SOMALIA: Una de piratas

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Guadi Calvo / Hamartia

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De las tres regiones del mundo donde se concentra la piratería marítima, el estrecho de Malaca, el golfo de Guinea y la costa somalí, esta última fue la que se convirtió en una cuestión estratégica mundial, ya que los piratas somalíes operan en el estrecho de Bab el-Mandeb (La puerta de las lamentaciones), entre Yemen y Yibuti, sector inevitable para las naves que atraviesan el canal de Suez, que une el Mediterráneo con el Mar Rojo, por donde cada día cruzan tres millones y medio de barriles de petróleo, entre otras muchas mercaderías.

La piratería se comenzó a extender desde el golfo de Adén hasta la costa de Somalia, lo que ya no se solucionaba con una prefectura ribereña y el problema se trasladó a aguas internacionales. Con el fin de solucionar la seguridad de los grandes petroleros, Estados Unidos puso a la cabeza de la Operación Naval Atalanta, a la Unión Europea, por eso también se la conoce como Fuerza Naval de la Unión Europea por Somalia (EU NAVFOR-Atalanta) que debe monitorear, vigilar y reprimir las acciones de la piratería somalí.

Es interesante señalar que Atalanta es una heroína de la mitología griega, la única mujer que formó parte de los Argonautas que partieron en búsqueda del Vellocino de oro, además de ser una eximia cazadora. El que avisa no es traidor. Los resultados han sido apabullantes ya que según su último informe de la Asociación Internacional Marítima (IMB) de enero pasado: “la piratería en el mar alcanzó su nivel más bajo en los últimos seis años, en especial por la sensible reducción de casos en Somalia”.

En su informe la IMB reporta que durante el año anterior se registraron 264 ataques a embarcaciones, incluyendo 15 casos cerca de las costas somalíes. Lo que significa globalmente una reducción de un 40% respecto a 2011, año en que solo en Somalia se produjeron 240 casos. La piratería somalí comenzó siendo una solución para los pescadores que ancestralmente vivieron de esa actividad luego de que, aprovechando su condición de “estado fallido” (es decir, de la carencia de Estado nacional), flotas pesqueras europeas y asiáticas aniquilaran los peces que poblaban sus ricos caladeros.
Acorralados por situación, los pescadores han ido aprendiendo el oficio de la piratería, y lo que comenzó siendo una abordaje con rapiña, terminó convirtiéndose en secuestro de naves para que intermediarios reclamasen importantes rescates.

Este caos que se desarrolló en el mar somalí, no es mayor al que se vive en el interior del país. Desde 1974, cuando una larga guerra civil se extendió en el Cuerno de África, países como Etiopía y Eritrea pudieron estabilizarse tras finalizar en los años ochenta, pero Somalia, desde entonces permanece en estado de caos.

El país se debate desde entonces entre un gobierno central que se asienta en la capital, Mogadiscio, y no controla más que una pocas manzanas alrededor de la casa de gobierno, sostenida por la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM), fuerza de paz con la participación de contingentes de Uganda y Burundi; señores de la guerra que dirigen un desconocido número de pequeñas organizaciones armadas que establecen alianzas y las deshacen según las circunstancias que viven del contrabando, tráfico de drogas, armas y personas, y grupos islámicos como Ahlu Sunna wal Jama’a o al-Shabab, este último grupo vinculado a al-Qaeda, protagonista el año pasado de la toma del centro comercial Westgate en Nairobi, Kenia que dejo casi setenta muerto y cientos de heridos.

Tiburones para cazar piratas

La excusa de la piratería ha dado a las potencias occidentales la gran posibilidad de fortalecer en control marítimo de ese sector tan sensible geopolíticamente. Como viene siendo práctica del Pentágono desde la guerra de los Balcanes, y que llegó al paroxismo a partir del 2003 con la invasión a Irak, occidente utiliza las empresas de seguridad privada, verdaderos ejércitos de mercenarios, como la sudafricana Executive Outcomes que debió cambiar de nombre y ahora es Sterling Corporate Services o la norteamericana Academi, el nombre actual de la famosa y terrorífica Blackwater, responsable de innumerables matanzas en Irak, Afganistán y que hoy opera libremente junto al ejercito ucraniano, y las bandas neo fascistas Pravy Sektor contra las regiones rfusófilas de Donetsk y Lugansk .

El departamento naval de estos grandes consorcios de mercenarios ha operado contra la piratería a sangre y fuego saltándose todas las normas del Derecho. Un caso emblemático es Puntland, una provincia del norte de Somalia que en 1998 declaró de forma unilateral su independencia que ninguna nación ha reconocido aunque cuente con gobierno, fuerza policial y sistema penitenciario. Como sucedía con la isla de la Tortuga, la casi exclusiva fuente de financiación de Puntland es la piratería. En estas lides participan cientos de jóvenes que no tienen otra salida “laboral”.

Unos cincuenta mil jóvenes perecen anualmente al intentar cruzar el estrecho que separa a Puntland de Yemen, para desde Yemén llegar a los países del Golfo Pérsico, una especie de “american dream” de muchos africanos y asiáticos.

A partir de que la piratería se convirtió en un problema para los Emiratos Árabes Unidos, se organizó en septiembre de 2011 y en Dubai “La conferencia internacional sobre piratería” en la que se recaudaron más de cinco millones de dólares, que sirvieron de inició para que la empresa Sterling Corporate Service comenzará a operar en Puntland con toda clase de equipamiento, como camiones rusos KamAZ, todoterrenos blindados Ford F350 o aviones ligeros Ayres Thrush, con lo que empezaron a exterminar a cientos de jóvenes piratas somalíes.
Así, la piratería en las costas somalíes es hoy prácticamente nula, dejando a los jóvenes los únicos recursos de integrarse a las guerrillas islamitas, buscar una patera para huir a Yemen, buscar alguna manera de llegar a Europa o, lo más seguro, perderse en la ensoñaciones de khat, una potente planta alucinógena que la mayoría de la población somalí utiliza para olvidar.


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