SIN CADENAS. Algunos episodios de la vida de Francisco de Miranda
Por estas fechas, pero en el año 1806, Francisco de Miranda, que había desembarcado a comienzos de agosto en las costas de Coro, entonces capitanía general de Venezuela, decide, en conjunto con su tripulación, abandonar el poblado que ya había sido abandonado previamente por sus pobladores. Estos se habían hecho eco de los rumores que echaron a rodar las autoridades españolas respecto a las intenciones de saqueo con las que llegarían Miranda y sus hombres. Vanos serán los intentos, las proclamas y los comunicados del venezolano para convencer a los habitantes de Coro de que regresen, que sus vidas y haciendas están a salvo y que la intención de Miranda es encender la chispa de la revolución que lleve a los americanos a romper las cadenas del imperialismo español. En una primera lectura, podríamos suponer la desazón que siente el revolucionario al tener que abandonar la plaza. Sin embargo, darse por vencido no es una característica de la personalidad de Francisco de Miranda.
Desde hace un tiempo que la patria chica Venezuela y la Patria Grande Latinoamérica es bombardeada por rumores, versiones y operaciones que tienen origen en los EEUU y que algunos analistas ubican como parte de un enfrentamiento más grande entre un viejo mundo unipolar y un multipolarismo en marcha. Podrían ser signos, como lo fueron hace doscientos años, de debilidad de una hegemonía imperial en crisis. Pero no porque el león o el águila imperiales estén heridos, pierden su capacidad de hacer daño.
Confiamos en que nuestros Pueblos tienen esa misma característica «mirandina» de no darse por vencidos y de intentar una y otra vez transitar los caminos hacia la unidad, la emancipación y la liberación.
Sin cadenas
Ustedes se van a reír y está bien si así lo hacen, pero creo necesaria esta introducción. Cuando vuelvo a Barracas por la bicisenda de virrey Cevallos, rodeo la plaza España por Baigorri y Amancio Alcorta y agarro Ramón Carrillo. Hay que pedalear con ganas para remontar esa subida al costado del hospital Rawson. Sobre todo con bicicletas como la mía, huérfana de cambios. La marcha va mejor una vez que llegamos al Tobar García. Sin embargo mantengo el pedaleo sostenido hasta el portón de acceso al José Tiburcio Borda y entonces sí, me afirmo en el manubrio, me inclino un poco hacia adelante, pongo los pedales paralelos al suelo, dejo de pedalear y aprovecho la topografía de Barracas, en pendiente hacia el Riachuelo, para que la bicicleta se desplace sola, por la conjunción de leyes de la inercia y la gravedad. Es un pequeño juego conmigo mismo: ver hasta dónde llego sin pedalear. Tengo que tener suerte de que los semáforos de los dos oficiales sanmartinianos, Brandsen y Suárez, estén en verde. Mi récord es, desde el ingreso al Borda, doblando por Suárez y luego volviendo a doblar por Vieytes, hasta unos metros después del portón del predio de adiestramiento canino de los Bomberos Voluntarios de La Boca.
Uno de estos jueves volvía de la radio y comencé todo el ritual cuando, antes de llegar a Brandsen, sentí un chasquido, un leve temblor en los pedales y un ruido metálico detrás de mí. Miré para abajo y confirmé lo que había presentido. Se me cortó la cadena. Dudé un momento en seguir la carrera. Venía bien y el semáforo estaba en verde, pero la razón se impuso al espíritu deportivo y me hizo reflexionar que no sería lo mismo para mi bolsillo proletario reparar un par de eslabones de la cadena que comprar una nueva, así que fui frenando poco a poco; volví a buscar la cadena que brillaba, como una serpiente que acaba de mudar de piel, bajo la luz de un farol del alumbrado público y volví a casa caminando.
Si por una de esas casualidades que se producen muy excepcionalmente algunx de quienes lean estas líneas escuchó también el programa Orientación Sur del 18 de julio podrá confirmar que elegimos el gran tema musical de Los Pericos, “Sin cadenas”, para ilustrar la columna en la que intentamos recuperar la figura de Francisco de Miranda. Mi hipótesis es que, más allá del video musical que la banda eligió para difundir el tema, en el que se nos propone una interpretación según la cual la canción nos habla de un boxeador, en realidad cada vez que escuchamos “Sin cadenas” estamos asistiendo a un homenaje al, considerado por muchxs, precursor de la Independencia americana. Veamos.
Sin cadenas sobre los pies / me puse a andar
Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez Espinoza, más conocido como Francisco de Miranda, nace en Caracas el 28 de marzo de 1750. La racializada sociedad española de la época impone límites a la familia de Miranda por considerarla mestiza o “blanca de orilla”, “indigna por muchos antecedentes de desempeñar puestos de categoría”. Consciente del poco futuro que le espera en Caracas o para retornar a ella con otra condición social, obtenida en la metrópoli por mérito propio, Francisco parte a España antes de cumplir 21 años.
Hace tiempo quise encontrar / el camino
Poseedor de una importante cuota de autoestima, cree Miranda que con su decisión, empeño y valor podrá hacer la carrera de las armas. Se alista en los ejércitos reales y es destinado al regimiento de infantería de la Princesa. Ese será, para él, el ámbito desde donde lograr alcanzar una cierta movilidad social ascendente.
Nada escapa / nada muere
Enviado a la campaña del norte de África, Francisco logra escapar a la muerte en Argel cuando un tiro le destruya el mosquete y dos más lo hieran en las piernas.
Nadie olvida / eso lo sé
¿Quiere Miranda llevarse el mundo por delante? ¿O no soporta la injusticia de saberse capaz y valiente y verse postergado en la consideración de sus superiores? Ambas cosas pueden pasar y la rebeldía que generan esas situaciones lo hacen chocar con la disciplina militar y, en consecuencia tendrá problemas con sus superiores en casi todos los destinos en los que le toca prestar servicios, sucesivamente en Cádiz, Madrid y Cuba.
Al momento de elegir enemigos, Miranda no se anda con chiquitas y no sólo serán altos oficiales de los ejércitos reales los que lo persigan; la Inquisición española también buscará echarle el guante por sus lecturas de textos prohibidos, por sus relaciones y hasta por una supuesta vida licenciosa.
Navegante sin rumbo fui
Estando en Cuba, a la espera de su próximo destino, el correo comete un error y le entregan a él una orden dirigida a otro oficial al que se le ordena arrestar a… Miranda y embarcarlo rumbo a España para ser juzgado por distintos delitos.
Sus amigos en el ejército, que también los tiene, hacen los aprestos necesarios y logran subirlo a una nave que lo trasladará a los EEUU. Allí tomará contacto y frecuentará a George Washington, Alexander Hamilton, Henry Knox, Samuel Adams y con el marqués y general La Fayette.
¿Es allí donde desarrolla sus ideas para la emancipación de Sudamérica? ¿Ya las venía elaborando y las contrasta con la experiencia de las trece colonias?
Miranda se dedica a recorrer el territorio recientemente independizado y quizás hubiera seguido un tiempo más allí pero los ejércitos reales españoles hacen circular la información de que el caraqueño es un desertor y que pesan sobre él causas que podrían condenarlo por traición. El por entonces joven gobierno norteamericano tiene ciertas deudas de lealtad a la corona española por el apoyo brindado en la guerra contra el Reino Unido. El mismo Francisco de Miranda enfrentó con valentía a los ingleses en la Florida y se destacó en la toma de Pensacola, acción que le valió el ascenso a teniente coronel. Las autoridades norteamericanas pueden hacer la vista gorda durante algún tiempo pero si España insiste, tendrán que deportar a Miranda. Para no comprometer a sus anfitriones, Francisco opta por embarcarse con rumbo al viejo mundo.
A pesar de haber combatido a los ingleses Miranda se dirige a Gran Bretaña, quizás calcula que el brazo de la justicia española no es tan largo como para apresarlo allí.
Y naufragué
Aprovecha Miranda su estadía en el Reino Unido para interesar al gobierno británico en su plan de emancipación continental para las colonias españolas en América. Puede ser que intente con eso alejar la desconfianza de sus nuevos anfitriones por haber guerreado hasta hace poco tiempo a las tropas del rey Jorge. Pero también es muy posible que crea necesario contar con la asistencia de la potencia emergente para asegurar la independencia americana.
Haciendo gala de todos los recursos de su personalidad compleja y fascinante, logra llegar a entrevistarse con el primer ministro William Pitt “el joven”. A él le escribirá:
“Mis miras han sido (…) y son (…) las de promover la felicidad y la libertad de mi propia Patria excesivamente oprimida; y al hacerlo, ofrecer también ventajas comerciales a la Gran Bretaña”.
Las negociaciones con el gobierno británico no tienen el resultado esperado por Miranda. Pitt no se conmueve a pesar de tan sugerente ofrecimiento. Envuelto en la indiferencia gubernamental, nuestro hombre deja Londres.
Cada calle, cada rincón / fui conociendo
Aunque su plan ha sido rechazado, no se desanima Miranda. Está convencido de que ya llegará su momento. No puede crear las condiciones, pero puede prepararse para cuando estas estén creadas. Los próximos años los dedicará a formarse. Y lo hará recorriendo una Europa que está en transformación. Corrientes subterráneas surcan el viejo continente. Nadie sabe dónde emergerán. Pero Francisco de Miranda quiere están allí para verlas.
En su travesía recorrerá Prusia, los Países Bajos, Italia, Grecia, el imperio otomano. En Rusia conocerá a Grigori Potemkin y, a través suyo, a la zarina Catalina “la grande”. De su relación con ambos, Francisco obtendrá su reconocimiento como coronel y la autorización al uso de uniforme del ejército ruso y, más importante para él, pasaportes y cartas de presentación para ser recibido con trato preferencial en cualquier embajada rusa en Europa. Le serán de utilidad para burlar a los agentes españoles que siguen sus pasos esperando un tropiezo para caerle encima. En alguna oportunidad, para engañar a sus perseguidores, trastocará su nombre por el de “Meroff” de reminiscencias rusas. Su manejo de los idiomas lo ayudan a construirse identidades distintas.
Y he perdido
El periplo europeo lo llevará a Francia, donde ha estallado la revolución. Allí traba relación con diputados girondinos a través de quienes se sumará al ejército revolucionario del Norte bajo las órdenes del general Dumouriez. Las tropas a su mando ponen bajo sitio a la ciudad de Maastricht, pero recibe órdenes de levantarlo y concentrar fuerzas con las de Dumouriez que serán derrotadas en Neerwinden.
He ganado
El ejército revolucionario francés estaba compuesto por restos de los ejércitos reales de Luis XVI y mayoritariamente por “sans culottes”, plebeyos, verdaderos ciudadanos en armas en defensa de la revolución. Con ellos, Francisco de Miranda rechazará a los ejércitos prusianos en Valmy y los hostigará hasta obligarlos a abandonar el territorio francés. Valmy es considerado el primer triunfo de la República Francesa ya que, al día siguiente de librarla, en París es abolida la monarquía.
Y he sabido / defenderme bien
Miranda alcanza los grados de general de los ejércitos de la República Francesa y mariscal por sus actuaciones en combate. Sin embargo los jacobinos, en control de la Convención, recelan de sus relaciones girondinas y buscan responsables por las derrotas en los Países Bajos. Dumouriez traicionará a la revolución pero antes se encargará de acusar a Miranda por el desastre holandés. Miranda es detenido con distintos cargos y pasará una temporada a la sombra por las prisiones más escabrosas de la revolución: la Conciergerie, La Force y Les Magdelonettes. No se quiebra Miranda. Sostiene sus argumentos y obtiene la libertad luego de casi dos años de estar detenido.
Contengo la respiración
No está seguro en París. Los vaivenes de la política revolucionaria pueden convertirlo en pato de la boda ante cualquier cambio de situación. ¿Adónde irá? En el resto del continente europeo su figura está muy identificada con esa revolución que no le corresponde sus amores y dedicación. Volver a América es tentador, pero quiere hacerlo para encabezar una revolución americana que dé por concluida la dominación española.
Es un día tan claro
Alguna vez escuché a Roger Capella, ex embajador de la República Bolivariana de Venezuela en nuestro país, contar que, al desembarcar Francisco de Miranda finalmente en el puerto venezolano de La Vela de Coro, a comienzos de agosto de 1806, traía consigo una bandera tricolor a franjas horizontales amarilla, azul y roja pudiendo los colores representar la arena amarilla de las playas que los revolucionarios pisarían primero hacia la liberación; el azul de un cielo nocturno antes del amanecer de la libertad, y el rojo de la sangre que los americanos estaban dispuestos a derramar para lograr su independencia. Pero también podían significar los colores de las pieles de los habitantes de América: indios, morenos y pardos, en una necesaria unión en igualdad, para alcanzar tan grande objetivo.
En busca de historias felices
Miranda y sus expedicionarios casi que no encuentran resistencia cuando desembarcan en las costas venezolanas, toman el fortín y comienzan a repartir la proclama de la independencia. Casi que no tienen a quién dirigirse. Los pobladores han abandonado el puerto creyendo la versión española de que Miranda es un pirata que desembarcaría con intenciones de saqueo. Sólo quedan un puñado de enfermos, ancianos con dificultades de movilidad y los presos en el calabozo del fuerte. Miranda y sus hombres intentan convencer a los habitantes de que regresen a sus hogares, sin mucha suerte. En cada salida son hostigados por tropas españolas. Al cabo de diez días sin lograr revertir la situación, Miranda convoca a un consejo que decidirá que lo mejor es reembarcarse y esperar una mejor ocasión.
Felices serán el día que pise firme
Un año aproximadamente permanecerá Miranda a bordo del bergantín “Leander” –bautizado con el mismo nombre de su hijo, Leandro-, recorriendo las Antillas y buscando, en vano, reclutar refuerzos para un nuevo desembarco. Regresará a Londres y desde allí iniciará una campaña política en pos de la independencia americana. Publicará “El Colombiano” un periódico en español que promueve la idea de la emancipación. Su casa se convierte en punto de encuentro para americanos que buscan conocerlo y escuchar su opinión y consejo. Las tareas se multiplican cuando en 1808 se produzca la invasión napoleónica a España. Miranda escribe cartas a las distintas ciudades americanas instando a la conformación de juntas de gobierno integradas por americanos. Quizás por su prédica, por el desarrollo de los acontecimientos, o por ambos, los movimientos insurreccionales se sucederán a partir de 1809. El 19 de abril será el turno de Caracas para levantarse. En julio de ese mismo año una delegación de revolucionarios venezolanos llega a Londres para intentar convencer a Miranda de que regrese a América.
Cuatro años después del fallido desembarco en Coro, Miranda es recibido con honores en el puerto de La Guaira, se le conferirá el grado de general y será elegido diputado al Congreso General Constituyente que declarará la independencia el 5 de julio de 1811.
Sol, mi luz, el norte y el sur / mi gran hogar
Francisco de Miranda fue uno de los primeros en expresar, desarrollar y sostener una concepción de integración americana. La idea de Patria Grande conformada por los dominios españoles en América desde el río Mississippi hasta la Tierra del Fuego tenía para Miranda el nombre de Colombeia, Columbia o Colombia. Es un proyecto que fue enriquecido con los viajes y las experiencias recogidas en Norteamérica y Europa.
Miranda proponía una organización política federativa. El primer órgano de representación eran los Cabildos y cada ciudad tendría el suyo. La unidad política supra ciudadana serían las provincias que contarían con “Asambleas Provinciales” cuyos integrantes serían los “Amautas” y, entre sus tareas, además de las legislativas, estarían la elección de dos “Curacas” encargados del poder ejecutivo provincial por el término de 5 años. También tenían a su cargo la elección de quienes representarían a la provincia en el legislativo federal o “Concilio Colombiano”. Este cuerpo tendría a su cargo la sanción de las leyes para toda la federación y la elección de dos ciudadanos que ejercerían el ejecutivo federal con el título de “Incas” por el término de una década, pudiendo ser reelegidos siempre que hubiera un período de intervalo entre ambos gobiernos.
En cuanto al poder judicial, los jueces serían elegidos por comicios provinciales, debían ser ratificados por los Incas, sus cargos serían vitalicios y serían asistidos por jurados populares para el dictado de sentencias. Habría una Corte Suprema, designada por los Incas, con el nombre de Alta Corte Nacional.
Soy el margen de este lugar
Hemos dicho que Francisco de Miranda provenía de una familia considerada “blanca de orilla”, o de los márgenes de la sociedad de castas española. En su persona, en su obra y en su prédica emancipadora encuentran reivindicación todxs lxs marginales de América.
Un mapa ardiente
Cuando Napoleón Bonaparte conoce a Miranda dirá de él, “Es El Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma”.
Bajo un árbol vi atardecer / y fui feliz
El final de Francisco de Miranda está cargado de cadenas. Prisionero de los propios venezolanos –entre ellos, Simón Bolívar- que lo acusan de traición por haber firmado un armisticio primero y una capitulación después con el comandante español Monteverde, porque entiende que la lucha está perdida por el momento y que es necesario abandonar Caracas a los españoles, reagrupar fuerzas y volver a intentarlo, será encadenado sucesivamente en el cuartel de San Carlos, en Caracas; en el castillo de San Felipe, en Puerto Cabello; en el castillo de San Felipe del Morro, en Puerto Rico, desde donde partirá encadenado a la bodega de un buque español que lo llevará a la prisión de Cuatro Torres, en el Arsenal de la Carraca, en Cádiz.
Entre tanto muro de piedra y tanto grillete, Francisco recuerda los atardeceres caraqueños, a la sombra de algún araguaney, en los que la revolución, la independencia y la emancipación de la Gran Colombia estaba al alcance de la mano y él sentía algo parecido, muy parecido a la felicidad.
A escondidas te vi llorar / se fue tu vida
Después de los primeros momentos de rigor, la situación en la Carraca se vuelve un tanto flexible. Algunos visitantes, con el consabido soborno a los guardia cárceles, pueden acceder a ver al general. Algunos amigos se prestan a participar en un plan de evasión que lo lleve al cercano Peñón de Gibraltar. Los preparativos avanzan y la ansiedad no es una buena compañera. Una mañana, Pedro José Morán, criado de Miranda lo encuentra tirado en el piso. Todo su cuerpo está en tensión, como un manojo de nervios. Respira entrecortadamente, pero no puede moverse ni articular palabra. Morán se desespera. Pide a gritos ayuda a los guardias que se demoran a conciencia. Morán se asoma a los ojos de Francisco de Miranda. Esos ojos que han visto las transformaciones políticas más grandes de su tiempo, ahora lucen empañados. Se asoman lágrimas que Miranda no puede y tal vez no quiere contener.
Lucas Yáñez.
Impresionante personaje Miranda, no lo conocía, cómo tantas cosas importantes de nuestra historia, sobre todo aquellas que tienen un espíritu que va en contra de los intereses de la colonia y del imperialismo, aparte de esto es muy hermoso y motivante el contexto de anécdotas que sobrevuela el relato, cómo la historia de la bici, yo mismo hago ese recorrido con mí bici ( si con cambios, jaja) y se de lo que habla el historiador. Hermosa recopilación histórica !