AMIA – OPERACIÓN CACEROLA: Una vez más, Raúl Kollmann se hace el distraído
Como ya es su costumbre, cuando trata el tema de los atentados, Raúl Kollmann acomoda los hechos de modo de no incomodar a Israel y a las instituciones que se arrogan representar a la kehilá o comunidad judeoargentina, es decir, al sionismo realmente existente, ni a los socios de Hacoaj, el club más cajetilla de «la cole», del que es miembro conspicuo. Durante casi dos años evitó referirse a la crucial Operación Cacerola analizada reiteradamente en este sitio (ver, por ejemplo, también aquí), y cuando lo hizo, recién en el día de hoy, martes, la tergiversó. Y lo peor es que lo hizo citando a Sergio Burstein, que intentó infructuosamente en abril de 2017 que diera noticia de su existencia. Escribe ahora Kollmann (ver abajo la nota completa): «Sergio Burstein, que perdió a su esposa en el atentado, puso como ejemplo que existe un informe denominado Operación Cacerola que tiene que ver con una oferta millonaria que los servicios de inteligencia norteamericanos le hicieron a Mohsen Rabbani –el sindicado como organizador del atentado– para que dejara las filas iraníes. Burstein recordó que el documento sobre la oferta y una reunión entre la CIA y la SIDE fue presentado en el juicio por encubrimiento, maniobras en la investigación, y surgió de una revisión de los documentos secretos de la SIDE (…) En otra parte del texto, la CIA sugiere que si Rabbani no acepta la oferta, debe ser expulsado del país. Lo asombroso es que el documento es de 1997, tres años después del atentado, lo que significa que hasta el momento a Rabbani se lo trataba con mano de seda, que no se lo detuvo y le permitieron volver a Irán sin problemas. Material de este estilo es el que ahora se va a desclasificar».
Vamos por partes: El documento desclasificado por el GERAD entonces conducido por Juan Patricio Murray que Kollmann en su momento declinó publicar NO dice que los servicios de inteligencia norteamericanos (vulgo, la CIA) le hayan hecho una oferta, y menos «una oferta millonaria» a Rabbani para que se fuera de la argentina, ni tampoco que esa oferta fuera «para que dejara las filas iraníes». Informa que la CIA le dijo a la SIDE que un agente suyo viajaría a Buenos Aires para ofrecerle dinero a Rabbani a cambio de que se marchara del país, lo que es muy diferente. En efecto, mientras la versión amañada por Kollmann parece indicar que la CIA quería reclutar a Rabbani, un clérigo («sindicado como organizador del atentado» al igual que su país desde antes de que aquél se produjera, tal como destacó Néstor Kirchner) dejando así tácitamente como sobrentendido que Rabbani pertenecería a los servicios de inteligencia iraníes (lo que en absoluto está acreditado), el documento desclasificado indica que la CIA quería que Rabbani se hiciera humo… lo que es una tácita admisión de que, como destacó Burstein, se carecía y se carece de pruebas que lo involucren en el atentado. Lo que hubiera quedado claro si el prevaricador juez Juan José Galeano lo hubiera interrogado. En cambio, si Rabbani se iba, se lo podía presentar como un fugitivo y seguir culpabilizándolo, a él y a su país, que es lo que ocurrió aunque Rabbani no se haya profugado sino que, aprovechando que había ido de vacaciones a Irán, el gobierno argentino le pidió encarecidamente al gobierno iraní que no regresara.
(Hasta ahora, no se ha probado que ni que la CIA ni la SIDE le hayan ofrecido dinero a Rabbani, y éste lo ha negado. Quizá los testimonios de agentes de la SIDE que hasta el momento permanecían fuera del alcance del público y que el presidente Fernández resolvió desclasificar puedan resolver este módico intríngulis).
Kollmann se hace el distraído y pone en boca de Burstein que en el juicio por Encubrimiento (de los autores del asesinato de 85 personas) se habría presentado documentación acerca de «una reunión entre la CIA y la SIDE» cuando lo que se presentó fue documentación sobre al menos dos reuniones entre la jefatura de la SIDE (el encausado almirante Anchézar, subsecretario de Inteligencia) y el embajador de la República Islámica de Irán… y el mismísimo Rabbani. Reuniones según cuya transcripción, hecha por la SIDE, queda claro que ni el presidente Carlos Menem ni el canciller Guido Di Tella ni el secretario Hugo Anzorreguy creían lo más mínimo que Irán estuviera involucrado en el atentado. Por el contrario, Anchézar quería establecer estrechas relaciones con el servicio de inteligencia iraní (Vevak) a fin de prevenir futuros atentados por parte de terceros.
Kollmann sigue haciéndose el tonto cuando escribe que «Lo asombroso es que el documento es de 1997, tres años después del atentado, lo que significa que hasta el momento a Rabbani se lo trataba con mano de seda, que no se lo detuvo y le permitieron volver a Irán sin problemas», como si desconociera la existencia de dichas reuniones, cuyos jugosos diálogos, transcriptos por la propia SIDE fueron publicados en mi libro La infAMIA (Colihue).
Como ya hemos informado en Pájaro Rojo, todo indica que fue el propio presidente Bill Clinton en ocasión de visitar la Argentina, quien le pidió al presidente Carlos Menem que se impidiera el regreso de Rabbani. Y habría sido el canciller Guido Di Tella en persona quien habría llamado a su homólogo persa para pedirle que, por favor, Rabbani se quedara en Irán, no volviera apisar la Argentina.
Los dejo con la nota publicada hoy, martes, por Kollmann en Página 12:
Los anuncios del Presidente
¿Qué secretos guardan los archivos de la AFI sobre el caso Amia?
Durante su discurso en la asamblea legislativa, Alberto Fernández anunció que se desclasificará el material que la Agencia Federal de Inteligencia guarda sobre el caso. ¿Qué es y qué se puede encontrar allí?
La desclasificación del material que la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) guarda sobre el caso AMIA es una especie de caja de pandora: nadie tiene claridad sobre lo que puede aparecer. La medida anunciada por Alberto Fernández le fue planteada por la titular de la AFI, Cristina Caamaño, y la reclamaron los amigos y familiares de las víctimas del atentado, agrupados en Memoria Activa. Hay material que sí se conoce, porque fueron testimonios de agentes de inteligencia en el juicio sobre irregularidades en la investigación, pero hay documentos de los que no se sabe nada. Por ejemplo, informes de inteligencia de otros países. Según afirman, también esos documentos se conocerán, pero sin identificar qué servicio o qué agente proporcionó la información. Un dato extraño: parece que en la AFI no aparece documentación sobre la muerte de Alberto Nisman. Hay quienes dicen que hubo destrucción de informes cuando se fueron las anteriores autoridades de la AFI, pero es una especulación sin pruebas por ahora.
En el anuncio del domingo, el presidente especificó que se desclasificaban los testimonios de los agentes de inteligencia en el juicio por las manipulaciones que hubo en la investigación. Al final del proceso, terminaron condenados casi todos los imputados, incluyendo el juez Juan José Galeano, los fiscales, los titulares de la SIDE, jefes y agentes de los servicios de inteligencia. Aquellas declaraciones en el juicio se mantuvieron en reserva, es decir que sólo las conocieron las partes del proceso. Ahora se harán públicas. Incluyen, por supuesto, los detalles de cómo se le pagaron 400.000 dólares al principal imputado, Carlos Telleldín, para que marque a algunos policías como las personas a las que entregó la camioneta Trafic que luego estalló en la AMIA.
Sin embargo, tal vez el material más valioso serán los informes y documentos sobre el atentado que hasta el momento nunca se conocieron. Sergio Burstein, que perdió a su esposa en el atentado, puso como ejemplo que existe un informe denominado Operación Cacerola que tiene que ver con una oferta millonaria que los servicios de inteligencia norteamericanos le hicieron a Mohsen Rabbani –el sindicado como organizador del atentado– para que dejara las filas iraníes. Burstein recordó que el documento sobre la oferta y una reunión entre la CIA y la SIDE fue presentado en el juicio por encubrimiento, maniobras en la investigación, y surgió de una revisión de los documentos hecha en la central de espías.
En otra parte del texto, la CIA sugiere que si Rabbani no acepta la oferta, debe ser expulsado del país. Lo asombroso es que el documento es de 1997, tres años después del atentado, lo que significa que hasta el momento a Rabbani se lo trataba con mano de seda, que no se lo detuvo y le permitieron volver a Irán sin problemas. Material de este estilo es el que ahora se va a desclasificar.
Pero aún más interesantes pueden ser los informes sobre pruebas o diagnósticos de los servicios de inteligencia, argentinos y extranjeros. La versión es que hay cajas y cajas llenas de material que todavía no se analizó. Según las fuentes cercanas a la iniciativa, también se van a desclasificar esos documentos, pero sin revelar el origen: o sea, no se dirá que proviene de tal o cual servicio de inteligencia. En los últimos meses, el magnífico documental de Justin Webster en Netflix permitió conocer la opinión del delegado de la CIA en la Argentina, Ross Newland, quien sostuvo que no encontró evidencias de la culpabilidad de Irán. Habrá que ver si aparecen otros papeles con ese u otros diagnósticos.
Un dato llamativo es que, según las fuentes consultadas por este diario, no hay informes de la AFI relacionados con la muerte de Alberto Nisman. El cuerpo del fiscal apareció en el departamento de Puerto Madero el 18 de enero de 2015, por lo que el hecho estuvo en la órbita del gobierno de CFK durante casi un año. Después del traspaso del mandato, la administración macrista insistió en que el fiscal fue asesinado, presuntamente por un comando extranjero –iraní-venezolano, dijeron– y que el crimen tuvo vínculo directo con el caso AMIA. Como se ve, desde todos los ángulos debería haber informes. Están los que afirman que los hombres que lideró Gustavo Arribas, que estuvo al frente de la AFI en tiempos del gobierno de Mauricio Macri, destruyeron documentos antes de irse.
Deberá verse la redacción del decreto de desclasificación. Por ejemplo, si abarca lo que ocurrió con Nisman o no. Pero es indudable que la decisión del mandatario y la actual titular de la AFI puede ser un paso adelante en la transparencia de un caso que tiene mucho más de oscuridad que de claridad.