Conocí a Renato Meari en 1972 cuando él era “Germán”, yo “Beto” y ambos parte de la “juventud maravillosa” (Perón dixit). Más allá de la ucronía que supone debatir hoy si era correcto permanecer dentro del justicialismo durante el oprobioso menemato o romper con él como hicieron Germán Abdala, Moisés Fontenla, Chacho Álvarez y otros cinco diputados nacionales, coincido con él en la necesidad de mantener la unidad de los peronistas (suelo decir y repetir hasta el hastío que todo aquel que trata de separar a kirchneristas de peronistas o viceversa trabaja para el enemigo) y lo en lo relativamente fácil que debería ser en comparación que había que jugarse el fñisico para entrar a un congreso partidario. Ahora, como se ve en el segundo, excelente post de Abel B. Fernández, hay quienes se automarginan y elijen alejarse del movimiento. Yo, personalmente, tengo límites, y un límite es Massa, a quien considero una carta de recambio, la más genuina apuesta de La Embajada, el encargado de llevar a cabo lo que no pudieron ni Isaac Rojas ni Vandor, ni Triaca padre, ni la dictadura criminal, ni Menem: acabar de una vez por todas hasta con el último resabio de aquel peronismo que fue “el hecho maldito de la burguesía” (Cooke dixit) y hasta con el último, empeñado en una tarea tan ímproba como imposible: revivir el Frankestein de una burguesía nacional que se suicidó en la primera mitad de los años ’50. Hoy sólo no lo tienen claro los ciegos voluntarios: hay ciertas tareas clave en el desarrollo nacional que solo puede acometer el Estado. JS
Los dejo con Renato y con Abel.
Renovar en la unidad
POR RENATO MEARI* / Página 12
Hace poco la Agrupación Oesterheld, que conduce Martín García, nos convocó a un grupo de compañeros a realizar un sentido homenaje a Antonio Cafiero y a su esposa Ana Goitia. A través de las palabras de los compañeros que expusimos, fue surgiendo la certeza de la vigencia actual de su pensamiento y de su accionar político. El tiempo ha pasado y al reflexionar nos encontramos con su propuesta hecha presente.
Pensé luego que Cafiero, más allá de su aporte intelectual permanente, activado por lecturas, intercambios personales y conocimiento histórico, fue un consecuente dirigente político que muchas veces actuaba en contra de sus naturales ambiciones personales. Definía un escenario con precisión, su contexto y sus actores, y se colocaba a un lado sin importar que su protagonismo quedara suspendido del tiempo. Finalmente, sugería contar con una sensibilidad particular para participar en política: “Los peronistas amamos lo que decimos, lo que creemos, no solo lo creemos sino que lo amamos”, decía en sus exposiciones.
Recordemos pues la renovación, palabra hoy tan en boga, recogida de los anaqueles de la política luego de la derrota de 1983, fue un amplia alameda donde Cafiero pensó, trazó mapas, convivió y compitió con su principal oponente Carlos Menem. Esa corriente generó en la provincia de Buenos Aires, en 1985, un partido amplio y generoso en el debate como fue el Frejudepa, pues el PJ estaba dominado y encriptado por Herminio Iglesias, un dirigente superado por los calendarios y las circunstancias. Hubo en esa época congresos partidarios en los cuales la acción de entrar era exclusiva tarea de valientes, como si de pronto hubiésemos retornado a los días de Borges y los malevos del Maldonado. Es imposible en la actualidad comparar esa situación al Partido Justicialista actual. Con sus limitaciones, la actual estructura partidaria habilita el disenso y el debate, y la sola mención de los nombres que aspiran a cargos o a sumar ideas, muestra la diversidad de conceptos que conviven y eso nos lleva a rescatar a Antonio Cafiero como predicador. Antonio jamás imaginó escenarios de descarte, etapas en las que tal o cual dirigente, o referente político, no podía concurrir o integrar un colectivo de renovación política. Era un hombre que, por el contrario, precisaba de los disensos incluso dentro de su propio gobierno provincial, porque los imaginaba como espacios para escuchar nuevos aportes, impresiones y reflexiones que conformaran un escenario de diferencias donde instalar un pensamiento para la transformación. Y esto no es imaginería de un discípulo que en una evocación se permite un dislate. Lo demuestra el hecho de que en su gabinete coexistían valiosos compañeros de diversos orígenes y pensamientos.
Esa actitud, natural en el peronismo histórico, en la acción del general Perón, obedecía sencillamente a la capacidad de conducir un colectivo político para objetivos determinados. Y la heterogeneidad con la que Antonio realizaba su quehacer en la sociedad de su tiempo, expresaba su capacidad de conducción para la que exigía que cada uno de nosotros dispusiera de lo mejor de sí en pos de un proyecto de acción de gobierno.
En esos términos, se inscribía la renovación –amplia, generosa y heterogénea– con la cual Cafiero a pesar de contar con “todas las fichas” para llegar a un congreso partidario y ser elegido candidato presidencial, opta por someterse al veredicto del voto popular. Y esa, en el sencillo desandar de la historia que se expresa en resonancias y silencio, es una enseñanza clave para este momento histórico donde muchos compañeros se autoproclaman, a veces con cierta liviandad, nuevos dueños del movimiento, o dan por concluidos liderazgos hasta ayer intocables. No hay que apresurarse, y entiendo que debemos recordar que solo el voto popular hace legítimos los liderazgos. También cabe recordar la unidad como valor esencial de los peronistas, unidad que no sintetiza entreveros sino proyectos comunes, a veces construidos con fervor y esfuerzo genuinos.
Luego de la derrota en la interna con Menem en 1988, hubo un coro de voluntades heridas que lo incitaban a la fractura y al armado de un partido. Cafiero se negó aún frente a las profundas diferencias que lo distanciaban de Menem. En este punto, pienso que tenemos que reflexionar la mayoría de los peronistas para establecer que el disenso no nos lleve a la fractura sino, como lo hizo Antonio, priorizar la construcción dentro de la diversidad. Difícil y compleja tarea de construir políticas para la transformación del país, pero es el saber esencial de la política.
De ahí que mi reflexión de estos días me imponga plantear que hoy Antonio Cafiero es el camino para aceptar el disenso como un espacio creativo para hacer política. Eso significa rescatar la unidad peronista con ideas, con diferencias, con aportes que nos exijan imaginar escenarios históricos novedosos para el país y la región en el camino de recuperar el protagonismo político con vistas a 2017.
- Secretario de Prensa y Difusión de la provincia de Buenos Aires (1987-1991).
Actualizando Scioli
Leo en La Política Online: “Bossio abandonó la cumbre peronista porque apareció Scioli. El ex titular de Anses se fue junto a un hombre de Urtubey“. Había tocado recién en el blog estos temas de coyuntura: El Scioli que vuelve y La renovación peronista, 2.0. Pero vivimos tiempos muy coyunturales, y uno se tienta.
Aclaro algunos datos: como señalé en ese posteo, el acto del NH no era una “cumbre peronista”. Fue un acto para recordar el triunfo de Cafiero en 1987 en Buenos Aires, y lanzar una consigna “la 2° Renovación”, con la que quieren idenficarse ex kirchneristas con inserción mediática. El poder territorial que ahí se manifestaba era el de la Tercera Sección bonaerense (que no es moco ´e pavo, por cierto), y algún apoyo sindical (¿estuvo Pignanelli, de SMATA? Tengo versiones contradictorias).
Lo que sí me pudo informar un dirigente de mi agrupación que nos representaba en el acto, es que DOS se sentó, modestamente, entre el público, y ahí permaneció hasta el final. Desde el estrado no se lo invitó a subir, ni se lo mencionó (También mencioné en el correspondiente posteo que la dirigencia más joven de la provincia lo quiere jubilar). Pero… los periodistas presentes le dieron mucha más bola que a los oradores.
Como sea, trato de salir de la anécdota: Desde hace tiempo insisto en algo que me parece obvio: la polarización (imperfecta) que se manifestará en la sociedad será a favor o en contra de la experiencia macrista. Es cierto que hay un sentimiento anti kirchnerista -en particular contra los últimos años de la gestión de CFK, que se manifiesta especialmente entre sus ex funcionarios (su política de personal tal vez no fue la más acertada). Pero dudo que esa vaya a ser la línea de fractura para los argentinos de a pie. Y me resulta imposible creer que se pueden juntar muchos votos tomando distancia pública de Scioli.
Por si acaso no entendí bien, aclaro que -según entiendo- la Renovación Peronista y Antonio Cafiero fueron algo más que “un partido amplio y generoso en el debate”, la Renovación significó también la defensa de la democracia, el reconocimiento de la Juventud como cuarta rama, la elección directa de los candidatos y autoridades del PJ, y conformación de un frente por fuerzas afines. Banderas que eran reclamadas por las bases del Movimiento.