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AMIA – TELLELDÍN: «Hoy estoy 100% seguro de que no hubo Trafic-bomba»

Puso también a rodar la hipótesis de que el fiscal Nisman pudo haber sido asesinado por una prostituta contratada por «un servicio de inteligencia extranjero» que a su vez la habría asesinado a ella tan pronto salió del edificio, basándose en que muy cerca de Le Park se encontró un cadáver carbonizado que nunca fue identificado.

Una entrevista muy interesante a Carlos Alberto Telleldín es la que le hizo Sebastián Salgado, un periodista con muy buenos vínculos con la República Islámica de Irán, que –vale la pena aclarar de movida– no tuvo absolutamente nada que ver con los bombazos que demolieron la AMIA. Telleldín estuvo preso durante más de una década a fin de volver opaca la decisión del poder de proteger a los asesinos que volaron la AMIA y obturar la posibilidad de que se detuviera a alguno. No se trata de creer lo que él dice a pie juntillas. Es bueno estar prevenidos y recordar aquello de «en boca de un mentiroso, lo cierto se hace dudoso», pero también tener presente que Telleldín solo suele mentir cuando tiene razones para ello, como ocurrió cuando, extorsionado, acusó falsamente al comisario Juan José Ribelli y un grupo de policías bonaerenses a cambio de 400 mil dólares y otras canonjías. Para mí resulta evidente que siempre supo a quienes les traspasó la supuesta Trafic-bomba, y que, como dijo insistentemente Stiuso en el juicio principal de la causa AMIA, esa camioneta jamás dejó de estar en la órbita de Alejandro Monjo, es decir, de la Policía Federal. Para mí también es evidente que en ambos atentados, el que voló media embajada de Israel y de la AMIA, participaron efectivos de la Policía Federal, particularmente de su Brigada de Explosivos y del Departamento de Protección al Orden Constitucional (DPOC) que es como se llamaba entonces lo que durante la dictadura genocida se llamó Superintendencia de Seguridad Federal (SSF) y todavía antes, durante la anterior dictadura (la de la «Revolución Argentina» de Onganía, Levingston y Lanusse) Coordinación Federal. La policía política, bah. Profundo conocedor de los códigos mafiosos de «la gorra» y en salvaguarda de su salud la de sus hijos, Telleldín jamás apuntará contra policías federales, arcangélicos veteranos de los «grupos de tareas» de la dictadura, que aunque, ya jubilados, pueden organizar algún homicidio (¿qué puede hacerle una mancha más a un tigre cebado?). Y es que Telleldín, hijo de un comisario genocida y efímeramente miembro el mismo del servicio de inteligencia de la policía cordobesa, estuvo al principio detenido en el DPOC, el cuartel general de la calle Moreno 1417 donde desde el primer día se articuló el encubrimiento. Y donde se le dejó meridianamente claro que como cantaba Luca Prodan «mejor no hablar de ciertas cosas».

Rosa Montano muestra sus heridas y el retrato de su hijo Sebastián Barreiros.

Pero, a pesar de estos prudentes circunloquios y omisiones, Telleldín también suelta verdades de a puño. Por ejemplo, a partir del minuto 19.53 (qué cosa, las explosiones de la AMIA ocurrieron a las 9.53 de aquel aciago lunes 18 de julio de 1994) recordó que en aquel juicio quedó claro que la señora Rosa Montano de Barreiros y su pequeño hijo Sebastián, de 5 años (que murió y cuyo nombre llevó la causa), se encontraban sobre la puerta de la mutual, y que si hubiera habido un vehículo-bomba que la hubiera embestido, los habría atropellado (más cerca todavía se encontraba el barrendero Álvarez, que dijo lo mismo). Por las razones que ya explicamos, Telleldín protege a los policías de custodia, que avisados minutos antes, se ausentaron del lugar. Dice que estaban adentro del patrullero (inutilizado) que se encontraba estacionado unos metros hacia la calle Tucumán, cuando ninguno de los dos lo estaba (el cabo 1º Bordón había doblado por Tucumán hacia Talcahuano y el sargento Guzmán estaba en el baño del bar Kaoba, enfrente de la mutual) pero destacó que  «estamos hoy seguros 100 % de que no hubo Trafic (bomba)». Y agregó, a mi juicio no sin malicia: «Creo más en la hipótesis de (Jorge) Lanata». Recordó seguidamente que meses después Galeano hizo en Azul (con periodistas manifiestamente vinculados a la Policía Federal y a los servicios de inteligencia) una «reconstruccón» de la supuesta explosión de la supuesta Trafic-bomba con el auxilio de efectivos de la Brigada de Explosivos de la PFA (cuerpo varios de cuyos miembros habían estado manifiestamente involucrados en el desvío de las investigaciones y con toda probabilidad en la misma colocación y detonación de los artefactos explosivos). Destacó que Galeano hizo explotar aquella Trafic sin esperar a que llegara su abogado de entonces, Víctor Stinfale; que nadie supo que empleo se le dieron a las piezas de la Trafic fragmentadas que volaron por los aires y que la hipótesis de Lanata fue que la explosión se hizo para tener más piezas de camioneta Trafic «porque no eran suficientes las que habían encontrado» (o sembrado).  «Usted calcule que encontraron un motor con mi numeración pero con una bomba de nafta de Renault Gordini que no funcionaba desde el año 60, según dijeron los peritos (de Ciadea, la fábrica nacional de la gama Renault). ¿Cómo pudo llegar (la Trafic, allí) funcionando ese motor con una bomba de nafta de un Gordini? (…)  Yo creo que fue una implosión (sic) como escuchó toda la gente, dos implosiones, y que partes de la camioneta que explotó Galeano en Azul fueron sembradas, como dijo Lanata. Que fue muy claro (cuando dijo que) en las camillas, cuando iban a buscar personas heridas (sembraron piezas). Es una hipótesis viable (…) En las que tiraron hubo piezas que no eran de Trafic (modelo) 88 ni 91. Hay un conjunto de piezas que han tirado que es como que las consiguieron en otro lado…».

Las piezas de (al menos dos) Trafic aportadas en un primer momento por la policía fueron exiguas.

Es posible que la pantomima de Azul (una servicial iniciativa particular que el inicuo juez Galeano homologó a último momento como ordenada por él) haya servido para «completar» un poco más los restos diz que encontrados entre los escombros de Pasteur 633, que originalmente no llegaron más que al 13% del total, pero quien escribe comparte totalmente con Lanata que fueron «sembrados» en el lugar en el momento mismo de la explosión (quizá colocados en la azotea del edificio que habría de derrumbarse por un helicótero que se se detuvo durante minutos encima a la noche, como observaron varios testigos), llevados en camillas y esparcidos como dijo el entonces enemigo y hoy ariete del Grupo Clarín, o de otras maneras. Lo cierto es que está probado que el block de motor estaba allí aquel lunes 18 de julio, luego fue llevado a la Brigada de Explosivos de la PFA, ubicada en el Departamento Central, en la Avenida Belgrabo esquina con Virrey Cevallos, donde le fue exhibido a los jefes del cuerpo de Bomberos del que depende dicha brigada (que así lo atestiguaron en el juicio), y que volvió a aparecer supuestamente encontrado entre los escombros por israelíes al anochecer del lunes 25 de julio.

Nisman, una hipótesis inquietante

Nuevamente me veo necesitado de aclarar que estoy convencido de que Nisman se suicidó. No obstante, en un primer momento, la lógica más pura inducía a pensar (como lo hizo, sin ir más lejos, Cristina Fernández de Kirchner) que bien podía haber sido asesinado por un servicio secreto extranjero, por ejemplo, por el israelí, ya que parecía claro que habían sido israelíes quienes habían urgido a Nisman a presentar una denuncia carente de pies y de cabeza asegurándole que la procuradora Alejandra Gils Carbó se aprestaba a despedirlo, cuando se trataba del borrador de una denuncia que su socio Stiuso planeaba para ser presentada como golpe demoledor al iniciarse la campaña electoral para las elecciones generales de ese año.

Al premier Bibi Netanyahu y el Mossad, está claro, tras la declaración de Robert Noble, cabeza de Interpol tachando a Nisman de mentiroso y el fiasco de su resonante pero vacua denuncia, la muerte de Nisman les vino de perillas.

Telleldín puso a rodar una hipótesis inquietante: Que Nisman, un «gatero» recalcitrante, haya sido asesinado por una prostituta contratada por «un servicio de inteligencia extranjero» que a su vez la asesinada tan pronto como salió de Le Park a fin de «no dejar cabos sueltos». Se basa en que, efectivamente, muy cerca de allí, se encontró un cadáver carbonizado que nunca fue identificado. Por lo demás, dijo algo que ya está archicomprobado: que el fiscal trabajaba para el Mossad y la CIA, y que incluso el Audi que manejaba era de propiedad de un agente de la CIA (en referencia a Pipo Ecke, ex jefe de seguridad del Grupo Exxel y pieza clave en la desgracia de Alfredo Yabrán a raíz del patoso asesinato de José Luis Cabezas por lúmpenes de la policía bonaerense y de la barra brava de Estudiantes de La Plata.
Telleldín se refirió al «intendente» de la AMIA, nombrado días antes de su voladura, el ya fallecido militar israelí Aaron Edry, del que dijo que oficiaba de «portero» y era un agente del Mossad que «vino a mentir». Dijo que era un especialista» que ya antes antes había «descubierto (sic) un montón de atentados en Medio Oriente bicicletas-bomba, coches-bomba, un experto».
Ya fuera del Mossad o de otro servicio de inteligencia israelí, Telleldín dijo que Edry «fue el que hizo el puente de escape, hizo (en el segundo piso de la AMIA) un túnel para salir por la parte de atrás, túnel que dio a un templo (una sinagoga) y así salvó muchas vidas».
«Nosotros pedimos su detención por falso testimonio, porque mintió (a repetición, tal como demostré en mis libros… excepto en su primera declaración, en la que dejó claro que hubo dos explosiones) pero los jueces no se animan (…) saben que tanto el Mossad como la CIA no se andan con chiquitas. Les tienen miedo».
Preguntado por una periodista que secundó a Salgado, Telleldín dijo que su hipótesis («una posibilidad muy alta de que haya ocurrido así») es que la SIDE se haya infiltrado dentro de los terroristas (a los que no identificó) unos pocos días antes del atentado; que sus jefes pensaban detenerlos antes de que se cometiera, pero que la situación se le fue de las manos y que una vez producido el ataque, «salieron a inventar» con el presidente Menem a la cabeza.
Telleldín rercodó que «la portera» (sic) de la AMIA (en referencia a Luisa Miednik, que en realidad era ascensorista)  vio como desde una camioneta Fiat Fiorino se descargaban bolsas blancas («que pueden haber sido el explosivo primario») en la vereda de la AMIA, y que escasos minutos después se produjo una explosión que no la mató porque se encontraba dentro del ascensor. Ella, siguió diciendo, hizo «una descripción de ‘Jaime’ Stiuso, perfectamente» como el de uno de los hombres que descargaba las bolsas blancas, como de Klaukol, pero que «ningún juez lo llamó (a Stiuso a declarar) ni se puso a averiguar de quien era esa Fiorino» por los motivos ya expresados. Sin embargo, y volviendo a la cuidadosa ambigüedad que cultiva, Telleldín dijo que no quería asegurar que «Stiuso estuviera metido en el atentado (a pesar de que acababa de decir que se lo vio descargando bolsas de lo que podía ser el explosivo), sino que sus hombres estaban infiltrados entre los proteicos «terroristas», y que «se les escapó» ¿la tortuga?.
Preguntado por la causa contra Cristina Fernández de Kirchner y otros por el Memorándum de Entendimiento con Irán refrendado por ambas cámaras del Congreso, opinó que en términos jurídicos «es todavía peor» que la de la AMIA (a la que calificó de «un bochorno, una vergüenza) porque «no hay (no se cometió) ningún delito». Aprovechó la pregunta para comentar que luego de ser absuelto por primera vez y de recibirse de abogado, en 2005, aceptó defender a un cónsul de Irán al que, aunque no estaba imputado, no lo dejaban salir de la Argentina; que entonces estuvo en contacto con las autoridades iraníes y que les sugirió que aceptaran ir a juicio en un tercer país «porque la prueba que hay en AMIA… no es nada, es una basura (…) no hay ninguna prueba».

También, entre otras cosas, le echó una mano al sargento carapintada Jorge Orlando Pacífico, un traficante de armas y experto en explosivos sospechado de haber cortado el tránsito de vehículos en Pasteur y la avenida Corrientes aquel fatídico lunes (es de suponer que con el propósito de minimizar el número de víctimas de las explosiones fuera del edificio de la AMIA). El ubicuo Pacífico volvería a adquirir notoriedad cuando se presentó ante la justicia para denunciar que –según habría escuchado una conversación en un café estando de espaldas y sin posibilidad de identificar a los charlatanes– el vicepresidente Amado Boudou estaría incurso en negociaciones incompatibles con su cargo a fin de apropiarse de la imprenta Ciccone Calcográfica.

 

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