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LA BOMBARDEADORA. Cómo la reacción oligárquica derrocó a Perón a sangre y fuego a pesar de su vasto apoyo popular

En abril de 1952, antes que Eva Perón, falleció el vicepresidente de Perón, el radical Hortensio Quijano. Dos años después se celebraron unas inéditas elecciones para cubrir el cargo. El candidato ungido por Perón, el contralmirante Alberto Teisaire, ganó las elecciones con el 64% de los votos, prácticamente el mismo porcentaje que había obtenido el propio Perón al ser reelecto unos meses atrás, en noviembre de 1951. Teisaire carecía del charme, del carisma de Perón al que traicionaría tan alevosa como instantáneamente tras su derrocamiento en septiembre de 1955 (1). Esos guarismos convencieron a los opositores más acérrimos a Perón de que nunca jamás podrían derrotarlo en la urnas. Por lo que para lograrlo era imprescindible ejercer una violencia masiva, terrorista, capaz de acobardar y paralizar a sus partidarios, más potente y extendida que la desatada un año antes, en abril de 1953, cuando una bomba explotó en la estación de subte Plaza de Mayo durante una concentración de la CGT, con un saldo de cinco muertos y casi un centenar de heridos. Así fue como el 16 de septiembre de 1955, aviones de la Armada y de la Aeronáutica bombardearon la Casa Rosada, las plazas de Mayo y Colón, la residencia presidencial y el Departamento Policía, asesinando a más de 300 personas e hiriendo a miles.

La cifra de muertos no es antojadiza sino producto de una medulosa investigación histórica hecha por el Archivo Nacional de la Memoria (ANM), es decir por el mismo estado nacional que el actual gobierno está desguazando y destruyendo (2). Dicha investigación, de la cual tuve el alto honor de participar, fue publicada en octubre de 2010. Entonces la Secretaría de Derechos Humanos estaba en manos de Eduardo Luis Duhalde y el presidente del ANM era Ramón Torres Molina. Han pasado solo tres lustros pero a veces parece que fuera todo un siglo.

De ese libro se hicieron solo 3.000 ejemplares, una cantidad insuficiente por lo que se ha visto para que dejaran de barajarse todo tipo de cifras de muertos, por lo general más altas, como si aquél número no fuera suficiente.

Terminada la tarea, los miembros del grupo investigador debatimos que otra encarar. Junto a Carlos Hugo «Gogo» Morete propusimos seguir la línea cronológica y abordar el derrocamiento de Perón por la mal llamada «Revolución Libertadora», rebautizada por los peronistas como «La fusiladora». Argumentamos que así como con la investigación concluida habíamos «puesto en valor» el mayor acto terrorista de la historia argentina (ocultado durante décadas detrás de los subsiguientes incendios de  iglesias del centro de Buenos Aires hechos en represalia por el protagonismo de la Iglesia en la articulación del movimiento sedicioso, incendios en los que únicamente murió un sacerdote nonagenario) debíamos refutar el extendido prejuicio de que Perón había caído casi sin efusión de sangre. Sin embargo la mayoría de nuestros compañeros optó encarar el estudio del Plan CONINTES (Conmoción Interior del Estado) implementado por el presidente Arturo Frondizi contra los trabajadores organizados y sus sindicatos, acusando de «subversivos» tanto a peronistas como a comunistas, lo que prefiguraría con el establecimiento de zonas y subzonas al plan que habría de ejecutarse a partir de marzo de 1976.

El triunfo de Mauricio Macri en 2015 evitó que la investigación del golpe de septiembre de 1955 siguiera avanzando, y el gobierno de Alberto Fernández no quiso o no supo revitalizarla, por lo que un compañero del Grupo de Investigadores, Rafael Cullen, al jubilarse se llevó consigo copia de los materiales ya investigados. Obsesionado con el tema, Cullen se puso a recopilar otros materiales con el objetivo de redondear un libro. Desgraciadamente no llegó a terminarlo, ya que murió durante la pandemia.

A todo esto, el entonces director de la Biblioteca Nacional, Juan Sasturain, me encomendó concluir la investigación iniciada por el ANM. Tiempo después me di cuenta que estaba haciendo lo mismo que podría haber hecho Cullen y me puse en contacto con su viuda, la historiadora Viviana Citivillo, una gran compañera. Nos pusimos rápidamente de acuerdo, me gustó el enfoque que Cullen le había dado el tema y nos pusimos a trabajar, duplicando el número de páginas de la investigación e incorporando textos muy poco conocidos de Rodolfo Walsh. Pudimos probar fehacientente que, lejos de haber sido incruento, durante los días que fueron desde el inicio del golpe de estado al refugio de Perón en una cañonera paraguaya hubo al menos 149 muertos.

El golpe que duró más de tres meses. El fin del mito de la caída incruenta de Perón acaba de ser publicado por CICCUS. Su precuela, la reedición de Bombardeo del 16 de junio de 1955  (al que se le ha añadido la certera bajada de «El mayor atentado terrorista de la Historia Argentina») tambien ha sido publicada recientemente por Colihue.

Como coautor de ambos libros y como hace mucho que no tengo abuelas, me permito asegurarles que (tal como sucedió antes con mis Caso Nisman y La infAMIA)  ambos libros pueden leerse y consultarse como si fueran uno solo pues uno es tanto la continuidad del otro, como este la precuela de aquel.

Mi deseo es que tan pronto como volvamos a tener un gobierno nacional y no el de ocupación que padecemos, ambos textos deberían ser de ineludible consulta para los estudiantes secundarios.

Por ahora, en plena resistencia, tanto yo como Viviana, Ricardo Ragendorfer (co-redactor de El Bombardeo…) como los editores Coco Manoukian y Aurelio Narvaja, invitamos a la CGT, las CTA, los sindicatos, los gobiernos provinciales, el Partido Justicialista, a Juan Grabois, las organizaciones barriales, los compañeros periodistas, etc. a promocionar estos libros y, mejor aún, a organizar presentaciones. Me atrevo a decir que todos los miembros del Grupo de Investigación Histórica del ANM estarán dispuestos a participar con los únicos límites de sus lugares de residencia.

Como escribió San Martín en referencia a los bravos defensores del Paraná en la Vuelta de Obligado, demostremos que los argentinos «no somos empanadas que se comen sin más que abrir la boca».

Notas         

1) Apenas Perón fue derrocado y de manera harto infame, Teisaire habría de presentarse ante su camarada, el almirante Isaac Francisco Rojas, vicepresidente de facto, poniéndose a su disposición, lo que redundó en una filmación de 12 minutos en las Teisaire acusó a Perón de toda clase de felonías. El cortometraje fue exhibido en todas las funciones cinematográficas a lo largo y ancho del país. Teisaire zafó así de las acusaciones de haber encabezado el grupo más numeroso de quienes incendiaron las iglesias céntricas al anochecer del 16 de junio de 1955, luego de los bombardeos. Los peronistas, no sin sorna, pasaron a llamarlo «El cantor de las cosas nuestras», lema que hasta entonces distinguía a un joven cantor mendocino, Antonio Tormo que se había hecho muy popular gracias temas como El rancho ‘e la Cambicha y Mis harapos. El mismo que los peronistas reversionaron como «Oda a Perón»,   grabó Alberto Marino y demuestra que el peronismo original tenía un tinte claramente clasista.

2) Ver  https://www.datadiario.com/sociedad/el-gobierno-cedera-un-edificio-de-la-ex-esma-a-los-fiscales-federales-202553012260 y https://www.infobae.com/politica/2025/05/22/se-oficializo-la-reestructuracion-del-archivo-nacional-de-la-memoria-y-el-museo-de-la-esma/

 

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