| | | |

DERECHOS HUMANOS: Los que no se defienden, suelen perderse

En 2008 fui contratado por el entonces Secretario de Derechos Humanos de la Nación Eduardo Luis Duhalde para integrar el Grupo de Investigación Histórica del Archivo Nacional de la Memoria (ANM). Al ir a firmar los papeles reglamentarios al Departamento de Personal me encontré con que se pretendía que firmase una jornada de 8 horas y media. Una medida que databa, me explicaron, desde que el tartufo Ricardo Gil Lavedra había impuesto cuando era ministro de Justicia y DD.HH. de Fernando de De la Rúa. Me negué de plano. Alegué  que hacia 122 años que se había ahorcado a los llamados «Mártires de Chicago» por lugar por las 8 horas de trabajo (para disponer de ocho horas de descanso y otras ocho de libertad) y no estaba dispuesto a traicionarlos. Y menos aún para integrar un órgano oficial de protección y ampliación de los Derechos Humanos.

Hoy, que el ANM y otras dependencias de la Secretaria están siendo arrasadas por este gobierno neofascista, negacionista y reivindicador apenas vergonzante de la dictadura genocida, me parece importante destacar que, aun con todos sus aciertos, los gobiernos kirchneristas dejaron tras de si a una enorme cantidad de empleados del Estado con contratos irregulares. De hecho, los siete años que trascurrieron hasta que el macrismo me echó estuve contratado –como miles de compañeros– a través de ACARA, la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina. Y había muchas compañeras y compañeros con contratos mucho más frágiles.

Moraleja: los derechos que no se defienden con uñas y dientes, se pierden. Pueden ser arrasados por gobiernos como este. Y los gobiernos nacionales y populares no están exentos de responsabilidades.

Es por todo esto, entre otras cosas, que me gustó tanto este texto vehemente y sanguíneo de la jueza federal brasileña Raquel Domingues do Amaral.

Los derechos están hechos de fluído vital 

¿Saben de qué se hacen los derechos, mis jóvenes? ¿Sienten su olor?

¡Los derechos son hechos de sudor, de sangre, de carne humana podrida en los campos de batalla, quemada en hogueras!

¡Cuando abro la Constitución, además de los signos, de los enunciados vertidos en lenguaje jurídico,siento olor a sangre vieja!

¡Veo cabezas rodando de guillotinas, jóvenes mutilados, mujeres ardiendo en las llamas de las hogueras! ¡Oigo el grito enloquecido de los empalados!

¡Me encontré con niños hambrientos, enriquecidos por inviernos rigurosos, fallecidos a las puertas de las fábricas con los estómagos vacíos!

¡Sofoco en las chimeneas de los campos de concentración, expulsando cenizas humanas!

Veo africanos convulsionando en las bodegas de los barcos negreros.

Oigo el gemido de las mujeres indígenas violadas.

¡Los derechos están hechos de fluido vital!

Para hacer el derecho más elemental, la libertad, pasaron siglos y miles de vidas fueron tragadas, fueron molidas en la máquina de hacerse derechos, ¡la revolución!

¿Tú creías que los derechos fueron hechos por los funcionarios que tienen asiento en los parlamentos y tribunales?

¡Que engaño!

¡El derecho se hace con la carne de la gente! Cuando se deroga un derecho, se pierden miles de vidas… ¡Los gobernantes que usurpan derechos, como buitres, se alimentan de los restos mortales de todos aquellos que murieron para convertirse en derechos!

Cuando se concreta un derecho, mis jóvenes, se eternizan esas miles de vidas.

Cuando concretamos derechos, damos un sentido a la tragedia humana y a nuestra propia existencia.

¡El derecho y el arte son las únicas evidencias de que la odisea terrenal ha tenido algún significado!

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *