁN UN VIDEO INÉDITO FILMADO POCOS MINUTOS DESPUES DEL ATENTADO. EL MISMO PERMANECIÓ INACCESIBLE Y DECLARADO SECRETO DE ESTADO DESDE 1994 HASTA LA ACTUALIDAD. ESTA COMENTADO POR GABRIEL LEVINAS, QUE VA EXPLICANDO EL CONTENIDO DE LAS IMÁGENES Y ACLARANDO PORQUÉ ES FALSA LA IDEA DE UN AUTOMÓBIL BOMBA. A LOS AMIGOS QUE VIVEN FUERA DE ARGENTINA, LES ACLARO QUE LEVINAS ES UN PRESTIGIOSO INTELECTUAL JUDÍO QUE REALIZÓ UNA DE LAS PRIMERAS INVESTIGACIONES Y QUE EXPUSO ANTE EL CONGRESO DE LOS EEUU. ASIMISMO, EL TUVO ACCESO Y CONOCE LA PERICIA QUE REALIZÓ EL FBI AL POCO TIEMPO DEL ATENTADO, CONSIDERANDO TAMBIÉN QUE LOS EXPLOSIVOS FUERON COLOCADOS DENTRO DEL EDIFICIO Y QUIZÁS PARTE EN UN VOLQUETE. LOS AMIGOS DE ESTA LISTA QUE SABEN FRANCES E INGLÉS, PODRÁN APORTAR DE MANERA SIGNIFICATIVA SI SUBTITULAN A LA LENGUA FRANCESA E INGLESA LA INFORMACIÓN VERTIDA POR EL SEÑOR LEVINAS.
UN FUERTE SALUDO DESDE BUENOS AIRES DR OSCAR ABUDARA BINI

Difunden imágenes inéditas del ataque a la AMIA

Horas después de un nuevo homenaje a las 85 víctimas y más de 600 heridos que provocó el atentado a la AMIA, el sitio Plazademayo.com difundió un video que muestra imágenes nunca vistas de lo que sucedía instantes después del ataque.

El material cuenta con el testimonio del periodista Gabriel Levinas, autor de La ley bajo los escombros. AMIA, lo que no se hizo, quien en 1995 realizó un informe sobre la AMIA para el Congreso de los Estados Unidos.


Compartí

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *