EL CASO PEDRO BRIEGER / 1. Acosos & Acusaciones
PS: AYER PUBLIQUÉ ESTA NOTA. ESTABA EQUIVOCADO. ASI QUE, AUNQUE NO LA BORRARÉ, SI LE PIDO A LES LECTORES QUE SI LA LEEN, LEAN TAMBIÉN LA SEGUNDA PARTE.
Puede que el hombre sea baboso, que le gusten casi todas y se los haga saber sin demasiado timming y esto cause rechazo, puede ser que no haya podido internalizar que son ellas las que deciden, las que ponen el semáforo en verde o no, pero eso no lo convierte en un violador.
Parece claro que el hombre, judío, no es racista, y no imita a los nazis haciendo de los árabes palestinos sus víctimas, y que esto ha provocado que los sionazis se la juraran y al fin lo embocaran.
Ténganse en cuenta lo dicho por la principal denunciante, Cecilia Guardiati, en cuya buena fe no dudo. Pero aún así, si lo que cuenta fuera verdad, no hay delito. Y ténganse en cuenta también que los que lo embocaron fueron dos periodistas claramente sionistas, Alejandro Alfie y Romina Manguel.
Una cosa no quita la otra.
No hay un sola denuncia formal, pero bastaron los dichos, dimes y diretes de varias féminas en FB, y el respaldo de esos dos periodistas claramente sionistas para que a Pedro lo echaran de todos sus empleos.
Algunos colegas, incluso aquellos que alguna vez fueron destinatarios de acusaciones similares, se apresuraron a pegarle un empujón hacia el espacio exterior a la vez que proclamaban solemnemente que el acusado debía «defenderse en los ámbitos que correspondan» sin reparar que no existe alguna acusación formal, y rematar, cual losa en una lapidación, que el acusado sería considerado infame hasta que «todos los casos queden debidamente esclarecidos» a sabiendas de que eso no puede ocurrir ni ocurrirá porque, otra vez, no hay ninguna acusación que se haya formalizado. Y que la más grave de las difundidas en las redes, tocarse debajo de las sábanas, no constituye delito.
Así las cosas, lo que ha ocurrido se parece demasiado a un linchamiento, y pulveriza el principio de que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Invertir la carga de la prueba pone al acusado en una situación de solución imposible, en la práctica una inducción al suicidio.
Cuando las mafias quieren librarse de alguien molesto no necesitan acribillarlo a la balazos, alcanza con que logren su muerte cívica.
Lo ideal es, en verano, invitar a la víctima a refrescarse en una piscina concurrida y armar una escena en el que alguien grite que lo vio tocando lascivamente a una niña. Y tener un coro de aulladores que lo respalde.
U otras cosas por el estilo.
En invierno, lo mejor son las redes.
En la antigüedad, en los pueblos no había más diversiones que las ejecuciones públicas, ya fueran por decapitación, horca u hoguera.
Casi nunca había manera de evitarlo, pero los justos no convalidaban ordalías y ejecuciones con la complicidad de sus miradas y se quedaban en en sus hogares.
Más allá de la veracidad o no de las acusaciones, las reacciones a las mismas sientan un precedente ominoso, que con otros motivos o pretextos pueden aplicárseles a otros. Si las relaciones laborales fueran como deberían ser, Pedro debería cobrar importantes indemnizaciones.
(Continuará)
Qué triste lo tuyo, Pájaro.