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LANATA, ARGENTINA Y EL BRICS. La Antipatria existe y no quiere que Argentina se alineé con China, Rusia, India y Brasil

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Jorge Lanata, al que solo lo mantiene en pie la maldad, se burla de la pretensión argentina de entrar al BRICS (que se convertiría así en BRICSA), comparado los PBI (o PIB) de países como Brasil, Rusia e India y China, que se miden en billones de dólares, con el mucho más pequeño de la Argentina, que, recuerda, se contabiliza en millones. Sin embargo escamotea que la «s» de la sigla corresponde a Sudáfrica, que según el Banco Mundial entre 2010 y 2014 Sudáfrica tuvo un PBI de 6.477,9 millones de dólares y Argentina de 12.922,4 millones. ¿Por qué si Sudáfrica estáe en ese grupo no podría estarlo la Argentina? Las única razón es que Lanata, que responde a Magnetto, que responde a La Embajada, no le conviene. Lanata compite con Leuco, Morales Solá, etc. por el diploma de Cipayo del año.

http://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.PCAP.CD


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3 comentarios

  1. juan, me gustan tus articulos pero, en el articulo de arriba, sobre el PIB, te olvidaste de agregar a la sigla PIB, la frase per capita que es la riqueza por habitante, la cifra en cuestion es de 12922 dolares per capita contra 6477 dolares per capita de sudafrica

  2. Arturo Jauretche, analista de Medios de
    Comunicación

    Muchas de las cuestiones tratadas aquí a propósito de los Medios de comunicación fueron estudiadas hace décadas por Arturo Jauretche, pensador criollo adscripto a los gobiernos populares que describió varios de los mecanismos de lo que él llamaba la “Colonización cultural” (lo que hoy conocemos como el “relato” o la “agenda” de los medios dominantes), a saber, todo aquello que a fuerza de repetición terminamos asumiendo como verdadero sin notar que es algo que nos han hecho creer sin que nos demos cuenta.
    Para lograr persuadir al público de que la realidad es como los Medios dicen, el Establishment se sirve de personajes, llamados “figurones” por Jauretche, que comunican sus ideas a la gente. Los figurones son personas convertidas en celebridades por los medios ya que sostienen opiniones coincidentes con las de los poderes económicos dominantes. De esa manera, decía Jauretche, se produce una retroalimentación mediante la cual los medios de comunicación confieren prestigio a ciertas personalidades, quienes son usadas luego para opinar favorablemente acerca de los temas que a las Corporaciones les conviene.
    La llegada a la Argentina en el año 2011 del entonces flamante Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, reflotó el término figurón desde todo tipo de blogs y artículos de opinión, que vieron en el escritor peruano a un digno exponente de esa categoría. Vargas Llosa sería, por mucho, el más prestigioso de los figurones contemporáneos.
    El típico figurón local sería el doctor Mariano Grondona, que en su época de gloria era tenido por los medios como un oráculo de mesura, hasta que la realidad se encargó de hacerle ver al público que esa figura que parecía tan lúcida y educada era en verdad un golpista reaccionario, defensor, en cada ocasión de ruptura democrática, de la necesidad de acabar con el gobierno de turno.
    Y si bien Grondona cayó en el descrédito para la mayoría, fue reemplazado por una batería de prestigiosos periodistas que se disputan el sitio vacante. De todos, el de mayor prestigio es, sin dudas, Jorge Lanata, que en el 2013, en ocasión de recibir el Martín Fierro de oro (el más prestigioso de todos los premios, opacado un poco por la silbatina que recibió luego desde la platea del Colón), declaró que en la Argentina existía algo que, dijo, “Yo llamo la grieta”, fenómeno lamentable, que, supuestamente, nos estaba separando cada vez más como nación.
    Esa división, de acuerdo a la postura de Lanata, parece haber sido provocada, de algún modo, por el gobierno.
    Tan categórica opinión, expresada en el momento de recibir un premio consagratorio nada menos que en el Teatro Colón, resulta un poco inconsistente si miramos el pasado argentino, con sus variadas y sanguinarias luchas entre unitarios y federales, blancos y colorados, radicales y conservadores, peronistas y oligarcas, golpistas y demócratas, milicos y “subversivos”, etc., que demuestran una división preexistente a la supuesta grieta denunciada por Lanata, algo que el ganador del Martín Fierro de Oro debería conocer, ya que escribió dos gruesos tomos de historia argentina. De todos modos, la falta de rigor ya se ha vuelto parte del estilo de este periodista y se entiende que haya dicho lo que dijo puesto que fue contratado por el Grupo Clarín para opinar de esa manera.
    Justamente fue Jauretche (alguien más serio que Lanata) el que opinó que la división de la Argentina comenzó con aquella falsa disyuntiva propuesta por Sarmiento: Civilización o Barbarie, identificando a la civilización con la poderosa aristocracia porteña y sus aliados externos, y a la barbarie con todo lo otro: los nativos, los criollos, la plebe inmigrante de países limítrofes o de las regiones más recónditas del mundo, con sus ideas y cultura “ajenas” a las de la elite.
    A esa diferenciación adhirió el Establishment local, que por ser propietario de buena parte del país y (supuestamente), de la capacidad moral para manejarlo, se situó, como es lógico, del lado civilizado.
    Todo fue bien para esta gente durante el tiempo en el que gobernaron gracias a la prepotencia y el fraude electoral, pero un día llegó el voto secreto y el poder público quedó, de repente, en otras manos.
    Nuestra clase dominante se encontró entonces con que a través de la Democracia aparecen cada tanto líderes enormemente populares que cuestionan el poder y los privilegios de las minorías oligárquicas. Líderes a quienes estos poderosos identifican, invariablemente, con la “barbarie”.
    La forma como el Establishment resolvió este problema fue derrocando a esos gobiernos electos democráticamente, por medio de campañas de desestabilización y golpes militares, con apoyo de potencias extranjeras. Hoy, que ya no se puede usar más la vía militar, se sirven, mayormente, de los Medios de Comunicación para desprestigiar a los gobiernos que no les siguen la corriente, buscando el modo de hacerlos caer.
    El dictador chileno Pinochet, amigo de la ultraliberal “Dama de Hierro” Margaret Tatcher, expresó de manera clara el pensamiento de esta Derecha latinoamericana, cuando dijo, con un candor abominable:

    “La democracia es el mejor caldo de cultivo para los comunistas.” (1).

    ¿Delirante? No. Los memoriosos recordamos cómo la oligarquía argentina lo consideraba a Alfonsín un comunista por juzgar a las juntas militares, abucheándolo en la Sociedad Rural Argentina, espacio emblemático de la alta burguesía, que tan bien recibió siempre a los dictadores. Aún hoy esta gente reivindica al golpismo porque lo cree mejor que los gobiernos peronistas, electos democráticamente. Para ellos, Videla fue un patriota, acusado injustamente. Perón, un tirano. A Evita la odiaron hasta que se puso de moda en EEUU, ahí quedaron desorientados. Con Menem quedaron encantados cuando indultó a los militares presos y les sirvió el país en bandeja. Detestan a los Kirchner, entre otras cosas, por encarcelar de nuevo a los genocidas, aunque esto último no lo pueden decir abiertamente porque se incineran. De ahí que inventen cosas para denostarlos.
    En Chile la derecha reivindica a Pinochet, aún sabiendo que le descubrieron en los EEUU cuentas secretas por cientos de millones de dólares, robados al estado chileno. Lo que demuestra que esta gente condena la corrupción hasta cierto punto. De igual modo, en Argentina, la derecha mediática silencia discretamente la corrupción galopante de la última dictadura militar, ocultando las graves irregularidades de la Deuda externa descubiertas por la Justicia a partir de la denuncia del abogado Alejandro Olmos.
    Los resultados de esa investigación no fueron divulgados por los Medios del Establishment a su clientela. Esa moralidad difusa se vuelve evidente si repasamos todo lo que han sido capaces de hacer (Golpes militares, persecuciones, secuestros, tortura, asesinatos), para preservar sus intereses.
    El afán civilizatorio que nuestras oligarquías pudieron, alguna vez, haber tenido, dio paso a una lucha ávida por mantener los privilegios y de ser posible acrecentarlos, a cualquier costo.
    La forma de pensar recalcitrante de esta gente explica la virulencia de los Medios hacia los gobiernos progresistas de nuestra región. Y explica también que desde el progresismo se considere a la derecha latinoamericana y sus aliados externos como un peligro serio para la Democracia, ya que a las oligarquías nativas les cuesta aceptar el orden institucional y el libre juego democrático, o lo aceptan sólo cuando les conviene (Los golpes institucionales contra Manuel Zelaya en Honduras o Fernando Lugo en Paraguay, con apoyo de Medios locales y extranjeros, lo demuestra claramente).
    Con todo esto queda claro que la histeria que provocan las nuevas Leyes de Medios impulsadas por distintos gobiernos de América Latina se funda en el temor de las elites de perder el control sobre esa herramienta básica de manipulación de las masas.
    La insistencia que tienen los medios de mostrar un presente catastrófico mediante exageraciones, falacias, agendas sicóticas y pronósticos económicos aterradores, favorece la posibilidad de provocar alguna “profecía autocumplida” que lleve a una debacle. Y si no lograran que eso ocurra, ese material falso igual les sirve para ir construyendo su propia versión de la Historia.
    Al respecto, Jauretche decía que la falsificación de la Historia es una forma de hacer política con la propia Historia, puesto que al desprestigiar políticas pasadas, se desprestigia también a sus continuadores en el presente (Condenar a Perón, por ejemplo, es condenar al peronismo. De igual modo, condenar hoy a los Kirchner es un intento de condenar el futuro político del kirchnerismo).
    Para lograr dar forma a esa versión propia de la Historia, el Establishment siempre necesitó de la complicidad de un ejército de periodistas, sindicalistas, intelectuales, políticos, artistas, escritores, académicos y supuestos especialistas de todo tipo, para crear y sostener con sus opiniones una realidad acorde a los intereses corporativos.
    La famosa “grieta” denunciada por el prestigioso periodista Jorge Lanata tal vez deje de ensancharse el día que las poderosas minorías que lo contrataron reconozcan la legitimidad de los candidatos electos por las mayorías, los respeten, los dejen gobernar, reconozcan sus logros y sean imparciales con sus críticas. Y también que admitan que cuando ellos tuvieron influencia directa en la vida política del país, a través de dictaduras o gobiernos títeres, sus recomendaciones llevaron al desastre.
    Pero falta mucho para eso, visto el empeño conspirador que tienen, que por suerte se ha vuelto evidente a muchísimos ciudadanos.

    «Si usted, lector, está enterado de este secreto -cómo y para qué se fabrica el figurón- ya con eso ha destruido un arma poderosa de los colonizadores.”
    Arturo Jauretche

    (1)Se puede ver a Pinochet diciendo esta barbaridad en el excelente documental “El diario de Agustín”, del chileno Ignacio Agüero, que muestra el papel del diario El Mercurio en la caída de Allende y su posterior apoyo a los golpistas (papel semejante al de Clarín y La Nación en Argentina). El film denuncia el financiamiento de la CIA, que entregó 2 millones de dólares al diario El Mercurio para que realizara la campaña desestabilizadora contra Allende. Está en Youtube (N. del A.).

  3. Sudáfrica forma parte del BRICS porque se consideró políticamente necesario contar con un representante del continente africano.

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