CHILE – CONSTITUYENTE. Se abrieron las grandes alamedas. Lecciones que surgen de la resonante victoria popular
El autor, del que publicamos sus últimas dos notas (siendo la primera la que aquí va segunda) advierte que la derecha no está todavía totalmente derrotada, que intentará establecer alianzas para llegar al tercio de la asamblea constituyente (lo que le daría poder de veto e imposibilitaría cambios radicales) y que la única manera de conjurar este peligro es aumentar la participación popular de manera de poner entre la espada y la pared a socialdemócratas y demás expresiones que participaron en la concertación –una casi siempre placentera cohabitación– con la derecha de raigambre pinochetista.
Como yapa, publicamos dos videítos y una reciente y buena nota del diario La Nación (el de acá, el de Mitre y ahora de Macri, que tenía como columnista a José Martí y lo tiene ahora a Luis Majul) sobre el resonante triunfo de Irací Hassler, quien se hara cargo de la alcaldía de Santiago de Chile en poco más de un mes. Hassler, de 30 años es una economista comunista y feminista (para mas datos hija de un empresario derechista oriundo de Suiza y de madre brasileña), lo que ha de haberle arrancado un rictus de amargura a quienes festejaron con alborozo el triunfo de la neofranquista Isabel Ayuso en la comunidad de Madrid.
¿Qué dicen ahora los gorilas momificados de este lado del Ande que se regodeaban poniendo al Chile de Piñera como modelo a seguir?
Si alguien se entera, que lo informe.
La tensión constituyente
De la ilegitimidad a la soberanía


POR ALEX IBARRA PEÑA*.
El llamado despertar político de Chile, desde el hito de octubre 2019, puede verse como un hito de superación a los males del escepticismo y del relativismo que tenían adormecido al pueblo en la pugna por el poder. No hay cambios profundos ni revoluciones contundentes sin un proceso de concientización a favor de la participación política. Como bien planteaba Francisco Bilbao después de la supuesta primera independencia: «El pueblo, pues obedece a un pensamiento que no es su pensamiento, a una conciencia que no es su conciencia, a una voluntad que no es la suya ¿Es esto ser soberano?». El movimiento de octubre llevó a la expresión de una soberanía popular apartada de la institucionalidad democrática heredera de la dictadura, protegida por las derechas tradicionales y «renovadas» y por las fuerzas políticas acomodadas en el duopolio de la transición.
La crisis política era profunda, la segunda postulación de Piñera como representante de la derecha fue un claro indicio. Las fuerzas políticas de derecha actuaron soberbiamente al apoyar esa candidatura presidencial. El gabinete de Piñera agudizó el oprobio, pero las fuerzas políticas alternativas que venían ejerciendo una prolongada resistencia consiguieron el apoyo popular en torno a un «que se vayan todos». La represión sistemática y la pandemia frenaron ese impulso popular.
Así se instaló el debate constitucional. La clase política reaccionó llamando a un pacto para cambiar la Constitución. Hasta el mismo Piñera quiso apropiarse de esta causa. Llegó a redactar documentos internacionales en los cuales publicitaba esta acción de su Gobierno. Desconoció así la continua demanda constituyente de movimientos sociales que ya habían cuestionado la fracasada propuesta de la ex presidente Bachelet que pretendió instalar una Constitución con participación, pero no vinculante, es decir, sin soberanía. La clase política intentó conducir un proceso desde el Congreso que le permitiera redactar la nueva Carta Magna en la Convención Constituyente.
Los resultados del fin de semana pueden ser leídos como una derrota a la clase política comprometida con el recrudecimiento del neoliberalismo en transición. Sin embargo, no están vencidos. La derecha y el centro izquierda lograron alcanzar un tercio de constituyentes, lo que representa un peligro para las aspiraciones populares que lograron una alta representación de independientes y de fuerzas políticas más progresistas. Habrá constituyentes emblemáticos del conservadurismo como, entre otros, Cristián Monckeberg, Marcela Cubillos –ambos fueron miembros del gabinete de Piñera– y Teresa Marinovic; también operadores políticos de la ex Concertación como Felipe Harboe. Habrá que ejercer mucha presión sobre estos políticos, parte de las fuerzas políticas supuestamente derrotadas.
Por otra parte, muchos constituyentes desempeñarán una función relevante a favor de las demandas ciudadanas poniéndole fin a la Constitución neoliberal de Pinochet. Lo principal es que las derechas no alcanzaron el tercio que les posibilitaría el veto a una carta que parta en blanco que se convirtiera en la Nueva Constitución. Y la excelente elección de los representantes de los pueblos originarios, sobre todo de aquellos que resisten hace siglos una lógica capitalista que no empatiza en absoluto con la sabiduría ancestral. Hay, pues, elementos que permiten cierto optimismo si es que los movimientos sociales no abandonan el espacio de lucha.
Hay gestos simbólicos que irán marcando la ruta, ya han surgido algunos, por ejemplo los planteamientos de que habría que partir con la aclaración histórica de que la Constitución del 80 es ilegítima, aunque el socialdemócrata Ricardo Lagos y el pinochetista Pablo Longueira hayan pactado otra cosa en la posdictadura. Otro asunto muy relevante, en sentido simbólico y también político, sería que quien presida la Convención sea la machi Francisca Linconao como reparación histórica con el pueblo mapuche, en respuesta a los prejuicios elitistas, clasistas y racistas lamentablemente aún presentes en la sociedad chilena.
Los convencionales disponen de nueve meses para presentar su propuesta. Ojalá logren la redacción de una Carta Fundamental que permita instalar las demandas de octubre, en un contexto democrático que exige que la ciudadanía y las instituciones políticas y militares se subordinen respetuosamente a la voluntad popular.
Acerca de «la gran derrota» de las derechas
Francisca Lonconao, machi mapuche en la Asamblea Constituyente.
INFOBAIRES24
«La gran derrota» es una expresión que ha sonado fuerte en estos días para celebrar la victoria popular en las elecciones para la Convención Constitucional que redactará la Nueva Constitución para Chile. Sin embargo, esta expresión, lamentablemente no es tan certera como parece.
De hecho, después de la segunda elección presidencial a favor de Sebastián Piñera los títulos que abundaban en los medios convencionales eran en torno a la «derrota» de la izquierda. Como se ve, las victorias pueden ser bastante breves, sobre todo la de los triunfos que son sólo de papel y lápiz; en esta vía de expresión los poemas son más duraderos.
El Chile de la posdictadura transada por las fuerzas políticas del duopolio de la larga transición gozaba de cierta tranquilidad que les permitía la alternancia en el poder, por un lado la Concertación de Partidos por la Democracia o centro izquierda , y por otro la derecha tradicional, rotaban en el Gobierno y en el Congreso y mantenían un equilibrio asegurado por pactos tanto claros como oscuros.
Poco a poco la fuerza política popular que derrocó a la dictadura liderada por Pinochet y un grupo de civiles se fue desencantando de esa democracia precaria alejada de una auténtica representación popular y comprometida con el neoliberalismo. Así fue generándose un ambiente de escepticismo y relativismo en las luchas electorales. Los astutos operadores políticos lograron una situación de comodidad y empezaron a fortalecer una tecno-política de números espectaculares en torno a nuestro «gran» desarrollo económico minando sistemáticamente la participación ciudadana y negándose al reconocimiento de las demandas sociales.
Mientras tanto, desde la década de los 90, las federaciones de estudiantes comenzaban a organizarse con nuevas lógicas ofreciendo resistencia al Estado, la lucha del pueblo mapuche tomaba nuevos bríos y en los barrios populares iba desapareciendo el temor causado por la dictadura. Poco a poco las demandas sociales comenzaron a expresarse de manera creciente en el espacio público. La clase política no comprendió estas alertas, varios todavía se niegan a hacerlo y los que la entendían la interpretaron como un peligro para el sistema dando como respuesta un aumento de la represión. Lagos, Bachelet, Piñera, militarizaban las fuerzas policiales para ocupar los territorios en donde se expresara el descontento popular.
Esta tensión política explica en parte la irrupción que representó el estallido de 2019, desde ese momento y hasta ahora. La clase política tradicional y la «renovada» que participaba del Gobierno y del Congreso ya no gozan de tanta comodidad.
Las elecciones del pasado fin de semana mostraron un elocuente castigo popular y rompieron el duopolio. Una tercera fuerza política, el Partido Comunista, tenía cierta presencia electoral minoritaria desde la vuelta de la democracia. Por años se mantuvo como fuerza opositora al duopolio, poco a poco su estrategia cambió y llegó a un pacto con la centro izquierda, logrando alcanzar algunas representaciones. Por otro carril corrió una fuerza política joven con varios líderes de las movilizaciones estudiantiles. Tomó el nombre de Frente Amplio, pero no ha sido ni muy frente ni muy amplio. El PC abandonó el pacto con los exconcertacionistas y se sumó al FA que hoy es una tercera fuerza política que alcanzó varios triunfos tanto en la elección de constituyentes, como en la de alcaldes, concejales y gobernadores. Lo que altera los análisis que se hacian hasta ahora respecto a la carrera presidencial, puesto que en algunas oportunidades estas elecciones las ganado los alcaldes gracias a trabajo cercano que realizan en los territorios.
Una cuarta fuerza política que se observa es la de los independientes. Es todavía bastante difusa, pero podría consolidarse a partir del rechazo existente hacia los partidos políticos. Estos rompieron todas las trabas que les impone el sistema de elecciones y alcanzaron un número de votos significativos. Sin embargo, si no establecen un pacto entre ellos, podrían desaparecer.
Ha comenzado el proceso de redacción de una nueva Constitución por un variado grupo de representaciones políticas, y la derecha por sí misma no alcanza el tercio que le daba poder de veto, pero si le sumamos a los concertacionistas, que participaron del pacto del duopolio a favor del neoliberalismo, alcanzarán el tercio, lo que podría frenar neutralizar el triunfo popular. Sin embargo, el nuevo contexto quizá los interese en recuperar la dignidad.
También puede tener peso el aporte que hagan los pueblos originarios, que ganaron 17 escaños en la Asamblea Constitucional, que serán ocupados por representantes históricos de sus demandas. Diez son los pueblos que tendrán representación en la convención. El que cocentra mayor número es el pueblo Mapuche, que tiene una larga historia de resistencia al Estado. Entre sus representantes está la Machi Francisca Lonconao, que le ganó al Estado un juicio internacional en defensa de su Rewe. Aqui, 16 representantes son mujeres, y entre todos los constituyentes la mayoría son mujeres, con un promedio de edad de 45 años. Y en las alcaldías, los triunfos más importantes en lo que hasta ahora eran gobernadas por la derecha, también estuvieron a cargo de mujeres.
Se trata en suma de un acontecimiento histórico muy importante que recuerda otros triunfos populares en la historia de Chile, memoria que nos invita a celebrarlo con mesura y a seguir comprometidos con este proceso que aún no alcanza una participación ciudadana y que, es bueno recordar, fue la salida ofrecida por el Congreso cuando el pueblo estaba en las calles ejerciendo una soberanía directa.
Los resultados de las elecciones del sábado y domingo pasados en Chile dejaron perplejos a muchos, en especial a la derecha, la gran perdedora en la contienda. Una de las mayores victorias de la izquierda se dio en Santiago. Contra todo pronóstico oficialista, Irací Hassler ganó la alcaldía de la capital, frustrando las aspiraciones de reelección del alcalde Felipe Alessandri y marcando un hito histórico en el Partido Comunista (PC).
La concejal del Partido Comunista, de 30 años, se habría imaginado alguna vez que su intensa campaña para desterrar al derechista de Renovación Nacional del mando la llevaría a ser quien condujera por primera vez a su partido a la alcaldía de Santiago.
Desde luego debe haber soñado durante tiempo, fiel al feminismo, con hacer historia al convertirse en la segunda mujer desde el retorno de la democracia en estar a la cabeza uno de los mayores municipios de Chile.
Hassler logró imponerse por 38,85% de los votos frente a 35,26% (unos 3000 votos de diferencia), un duro revés para Alessandri, y estará en sus manos la gestión de Santiago junto con un concejo municipal formado en su mayoría por mujeres que la acompañarán durante los próximos cuatro años.
“Estamos muy contentas. Podemos decir con toda seguridad que hemos triunfado con la alcaldía constituyente por Santiago”, celebró en sus redes sociales la economista de la Universidad de Chile. “¡Tenemos alcaldía constituyente en Santiago y también un concejo municipal mayoritario para los cambios!¡Sean todos y todas muy bienvenidas!”
Deslumbrada tras encontrarse con los postulados de El Capital, de Karl Marx, durante la universidad, Hassler asumió esos ideales y decidió integrarse al Partido Comunista en 2011. Fue por medio de su fuerte presencia en el movimiento estudiantil, partícipe de varias movilizaciones que tuvieron lugar mientras estudiaba Ingeniería Comercial en la Universidad de Chile.
Desde allí, escaló en importantes cargos dentro del dirigencia del partido, como líder de las Juventudes Comunistas, hasta llegar a ser electa concejal de Santiago en 2016, donde sus pilares fueron – y planea impulsarlos aún más en su nuevo cargo- la lucha contra la violencia hacia la mujer, la igualdad de género y la agenda ambiental.
Viene de una familia ajena a la política, con un padre empresario de procedencia suiza y con una fuerte ideología de derecha y una madre brasilera preocupada por ver a su hija en el partido. En una entrevista el año pasado con el diario chileno El Siglo confirmó que sus raíces brasileras están conectadas con el comunismo ya que varios parientes lejanos militaron para el partido.
“Me golpeó conocer la precariedad, la pobreza que existe en la comuna de Santiago. Ver el abandono, la discriminación, la falta de condiciones básicas para poder vivir, el hacinamiento, el miedo permanente a los incendios por sobre carga eléctrica, los arriendos abusivos, la realidad de los adultos mayores”, declaró en la entrevista.
Motivada por estas problemáticas, Hassler vio en la Alcaldía una oportunidad para construir una comunidad basada en un “co-gobierno del municipio con las organizaciones sociales y las vecinas u vecinos” en el cual la ciudadanía adopte un rol principal en la toma de decisiones. Tras cuatro años como concejal sintió en estas elecciones que “podía asumir esa responsabilidad”.
Actualmente tesista de una maestría en Estudios de Género y Cultura de la Universidad de Chile, los puntos cardinales de la política de Hassler para el futuro de Santiago son el fomento del comercio local, la protección del ambiente, la reducción de las brechas de género, y la incidencia de las organizaciones comunitarias.
“Estamos felices porque hoy comenzamos a construir un buen vivir para nuestros barrios. Tenemos un gran desafío por delante, pero junto a ustedes, lo haremos posible ¡Vivamos Bien Santiago!”, comunicó dando inicio a su mandato ante la inesperada victoria.
*Doctor en Estudios Americanos, docente adjunto en el Instituto de Filosofía de la Universidad Católica Silva Henríquez