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CÚNEO LIBARONA – INVESTIGACIÓN: El ministro es el principal sospechoso de haber instigado el asesinato de su ex pareja, Lourdes Di Natale

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… ex secretaria del cuñadísimo  Emir Yoma (del que Cúneo Libarona era abogado) con quien tuvo una hija. Y el actual Ministro de Justicia, que nunca le hizo ascos a nada, nunca dio alguna explicación. Aquí, la historia completa tal como fue publicada en mi libro Caso Nisman, Secretos inconfesables. Admito que la decisión de publicar esta parte del libro es el descaro del ministro, que estando más sucio que una papa, se atrevió a querellar a periodistas (Darío Villarruel y Nancy Pazos), acusándolos penal y falsamente de promover la violencia (tácitamente, de convocar a saqueos en procura de alimentos) por comentar los dichos tan crueles como irresponsables del presidente Milei acerca de que a los famélicos ya se les ocurriría qué hacer para evitar morir de hambre. Durante mucho tiempo, hasta que las pericias de los científicos de la Policía Federal determinaron indubitablemente que Lourdes fue asesinada, la prensa hegemónica había considerado que su caída a un patio interno del edificio en el que vivía había sido un suicidio. Si el crimen se perpetró con la intención de que parezca un accidente, la historia que desembocó en él parece una novela e incluye como tenebrosa premonición un libro de poesías.

Estimades lectores y lectoras:  Si les cansa leer mucho esta historia irrefutable en la compu (o más todavía en el celular) háganme caso e imprímanla. No se arrepentirán. En cualquier caso, les ruego que difundan esta investigación que, como verán, me llevo mucho trabajo.

Lourdes, entre varios fuegos

Era bella, frágil y valiente cuando entre fines de septiembre y principios de octubre de 1998 denunció públicamente hechos de corrupción que habría cometido su ex patrón, Emir Fuad Yoma, cuñado y mano izquierda del presidente Carlos Menem y encargado de cobrar y repartir comisiones y retornos. Lourdes Di Natale, entonces de 39 años, había trabajado en la secretaría privada de Carlos Menem aun antes de que este asumiera la Presidencia y luego, durante más de seis años, había sido secretaria de Emir, a quien siempre llamó “Jefe” (que es lo que quiere decir “emir” en árabe). En algunos de esos chanchullos, decía, había participado el padre de su hija y abogado de Emir (empleo que había conseguido por intermediación suya), Mariano Cúneo Libarona, quien en épocas de arrumacos se le había jactado de haber participado en ellos, proporcionándole valiosa información. Para entonces, tanto Emir como Mariano se habían convertido en sus enemigos acérrimos, con quienes se la pasaba cruzando todo tipo de denuncias en Tribunales.

Mariano y Lourdes, aún jóvenes y en arrumacos. Tuvieron una hija que hoy tiene 31 años.

En medio de este fárrago relacionó a Menem, Yoma, Alfredo Yabrán y Monzer al Kassar con los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA. Cuatro años y cinco meses después, exactamente, moriría en oscuras circunstancias. Para entonces, Emir y Menem, que —en gran medida a causa de sus declaraciones— habían estado brevemente detenidos por su participación en las exportaciones ilegales, ya habían sido liberados. Un escandaloso fallo de la Justicia acaba de sobreseerlos definitivamente.

Lourdes nació en San Rafael, Mendoza, y era la mayor de cuatro hermanos. De joven se fue a trabajar a Córdoba como secretaria de un consultorio médico. La muerte de una amiga muy querida la impulsó a buscar nuevos horizontes. Recaló en Buenos Aires en 1987, cuando el presidente Raúl Alfonsín retrocedía, jaqueado por los militares y “la patria financiera”, hacia un final sin gloria que fue precipitado por el absurdo intento de tomar el cuartel de La Tablada y los golpes hiperinflacionarios de mercado. Una época en la que emergía la silueta patilluda del gobernador de La Rioja, Carlos Menem, quien el 10 de julio de 1988 derrotó inesperadamente en la interna justicialista al gobernador bonaerense Antonio Cafiero y se colocó en la pole position para acceder a la Presidencia.

En la victoriosa campaña electoral de 1989 el “Menemóvil” tuvo especial protagonismo. Lourdes subió a él gracias a una amiga común con el candidato. Llamativa por su belleza, era una mosca blanca porque no bebía ni se drogaba y trabajaba diligente como una ardilla por la causa de quien levantaba las banderas de “la América morena”. Tras la victoria, Lourdes recaló directa y naturalmente en la secretaría privada de la Presidencia, a las órdenes de dos secretarios de Menem, el ex policía Ramón Rosa Hernández y Miguel Ángel Vicco. Acosada por el ex basquetbolista y policía Hernández (que a fines de 1989 se jactaba ante ella de haberse vuelto tan rico como para no tener que volver a trabajar jamás), se negó a acostarse con él, ganándose su odio. Buscó entonces el apoyo de Vicco, que aunque también le tiró los tejos fue más caballero y le facilitó el encuentro con el Presidente, a quien le pidió el pase a otro destino. Fue así como fue a trabajar con Emir Yoma, cuyas oficinas en un tercer piso de la peatonal Florida 980, frente a la Plaza San Martín, eran conocidas como “la minicarpa”, por negociarse allí todo tipo de acuerdos comerciales hechos a la sombra del poder.

Lourdes trabajó en esas oficinas durante seis años largos años, sin horario y con absoluta dedicación, como secretaria privada de Emir, llevando sus agendas con prolijidad y detalle, de acuerdo a sus indicaciones, anotando a las visitas más comprometedoras con nombres de fantasía. Por ejemplo, uno de sus más asiduos visitantes, el entonces aún misterioso Alfredo Yabrán, figuraba como “Amigo”, lo que tenía su lógica porque por entonces prácticamente nadie conocía su rostro y solía ser mencionado entre susurros como “El Amarillo” (por el color de Ocasa, una de las pocas empresas que reconocía como propias) en el ambiente de los correos privados y los transportes blindados de caudales, mercado del que estaba apoderándose con métodos mafiosos gracias a una meditada política de compra de voluntades entre los oficiales de las distintas policías, lo que le brindaba un escudo protector ante las denuncias de sus competidores.

Durante todo ese tiempo, la salud de Lourdes se fue deteriorando paulatinamente a causa tanto de las amarguras que le deparó su amor fou a Mariano Cúneo Libarona —a quien conoció cuando estaba en la lona y le consiguió trabajo como abogado de Emir— como la progresiva desilusión que la embargó a medida que se fue enterando de los muchos negocios turbios en los que estaban involucrados sus admirados jefes… y el mismo Cúneo Libarona.

La gota que rebalsó el vaso llegó cuando Aurelia Heidi Hoffman, mano derecha y testaferro de Emir en muchas empresas, le enseñó documentos y un maletín que eran celosamente guardados en la caja fuerte de un 8° piso en una oficina de la calle Paraguay al 500, de la curtiembre Yoma (a donde se habían mudado en octubre de 1992) y le dijo que habían pertenecido al fallecido Carlos Menem hijo. El maletín era una de las cosas que llevaba consigo el hijo del Presidente cuando su helicóptero se estrelló contra el suelo. Había desparecido, junto a 30 mil dólares en efectivo y su reloj pulsera, que más tarde devolvió a su padre el comisario Guillermo Armentano, jefe de la custodia presidencial. Lourdes se puso en contacto con Zulema, la madre de Carlitos, y le contó lo del maletín y otros detalles que se le ocultaban respecto de los bienes de su hijo, lo que dañó irreparablemente su relación con su hermano Emir. Que se terminó de jorobar cuando Lourdes sufrió una bruta infección bucal y le pidió por favor a su patróm, el rácano Emir, que le adelantara el dinero, unos veinte mil dólares, para afrontarla. A lo que Emir, cuya acrisolada fama de amarrete trascendía las fronteras, se negó de plano, despidiéndola de hecho, aunque siguió pagándole el sueldo hasta mediados de 1998, cuando inesperadamente dejó de hacerlo.

Atracción fatal

La historia de Lourdes no se puede entender sin considerar la atracción fatal que despertó en ella Cúneo Libarona, atracción que la llevaría a la ruina, como el fuego a las mariposas. Hijo de un fiscal de la Cámara del Crimen, tan pintón como amoral, Mariano se había recibido de abogado a los 22 años con medalla de oro en la Universidad del Museo Social Argentino. Ese mismo año ingresó a los Tribunales como secretario de un juzgado de instrucción. Después de ocho años en los que combatió el tedio como rugbier del Club Universitario de Buenos Aires, se convenció de que lo suyo no era la carrera judicial e ingresó al prestigioso estudio de Alfredo Iribarren, en donde terminó radiado bajo la sospecha de que había incurrido en una infidencia, que es como llaman los letrados a la traición. Fue entonces, estando desempleado, que conoció a Lourdes y comenzaron a intimar. Ella se lo presentó a Emir, quien andaba necesitando un abogado despierto que lo defendiera en las muchas querellas judiciales en las que él y su familia estaban involucrados. Defraudaciones al fisco que había cometido la curtiembre Yoma de Tinogasta, La Rioja, y particularmente en la más grave de ellas, el Narcogate, también llamado Yomagate (nombre que ya se había utilizado cuando el frigorífico Swift, de capitales estadounidenses, se quejó de que Emir le pidiera una coima para dejar ingresar al país equipos para su planta procesadora de carnes) en la que a su hermana Amalia Beatriz, más conocida como Amira (princesa, en árabe), le habían dictado la prisión preventiva.

El Yomagate

Se llamó así al escándalo derivado de la apertura de causas penales en España y luego y obligadamente en la Argentina, por el ingente trasiego de maletas Samsonite azules repletas de dólares procedentes de la venta de drogas ilegales, desde la costa este de los Estados Unidos al aeropuerto de Ezeiza, su lavado e introducción vía Uruguay y Panamá del dinero ya blanqueado en el circuito bancario de los Estados Unidos, en el que testaferros de los narcotraficantes tenían cuentas. Tráfico que Amira, secretaria de audiencias del presidente Carlos Menem, organizaba en forma de tours de fin de semana a Nueva York con amigos y conocidos que tenían el pasaje en avión pago a condición de traer de regreso consigo como “equipaje no acompañado” una de las famosas valijas repletas de dólares que, al llegar a Ezeiza, eran recibidas por su entonces consorte, el coronel sirio de inteligencia Ibrahim al Ibrahim, que contrajo matrimonio con ella a pesar de estar casado, cumpliendo una orden del presidente Hafez al Assad.

Ese casamiento de conveniencia fue uno de los requisitos para cerrar un acuerdo verbal con Menem a fin de formar entre ambos gobiernos una joint venture sui generis a fin de ayudar, a cambio de jugosas comisiones, a las mafias distribuidoras de drogas ilegales de la Costa Este de los Estados Unidos a eludir la obligación impuesta por el gobierno de Washington de presentar una declaración jurada sobre la procedencia del dinero de los depósitos bancarios de 10 mil o más dólares. El otro fue que se nombrara a Ibrahim jefe de los vistas de la Aduana de Ezeiza, lo que hizo el vicepresidente Eduardo Duhalde el día del cumpleaños de Amira.

El dinero era llevado a Montevideo, donde el contador cubano-panameño Ramón Humberto Puentes (también conocido como José Lezcano Patiño, se encargaba de blanquear en el entonces muy permisivo sistema bancario uruguayo, para seguidamente reintroducirlo en el de los Estados Unidos a través de un Panamá militarmente ocupado por los norteamericanos desde diciembre de 1989. En su juventud, Puentes había sido el tesorero de Alpha 66, la primera organización anticastrista (que en 1961 organizó junto a la CIA el frustrado desembarco en Bahía de los Cochinos-Playa Girón) y hasta 1988 fue el principal lavador de dinero de la sociedad entre la CIA y el general Manuel Noriega, acuerdo que saltó por los aires cuando la CIA descubrió que Noriega había filtrado a los cubanos la documentación secreta elaborada por la XVII Conferencia de Ejércitos Americanos realizada en Mar del Plata en noviembre de 1987.

Ese tráfico fue estrangulado por el juez español Baltasar Garzón, que a comienzos de 1991 logró la colaboración de un arrepentido, el joven contador panameño Andrés Ignacio Cruz Iglesias. A cambio de una reducción de su futura condena, Andy Cruz Iglesias le contó al juez la historia de la organización que integraba, incluidos algunos chascarrillos jugosos como el de los paquetes que iba a buscar a Ezeiza Alberto El Negro Bujía, uno de los más estrechos colaboradores de Duhalde, que enseguida habría de morir en un sospechoso accidente de moto.

La organización se había montado en la Argentina a partir de los contactos del secretario de Recursos Hídricos de Menem, Mario Caserta, un clásico caudillo justicialista del conurbano bonaerense, pionero en materia de reexportación de cocaína a la península de Florida, donde tenía como socio a un joven “marielito” cubano, Noel Jesús Méndez, quien una vez en Buenos Aires se hizo amigo del hijo del Presidente y se nacionalizó argentino usufructuando los documentos de un hachero chaqueño fallecido, Mario Anello, para seguidamente traer desde Panamá a Puentes Patiño.

Ruptura

El idilio entre Mariano y Lourdes duró poco más de tres años. La relación se puso densa con rapidez. Heavy, acaso un poco sado-maso. Él le confesaría que estaba casado y tenía un hijo, pero aseguraría que su mujer, María Gloria Marolda, estaba internada en un psiquiátrico, por lo que no podía abandonarla… Con el tiempo, Lourdes se enteraría de que la esposa de Cúneo estaba internada aquel día, sí, pero para tener su segundo hijo. La relación, plagada de agresiones psíquicas y físicas de él hacia ella, que nunca atinó a poner la suficiente distancia como para preservarse.

A mediados de 1992 Lourdes quedó embarazada y la pareja vivió su mejor momento. Mariano abandonó el hogar conyugal y se fue a vivir con ella a un departamento sobre la avenida Coronel Díaz, llevando consigo a su madre, María Inés Ramatti. Más tarde ambos se mudaron, solos, al departamento que Lourdes compró y en el que vivió hasta su muerte, en Mansilla 2431, 10º C, entre Larrea y la avenida Pueyrredón. Vivían allí cuando en enero de 1993 nació Agustina Sol. Pero, tal como suele pasar, el nacimiento de la niña no mejoró la relación. Giuseppe, el padre de Lourdes, declararía ante la jueza subrogante Fabiana Emma Palmaghini (que había reemplazado al juez Ricardo Farías, que integró el tribunal oral que tenía a su cargo el primer juicio de la megacausa ESMA) que, en el poco tiempo que vivieron juntos, en 1992 y 1993, su hija le hizo 11 (once) denuncias a Mariano por agresiones en la Comisaría 19ª cuyo personal masculino, como era de temer, demostró  simpatizar con el denunciado. Para Giuseppe no hay duda de que Cúneo tenía engañada a su hija. “Le decía que iba a separarse de su mujer y que se casaría con ella” y así fue que “la convenció para que se fueran a vivir a un departamento de Av. Coronel Díaz y Libertador (y) una vez que se amigaron, la convenció de que levantara esas 11 denuncias” y tan pronto como Lourdes lo hubo hecho, él “volvió a ser el mismo de antes, es decir se fue de la casa para regresar con su mujer”, lo que obligó a Lourdes a refugiarse con la pequeña Agustina en su departamento de la calle Mansilla.

Coincidentemente, la periodista Olga Wornat declaró ante la Justicia que la relación “fue siempre tormentosa, ella era maltratada por el abogado, habiendo sabido por comentarios que le pegaba…”. Pero a pesar de la separación, Lourdes nunca dejaría de sentirse profundamente atraída hacia Cúneo, y aunque él había vuelto a vivir en el hogar conyugal, durante años tuvieron breves conatos de reconciliación.

En el ínterin y sin hacer alharaca, Cúneo se dio el lujo de visitar a Al Kassar en su palacio de Puerto Banús, Marbella, y en organizar su eventual defensa en la causa AMIA, que poco después dejó en manos de Víctor Stinfale, quien también representó a Carlos Alberto Telleldín, único detenido en la causa AMIA, acusado de haber provisto a los terroristas una camioneta que habría servido de vehículo-bomba.

Al Kassar enseña su DNI argentinoa, obtenido durante el gobierno de Carlos Menem.

Los escarceos e intentos de reconciliación finalizaron cuando Cúneo saltó a la fama mediática en 1996 por defender al ex manager de Diego Maradona, Guillermo Coppola, detenido luego de que el juez bonaerense Hernán Bernasconi allanara su piso y secuestrara casi medio kilo de cocaína supuestamente escondida en un jarrón. Fue una causa penal que tuvo como marco una creciente rivalidad entre el presidente Menem —de quien Coppola era allegado— y un Duhalde que gobernaba la provincia de Buenos Aires y al que Bernasconi parecía responder. Cúneo inclinó la balanza a favor de Menem al conseguir la libertad de Guillote y, premiándose, se fue de vacaciones a Brasil con Samantha Farjat, una de las jóvenes utilizadas de cebo para pescar a Coppola, pero los paparazzi lo descubrieron y apareció fotografiado con ella en la revista Caras.

 

 

Defendió luego al comisario de la Bonaerense Juan José Ribelli, acusado injustamente en la causa AMIA. Un video en el que se veía al juez Galeano sobornando a Telleldín para que acusara falsamente a Ribelli y a otros policías bonaerenses de haber entregado a los ejecutores materiales del ataque la supuesta Trafic-bomba llegó a sus manos, y él se lo pasó a su defendido Ribelli que, cuando se encontró a solas con Galeano, se lo dio como diciéndole “sabemos lo que hiciste”. No obstante, y a pesar de que dicho video —rodado por una cámara puesta por la SIDE en el despacho y con la anuencia del propio juez— fue exhibido en horario central en Día D, el programa de Jorge Lanata,  en lugar de ir preso el juez, sorprendido en flagrante delito, lo fue Cúneo, acusado de extorsión e incluso de haber robado el video de una caja fuerte del juzgado. Gracias al muro de protección que le tendieron al juez tanto el Gobierno como la DAIA y la casi totalidad de los medios, la burda maniobra resultó eficaz.

Escaldado luego de sus dos meses de detención, alejado por propia voluntad de los medios, mientras intenta hasta ahora sin suerte convertirse en presidente del Racing Club, Cúneo se transformó en uno de los penalistas que no le hacen asco a nada pero que eligen qué defensas toman. Entre las que aceptó estuvo la de Mario Segovia, El Rey de la Efedrina, y la de Leandro Santos, el dueño de una agencia de modelos que fue detenido en Buenos Aires a pedido de la justicia uruguaya, que lo acusaba de ser el jefe de una red de prostitución VIP. La agencia sería luego la preferida por el fiscal Nisman a la hora de elegir jóvenes escorts para amenizar sus viajes de placer.

Emir, las armas y la libertad de Amira

Sin un peso, abandonada también por Emir, sintiéndose seguida y espiada, en septiembre de 1998 Lourdes decidió romper el cerco y accedió al pedido de entrevista que le hizo Marisa Grinstein, del semanario Noticias (que por entonces se encontraba escribiendo el primer volumen de su saga “Mujeres asesinas”). Lourdes tenía miedo de salir del departamento y le pidió que la nota se hiciera allí. Al llegar, Grinstein quedó muy impresionada porque Lourdes la recibió con las ventanas cerradas, explicándole que tenía miedo de que la balearan (una vecina denunciaría, en curiosa simetría, que Lourdes la había baleado a ella). Lourdes le contó a Grinstein de las muchas reuniones que Emir había tenido con Luis Sarlenga, entonces interventor en Fabricaciones Militares, quien solía concurrir en compañía de uno de los gerentes de la empresa, el coronel Egberto González de la Vega, y en una oportunidad con el teniente coronel (R) Diego Palleros, un conocido traficante de armas. También le habló del protagonismo de Emir en el contrabando de pertrechos bélicos hacia Croacia, Bosnia y Ecuador, y de cómo Cúneo Libarona le había confirmado que Emir había cobrado una “comisión” de 400 mil dólares a través de una cuenta de Daforel, una empresa fantasma radicada en Montevideo.

Lourdes también le dijo a Grinstein que Emir se había reunido con la presidente de la Cámara Federal porteña, Luisa «La Piru» Riva Aramayo —la misma que tenía a su cargo la investigación del Yomagate por el que Amira estaba presa—, en el departamento de la madre de Cúneo Libarona, en la avenida Santa Fe 1955, y que a cambio de una suma de dinero la jueza se había comprometido a desprocesar y sobreseer a Amira, lo que así había hecho.

La entrevista mereció la tapa de la revista que apareció el 25 de septiembre por la tarde y produjo dos reacciones importantes: el juez Ricardo Farías convocó a Lourdes a declarar y la producción de Hora Clave, entonces el principal programa político de la televisión abierta, le pidió una entrevista. Lourdes accedió y fue el propio conductor del programa, Mariano Grondona, quien acudió a su departamento. Lourdes repitió ante él lo dicho a Marisa Grinstein, describió las oficinas de Emir de la calle Florida como el escenario de un incesante desfile de funcionarios de gobierno que se retiraban con bolsas presuntamente llenas de dinero producto de las privatizaciones de las empresas estatales, y narró cómo ella misma se había encargado de la sigilosa destrucción de un gran número de folletos y catálogos de diversos armamentos, tarea que había hecho con otro empleado de Emir, Juan Manuel Retamero, hijo de Aurelia Heidi Hoffman y quien había llevado aquellas bolsas a la casa del ministro de Obras y Servicios Públicos Roberto Dromi, el cerebro de las privatizaciones. Seguidamente, puso ante la cámara una carta manuscrita de la mamá de Cúneo, en la que esta le contaba que había prestado su hogar para que se realizara el encuentro entre Emir y la jueza Riva Aramayo y que había registrado en video la entrada y la salida de los participantes de la reunión.

Lourdes negó ante Grondona ser la “primera arrepentida del menemismo”. Dijo en cambio que era “la primera desilusionada del gobierno menemista y de los familiares directos del Presidente”.

Como al pasar

Fue entonces cuando, como al pasar, Lourdes soltó la bomba: “En un fax que Aurelia Hoffman me mostró diciéndome que se lo había mandado un amigo suyo de la SIDE, se afirmaba que los atentados fueron hechos por Monzer al Kassar, Alfredo Yabrán, Emir Yoma y Carlos Menem”.

La entrevista se emitió el jueves 1º de octubre en horario central y causó enorme impacto. Aún estaba fresca la muerte de Alfredo Yabrán, que se había suicidado con un escopetazo en la boca hacia poco más de cuatro meses —lo que una parte importante de la población se resistía a creer—. Ese mismo día, horas antes, había sido detenido Sarlenga. Además de decir que Yabrán y Emir eran muy amigos y que Yabrán solía visitar las oficinas de Emir, Lourdes agregó que también había visitado la vieja oficina de la calle Florida el traficante de armas sirio Monzer al Kassar, señalado como el principal sospechoso tanto de haber organizado el tráfico de armas a Croacia y Bosnia como de haber hecho lo propio con los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA. Hasta el punto de que una comisión de prestigiosos juristas convocados de apuro por la DAIA y la AMIA con el propósito de cubrirse las espaldas ante lo señalado por el autor en su libro AMIA. El Atentado. Quiénes son los autores y por qué no están presos (Planeta, julio de 1997), había coincidido enfáticamente con Sarlenga en la necesidad de investigar a Al Kassar (ver AMIA-DAIA. La denuncia, Planeta, septiembre de 1997). Un pedido que, por cierto, nunca más esas entidades habrían, no ya de repetir, sino siquiera de recordar.

Mi primer libro sobre el tema, que apuntó hacia Al Kassar. No lo reeditaria ya que la historia está mucho mejor contada en Caso Nisman, y sobre todo en La infAMIA (Colihue)

 

Sarlenga y González de la Vega estaban procesados en la causa que tramitaba el juez federal Jorge Urso por el tráfico ilegal de armas entre 1991 y 1995. El primero, como ya se dijo, había sido detenido el 1° de octubre por orden del juez en lo penal económico Marcelo Aguinsky, acusado de contrabando, delito por el que también estaba procesado el ex canciller y ministro de Defensa de Menem, Oscar Camilión. Además, Urso había pedido el juicio político del antecesor de Camilión en la cartera de Defensa y para entonces ministro de Trabajo, Antonio Erman González, quien había sido el contador de la familia Menem y, según extendidos rumores, también hermanastro del Presidente.

“En aquellos años la comunicación (de Emir) con Erman González, tanto cuando era ministro de Economía como de Defensa y luego diputado, era permanente. Yo me comunicaba con su secretaria, Liliana”, recordó Lourdes.

En el juzgado de Urso, Lourdes declaró, entre otras cosas, que Al Kassar le había regalado metralletas Uzi de fabricación israelí a Emir Yoma y a sus hermanos, incluida Zulema. Y Jorge Antonio le dijo a quien escribe que a él también le había regalado una de esas metralletas, pero bañada en oro.

Al Kassar, un hábil declante, entrevistado por Iñaki Gabilondo a comienzos de 1994, cuando salió de la cárcel en la que lo había metido el juez Baltasar Garzón luego del atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires (marzo de 1992). En julio de ese año sría volada la AMIA.

Delirios e inocencias 

La Nación publicó ese 2 de octubre, en la página 8, una nota tan circunspecta como clara. El asombrado cronista informó que en diálogo con Grondona “Di Natale relató haber visto un fax, que le había mostrado Aurelia Hoffman, testaferro de Emir Fuad Yoma. El fax se lo había enviado a Hoffman ‘un amigo de la SIDE’ y estaba encabezado así: ‘Atentado a la Embajada de Israel. Atentado a la AMIA. Venta de armas a Croacia y Ecuador. Narcotráfico. Lavado de dinero. Monzer al Kassar, Alfredo Yabrán, Carlos Menem y Emir Yoma’”.

Ese mismo día Emir fue a la Casa Rosada, donde se entrevistó con el ministro del Interior, Carlos Corach, “para manifestarle su preocupación por la información pública que se está conociendo sobre el escándalo”, en referencia a “la venta ilegal de armas argentinas a Croacia y Ecuador”, según publicó dos días después Mariano Obarrio en La Nación (“Di Natale denunció vínculos de Emir Yoma, Sarlenga y Palleros”). Según Página/12, Emir le pidió a Menem que declarara el estado de sitio, de manera de poder detener y encarcelar a los periodistas que osaran referirse al tema.

Sin embargo, y a pesar de consignar que el relato de Lourdes había sonado creíble; que en él “no se detectaron contradicciones notorias” y que “el 91 por ciento de los oyentes llamó para decir que le creía contra solo un 7 por ciento de incrédulos”, el 3 de octubre Raúl Kollmann se apuró a descalificar a Lourdes tachándola de “delirante”. Ella, escribió en Página/12, “no se privó de una referencia delirante sobre los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA. Todos los funcionarios del Gobierno consultados —informaba— decían que Lourdes deliraba al vincular a Al Kassar, Emir, Yabrán y Menem con los atentados”. Y él, se apresuró a dejar claro, opinaba como ellos.

Curiosamente, consultado por Grondona en el mismo programa, Cúneo Libarona se había limitado a decir que Lourdes era “depresiva” e “inestable emocionalmente”. Y es que sabía perfectamente que Lourdes no había inventado nada. Al aceptar vehiculizar su resonante denuncia a través de Hora Clave, Lourdes demostró inocencia y desesperación. Y es que Grondona distaba mucho de ser un periodista ecuánime: su entrevista a Amira había sido una pieza esencial, cuidadosamente elaborada, para predisponer favorablemente a la vasta teleplatea (y a través de ella a la aun más vasta y también más manipulable «opinión pública») para que aceptara sin mayores cuestionamientos la inminente decisión de La Piru Riva Aramayo de sobreseer a Amira, que había sido encarcelada por la jueza Amalia Berraz de Vidal pero que ya transitaba libremente por las calles porteñas. En aquella amable entrevista, la cuñada y ex secretaria del Presidente había clamado inocencia y llorado a mares sin que ni Grondona ni sus colaboradores le hicieran alguna pregunta urticante.

El único condenado sería a la postre Caserta, a lo que quizá haya contribuido que era un loser: su casa de Lanús copiaba la estética de Pablo Escobar y otros capos del Cartel de Medellín y había tenido la mala suerte de haber competido perdidosamente con Yabrán en el empeño de asociarse con el Estado Mayor de la Fuerza Aérea.

Si Emir le había pagado a Riva Aramayo para beneficiar a Amira podía sospecharse que debió haber sido por la necesidad de asegurar la buena voluntad de otros camaristas, ya que La Piru era tan allegada a Carlos Corach que solía pasar los fines de semana con su marido invitados por el ministro a su casa en el exclusivo country Highland de Del Viso, donde también vivía su amigo Rubén Beraja, banquero y presidente de la DAIA. Riva Aramayo había llegado a la Cámara Federal porteña, según la precisa definición del periodista Santiago Rodríguez “con un mandato expreso: su primera misión fue cerrar todos los caminos legales que condujeran a una posible condena de Amira Yoma, y cumplió al revocar la prisión preventiva en su contra por el Yomagate”. La Piru —que murió en agosto de 2002— era íntima de Corach, y Corach, además de ser un virtual primer ministro de un Presidente de modales monárquicos y hombre de confianza de las embajadas de los Estados Unidos e Israel, era amigo de Emir y abogado de Jorge Antonio, quien había sido tanto el principal financista del exilio de Juan Perón como el cicerone e introductor en la sociedad argentina de Monzer al Kassar. Dicho de otro modo: gozaba de la confianza de todas las partes involucradas.

Lourdes podría haber sospechado que Grondona no era imparcial si hubiera tenido en cuenta que —pasados dos años desde el hundimiento de su matrimonio de conveniencia con el bígamo Ibrahim, que al estallar el Yomagate había regresado precipitadamente a Siria, y al seno de su familia— Amira había vuelto a casarse con el ex presentador de noticieros televisivos Jorge Chacho Marchetti, y Grondona había sido uno de los invitados.

“¿De qué club de polo se conocerán?”, ironizó en diálogo con el autor un ministro al que Lourdes recordaba yendo a las oficinas de Emir a buscar aquellas misteriosas bolsas, que Aurelia Hoffman decía estaban llenas de billetes.

Alonso y Fafá

En este contexto, no podía extrañar que Grondona no solo no amplificara sino que, por el contrario, asordinara los dichos de Lourdes sobre el misterioso fax de la SIDE. Ella había dicho que, antes de entregárselo, Aurelia había cortado la parte superior, donde figuraba el teléfono desde el que se había remitido. Sin embargo, adivinar el remitente no parecía muy complejo. Capaces de enviar un fax así, advirtiendo de una investigación en curso, solo podían hacerlo dos altos agentes de la SIDE que respondían a Emir y a su amigo Yabrán: Joaquín Alonso y José Luis Losada López.

“Alonso, dueño de las enormes oficinas de Diagonal y Florida compradas al dejar el directorio del Banco Central que había ocupado durante la gestión de Hugo Santilli, es hijo de un escribano estrechamente ligado a Ítalo Luder. Sus padrinos son Miguel Ángel Vicco y Emir Yoma (…) Alonso, catapultado por esas protecciones y su anterior empleo de mesadinerista, fue nombrado director del Banco Nación durante la presidencia de Hugo Santilli, luego fue jefe de ceremonial del ministro del Interior Carlos Corach y, por fin, con el apoyo de Emir y la venia del Presidente, que necesitaba una pieza eficaz y leal para monitorear las actividades del “Señor 5” (Hugo Anzorreguy) se instaló en la SIDE como jefe de gabinete”, escribió Susana Viau en su extensa nota “Operadores, servicios, ‘viudas’ del poder” (Página/12, 7/11/99).

“Al dejar el Banco Nación, Alonso adquirió las enormes oficinas de Paraguay y Reconquista donde pernocta con frecuencia ‘Fafá’, su custodio, un ex miembro del grupo de tareas de la ESMA, quien responde al verdadero nombre de Claudio Orlando Pitana”, agregó. Alonso, explicó la periodista, provenía del más rancio masserismo y tenía relación directa con el almirante indultado. Además de a Emir, Alonso reportaba también al ex secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Raúl Granillo Ocampo, quien había sido eyectado del cargo a causa del Swiftgate, pero al que Menem había premiado nombrándolo en 1993 embajador en los Estados Unidos.

En cuanto a Pitana, un bigotudo suboficial de la PFA sobre el que hemos de volver más adelante, era, más que un custodio común, el escudero de Joaquín Alonso, sostenía Viau. Pitana había sido miembro de la “SIDE paralela” al llegar la democracia y contertulio y fuente de Jorge Asís. Y para entonces era miembro de la custodia de Yabrán, de la que llegaría a ser jefe. Le decían ‘Fafá’ por el mago creado por Alberto Bróccoli que aparecía en las contratapas de Clarín y que a la voz de “¡Jitanjáfora!” hacía desaparecer personas y objetos. No en balde: en 2008 caería preso por su participación en imprescriptibles crímenes de lesa humanidad.

Losada López

Días después o días antes de lo de la AMIA, José Luis Losada López llegó al estratégico puesto de Director de Finanzas de la SIDE, que disponía entonces del mayor presupuesto de su historia. Simultáneamente, el yerno de Anzorreguy, Alejandro McFarlane, dejó de ser el secretario privado de su suegro (no se fue a su casa sino a Madrid, al directorio de Repsol-YPF), funciones que absorbió formalmente Alonso, y en la realidad el ex juez José Domingo Allevato, quien era director de Asuntos Jurídicos y tenía gran ascendencia tanto sobre Losada López como sobre Alonso.

Así fue que se estableció una sociedad de hecho entre Allevato y Losada López para el reparto de sobres y sobresueldos, ya que el primero disponía de los fondos libremente a condición de que el segundo firmara actas de “operaciones especiales”. Con estos cambios, Allevato logró tener el control casi absoluto del área financiera, convirtiéndose en el hombre más poderoso en el organismo después del secretario.

El bombardeo

Haya sido Alonso o haya sido Losada López quien le envió el fax de marras a Emir, parece obvio que lo trató de alertar sobre una investigación en curso por parte de algún otro servicio de inteligencia, nacional o extranjero, o incluso por un ala rebelde de la propia SIDE. En tal sentido, cabe recordar que entre los motivos que precipitaron la rápida salida de la jefatura de la SIDE del periodista (y veterano agente del Servicio de Inteligencia del Ejército) Juan Bautista El Tata Yofre, estuvo que, no sin cierta ingenuidad, le informó a Menem que Amira Yoma cobraba una tarifa a quienes pedían una audiencia con él, y que en el Aeropuerto de Ezeiza su fraudulento marido Ibrahim pasaba equipajes, bultos y valijas eludiendo los rutinarios controles aduaneros.

Por lo demás, las medidas de seguridad con las que Emir procuraba que sus actividades non sanctas no trascendieran hacía agua por todos lados. No se trataba solo de que Aurelia Hoffman le hubiera mostrado ese fax a Lourdes; Emir también solía darse una vuelta a la mañana por la famosa “mesa de los espías” del Florida Garden, cerca de sus oficinas, para integrarse al cónclave que también había frecuentado Yofre hasta su nombramiento al frente de la SIDE, y a la que solían ir periodistas-servis tan chismosos como Guillermo Cherashny. Las animadas conversaciones de esa mesa, era vox populi, solían ser grabadas desde mesas vecinas.

Además, estaban las mujeres. Lourdes le contó al autor que el 17 de marzo de 1992 Alfredo Yabrán llegó a las oficinas de Emir y se reunió con él junto a la ventana que daba a la Plaza San Martín, y que cuando se produjo la explosión que destruyó la Embajada de Israel exclamó: “¡Eso fue una bomba!”. Dijo Lourdes además que los ojos azules de Yabrán no había congoja, sino excitación. Y después de lo de la AMIA, muy angustiada y llorando, Amira le contó en la cama a un famoso periodista de absoluta confianza de Alfredo Yabrán, que su familia estaba involucrada.

Está claro que Yabrán conocía la mecánica del atentado, y todo indica que desde antes de que ocurriera. Acorralado por la sucesiva defección de sus amigos en la CIA y en el Gobierno, se mató… y alguien se robó su teléfono satelital para que no se supiera con quién se había comunicado antes —se sospechaba que con Al Kassar—, aunque lo único que trascendió fue que, entre otros, lo habría hecho con el anciano Samuel Cummings, quizás el traficante de armas livianas preferido por la CIA, quien ¿casualidad? murió muy poco después.

Al día siguiente  de su suicidio, su apoderado, Wenceslao Bunge, le entregó a dos periodistas el texto de una solicitada que Don Alfredo le había dejado para publicar y que terminó siendo su texto político póstumo. Yabrán decía allí refiriéndose al asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas —hecho que había precipitado su ruina—, que “un espantoso crimen común fue politizado. Por unos y otros. Y también utilizado para tapar otros hechos aun más terribles, como el bombardeo de la AMIA”. Gulp. Yabrán sabía perfectamente que la mutual judía había sido derrumbada no por una sola bomba, sino por dos.

El monje negro

Si Anzorreguy obedecía a Menem y sobreactuaba su obsecuencia a la CIA hasta el punto de proponer la ruptura de relaciones con Irán, Corach, de quien dependía la Policía Federal, era el cerebro del Gobierno y, siendo amigo de todas las partes involucradas, fue naturalmente el pivot de la segunda fase del encubrimiento: el reemplazo de los policías federales por los bonaerenses.

Las relaciones entre Anzorreguy y Corach no eran óptimas, entre otros motivos porque según un periodista muy mimetizado con los servicios de Inteligencia, Guillermo Cherasny, una cámara de la SIDE colocada en un pasillo del Hotel Alvear había grabado al ministro entrando a una habitación con una amante. El mismo Cherashny sostiene que Mario Falak no era el principal accionista del hotel ni de las Galerías Pacífico, sino un testaferro del banquero David Sutton en ambos emprendimientos. Sutton era socio de Rubén Beraja en el Banco Mayo, había sido su mayor auspiciante en su ascenso a la presidencia de la DAIA y —como ya se dijo— Beraja era y es íntimo de Corach, en una circularidad que quita el aliento y alborota la sinapsis neuronal (ver “Los sospechosos de siempre”, de Jorge Boimvaser, páginas 48-9 y 204-5). En el Alvear Palace Corach se sentía jugando de local, al enterarse de que había sido espiado ahí, se había sentido violado.

Quien escribe había sido demandado por Corach en el pasado a causa de haber escrito de sus relaciones con Osvaldo Paqui Forese, el ex segundo de Aníbal Gordon en el sector de la SIDE que protagonizó el principal capítulo del Plan Cóndor de coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur en 1976, cuando regenteó el centro clandestino de detención, tortura y exterminio conocido como Automotores Orletti. Forese se había reciclado como negociador paritario del Sindicato de Obreros Marítimos (SOMU) y, según fuentes calificadas y quien fuera su segunda su mujer, fue también que el cerebro de la “Operación Langostino”, que en 1988 fue el mayor decomiso de cocaína de la historia argentina.

A pesar de ello, quien escribe reconoce la diligencia y versatilidad de Corach, que fue a Menem lo que el cardenal Richelieu a Luis XIII y encabezó, junto con Anzorreguy, variados intentos de que el único detenido, Carlos Telleldín, acusara a inocentes absolutos (al menos, de la voladura de la AMIA) a fin de desviar las investigaciones hacia una vía muerta, hasta que consiguió que Telleldín acusara al comisario Ribelli y a otros policías bonaerenses, quienes permanecerían detenidos casi una década (lo que posiblemente algunos de ellos lo merecieran, pero por otros motivos).

Vargas, el abyecto

El primer intento tuvo como protagonista al que quizá sea el represor más abyecto de la dictadura genocida, el mayor retirado Pedro Héctor Vergéz, quien fuera jefe del Comando Libertadores de América, versión cordobesa de la Triple A dependiente de la jefatura del Tercer Cuerpo de Ejército (es decir, del ex teniente general Luciano Benjamín Menéndez), y que entre otras proezas encabezó el exterminio de las familias Pujadas y Vaca Narvaja y la de un numeroso grupo de estudiantes bolivianos, y más tarde, siempre en Córdoba, fue el jefe del campo clandestino de detención, tortura y exterminio de La Perla, uno de los tres más grandes de la dictadura junto a los que funcionaron en Campo de Mayo y en la Escuela de Mecánica de la Armada.

En su soberbio dislate, Vergez publicó un libro jactándose de algunos de sus crímenes (aunque ocultando otros). A la postre sirvieron como prueba para confinarlo en el presidio de Marcos Paz.

 

Vergéz, alias Vargas, había sido compinche de otro asesino serial, el fallecido comisario Raúl Pedro Telleldín, jefe del Departamento Informaciones (D2) de la policía cordobesa, un centro clandestino de detención que solo le envidiaba a La Perla el tamaño. El detenido Carlos Telleldín, su hijo, había sido, ya en democracia y durante un breve lapso, agente del D2. A comienzos de 1995, Vergéz pretendió visitar a Telleldín en la cárcel presentándose como familiar, pero como no pudo acreditarlo y no lo dejaron entrar, la SIDE presionó al dócil juez Galeano, que los dejó reunirse en su juzgado.

Como se comprobaría en el juicio, Vergéz se empleó a fondo, bajo la dirección de la jueza Riva Aramayo e invocando a su padre, el fallecido comisario Telleldín, para que Telleldín dijera haberle entregado la Trafic supuestamente utilizada como vehículo bomba, a dos muchachos brasileños hijos de libaneses, Sergio Salem y Luis Alberto Nader, detenidos en Asunción junto a otros a los que se les habría decomisado algún arma de puño y algunos “ravioles” de cocaína. Al parecer, Nader y Salem se dedicaban a cultivar marihuana. La jugada era convertirlos en combatientes de Hezbolá,  marbete que les pusieron sin la jactancia de la duda la mayoría de los medios.

Vergéz le ofreció a Telleldín, en nombre del gobierno nacional, un millón de dólares y su inmediata libertad, pero como no podía ofrecerle ninguna garantía de cumplir sus promesas, luego de tres entrevistas la iniciativa fracasó.

Una nueva oportunidad

Llegó el lunes 12 de junio de 1995, cuando el ya mencionado serviperiodista Guillermo Cherashny recibió dos balazos calibre 22 tan pronto salió de su domicilio en la calle Juncal casi Callao. El jueves anterior, El Nuevo Informador, un pasquín de chismes de los servicios, había publicado una nota suya que atacaba al renunciante secretario de Acción de Gobierno, Esteban Cacho Caselli, un experto en pasillos vaticanos allegado a Yabrán. En la tapa, Cherashny, que estaba cobrando en dólares recién impresos, le atribuyó al presidente Menem la siguiente frase: “Lo invité a tomar mate y se quedó con la pava”. Los primeros ejemplares fueron llevados de inmediato a la SIDE y al Ministerio del Interior. Tan pronto vio uno, Corach se puso a presionar para que la edición no fuera distribuida y lo consiguió. El semanario fue reimpreso con un artículo también favorable a Domingo Cavallo, pero mucho más suave que el original. No obstante, durante el fin de semana fueron distribuidas a gentes escogidas copias con el artículo original.

Un íntimo de Menem envió un ejemplar a Página /12, junto a la historia oculta del artículo y su censura. Posiblemente haya sido el secretario general de la Presidencia Alberto Kohan, que tenía estrecha relación con su director, Jorge Lanata. El diario recién publicó la historia el martes 13 de junio, al día siguiente de que Cherashny fuera baleado.

Los amigos de Cherashny y medios interesados “en conocer aunque más no fuere la versión extraoficial del gobierno respecto al atentado, se hallaron ante una curiosa respuesta. Un asesor de Corach señaló que Cherashny había sido objeto «de amenazas previas al atentado (…) para que no escribiera más sobre el tema de la AMIA”, escribió Boimvaser, que siguió contando: “Pareció un absurdo. En la SIDE nadie se hizo cargo de los dichos de Corach (…) Cherashny reposaba en terapia intensiva en el Hospital Rivadavia cuando uno de sus socios político-periodísticos, Carlos Tórtora, asesor de Corach, llegó al pie de la cama”.

Tórtora es un fascista de toda la vida, que en los 70 integró la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU), una banda de asesinos. “Decí públicamente que te atacaron los terroristas islámicos a raíz de tus investigaciones por el atentado a la AMIA”, le propuso a Cherashny. “No sé, prefiero acusar a Yabrán por el ataque”, dice Boimvaser que le respondió Cherashny. Entonces casi nadie conocía a Yabrán, que todavía no había sido acusado públicamente por Domingo Cavallo.

Pero luego, pragmático, “Cherashny ofreció las dos versiones. Primero habló de Hezbolá; después, de Yabrán”. Y cuando abandonó el hospital, el Gobierno le hizo un generoso ofrecimiento: “A cambio de una denuncia formal responsabilizando al integrismo islámico por el atentado, recibiría una suma de dinero para viajar a los Estados Unidos a entrevistar a políticos y funcionarios de la administración Clinton, ante quienes se presentaría como una víctima de la violencia pro iraní”, escribió Boimvaser.

La promiscuidad entre el judío laico e hijo de comunistas Carlos Vladimiro León Corach y los filonazis Vergéz y Tórtora casa a la perfección con la —en principio para nada censurable— mescolanza de hijos de árabes y de judíos en el entorno de los sospechados Menem, Yoma, Yabrán y Al Kassar. Si Menem tenía entre sus principales colaboradores a Kohan y a Corach, Yabrán era íntimo de Samuel Liberman y Yoma tenía como testaferro a Aurelia Hoffman y como socios, a varios “paisanos”; le confiaba su dinero a Pedro Stier y su contador era Rubén Darío Weiszman. Y, por cierto, Monzer al Kassar tenía como principal socio en Marbella al británico Judah Eleazar Binstock. Si Monzer había comenzado a vender municiones a los Montoneros en 1973, Binstock le había vendido metralletas británicas a la Triple A de José López Rega meses después. Por otra parte, Emir, Al Kassar, Yabrán, Beraja, Sutton y Falak tenían en común su condición de turcos y muchos negocios cruzados.

Cuando en 1996 se festejó el 48ª aniversario de la creación del Estado de Israel en el Hotel Alvear de Sutton y Falak , entre los asistentes se encontraban Jorge Antonio y el comisario general retirado Jorge Silvio Adeodato Colotto, el mismo que había sido candidato del partido neonazi de Alejandro Biondini. De haber estado Al Kassar en Buenos Aires, es muy probable que hubiera aparecido por allí.

Presentar a los atentados como ataques judeófobos del “fundamentalismo islámico” no fue más que otra cortina de humo: Dios, llámeselo Yavhé o Alá, no tuvo nada que ver.

La cueva del Tío Alfredo 

Volvamos a Lourdes Di Natale, cuyo testimonio llevaría a prisión, aunque brevemente, tanto a Carlos Menem como a Emir Yoma. Quien escribe la fue a ver dos veces a su departamento. En la primera, estaba a punto de ser internada en un sanatorio de la prepaga Medicus (es de suponer que el Otamendi), donde le iban a operar el maxilar superior, aquejado de una infección generalizada, y tenía miedo de que pudieran aprovechar la ocasión para matarla. La segunda vez fue tras esa operación.

El autor volvió a la carga con el fax que le atribuía las responsabilidades de los atentados y del tráfico de armas y drogas y el blanqueo del dinero negro por ellos producido al presidente Menem, a su cuñado Emir, a Yabrán y a Al Kassar. Ella ratificó sus dichos, y ante insistentes preguntas dijo que lo único que recordaba haber leído en letra más menuda era que hacía referencia a las reuniones que los cuatro habrían mantenido “en un departamento de la avenida Córdoba al 1300, donde se habría planificado el atentado a la AMIA”.

En un undécimo piso de Córdoba al 1300 estaban por entonces las oficinas de la inmobiliaria Aylmer S.A., una de las pocas firmas que Alfredo Yabrán siempre reconoció como propias. Yabrán se las había comprado en octubre de 1981 a Fundar S.A. En nombre de esta ignota empresa firmó las escrituras el capitán de navío (RE) Arnoldo Cennari, administrador de la Comisión Nacional de Reparación Patrimonial (Conarepa): el instrumento utilizado por la dictadura militar para la usurpación sistemática de bienes pertenecientes a opositores exiliados, detenidos o desaparecidos.

Además de Aylmer, en esa oficina funcionaron Lanolec y Yabito, otras empresas del puñado que Yabrán reconocía de su propiedad. Y también ofició como primera dirección legal de Bridees, la empresa que aglutinaba la crema de su guardia pretoriana, cuyo nombre (una broma macabra) querría decir “Brigada de la ESMA” y, efectivamente, estaba integrada por conspicuos represores del grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, ya fueran ex marinos o ex miembros del Servicio Penitenciario Federal (SPF). En esa misma oficina se habrían reunido en épocas del Yomagate Amira y su todavía marido Ibrahim con el banquero saudí Gaith Pharaon, según declaró ante el juez Baltasar Garzón el periodista argentino Norberto Bermúdez, autor de La pista siria (La Urraca, 1993).

Lourdes también recordó que, en vísperas del atentado a la AMIA, un hermano de Ibrahim al Ibrahim, Mario, quien había sido funcionario del Consejo de Aguas Potables a las órdenes de Mario Caserta y vivía en Tucumán, vino a Buenos Aires. “Al día siguiente lo llamó por teléfono a Emir para pedirle plata para regresar a Tucumán, pero Emir no lo quiso recibir, y me dejó encomendado que le diera cien pesos. Cuando vino a buscarlos, estaba con su hija, muy nervioso. A toda costa me quería demostrar que el lunes 18 de julio había llevado a su hija al Hospital de Niños. Yo le dije que a mí no me tenía que explicar nada, que lo único que le pedía era que me firmara un recibo y tomara el dinero”, narró.

A Mariano Obarrio, en la nota ya citada, Lourdes le dijo que poco después de que se mudaran de las oficinas de la calle Florida a las de la calle Paraguay había conocido al contador Rubén Weiszman, que “le traía a Emir todas las sociedades uruguayas”.

— ¿También Hayton Trade, la intermediaria que operó en la compra de armas? —le preguntó Obarrio.

— Todas —respondió Lourdes, que le recordó que Weiszman venía a Buenos Aires los miércoles y regresaba a Montevideo los jueves. “Con Emir se reunían los miércoles a las 16 y Weiszman pasaba previamente por el despacho de Aurelia”, puntualizó.

A Clarín, Lourdes le detalló que Emir era también propietario, entre otras sociedades, de Quechol S.A., Dalal S.A. y Santín S.A. Santín es el apellido de la esposa de Emir y Dalal el nombre de una hija de ambos. El diario puntualizó que en Dalal, Emir estaba a asociado con la firma Costa Jardín que tenía la misma sede legal que Quechol —asociada con Softex S.A.— en la calle Colonia al 800, de Montevideo, el domicilio real del contador Weiszman.

A La Nación, Lourdes le repitió que había sido Cúneo Libarona quien le había confirmado el vínculo entre su entonces jefe con el contrabando de armas, y que Aurelia Hoffman le había confirmado que la cuenta de Daforel era de Emir.

Testigo en peligro

A medida que se iba desengañando de Menem, de Emir y de Cúneo, Lourdes somatizaba. Primero fue un acusado bruxismo, el rechinamiento involuntario de los dientes, incluso durante el sueño, que le provocó la caída de piezas y por fin una infección generalizada, motivo de una fuerte discusión y último desengaño de Emir cuando se negó a adelantarle el dinero del tratamiento. Luego llegó la fibromialgia, esos fuertes dolores localizados en casi cualquier parte del cuerpo tan pronto se lo presiona o roza.

A mediados de 1998 Emir dejó de pasarle una mensualidad. Sin dinero, Lourdes buscó trabajo entre los conocidos, pero se le cerraron todas las puertas. Y en esta situación comenzó a recibir llamadas amenazadoras. En medio de estas angustias, Lourdes denunció ante la Justicia que la empresa Rail Air, cuya presidenta era Aurelia Hoffman, era en realidad de Carlos Menem y de Emir. Mencionó como posibles testaferros de Emir a Gustavo Gabriel Miglutzki, Carlos Press, Benjamín Suliansky y su hija Claudia, dueños de la inmobiliaria City Brokers, con domicilio legal en las propias oficinas de Emir. También denunció que Emir y un contador de apellido Gamondez manejaban las propiedades y finanzas de Zulemita Menem. Y puso la lupa sobre otras empresas como Ocean Tours, con sede en el mismo edificio de Paraguay al 500, pero en el segundo piso, a la vez que ratificó sus dichos sobre las ya mencionadas Dalai S.A. y Santín S.A.

Un informe de peritos del Banco Central había llegado a la conclusión de que había variados indicios de que la coima de 400 mil dólares cobrada a través de la firma offshore Daforel había pasado por Multicambio, la empresa de Pedro Stier de la que también era socio Sergio Matalón. Lourdes recordó que “cuando se desató el escándalo de las armas en el año 1996, recibía mensajes de Matalón o de Stier quienes pedían reunirse con Emir Yoma y decían que no coincidían las fechas de las operaciones y que necesitaban hablar urgente con él ya que se sentían apretados”. Y agregó que “cuando Stier comenzó a llamar por teléfono para reunirse con Yoma, intervino el contador de la empresa Yoma, Miguel Ángel Núñez, también el contador Miguel Weiszman (…) Luego dos o tres mensajes que recibió de Núñez que le decía que no convenía que cruzara el charco por el momento, mensajes que coincidían con los que dejaba Weiszman…”.

Lourdes volvió a declarar en la causa Armas el 12 de abril de 2001. Sobre Multicambio dijo que “la relación de Yoma con Pedro Stier comenzó a través de Mariano Cúneo Libarona, que los presentó cuando ya estaban en la oficina de Paraguay. Que los contactó a raíz de que Yoma necesitaba un millón de dólares, desconociendo por qué motivos, y que Mariano, a través de Pedro Stier, se los consiguió. Que a la oficina del Sr. Yoma el Sr. Sergio Matalón se comunicaba y hablaba con Aurelia Hoffman, que era quien se encargaba de los aspectos contables y financieros del Sr. Emir Yoma (…) Que cuando salió a la luz el tema de las armas Sergio Matalón llamaba con muchísima frecuencia y hablaba con Aurelia. Que Aurelia le daba los mensajes para que ella se los diera al Sr. Emir. Que los mensajes decían que se comunicara urgente con Sergio o con Pedro. Que después de un tiempo que Emir no llamaba se comunicaba directamente con ella Pedro Stier (…) Que no recuerda con precisión la fecha pero sí que en una oportunidad el Sr. Emir recibió temprano en la mañana a Stier en su oficina y que en otra oportunidad fue a verlo a Multicambio (…) Que más adelante según le refirió a la dicente la Sra. Hoffman, el Sr. Yoma puso su propia casa de cambio y turismo llamada Divisar S.A. que encabezaban Marcelo Spagnuolo y su padre Francisco Spagnuolo (…) Que Susana Beatriz Hoffman (hermana de Aurelia) ocupó el lugar de gerente de la empresa Divisar…”.

Al terminar su declaración, Lourdes volvió a pedir el resguardo de su integridad física y la de su familia.

“Es una histérica” 

La respuesta de Emir Yoma no se hizo esperar: denunció a Lourdes por extorsión. Alegó que “por ser padrino de la hija de la Sra. María de Lourdes Di Natale, por dicha relación afectiva, le pasaba diferentes sumas de dinero de su patrimonio personal en tiempo indeterminado (negando así la relación laboral). Que a fines de julio principios de agosto de 1998 la Sra. Di Natale le solicitó la entrega de veinte mil pesos para arreglarse la boca, lo cual le pareció excesivo. Por lo que luego Di Natale se comunicó a su domicilio particular y le expresó que si no le daba el dinero en cuestión iba a brindar información que lo perjudicaría, tanto a la prensa como a Tribunales y que llamadas de igual índole le hizo llegar a través de su hermana Amalia Beatriz Yoma y del médico personal de la familia”, en tácita referencia a Alejandro Alito Tfeli.

Emir acompañó una copia del examen hecho a Lourdes por peritos del cuerpo médico forense junto a los peritos de parte, informe que describe que ella “presenta cuadro compatible con una personalidad histérica, circunstancia que merece la siguiente consideración: de lo que surge de fojas 19/21 consta que la examinada presenta características histéricas de la personalidad en un examen realizado en mayo de 1994 (a pedido de Cúneo y a consecuencias de sus reyertas) en el aquí y ahora surge la referida personalidad histérica pudiendo comprenderse tal circunstancia de la siguiente manera: la examinada a lo largo del tiempo, transcurridos casi cinco años ha experimentado múltiples circunstancias de sobrepresión (pérdida laboral, afectiva y económica). En consecuencia, debe admitirse que la referida personalidad ha debido confrontar tales situaciones y el mecanismo para la adaptación de una nueva situación vital es a expensas de los recursos defensivos y adaptativos de la personalidad, en este caso los rasgos histéricos se cristalizan en un modo de ser”. Y en el punto 3 de las conclusiones refiere: “No puede afirmarse que la examinada sea una persona fabuladora, sin embargo debe decirse que las referidas personalidades son compatibles con cierta tendencia a la producción de conductas fabuladoras debido a la marcada ‘avidez de afecto’ que presentan…”.

La denuncia de Emir es paradójica. Niega la existencia de un vínculo laboral que los peritos dan por sobreentendido que existió (había decenas de testigos) y afirmó haber sido extorsionado, para no ser involucrado en causas en que ya lo estaba. Pero su importancia radica en que aparece lo que de aquí en más se repetirá como una matriz automática: el presunto desequilibrio emocional de Lourdes. La descripción médico-forense es de una ambigüedad carente de lógica. Ostensiblemente quiere forzar un diagnóstico que fundamente supuestas fabulaciones, pero desiste de ello por falta de pruebas. Y elude olímpicamente sumar 2 + 2 y llegar a la conclusión lógica de que “la sobrepresión” que soporta es obra, sobre todo, del propio demandante… y de su abogado.

Negaciones en cadena

Porque, al mismo tiempo, Lourdes tiene otro frente judicial abierto. Cúneo es también destinatario de sus acusaciones. El 23 de abril de 1988 lo denuncia en la Comisaría 19ª por incumplimiento en el pago de la cuota alimentaria de su hija Agustina. Cúneo será sobreseído el 25 de junio del año siguiente y, poco después, el 4 de agosto, también en una causa iniciada en una causa más grave. Porque Lourdes lo había denunciado por haberla arrojado “a la pileta ubicada en el natatorio sito en la calle Paraguay 2377 de Capital Federal, conociendo que la misma no sabía nadar, motivo por el cual tuvo que ser rescatada por la profesora de natación de su hija”. Asimismo, lo acusó de haberla agredido con golpes de puño en la vía pública en el mes de abril de 1994, el mismo día que ella le hiciera saber ‘que estaba embarazada, que el padre era él, y que tenía intención de tener otro hijo del mismo, lo que le produjo la pérdida del feto’”. Al hacer la denuncia, Lourdes dijo desconocer los datos de las personas que se encontraban en el natatorio al momento de ocurrido el hecho, pero sí “datos significativos” sobre las agresiones físicas sufridas de parte de Cúneo en abril de 1994. Por ejemplo, dijo que “el médico ginecólogo que la atendía en esa época era Carlos Castells y que a raíz de ello tuvo que concurrir a Medicus para que le quitaran las adherencias que le habían quedado en las paredes del útero…”.

Sin embargo, cuando pidió que se convocara a la profesora de natación de su hija para que saliera de testigo, el apoderado del natatorio se presentó a decir que no podían hacerlo porque “no se guardan registros, aplicando un sistema de locación de servicio por día con los profesores, no archivando los listados del personal contratado ni las fichas de clientes”. Esa decir, que no podía recordar quien era la profesora entonces. Y por otra parte Medicus negó que ella hubiera recibido atención médica en sus consultorios, y el ginecólogo Castells negó haber sabido que ella estaba embarazada.

Lourdes también había denunciado a Cúneo por haber sobornado a un funcionario judicial, Horacio Aostri, para que le impidiera ver tanto los expedientes iniciados por sus denuncias contra él por agresiones físicas y violación de domicilio como llegar hasta el juez. En este caso, por increíble que parezca, fue su propia abogada, Laura Mosovich de Barros, quien declaró en su contra. Dijo que “bajo ningún punto de vista compartía los dichos expresados por la denunciante, pese a haber sido su abogada (…) que jamás tomó conocimiento de que el Dr. Cúneo Libarona entregara dinero al Dr. Aostri” y que cuando el expediente “no les era exhibido se debía a que estaba a despacho, lo que era comprobado por la misma al verlo posteriormente”.

Aun así, fusilada por la espalda por galenos y abogados, Lourdes no se rendía y redoblaba sus embates. En 1998 había involucrado a Cúneo en una de las causas más mediáticas de la época, la de las coimas (eufemísticamente llamadas “retornos”) pagadas por los prestadores del PAMI, la obra social de los jubilados y pensionados. La denuncia de Lourdes implicaba a Ramón Hernández, a Alito Tfeli y al propio Presidente. La principal acusada era la ex presidenta de PAMI, Matilde (Svatetz de) Menéndez, quien era defendida por Cúneo. Lourdes había declarado que en 1993 era habitual que concurrieran a las oficinas de Emir y para reunirse con él Matilde Menéndez y su hermana Marta, acompañadas de Cúneo y de Jorge Andrés Llampart (quien había sido adjunto de Rodolfo Galimberti como representante de la Jotapé en el Consejo Superior Peronista en los ya lejanos 70), y que en octubre de aquel mismo año Cúneo y Marta Svatetz habían viajado a Ginebra a depositar dinero birlado al PAMI, según le había dicho una ex miembro del directorio de esa obra social, Mirta Haydeé Scilini. Esta información, había puntualizado Lourdes, también se la había confirmado con lujo de detalles un primo de Menem, Gandi Hezze, quien también le había dicho que “antes de que se desatara el escándalo que motivó la renuncia de Matilde Menéndez, ella lo llamaba constantemente a él para que se comunicara con Tfeli”.

Lourdes agregó que Hezze “contaba en forma graciosa que la señora Matilde Menéndez lloraba despatarrada sobre un sillón solicitándole que intercediera ante el señor Presidente de la Nación, por la situación que estaba viviendo, y además solicitando al Dr. Tfeli medicamentos para calmar su estado de histeria”.

Lourdes también afirmó que Scilini le había manifestado no haber tenido participación en los hechos por los que había sido procesada y “que no decía la verdad de lo que sabía por lealtad al señor Presidente de la Nación que era amigo de su marido”. Por último, reiteró que cuando convivía con Cúneo Libarona, este “le había ratificado cuál había sido el motivo de su viaje a Ginebra con Marta Svatetz”, es decir, depositar en un banco helvético dinero distraído a la obra social de los jubilados y pensionados.

Sin embargo, a su turno, tanto Hezze como Scilini negaron haberle dicho nada a Lourdes. Scilini incluso invirtió la historia: dijo que había sido Lourdes la que la había llamado a ella, contándole el viaje de Cúneo y Marta Svatetz a Ginebra y diciéndole que era para prevenirla y que no resultara perjudicada… y que ella no entendía de qué le estaba hablando.

En fin, que esta denuncia como muchas otras hechas en el 2001 por Lourdes contra Cúneo (por inducir a falsear un peritaje contable; por la falta de pago de la cuota alimentaria de Agustina; por violación de los deberes del funcionario público, encubrimiento, falsedad ideológica de documentos públicos, malversación de caudales públicos y asociación ilícita, y por vejaciones, sadismo, tortura moral y psicológica y daños) terminaría archivada.

El arrebato  

Lourdes y Agustina vivían prácticamente recluidas en el departamento, pero tampoco allí las cosas eran fáciles. Una disputa por humedad en una de las paredes la enemistó con el consejo de administración, y el encargado del edificio, Miguel Pantín, comenzó a hostigarla. La animadversión del portero hacia Lourdes no dejaría de acrecentarse desde entonces.

Justo un año antes de su muerte, el 1º de marzo de 2002, el administrador Horacio Marty denunció por escrito que Lourdes tenía sus facultades mentales alteradas, lo que todos los periodistas que la visitaban sabían que no era cierto: Lourdes estaba perfectamente orientada en tiempo y lugar, no fabulaba en absoluto y todo lo que decía, ayudada por sus ya famosas agendas, era preciso, sin que jamás se aventurara a añadir conjeturas —que, es de suponer, debía tenerlas— a los hechos desnudos.

En su escrito, Marty detalló una serie de incidentes que afirmó livianamente que habrían sido provocados por Lourdes, pese a lo cual terminó admitiendo que a él no le constaban, puesto que no había tenido contacto directo con los hechos que denunciaba ni había visto a la Sra. Di Natale protagonizarlos, esto es que hablaba instigado por terceros, como se dice en lenguaje coloquial, “por boca de ganso”. A pesar de ello, solicitó la intervención de médicos forenses para que la examinaran y se expidieran “sobre su salud y necesidad de internación”.

Automática y muy llamativamente, la titular de la Defensoría de Menores e Incapaces N° 3 María Inés Coutinho se presentó entonces ante el juez y declaró que de acuerdo al acta en el que se hiciera la denuncia (de Marty) y en atención a lo que se desprende de la misma en cuanto a que la Sra. Lourdes Di Natale (…) se encontraría con sus facultades mentales alteradas, presentando conductas raras y que harían peligrar su salud y principalmente la de terceros, y que a su vez se encontraría a cargo de su hija menor Agustina Sol Cúneo Libarona, este Ministerio Pupilar en virtud de los intereses que representa solicita con carácter de urgente pasen los autos al Cuerpo Médico Forense a fin de que en el plazo de 48 hs los facultativos se constituyan en el domicilio denunciado y examinen a la Sra. Di Natale debiendo expedirse sobre su estado de salud, necesidad de internación (sic) y encuadre jurídico…”.

Es decir que en base a una declaración en la que el propio denunciante dijo que no le constaba lo que denunciaba por cuenta de terceros, la defensora de menores dedujo que Lourdes se “encontraría con sus facultades mentales alteradas” hasta el punto de permitirse hablar de una “necesidad de internación”.

Las sombras evanescentes de Cúneo y de su patrón, Emir, tiñen la escena cuando el 6 de marzo, apenas cinco días después de la denuncia de Marty, el cuerpo médico forense presentó al juez un informe de la visita que le había hecho a Lourdes. Dice que “… la entrevistada refiere en actitud desconfiada el hecho de no saber los motivos del presente examen, de no estar notificada de ello y en forma respetuosa, casi cordial, no se ha prestado para el examen correspondiente. Sin desmedro de ello se mantuvo un diálogo que permitió detectar rasgos paranoides y un uso inadecuado de los mecanismos psíquicos de defensa sin llegar a manifestarse signos de productividad psicótica, presenta signos distímicos con predominio depresivo”.

Después de aclarar que la entrevista fue tranquila y sin el menor atisbo agresivo a los médicos legistas, estos concluyen que: “1) María Lourdes Di Natale presenta rasgos de personalidad que se expresan en la forma clínica de Trastorno Paranoide; 2) al momento del examen no se han evidenciado signos de peligrosidad inminente; 3) requiere tratamiento psiquiátrico ambulatorio y cuidado por parte de familiares o tercero responsable; 4) no es necesaria su internación psiquiátrica, habida cuenta de su estado actual siempre y cuando se efectúe tratamiento psiquiátrico con continuidad y responsabilidad; 5) su encuadre psiquiátrico queda sujeto a la evolución del cuadro”.

Más allá de que el diagnóstico forense recuerda a los psicólogos al paso que atendían a personas angustiadas en la gran tienda (entonces no se llamaban shoppings) Gath & Chaves a comienzos de los 50, debe destacarse nuevamente que todo se resolvió en cinco días, sin notificar a Lourdes y sin un examen real: solo con unos minutos de charla se la diagnosticó con trastorno paranoide (cosa que bien podría padecer cualquier persona que se ha presentado a la Justicia y acusado a las más altas autoridades del país de graves delitos y es intimidada telefónicamente casi a diario con llamados que al ser atendidos nadie responde) a pesar de lo cual se aclara que “la causante” no necesita la internación sugerida impúdicamente por la defensora de Menores en base al insólito pedido del administrador del edificio.

El vértigo de los acontecimientos se acrecienta los días siguientes. Una nueva denuncia, esta vez por ruidos molestos, ¡con allanamiento incluido en el curso del cual es rota la puerta de servicio!, termina con Lourdes y Agustina trasladadas por el SAME, el servicio de ambulancias de la Ciudad de Buenos Aires. Otro dato que surge de la denuncia es la existencia de notas escritas por Agustina, por entonces de 9 años, que ella misma niña había pegado en pasillos y ascensores del edificio, notas que demuestran de modo irrefutable el apego a su madre. En ellas Agustina invocó los derechos del niño y reclamó por la falta de limpieza en los pasillos del décimo piso (Pantín, el encargado, salteaba su higiene so pretexto de su enemistad con Lourdes), firmando “ASCL Di Natale”, es decir destacando el apellido materno.

Lourdes fue citada por la Justicia y no concurrió. Presentó un certificado médico que afirmó que estaba en cama a consecuencia de la fibromialgia. Entonces apareció nuevamente en escena la defensora Coutinho. Pidió que en un plazo no mayor a 24 horas el Cuerpo Médico Forense se constituyera en el domicilio de Lourdes para constatar que el certificado médico compareciera con la realidad. Coutinho insitió en que los legistas debían expedirse sobre la necesidad de internarla, y fue más allá: afirmó que en ocasión de que Lourdes fue llevada compulsivamente al Hospital Fernández junto con Agustina, presentaba aliento etílico. Y que, en consecuencia, su conducta era riesgosa para la menor, por lo que la guarda de Agustina le debia ser otorgada al progenitor, Mariano Cúneo Libarona.

En fin, que Coutinho acusó a Lourdes de borracha y en base a ello propuso que personal femenino de la Policía Federal junto al Cuerpo Médico Forense interviniera para proceder a separar a madre e hija. Y lo hizo el 19 de julio, en plena feria judicial de vacaciones de invierno y pidiendo que se habilitase la feria para un proceso perentorio. Tan perentorio que ese mismo día el pedido es recibido por el secretario Félix de Igarzábal.

Tres días después se libraron los oficios judiciales para el cumplimiento de lo ordenado. Y para sumar más despropósitos, se presentó ante la Justicia Cristian Cúneo Libarona, representando a su hermano Mariano, quien, dijo, no se encontraba en Buenos Aires (puede ser que fuera así, puede que no, pues la esposa de Cúneo no aceptaba a Agustina en su casa) y se ofrece como tutor de la niña en su reemplazo. Ese mismo día se notifica al oficial de justicia de la resolución que otorga la guarda de Agustina Sol Cúneo Libarona a su tío. Y ese mismo 24 de julio, sin hesitar, se presentan en el departamento de Lourdes policías femeninas de la comisaría 19ª, personal del Cuerpo Médico Forense, el Oficial de Justicia y personal médico del SAME. Entrevistan a Lourdes en el comedor mientras las policías femeninas permanecían con Agustina en la cocina que, como ya se verá, daba a la puerta de servicio.

Lourdes nunca más verá a su hija.

El médico legista informa que Lourdes demostró “corrección, afabilidad en todo momento. Sobre estos caracteres traduce una tonalidad de los afectos discretamente depresiva, encontrándose dolorida (dolor físico, con dificultades en la deambulación y al ponerse en posición de pie) como así una ritmicidad bradipsíquica que se atribuye a los dolores que referimos y al efecto farmacológico de antiinflamatorios y analgésicos en plan terapéutico indicado. Todo su discurso denota coherencia en la indemnidad de facultades psíquicas superiores y cognitivas (…) Ha demostrado hacia su hija una disposición y protección acordes a la función materna (tanto desde lo verbal cuanto afectivamente) … cuando toma conocimiento que la pequeña ya no se encontraba en la finca (fue esta vestida en sector de cocina) por las referencias de su letrado (a quien habría llamado) y el oficial de Justicia, se mantuvo serena (y) preguntó donde permanecería las próximas horas y comenzó a preparar ropas y libros pedidos por y para la pequeña. Consideramos conveniente que en razón de todo lo expresado y obtenido por exámenes la Sra. Di Natale inicie medidas de psicoterapia en régimen ambulatorio no configurando sus condiciones de psiquismo fenomenología psicótica como tampoco evidencia signológica de peligro de daño inminente…”. Todo para concluir que, al momento del examen, Lourdes no pasa por un estado de alienación mental y que revela un cuadro depresivo leve. Dico de otro modo: no hay ningún motivo para haberle arrancado a su hija.

Así, con una intervención que en el propio informe deja claro que carece de motivos, madre e hija fueron separadas, sin dejarlas siquiera despedirse.

Por el reencuentro

A partir de entonces, toda la vida de Lourdes estará dirigida a recuperar a su hija. Se presenta ante la Justicia patrocinada por el abogado Adrián Russo y expresa que desde que las separaron nunca pudo siquiera hablar por teléfono con ella; que la forma en que le fue arrebatada Agustina no resulta entendible y que ha ocasionado un gran perjuicio a ambas. La defensora Coutinho parece flaquear en su postura intransigente frente a Lourdes el 12 de septiembre, cuando pide la intervención de un terapeuta para iniciar la revinculación de madre e hija. Incluso se refiere en su escrito a la posibilidad de reintegrar la tenencia a la madre. Pero la salud le juega una mala pasada a Lourdes y fuertes dolores le impiden participar de una audiencia sobre medidas precautorias (que deberían resolver las visitas de Agustina) a la que concurren su abogado Russo y el de Cúneo, Gabriel Julián Chouela. No se acuerda un régimen de visitas y es la última intervención de Russo como su abogado.

Lourdes presenta el 23 de octubre un escrito solicitando se revoque la guarda provisoria otorgada al papá de su hija (en realidad, Agustina seguía viviendo con su tío Cristian, ya que la esposa de Cúneo se negaba de plano a recibirla). La patrocina Alcira Ríos, abogada de las Abuelas de Plaza de Mayo. Ríos nombra dos peritos de parte, el licenciado Ricardo Rodolfo y el psicoanalista Juan Carlos Volnovich. Pese al nuevo impulso que le da Ríos, y a los dictámenes favorables a la restitución de Agustina a su madre por parte de los expertos, a Lourdes la Justicia le sigue siendo esquiva y los tiempos se alargan.

A principios de diciembre de 2002, Cúneo presenta un pedido para sacar a Agustina del país dos veces consecutivas entre fines de ese mes y el 10 de febrero de 2003. La defensora Coutinho ¿arrepentida de su intransigencia original? autoriza la segunda salida durante veinte días, entre el 20 de enero y el 10 de febrero de 2003 y supedita la primera, entre fines de diciembre y el 20 de enero, a una previa revinculación con la madre. Pero el reencuentro no se produce: Chouela, el abogado de Cúneo, interpone constantemente recursos dilatorios y sobre el 23 de diciembre consigue una resolución que le permite al padre sacar a la menor del país hasta febrero. Ese mismo día Alcira Ríos interpone una apelación, pero ya es tarde: Cúneo ha salido del país con Agustina.

Ante lo inevitable, Lourdes se presenta a la Justicia para solicitar que se habilite la feria para la revinculación el 21 de enero, cuando Agustina regrese de la primera parte de sus vacaciones con su padre. El juez Lucas Aon firma entonces, con fecha 23, la autorización para que Cúneo vuelva a salir del país con la niña entre el 30 de diciembre y el 10 de febrero. Y una nueva apelación de Chuela le escamotea otra vez a Lourdes el ansiado reencuentro.

“Ojo con abrir la boca”

Frustrada, tristísima, esquelética —pesaba 40 kilos—, Lourdes se refugia en la casa de sus padres, a los que hace mucho no ve. Su madre está muy enferma, postrada. Sus huesos se quiebran de nada y sufre muchos dolores. Aun así, el reencuentro con los suyos tonifica a Lourdes, que permanece en San Rafael durante casi un mes y recupera un poco de peso. Se esperanza imaginando el próximo reencuentro con Agustina. Le dice a sus familiares que está amenazada pero les evita detalles: explica que no quiere ponerlos en peligro. Decía que “estaba siendo amenazada permanentemente” y le dijo a su madre que “era la última vez que se iban a ver porque la iban a matar”, según recordó su padre, Giuseppe, ante la jueza subrogante Fabiana Palmaghini.

Al fiscal Nisman, Giuseppe le dijo que al escuchar hablar al presidente Menem sobre el atentado a la AMIA, Lourdes le dijo que estaba “indignada, que no podía callarse habiendo 85 muertos, que los responsables tenían que asumir su responsabilidad”. Dichos estos que el padre de Lourdes amplió en un diálogo con el periodista Jorge Urien Berri, de La Nación. Dijo en esa ocasión que “una vez que Menem habló por televisión sobre la AMIA, ella se puso como loca y llamó a la Casa Rosada para hablar con él, pero no le hicieron caso”. Y que entonces le comentó: “Papá, solo yo sé del remordimiento por las 85 personas que murieron”. Dijo también que en 1994 Lourdes le dijo que “cuando voló la Embajada de Israel, Al Kassar estaba aquí y que le dijo a ella: ‘Ojo con abrir la boca’”.

Para Giuseppe, Lourdes siempre quiso “proteger a su familia manteniéndola alejada de cualquier información sensible” por lo que nunca “nos reveló sus conocimientos porque sabía lo peligroso que podía resultar”. Sabía de qué hablaba. Porque poco después de la muerte de Lourdes, él mismo había sido amenazado.

La profecía

En este contexto, Lourdes no les dijo nada a padres y hermanos de un lúgubre episodio ocurrido a principios de diciembre, cuando encontró tirado junto a la entrada de servicio del departamento, envuelto como para regalo, un libro de poesías, Aceptación de la locura, de la argentina contemporánea Nené D’Inzeo (Corregidor, 1991). Bastó el título para que lo considerara una amenaza y unos minutos —que utilizó para preguntarle al portero si él lo había dejado, lo que negó— para confirmar que no estaba equivocada. No se sabe si Lourdes lo hojeó o no, solo que lo metió junto con el papel de regalo con que había sido envuelto, las cintas y el moño en una bolsa negra de residuos y se lo hizo llegar a su nuevo abogado, Rodolfo Chimeri Sorrentino, con una nota manuscrita en un papelito amarillo: “Le envío el libro que me dejaron en la puerta de la dependencia de servicio. El encargado no lo recibió. Las huellas digitales deben estar tanto en el libro, el papel de regalo o en la cinta. Por favor, averígüelo”.

 

 

El abogado repararía que había un papel blanco a modo de señalador entre las páginas 16 y 17. En la primera había un poema llamado Espejismo de mujer, en la que una fémina enloquecida se arrojaba por una ventana: “Es decidirse a caminar hacia abajo (…) Arrastró su humanidad / ya muerta / hacia la ventana/ baldosas grises estampan su rubí / carne, sangre, huesos…”.

Lourdes no le dijo a su familia nada puntual sobre esta amenaza cuya monstruosa perversidad no podía dimensionar lo suficiente pero, aun así, antes de volver a Buenos Aires le dijo claramente a su padre: “Me van a matar, papá”. Y él, atribulado, recordaría que apenas atinó a responderle: “Quedate con nosotros”, a lo que ella respondió: “No puedo, tengo que ver a Agustina”.

Lourdes regresó a la Capital con la ilusión de reencontrarse con su hija. Y el 25 de febrero tuvo una gran alegría: un oficio judicial le notificó que el 4 de marzo tenía una cita de reencuentro con Agustina. El juez había decidido que tuviera lugar en La Casa Verde de la Fundación Por la Causa de los Niños.

Había que pasar apenas una semana, pero tan pronto recibió el oficio las amenazas recrudecieron. Giuseppe le diría a la jueza Palmaghini que “Lourdes me llamó para pedirme que viniera porque recibía cada vez más amenazas de personas extrañas que incluso la seguían cuando hacía los mandados”. Y agregó, dolido: “Yo no pude venir porque mi esposa estaba postrada y no tenía dinero”.

El viernes 28 Lourdes llamó a Urien Berri, quien la había entrevistado en varias oportunidades y con el que mantenía una relación cordial y afectuosa. Sabía que el periodista viajaba frecuentemente a Uruguay, y le dijo que la próxima vez que lo hiciera necesitaba un favor, sin aclararle de qué se trataba. Para conversarlo, quedaron en verse el lunes 3 en su departamento.

 

Jorge Urien Berri, periodista de La Nación y posiblemente el mayor confidente de una Lourdes rodeada de enemigos.

 

Muerte y sevicias

Al anochecer, al menos dos personas ingresaron a su departamento. Alguien debió abrirles la puerta de calle. Y la del 10º C era fácil de forzar: desde el allanamiento de mayo de 2002, en el que había sido violentada, estaba apenas trabada con un bastón sobre el picaporte y una mesa. La penosa situación económica que Lourdes atravesaba le había impedido repararla. Una mujer enferma de 43 años y poco más de 40 kilos no podía ofrecer mucha resistencia. Lourdes, que a pesar de las difamaciones no bebía alcohol, fue golpeada y obligada a ingerirlo en gran cantidad, equivalente a una botella de un litro de whisky de 39º. La autopsia arrojaría que tenía 3,5 gramos de alcohol por litro de sangre, más que suficiente para un coma etílico (¿estaría ya desmayada?), que le imposibilitaba permanecer de pie. El departamento fue puesto patas arriba, todos los cajones fueron abiertos y su contenido desparramado por el suelo. Lourdes solo tenía puesta una bombacha gris y un corpiño color natural cuando la arrojaron desde el minúsculo cuarto de servicio hacia el patio interno, como siguiendo al pie de la letra el poema de D’Inzeo.

Ese día se cumplía un año exacto desde que había sido denunciada por el administrador Marty, el primero en sugerir su internación por cuenta de otros no identificados. Faltaban dos semanas para que tuviera que declarar en la causa por la voladura de la fábrica militar de Río Tercero. Y apenas tres días para que se reencontrara con Agustina, a la que hacía más de siete meses que no veía.

El cuerpo recién sería encontrado por el sereno alrededor de las 20.30, luego del anochecer. La puerta del patio-pulmón había sido forzada. Junto al cadáver había un cuchillo Tramontina de los grandes, de cortar pan. La partida de defunción diría que la muerte se produjo por politraumatismos y hemorragias internas y externas. Todos los diarios informaron que la ex secretaria de Emir Yoma se había suicidado, y el juez Farías —el mismo que había tenido a su carga investigar sus denuncias contra Emir por las exportaciones ilegales de armas— abriría un expediente caratulado “averiguación de suicidio”.

Poco después, y como esa versión no cerraba para nadie, se pasó a la carátula de accidente, con la hipótesis de que Lourdes, borracha, habría intentado equilibrios imposibles a fin de dejar a los vecinos sin TV por cable. Una nota de la revista Para Ti compendiaría los prejuicios y difamaciones que a modo de brochazos de bleque se habían lanzado sobre Lourdes, hasta dejarla inerte, indefensa ante la muerte.

“’¡Otra vez, la loca de los cables!’. Primero lo dijo un vecino, después otro. La misma frase se repetía en los pasillos de los tres edificios de Mansilla al 2400, y en los de toda la manzana. Era el miércoles 26 de febrero, faltaban minutos para que comenzara el partido Boca-Colo Colo por la Copa Libertadores y todos se habían quedado sin señal de cable. No era la primera vez que pasaba. La cuadrilla ya había ido 17 veces para reinstalar la señal. Y el culpable tenía un nombre: Lourdes Di Natale. Es que la del 10º C, como le decían, tenía problemas con el consorcio del edificio y —a modo de represalia— se dedicaba a cortar los cables. El sábado 1º de marzo, según los primeros informes policiales de la comisaría 19ª, Lourdes habría intentado hacer lo mismo. Subida a un banquito, se habría asomado por la pequeña ventana del lavadero/cuarto de servicio (un metro y medio por un metro de ancho). Lourdes, la ex secretaria de Emir Yoma, la amante del abogado mediático Mariano Cúneo Libarona, la misma que tenía que presentarse a declarar en el sonado juicio de las armas, habría sentido vértigo, trastabillado y caído al vacío. A las 20.30, el sereno encontró el cuerpo, semidesnudo —solo tenía ropa interior— en el patio interno del edificio. Junto al cadáver, había un cuchillo filoso y largo de los que se usan para rebanar el pan. Arriba, en una mesa del departamento quedó —intacto— un vaso de limonada”.

Un vaso de limonada. Y ningún envase de bebidas alcohólicas.

Así, la Historia Oficial pretendía que Lourdes (que, prácticamente en la indigencia, carecía de TV paga) cortaba los cables sistemáticamente en protesta porque el consorcio no le arreglaba las humedades que estaban destruyendo su departamento. Un absurdo incomprobable, ya que cuando muy tardíamente se hicieran pericias quedaría demostrado que los dichosos cables pasaban muy lejos de esa ventana, por la medianera, y eran inalcanzables para Lourdes, que vivía en el último piso. Y que, sin embargo, podría haberlos cortado con facilidad y sin dejar rastros desde la azotea, en la que solía tomar sol.

Por lo demás, el cuchillo, de casi 30 centímetros, no tenía sus huellas digitales ni signos de haber caído desde el décimo piso. Por lo que, más bien, parecía haber sido depositado en el patio antes o después de la caída de la infortunada Lourdes. Curiosamente, al parecer, como ya se verá, la cerradura de la puerta de entrada estaba rota ¿con la llave adentro?

Gracias a un meduloso escrito presentado a la Justicia a fines de marzo de 2005 por el abogado Rodolfo Chimeri Sorrentino pidiendo que se desarchivara y reabriera la causa, existe un relato bastante preciso acerca de cómo se fraguó la Historia Oficial. Chimeri le pidió a la Cámara “la reapertura de este expediente”, precisando que no pedía “la reapertura de la investigación” porque “no ha habido aquí investigación por parte del tribunal inferior, sino un intento vano e infundado de demostrar, contra todas las evidencias, que la muerte de María Lourdes Di Natale obedeció a un accidente, con exclusión de otras hipótesis, y muy especialmente con exclusión de la hipótesis de un homicidio, que es la que sostengo y considero probada”.

Para demostrarlo, Chimeri reconstruyó lo sucedido a partir de la muerte de Lourdes.

Irregularidades, falsedades y omisiones

Todo había comenzado pasadas las 20.30 con la llegada del sereno o portero de noche, Yaroslaw Mocinczuc, quien encendió las luces, vio al cuerpo y llamó al portero, que se había recluido en su hogar. Pantín llamó a la Policía. Antes de las 21 llegó en un patrullero la subinspectora María Etcheverry, jefa de Calle de la comisaría 19ª, quien informó oficialmente al Comando Radioeléctrico del hallazgo del cadáver de una mujer presuntamente “arrojada al vacío”, así como que el cuerpo se encontraba en un pequeño patio, en el fondo del edificio, dónde también se observaba “un gran ventanal de vidrio con la parte inferior rota”, y que el encargado Pantín le había dicho que “la había roto él al intentar abrirla, luego de romper la llave”.

Sin embargo, al prestar declaración, Etcheverry rectificó este punto. Dijo que no se trataba de que Pantín le hubiera dicho que había roto el vidrio “de la puerta de acceso al pulmón del edificio”, sino que lo había roto en su presencia, tras decirle que se le había roto la llave. Y que luego los tres, el portero, el sereno y ella, habían subido al 10º piso, donde encontraron que la puerta de servicio del departamento C “se encontraba dañada y entreabierta, más o menos 0,5 cm.”, por lo que, “presumiendo que podrían encontrarse en su interior autores de algún ilícito, procedió a entrar al mismo (es de suponer que pistola en mano) en presencia de los dos testigos”, encontrando una silla caída detrás de la puerta entreabierta que daba a la cocina, y el departamento “en total desorden”.

Entra aquí en escena el principal Fernando Ernesto Cuartero, jefe de Servicio del Cuarto 1º (parece un chiste, pero no lo es) y como tal encargado de labrar las correspondientes actuaciones. Cuartero escribió que María Etcheverry le habló de un posible suicidio, lo que contradice abiertamente lo que ella habría de declarar. Llegados a este punto, Chimeri destacó que “las irregularidades, falsedades y omisiones rayanas en el encubrimiento” comenzaron “a fojas 1” con el acta labrada por Cuartero. Y agregó que podía probar que Lourdes “no estaba alcoholizada”, que “no subió a la silla, que no intentó cortar los cables de televisión, que el cuchillo no era suyo y que la arrojaron por la ventana… con vida, pero inconsciente, tras golpearla y buscar, los autores del crimen, algo en su departamento”.

Palabra santa

El abogado destacó con amargura que se hubiera considerado “palabra santa a lo largo de todo este sumario” la del portero Pantín pese a su “franca animadversión” hacia Lourdes. Para empezar, Cuartero —continuó— no especificó, como era “su obligación, las características del ventanal” supuestamente roto por Pantín. Es decir, “si una parte es fija y otra móvil, si son dos puertas corredizas o dos paños fijos con una puerta central”, ni verificado que la cerradura realmente estuviera rota, ni hubiera un pedazo de llave en ella, ni explicado si los vidrios rotos habían caído en el patio o en el pasillo, al final del hall. En síntesis, Chimeri destacó que Cuartero no había constatado la veracidad de los dichos del portero ni tampoco tomado fotos del vidrio roto ni de la cerradura, supuestamente rota. No era ese un asunto baladí, insistió, porque ni el vidrio roto ni sus pedazos aparecían en alguna de las fotos que se tomaron.

Citó seguidamente a Cuartero, quien informó que la oficial Etcheverry llegó al lugar “al cabo de unos minutos” de haber sido convocada, y que lo primero que hizo fue tomarle los datos personales a Pantín y Mocinczuc, para recién luego ir a ver el cuerpo y el lugar en el que se encontraba. El abogado dijo que en ese punto se entraba de lleno “en el meollo de lo que podemos llamar la historia oficial de este caso o su verdad formal: el cable de televisión” que Lourdes habría querido cortar. Porque desdeñando ver la escena del posible crimen —es decir, el lugar donde Lourdes, según todo indicaba, había sido arrojada al vacío—, Cuartero había ido directamente a la terraza.

La ronda de los cables 

“Dice el principal Cuartero: ‘El (sic) oficial Etcheverry refirió que momentos antes (de su llegada) había arribado la ambulancia del SAME del Hospital Durand a cargo de la Dra. Martire quien constató el deceso y se retiró”. Había continuado el oficial principal: “La Unidad Criminalística se hizo presente momentos después y efectuó las primeras diligencias sobre el lugar adonde estaba el cuerpo y luego en el departamento de la occisa”. Y prosiguió: “Juntamente con el portero se accedió a la terraza, observándose solo unos cables cortados a la altura de la terraza, pertenecientes a la señal de cable. El encargado mencionó que los cables los había cortado la empresa de video CV (Cablevisión) y MC (Multicanal), dado que a principios de febrero Di Natale los había cortado a la altura de la ventana pequeña descripta”, por la correspondiente al cuarto de servicio, y que nuevamente “el jueves pasado Di Natale había vuelto a cortar los cables a la altura de su ventana, dejando sin señal de cable a dos manzanas, por lo que las empresas mencionadas hicieron pasar los cables por la medianera, para evitar que la misma los volviera a cortar”.

Chimeri destacó que, de acuerdo a los propios dichos del instructor policial, “desde el jueves 27 de febrero los cables de televisión fueron colocados sobre la medianera, lejos de la ventana de Di Natale: detrás del ángulo del edificio, fuera de la vista y del alcance de quien se asomara desde la ventana de esa pequeña habitación del 10º C desde donde se dice que cayó la mujer”.

Cuartero había informado que de la terraza había ido al departamento, “ingresando por la puerta de servicio, la cual se hallaba dañada”, y que en la ventana de la pieza de servicio “se observan unos cables que pasan por el costado de la misma, pertenecientes al parecer de señal de TV”.

El abogado destacó que, según la instrucción, Lourdes se había parado sobre una silla y asomado a la ventana en procura de cortar esos cables, pero que entre otras muchas irregularidades las fotos mostraban la silla, no junto a la pared, sino retirada unos 25 o 30 centímetros y oblicua a la misma.

Trabajo a desgano

Señaló luego que por todo el departamento había tirados múltiples objetos y en particular muchos libros, lo que era compatible “con una búsqueda frenética y desprolija de algo”. Cuartero se había comunicado con Ana Herrera, secretaria del fiscal Donoso Castex (actual presidente de la Asociación de Fiscales y organizador del 18-F, la manifestación con el lema «Todos somos Nisman», al mes de su deceso) a quien le pidió que tomara declaración a los ocupantes del edificio (tres departamentos por piso) para saber si habían visto o escuchado algo. Es más que evidente, clamoroso, que Cuartero lo hizo de muy mala gana porque, para empezar, se salteó los del 10º piso, es decir, los vecinos directos de Lourdes.

Su informe fue así: “9º piso: están de vacaciones; 8º: no viven en el lugar; 7º: no responden a los llamados; 6º: se encuentran de vacaciones; 5°: no responden a los llamados, 4º: se entrevistó a la Sra. Avaca, quien refirió no haber escuchado nada; 3º: desocupado; 2º: de vacaciones y 1º: No responden a los llamados”… Como si solo hubiera un departamento por piso y no tres.

El abogado destacó que de un total de treinta departamentos, Cuartero solo había tocado timbre en nueve, e informado que en ocho no había nadie… “razón de más para haber realizado una búsqueda más exhaustiva”. Y destacó que esa “llamativa liviandad no se compadece con la frase escogida por Cuartero tras aquella enumeración de su frustrante búsqueda ‘a tristeza” de vecinos que pudieran atestiguar: ‘Se inician actuaciones caratuladas Muerte sospechosa de criminalidad’ (sic)”.

“¡Cuántas irregularidades, Excelentísima Cámara, en tan solo las dos primeras fojas de este expediente vergonzoso!”, enfatizó Chimeri. Irregularidades que se habían agravado a partir de la foja 3, donde comienza la declaración testimonial de Etcheverry, quien —lejos de haber dicho que creía que Lourdes se había suicidado, como había afirmado Cuartero— dijo que al encontrar la puerta de su departamento entreabierta temió que se encontraran adentro “autores de algún ilícito”, en obvia alusión a quienes la habrían tirado por la ventana del cuarto de servicio.

La oficial Etcheverry también declaró que “Pantín procedió a romper el vidrio de la puerta de acceso al pulmón del edificio”, sin aclarar con qué la había roto, ni si se trataba de una apertura que dejara pasar a una persona, algo muy raro, puntualizó Chimeri, ya que “si la llave de la puerta de acceso al patio estaba rota, ¿cómo hacía el encargado para limpiarlo?”. Además, puntualizó, «si una llave está rota no abre de ninguno de los dos lados” y en ese caso “se supone que se debió haber llamado a un cerrajero”.

Una hora antes 

Las declaraciones de los oficiales Etcheverry y Cuartero se contradicen. Etcheverry dijo haber llegado al lugar alrededor de las 21.15; que a las 21.45 llegó la ambulancia del SAME y que a eso de las 22 lo hizo la Unidad Criminalística. En cambio, Cuartero declaró que recibió el primer aviso ¡a las 23! y que fue entonces cuando se dirigió al lugar. Pero en su acta inicial, Cuartero había informado que, al llegar, Etcheverry le había comentado que “momentos antes había arribado la ambulancia del SAME”, y agregado que él mismo había visto llegar enseguida a la Unidad Criminalística, de lo que se deduce necesariamente que —como Etcheverry había informado de la existencia de una mujer muerta entre la 21.20 y las 21.40— Cuartero debió haber llegado entre las 21.45 y las 22.00. Es decir, una hora o más antes de lo que declaró.

¿Qué ocultó al falsear la verdad tan groseramente? “Se da entonces la circunstancia excepcional de que (Cuartero) estuvo en el lugar de los hechos antes de ser informado sobre lo que ocurría o que mintió”, lo lapidó Chimeri en uso de la lógica más elemental. El abogado destacó que estaba comprobado que los policías requisaron ilegalmente el departamento y que prueba contundente de ello es que uno de los efectivos, el cabo 1º Leonardo César Verón, se robó en esa faena el celular de Lourdes. “Pero la irregularidad básica y primordial (…) consistió en que ni Etcheverry ni Cuartero franjaron el lugar” hasta la llegada de los criminalistas “y deambularon tanto por el patio como dentro del departamento con dos testigos, contaminando esos sitios y variando la posición original de objetos”, escribió.

Pantín, el odiador

Después de dirigirlos a Cuartero, los cañones dialécticos del abogado apuntaron a Pantín pues, destacó, los dichos del portero marcaron el camino: “Es lo que dirán luego el fiscal y el juez instructor al pedir el primero y resolver el segundo el archivo de la causa”. “Pantín miente y lo demostraremos punto por punto”, anunció. Transcribió seguidamente las declaraciones iniciales del portero, en las que nada había dicho sobre el vidrio que supuestamente había tenido “que romper para acceder al patio, ni de la llave rota”, algo que nunca se investigó.

El portero dijo que al subir al 10º piso observó “la puerta de servicio rota, semiabierta” y que sabía que Lourdes la cerraba poniendo “una mesa detrás, que la mantenía arrimada, dado que carecía de picaporte” y, en consecuencia, apuntó Chimeri, desde el mismo momento en que Etcheverry la encontró “semiabierta y sin la mesa detrás que la mantuviera cerrada, alguien, y no el personal policial (al menos no en sus horas de servicio) había estado allí además de Di Natale”, ya que, como es obvio, al salir, al incursor o incursores les había sido imposible arrimar la silla para que quedase sujetando la puerta.

Destacó Chimeri que el portero describió la piecita por cuya ventana Lourdes había caído afirmando que mirando por ella se observaban “unos cables de señal de TV que habían sido colocados del lado de la medianera por personal de CV y MC para que la ocupante no los volviese a cortar”. Y enfatizó: “Se supone que el encargado Pantín nada entiende de investigación criminal. Sin embargo, aquí plantó la gran mentira de este caso”. A continuación, y valiéndose de una serie fotos, Chimeri demostró que “si los cables habían sido colocados del lado de la medianera para que no los volviesen a cortar, es imposible que se vieran a la izquierda de la ventana”, tal como había dicho el portero. “Pantín miente. Cuando el 5 de marzo de 2003 se realizó una inspección, los cables aún estaban detrás de la medianera”, escribió.

El escrito aquí presenta un salto, ya que el abogado cambia de tema para referirse al presunto alcoholismo o adicción a las drogas de Lourdes, y después retoma el crucial tema de los cables de TV. Pantín había mentido de manera aviesa al decir que Di Natale “habitualmente estaba alcoholizada o bajo los efectos de alguna droga a su criterio, no viéndola normal”, con lo que introdujo “otra enorme mentira, esencial en la historia oficial del caso: el falso alcoholismo, porque no solo no se hallaron bebidas alcohólicas en el departamento, ni envases vacíos, sino que tampoco de la autopsia surgió alguna de las habituales consecuencias físicas que indujera a pensar que era una etílica crónica. Del resto de las declaraciones de las personas que de una forma u otra tenían trato más frecuente con ella surge de forma categórica y fehaciente que no tomaba bebidas alcohólicas: solamente mucho mate. Y tampoco hay estigmas de alcoholismo en la historia clínica de Di Natale en Medicus”, escribió el abogado. “Tampoco —continuó— se encontraron psicofármacos entre los medicamentos hallados en su departamento ni ninguna otra droga que ejerciera efectos sobre el sistema nervioso central, de tal manera que sus actitudes y comportamiento pudieran ser observados como bajo los efectos de alguna droga”.

Dicho esto, Chimeri volvió a los cables de TV. Recordó que el encargado había declarado que el jueves anterior a la muerte de Lourdes el instalador de Cablevisión colocó “nuevamente los cables del lado de la medianera para que no pudieran ser nuevamente cortados por Di Natale”. En esa ocasión, había seguido diciendo Pantín, el instalador “le dijo a la propietaria del departamento 4º C que, tal como estaban colocados los cables esta vez, si (Lourdes) intentaba cortarlos se iba a matar”, puesto que “los cables que ahora se ven que pasan por el costado de la ventana eran los que habían colocado del lado de la medianera, por lo que obviamente intentó cortarlos nuevamente”.

“Aquí, Pantín termina de redondear la historia oficial de la que la instrucción no se apartará. Pantín deduce, Pantín afirma, Pantín relaciona. Pantín miente. Es obvia en todos en su testimonio la franca animadversión que sentía por Di Natale. Obvia hasta en su forma de expresarse. Pero lo que dice sobre la ubicación de los cables detrás de la medianera confirma que ella no solo no los alcanzaba, sino que tampoco podía verlos”, subrayó el abogado, que citó varios testimonios para afirmar que en su nueva ubicación era imposible cortar los cables desde ese ventanuco, pero en cambio se podían cortar fácilmente desde la terraza, a la que Lourdes tenía acceso.

Obsesionado con las mentiras impunes de Pantín, el abogado recordó que el encargado había jurado que durante la tarde de aquel día, desde las 16 hasta las 20.30, había permanecido en la puerta del edificio, y que no había visto “entrar ni salir personas extrañas al edificio, ni escuchó gritos durante la tarde, ni peleas, ni nada extraño”.

“Vuelve a mentir”, enfatizó Chimeri. “Analizando las declaraciones del sereno Macinczuk vimos que cuando llegó a tomar su servicio a las 20.30, Pantín no estaba en la entrada de la puerta, ni en el garaje, por lo que el horario referido se torna en falaz (…) desde las 20 hasta las 20.30, o tal vez antes de las 20.00, no hubo nadie en la puerta del edificio que pudiera constatar la entrada o salida de alguna persona extraña. Tratándose de una investigación en la cual se sospechaba de criminalidad, la instrucción no hizo ninguna averiguación respecto de la contradicción que encerraban ambas declaraciones, la del sereno y la del encargado respecto de sus horarios.”

Del mismo modo, siguió diciendo Chineri, el sereno nada dijo “de un detalle tan importante que le permitió al personal policial ingresar al patio: la rotura del vidrio de la puerta de acceso al patio interno (…) Etcheverry dijo que Pantín rompió el vidrio en su presencia. Pantín no dijo nada, y el sereno Macinczuk, tampoco. Cuartero dijo que Pantín le dijo que había roto el vidrio” y el cabo Leonardo Verón, el ladrón, que Pantín rompió el vidrio en su presencia.

La vecina Avaca había dicho que al “escuchar ruidos de vidrio se asomó a la parte interna del edificio, viendo que estaba todo oscuro, ya que no había nadie en el edificio. Más tarde volvió a asomarse por la ventana, viendo el cuerpo de Lourdes”. Al respecto, el abogado señaló que nadie había especificado “en qué momento Pantín rompió el vidrio. ¿Antes de que llegue la Policía? ¿En presencia de Mocinczuk? ¿Con qué elemento? Aun rompiendo el vidrio, ¿cómo pudo abrir la puerta si estaba cerrada y la llave rota?”. Tampoco la oficial Etcheverry había aclarado “en qué momento ocurrió, ni lo documentó fotográficamente”.

“Si la vecina Avaca, al escuchar los vidrios rotos se asomó a la parte interna y no vio nada porque estaba todo oscuro —siguió razonando Chimeri—, es porque ello ocurrió antes de la llegada de la Policía e incluso de la de Mocinczuk, ya que este último al llegar prendió las luces del patio, por lo que Avaca tendría que haber visto el cadáver en la primera oportunidad que se asomó”. Si lo había visto recién en la segunda oportunidad, continuó, fue “porque aún no había llegado la Policía, ya que surge tanto del relato de Cuartero como del de Etcheverry que lo primero que hicieron fue ir al patio” a ver el cadáver.

El abogado recordó que aquel día era 1º de marzo, aún verano, y concluía un día tórrido. Y que si se tenía “en cuenta la longitud del corredor desde la entrada del edificio hasta el patio final” calculada en 25 metros por Cuartero, la entrada al patio necesariamente “debía haber estado abierta para que circulara el aire” ya que había que tener en cuenta que “la mesa y la silla que utilizaban tanto el encargado como el sereno están justamente cercanos a este ventanal”.

No se trata solo de que en las fotos tomadas en el lugar no se observaran restos de vidrios, sino que tampoco la médica legista los había mencionado, y Chimeri se preguntó si en verdad había habido rotura de vidrios. Atento al testimonio de la señora Avaca concluyó que “algo de vidrio se rompió antes de la llegada de la Policía. Entonces, la única explicación que resta es la siguiente: hubo vidrios rotos pero no eran los de la puerta; Pantín fingió una rotura para simular que ingresaba al patio por primera vez”.

Policías fantasmas, allanamiento ilegal

El procedimiento policial estuvo plagado de omisiones. Baste decir que el cabo 1º Verón (el mismo que se había quedado con el celular de Lourdes pretextando que lo había encontrado en el cubo de la basura, procesado por ello) ni siquiera figuró en el acta inicial, ni tampoco en las declaraciones de Etcheverry y Cuartero, ni fue mencionado por Pantín ni por Mocinczuk.

“¿Cuándo fue Verón al departamento de Di Natale? Verón declaró que, apenas arribó, subió al 10º C. Si nadie lo vio, ¿no será porque fue antes?”, se preguntó Chimeri en tácita alusión a “antes de que llegara Etcheverry”. “Además —continuó— Verón refiere algo que tampoco se investigó: ‘Se hizo presente en el lugar, casi seguido a nosotros, el tercer jefe de la dependencia que por lo que yo pude escuchar aparentemente ya había hecho la consulta con el Juzgado’. Este tercer jefe de la Federal no figura en las actas ni en las demás declaraciones”. En fin que, contando a Cuartero, ya eran tres los policías federales que parecían haber estado en el lugar del crimen antes de que llegara la oficial Etcheverry.

Destacó Chimeri “otro hecho que no se compatibiliza con un accionar policial normal, tanto desde el punto de vista del sentido común como del normado en el Código de Procedimientos en Materia Penal (es el) referido al ingreso de los funcionarios de policía encargados de la prevención del sumario a un lugar privado sin una orden previa de allanamiento”. Puntualizó al respecto que el artículo 189 dispone en su inciso que solo puede hacerse 1) cuando se denuncie por uno o más testigos haber visto personas que han asaltado una casa, introduciéndose en ella, con indicios manifiestos de ir a cometer algún delito; 2) cuando se introduzca en la casa un reo acusado de delito grave a quien se persigue para su aprehensión, o 3) cuando se oigan voces dentro de la casa que anuncien estarse cometiendo algún delito o cuando se pida socorro.

“No existió ninguna de las tres causales, ya que tanto el encargado como el sereno no habían visto salir ni entrar supuestamente a ninguna persona dentro de sus horarios”, a pesar de lo cual Etcheverry dice que ingresó al 10º C “en compañía de los dos testigos, el sereno y el encargado, presumiendo que en su interior podrían encontrarse los asesinos, poniendo a aquellos en peligro”, precisó, para redondear: “No cierra. Ni el proceder policial ni la actitud de Pantín cierran”.

Agregó Chimeri que en la inspección realizada en la vivienda el 5 de marzo de 2003 por efectivos al mando del subcomisario de la comisaría 19ª, de apellido Monzón, de los cuatro testigos tres carecían de documentos de identidad, y que resulta evidente que ni Etcheverry ni Cuartero “realizaron un pormenorizado estudio policial del lugar del hecho ya que no registraron que la ventanita de la pieza de servicio estaba casi totalmente tapada por una cortina —como se veía en una de las fotos—, que había una silla más en esa habitación, ni los muchos objetos tirados en el piso, ni escritos de causas judiciales sobre la tabla de planchar”, ni otras muchas cosas, y así hasta llegar a las diez irregularidades.

Entre los “tesoros” que habían desaparecido del departamento de Lourdes, le diría Chimeri al periodista Fernando Paolella, además de la computadora personal y sus famosas agendas, se encontraban pasaportes usados de Emir Yoma e insólitamente uno de Monzer al Kassar. Pronto sabríamos por boca de una hermana de Lourdes que también conservaba una agenda de Carlos Corach que tampoco se encontró.

Modus operandi

El 7 de octubre de 1985, un crucero italiano, el Achille Lauro, fue secuestrado en medio del Mediterráneo por un comando palestino algunos de cuyos miembros habían utilizado pasaportes argentinos de muy buena factura al abordarlo. Reclamaban la liberación de medio centenar de prisioneros recluidos en la cárcel de Ashod, al sur de Tel Aviv. Para demostrar su determinación, los fedayines, al mando de Abu Abbas, asesinaron a León Klinghoffer, un pasajero paralítico de ascendencia judía y nacionalidad estadounidense al que arrojaron al mar con su silla de ruedas. Luego amenazaron con seguir matando a los pasajeros de esa nacionalidad, británicos y franceses si no se accedía a sus exigencias. Israel liberó al medio centenar de presos y el crucero atracó en Alejandría, Egipto, donde los secuestradores negociaron su fuga en un Lear Jet. Que, sin embargo, fue obligado por cazas de la US Air Force a aterrizar en un aeropuerto de Sicilia cuando aparentemente se dirigía a Siria, siendo los secuestradores detenidos. No así Abu Abbas, que logró huir.

Abbu Abbas. Fue detenido 18 años después en Bagdad por la ocupación estadounidense.

 

En 1992, luego del atentado a la Embajada de Israel, salió a la luz que Al Kassar se encontraba en Buenos Aires. El gobierno de Menem entró en pánico (por entonces Al Kassar era para Interpol el enemigo público número 1) y el sirio debió marcharse a Chile. Tiempo después, y en compañía de su primo Yalal Bathich (quien se había especializado, en sociedad con la familia Pinochet, en enviar cocaína a California dentro de motores de camiones Ford enviados a rectificar), tomó un avión privado para ir a Madrid y desde la capital del reino a Marbella, y específicamente a Puerto Banús, donde se encontraba su residencia, el palacio Mifadil. Pero al aterrizar en Barajas el juez Baltasar Garzón lo hizo detener y remitir a una cárcel de máxima seguridad, acusándolo de una larga serie de delitos, a la par que incautaba en su fastuoso hogar una veintena de automóviles de lujo robados.

Sin embargo, la justicia marbellí, totalmente cooptada por la mafia, le devolvió esos autos, e instancias superiores a la Audiencia Nacional deshojaron las acusaciones de Garzón hasta limitarlas al secuestro del Achille Lauro, del cual Al Kassar, según varios testigos, había sido quien había provisto de armas a los fedayines.

La policía española había logrado dar vuelta a uno de los testigos pedidos por la defensa, un ex secretario de Al Kassar, Ismael Jalil Al Kchouri. Poco antes de que comenzara el juicio, el 28 de septiembre de 1992 y en Marbella, Al Kchouri cayó desde el cuarto piso de un edificio cuya construcción no había finalizado. La autopsia determinó que hacia al menos dos horas que estaba completamente borracho. Según versiones periodísticas, hubo quienes lo vieron caminar tambaleante sostenido de ambos brazos por hombres que lo obligaban a beber.

Maltratados

Dos hermanos de Lourdes, Lucía Margarita —desde Plottier, Neuquén— y José Mario —desde San Rafael, Mendoza— viajaron a Buenos Aires para reconocer su cadáver. José Mario recordaría que el fiscal Carlos Donoso Cortés los trató “como si fuéramos delincuentes. Yo le pregunté por qué tan tarde nos avisaron del fallecimiento de mi hermana, y él me reprochó porque consideró que habíamos tardado en venir. Me acuerdo que hablamos con el secretario del juez Farías, que nos dijo que participaríamos del allanamiento, pero también nos aclaró que durante su realización no podíamos hablar ni tocar nada. El abogado Chimeri Sorrentino fue quien nos acompañó apenas llegamos para hacer el allanamiento, pero ni a él ni a su secretario los dejaron entrar”.

Ya estaba claro que Lourdes había asesinada cuando en septiembre de 2007 y en el marco de la causa AMIA el fiscal Nisman les tomó declaración a ellos y a su padre. Por entonces, Nisman quería justificar su existencia acusando al ex presidente Menem de encubridor, lo que la Embajada de los Estados Unidos no reprobaría.

También por esos días, la resistencia numantina de Donoso Cortés a la insoslayable reconstrucción del hecho había sido vencida por la Cámara, que le ordenó a la jueza Palmaghini que procediera a hacerla de una buena vez. La pericia hecha el 15 de marzo de 2006 por la División Homicidios de la PFA dejó claro que, de haber caído accidentalmente, el cuerpo de Lourdes no podría haberse estrellado en el sitio en el que lo encontró hecho un guiñapo la oficial Etcheverry. En cambio, cayó allí cuando, a instancias de la doctora Nilda Formoso, abogada del padre de Lourdes, dos policías empujaron fuertemente un muñeco de peso similar al de la esmirriada Lourdes tomándolo de las piernas hacia la derecha, lo que disipó cualquier duda: no se había tirado ni caído sino que había sido empujada.

“El allanamiento fue una payasada. Me extrañó la cantidad de personas que lo hicieron, como 15. Un policía rompió la faja y entramos todos juntos, pero la puerta de la cocina estaba abierta, así que por ahí podía haber entrado cualquiera (…) Vi muchas fotos tiradas, una de Carlitos Menem (h), todo revuelto, papeles por todos lados”, dijo José Mario. Sin embargo, agregó, no habían encontrado nada, porque nada importante había quedado. “La computadora personal de ella no estaba y creo que ni figura en el expediente… Hay cosas muy oscuras”, sintetizó.

Dijo, sí, que alcanzó a ver un papel “con los datos de una escribanía donde había un sobre lacrado o algo así” (efectivamente, Lourdes había dejado un sobre lacrado en una escribanía, con instrucciones de enviarlo a la sede londinense de Amnesty Internacional si le pasaba algo) pero que “el policía Monzón, ese atorrante”, le había quitado el papel de la mano sin dejar que terminara de leerlo. “No recuerdo si la Policía tomó nota de ese hallazgo. Recuerdo que entre los papeles de Lourdes había un certificado médico donde constaba que ella se encontraba embarazada, pero la autopsia no dijo nada sobre eso”.

Hasta tal punto el allanamiento fue un bluff, que la Policía no tomó huellas dactilares ni plantares en la silla a la que supuestamente Lourdes se había subido para tratar de alcanzar unos cables que no podía ver. José Mario comentó que al día siguiente, cuando estaba con su hermana y dos secretarias del abogado Chimeri esperando a un periodista en un bar de las cercanías del departamento, había “un tipo en la mesa del bar que, mirándome, me hizo un gesto amenazante con el dedo indicándose el ojo, situación que me asustó (…) Ese mismo día, ya de tarde, al volver al departamento de Lourdes, un vecino de ella de apellido Coban que creo que vivía en el 4º piso, me contó que habían sacado fotos de cuando corrieron el cable, acercándolo al departamento de mi hermana”.

El hermano de Lourdes recordó también que mientras ella estuvo de visita en San Rafael tres veces había sonado el teléfono, las tres veces habían preguntado por Lourdes y las tres veces habían cortado.

La agenda de Corach 

Por su parte, Lucía dijo que “Lourdes guardaba toda su documentación en un placard. Cuando se lo allanó y entramos, era un caos total, todo estaba revuelto, todo dado vuelta. Si había documentación, se encargaron de hacerla desaparecer. Leí una carta de Cúneo porque estaba tirada en el piso y me agaché, pero no se podía tocar nada porque la Policía no lo permitía. Lloré al ver muchas fotos y papeles de mi hermana desparramados. La puerta de servicio estaba rota y se podía acceder fácilmente y ahí desaparecieron las agendas que ella tenía. Creo que también tenía una agenda de Corach. Desapareció todo”. Ante preguntas de Nisman, Lucía dijo que de la agenda de Corach sabía porque Lourdes se lo había contado. Y agregó que también habían desaparecido las joyas que Lourdes tenía: “Anillos, cadenas con piedras, aros, no bijouterie”.

Confirmó luego que desde que había denunciado a Emir, Lourdes no quería ir a los medios, quería siempre que los periodistas fueran a su casa porque se sentía amenazada. Y como Nisman le preguntó si sabía por qué, dijo que “no sé si era por lo que sabía de la causa Armas, sobre la explosión de Río Tercero o por otras causas. Hasta 1998 estuvo muy deprimida por todo lo que sabía, pero yo no sé qué es lo que ella sabía (…) Ella me mandaba cartas porque no quería hablar por teléfono porque temía que estuvieran pinchados. Llegó incluso a no tener teléfono fijo y se manejaba solo con celular. (…) Tenía miedo porque sabía muchas cosas. Entre nosotros, el poder político de entonces es el culpable de todo lo que pasó. ¿A quién le quedan dudas? Tanto por la causa AMIA, como por la de la Embajada, la causa por la explosión de Río Tercero, cualquier ciudadano común que anda por la calle sabe eso”. Y ante una pregunta del fiscal Pablo Lanusse, recordó que al terminar el allanamiento el subcomisario Monzón les dijo irónicamente: “Hagan como hacía Lourdes: ahí tienen a la prensa”.

Pablo Jacoby, abogado de Memoria Activa, le preguntó específicamente respecto de lo que Lourdes le había dicho con relación al atentado a la AMIA. Lucía recordó que en 1995 o 1996 y hablando del atentado “Lourdes me hizo el comentario de que ‘Corach y Beraja son dos judíos traidores’». Lourdes también le había dicho a su padre que en casa guardaba mucha documentación “sobre la embajada de Israel, la AMIA y Río Tercero». Nada de eso se había encontrado en el departamento.

Dos micrófonos

Que el allanamiento había sido una formalidad luego de un saqueo y que la Policía no se había esmerado en absoluto quedó en evidencia cuando al volver a inspeccionar el departamento, en abril, José Mario encontró dos micrófonos escondidos. Así se lo contó a Nisman: “De casualidad encontré en el departamento de Lourdes un micrófono. No había luz ese día pero el portero me consiguió una linterna y encontré un aparatito dentro del cajón de la persiana. Noté que estaba ahí porque el cajón estaba como corrido. Lo vi de casualidad mientras estaba sentado en un sillón. En ese momento ni siquiera sabía lo que era. Revisando después la casa para saber dónde podría haber guardado Lourdes sus pertenencias, joyas, dinero, encontré otro aparato similar detrás del lavarropas. Concretamente había un agujero en la pared tapado con papel madera y dentro de ese hueco estaba ese aparato igual al anterior. Ya en San Rafael, le entregué los aparatos a mi hijo —que iba a una escuela técnica— y él a su vez consultó a alguien que conoce del tema de electricidad y le dijeron que esos aparatos eran micrófonos. Un tiempo después de eso se comunicó conmigo el periodista Jorge Urien Berri y le comenté sobre la aparición de esos micrófonos y al final se los terminé enviando por encomienda. Este asunto me terminó trayendo un problema porque me reprocharon no haber hecho entrega antes de esos aparatos a la Justicia”.

Urien Berri logró averiguar que los micrófonos tenían las pilas agotadas y que no habían sido colocados mucho antes de la muerte de Lourdes. Porque estaban limpios. “Son metálicos, de color negro y sus medidas de cuatro centímetros por tres les permitieron cumplir su segunda función: pasar inadvertidos. La primera función de estos micrófonos fabricados en el exterior fue transmitir en secreto y hasta una distancia máxima de 80 metros lo que Lourdes… hablaba con sus visitantes…”, publicó el 24 de agosto de 2008. Quienes los habían colocado, razonaba el periodista, “conocían a la perfección los hábitos de Di Natale: a tres o cuatro metros del sector izquierdo de la caja de la persiana, en el living, había una mesa a la que ella se sentaba para las entrevistas. El otro sitio que elegía para responder al periodismo era una mesa en la cocina, a dos metros del lavarropas”.

Urien Berri reveló que los micrófonos se accionaban con una pequeña pila Energizer de 6 voltios: que uno tenía escrita con rotulador la letra A y el otro la letra C; que el primero tenía pegado un papel blanco que decía “TECSUR 131052”, y el otro decía “TECSUR 131056”. Ambos habían sido examinados “por un hombre que perteneció a un importante organismo de Inteligencia” que dictaminó que se trataba de “micrófonos que transmiten a un receptor ubicado en las cercanías. La instalación —explicó— se llama ‘plantado’, y la hacen expertos. Pero tan importante como el ’plantado’ es el ‘desplantado’ o retiro de los micrófonos. Porque nunca se dejan”.

El ex agente puso a Urien en contacto con “un especialista en electrónica destinada al espionaje”, que ratificó que las pilas estaban agotadas y que tras cambiárselas dictaminó que se trataba de micrófonos analógicos de mucha potencia, capaces de captar “la voz hasta una distancia de seis o siete metros en un ambiente cerrado” y trasmitirla “hasta una distancia de 70 u 80 metros a un receptor ubicado en un departamento o edificio cercano, o en un auto estacionado que suele estar vacío, pero con un grabador conectado al receptor”, y que micrófonos como estos solían ser utilizados por la SIDE.

“La frecuencia es de 139,950 megahertz. Los fabricaron en serie en el exterior, con circuitos bien armados y buena matricería. Los gabinetes son de bronce. Cada uno tiene siete transistores y un cristal que da estabilidad a la frecuencia. Cuestan entre 190 y 250 dólares la unidad y el receptor andará en los 450 dólares”, agregó.

Más aun, el técnico indicó que las letras A y C son para que el instalador pueda identificarlos. “El hecho de que los papelitos con los números de serie no estén amarillos o manchados señala que los micrófonos no los colocaron hace mucho tiempo”, ratificó.

El tipo de pilas, sin embargo, planteó una incógnita. “Solo dura dos o tres horas. O los colocaron para una escucha particular o hay un allegado que cambia las pilas con frecuencia. ¿Esta persona vive sola? Entonces, cuando sale, alguien que tiene llave entra en la vivienda y cambia las pilas”.

Tácitamente, el periodista dejó claro que eso debía haber ocurrido unas cuantas veces porque, al parecer, las escuchas habían sido intensivas. Lo dedujo porque, narró, dos meses atrás, cuando ignoraba la existencia de los micrófonos y consultando “en off” con una de sus fuentes, esta lo había sorprendido diciéndole: “Tengo montones de casetes donde Lourdes los grababa a ustedes los periodistas”, aunque al rato nomás le dijo que los había quemado.

Razonó Urien que a pesar de que entonces aún ignoraba la existencia de los micrófonos, le resultó muy poco creíble que Lourdes, “que no tenía dinero, pudiera comprar tantos casetes, que, además, tampoco figuran en las actas de inspección del departamento”. Y que los micrófonos bien podían “explicar el origen de las presuntas grabaciones”.

El cancerbero fiel

Poco tiempo después de la muerte de Lourdes entró en escena la abogada que representa a la familia Di Natale hasta ahora: Nilda Formoso. Evidentemente movilizada por un firme compromiso ético y emocional (“porque casi nada de lo que le pasó a Lourdes y a su familia le hubiera pasado si hubieran sido ricos y poderosos”, le dijo al autor), luchó denodadamente para reabrir la causa, nuevamente cerrada por el juez Farías, decisión que convalidó la Cámara de Apelaciones. Entonces Formoso llevó la causa a la Corte, que todavía no se pronunció y le adelantó al autor que si la Corte no la reabre, apelará a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Formoso aportó un dictamen del médico legista y perito criminalista Alberto Brailovsky, que establece una diferenciación entre “crimen organizado” y “crimen desorganizado” para demostrar que el asesinato de Lourdes no fue producto de una acción azarosa, sino parte de un plan cuidadosamente elaborado y que por lo tanto cuenta con un instigador o autor intelectual.

Para el perito Brailovsky está claro que la logística incluyó: a) instalar a Lourdes como “loca”, argumento que aparece a partir de la denuncia por extorsión que le realiza Emir Yoma y es reiterado por Cúneo Libarona en múltiples oportunidades; y que terminaría siendo utilizado para armar la causa en la que la apartan de su hija; b) insinuar que era alcohólica, algo que aparece en el informe de la defensora de Menores e Incapaces María Inés de Coutinho al referirse al incidente que termina con el traslado de ella y su hija al hospital Fernández; c) los cortes previos del cable de señal de TV, circunstancia armada para soliviantar a los vecinos contra Lourdes de modo de poder luego justificar que ella buscara venganza contra una vecina y, d) la supuesta caída accidental al tratar de cortar el cable de TV que pasaba al lado de su ventana. Y que todo este armado fue posible gracias a los micrófonos ocultos en lugares claves de su departamento.

Brailovsky sostuvo que el cuchillo Tramontina hallado junto al cuerpo de Lourdes fue “plantado”, ya que en su empuñadura no había huellas dactilares de la víctima (una pericia hecha por peritos de la Gendarmería demostraría, además, que ninguno de los cables había sido cortado con él). También sostuvo que para “plantar” el cuchillo hubo toda una trama, ya que la puerta de acceso al patio solo podía cerrarse con llave, y si esta se rompía dentro de la cerradura ya no se podía abrir, lo que obliga a romper un vidrio para poder entrar (todo esto sin contar que, como es obvio, bien pudo dejarse el cuchillo en el patio antes de que Lourdes cayera, sobre todo si la puerta estaba abierta para que corriera el aire).

El legista sostuvo que el falseamiento de la verdad necesitó el concurso de tres personas, una de las cuales era el encargado Pantín, y la complicidad por acción u omisión de muchas más (los integrantes de la Unidad Criminalística, la médica legista, los policías que estaban en la escena y una trabajadora social), que ayudaron a armar la historia de la “caída”. Para no hablar del cabo Verón, que robó el celular de Lourdes nadie sabía cuándo.

El perito también anifestó estar convencido que fueron dos las personas que ingresaron violentamente al departamento, que por las marcas que presenta el cuerpo de Lourdes no caben dudas de que hubo algún intento de resistencia, pero que probablemente Lourdes haya recibido algún golpe en la cabeza o trompada que la dejara inconsciente, lesión indiferenciable de las producidos por la caída, y que fue después que le suministraron una enorme cantidad de alcohol que la dejó en absoluta indefensión.

“Ya con Lourdes inconsciente, apagan primero la luz de la habitación de servicio y entre ambos la trasladan hacia la misma para arrojarla por la ventana. En medio de los movimientos para manipular el cuerpo en ese ambiente de reducidas dimensiones y con la luz apagada, se descuelga parcialmente la cortina que tapaba completamente la ventana y vuelcan el turbo ventilador que estaba en el piso. Ya con el cuerpo de Lourdes en posición, sostenido por ambos boca abajo y pasadas por la ventana primeramente sus piernas —si la hubiesen sostenido boca arriba las piernas se hubiesen flexionado golpeando contra el marco inferior complicando el paso por la ventana, es decir que tendrían que haber levantado mucho más el cuerpo—, la arrojan con cierto impulso hacia la derecha. Consumado el acto se dedicaron a revolver todos los cajones y placares en busca de algún elemento de prueba que, sobre la base de todo lo que se escuchaba a través de los micrófonos ocultos, estaban comprometiendo seriamente a alguien en las causas en las cuales aún debía declarar. Encontrados o no (dichos elementos), abandonaron el edificio”, escribió Brailovsky, que concluyó lapidario que “la realidad más absoluta indica que Pantín, el fiel cancerbero que se quedó hasta las 20:30, tendría que haber visto el ingreso y egreso de los victimarios”.

En cuanto al grado de alcohol en la sangre de Lourdes, Brailovsky dijo que era “altísimo” y producía “un estado de ebriedad comatosa” que le hubiera impedido ponerse de pie, pesa a lo cual la vejiga de Lourdes estaba vacía y no había olor etílico ni en el charco de sangre ni en la autopsia, lo que era “condicente con una aplicación reciente”. “Llamativamente, no encontraron ninguna bebida alcohólica en el departamento. Está dicho que Lourdes no bebía bebidas con alcohol”, apostilló.

Tras recordar que el cable de TV pasaba por el otro lado de la medianera, lo que volvía imposible que lo hubiera querido cortar, dijo que para fingir un accidente era necesario demostrar que Lourdes había caído con el cuchillo en la mano y que “nadie pudo haberlo colocado en el patio ya que tratándose de quien se trataba (el encargado Pantín) lo primero que iban a pensar era en un homicidio. Por lo tanto era necesaria la estratagema de que no existieran en ese momento posibilidades de acceder al patio, de allí la aseveración falaz que la puerta de acceso al patio se cerró inmotivadamente con llave, justo en el momento en que llamativa y coincidentemente Pantín tenía la llave rota… y posteriormente la rotura del vidrio en un día sábado 1º de marzo en el que Pantín se quedó especialmente hasta las 20:30 para no ver entrar ni salir a nadie del edificio. Dicho de otro modo, la rotura del vidrio fue la estratagema para plantar el cuchillo y simular un homicidio por caída accidental”, sostiene el informe del perito.

Zona liberada 

“Nisman descubrió un dato relevante: desde un año antes de que la mataran había custodia de la Policía Federal en la puerta del edificio, pero la noche de la muerte no había nadie allí. Hubo una zona liberada”, explicó Formoso, en referencia a lo que en la jerga policial se llama “área libre”, técnica que se utilizó profusa y sistemáticamente durante la última dictadura para “chupar” personas sin correr el riesgo de enfrentamientos entre las propias “fuerzas conjuntas”.

Formoso alertó a Urien Berri, quien publicó la noticia bajo el título “Tenía custodia el día en que murió; la Policía lo negaba”, el 8 de enero de 2008. “Pese a que la Policía Federal lo negó hace dos años ante la Justicia, un nuevo informe policial asegura ahora que Lourdes Di Natale… era vigilada por agentes de la comisaría 19ª el 1° de marzo de 2003, día en que murió… El sorpresivo dato lo obtuvo la Unidad Fiscal AMIA, que dirige el fiscal federal Alberto Nisman, y consta en un nuevo informe del comisario a cargo de la comisaría 19ª en el que ahora afirmó que Di Natale era vigilada. El mismo comisario lo había negado ante la Justicia en 2005. Aunque Nisman remitió ese informe hace cuatro semanas a la jueza subrogante Palmaghini, a cargo de la investigación de la muerte de Di Natale, poco ocurrió. La única medida que adoptó la jueza para investigar esta contradicción antes de la feria judicial consistió en citar al comisario como testigo el 6 de febrero, y le pidió que llevara el libro de consignas y vigilancias, dijo Nilda Formoso.

Sigue Urien Berri: Pese (…) a los numerosos elementos que apuntan al homicidio y a varios testimonios que señalan que Di Natale estaba amenazada de muerte, la jueza Palmaghini decidió no recaratular la causa como homicidio. Palmaghini no respondió a las llamadas de La Nación (…) tampoco citó nunca a los hermanos de Lourdes.

(…) Di Natale contó con custodia judicial hasta 2001, a raíz de sus testimonios en la causa de las armas y de las amenazas que recibía. De todas maneras, se la quitaron a fines de ese año. Nisman pidió al titular de la comisaría 19ª que informara si la vigilaban, y el comisario ahora respondió que sí y envió una lista de agentes asignados a la vigilancia (…) Ni el acta de hallazgo del cuerpo, ni los informes de los oficiales de la comisaría 19ª en el momento en que arribaron al sitio, ni las declaraciones del portero y del sereno del edificio mencionan la presencia de un agente de guardia.

(…) Urge secuestrar los libros de esa comisaría —dijo Formoso— y averiguar si la custodiaban o la vigilaban, porque quienes la trataron dicen que en 2002 y 2003 no tenía custodia y algunos testigos mencionan, en cambio, que era vigilada.

(…) Ella se la pasó diciendo que la amenazaban y que la iban a matar. Lo dijo incluso frente a un escribano público individualizando a quienes temía que la mataran: Emir Yoma, Carlos Menem y Mariano Cúneo Libarona. Bueno, la mataron, y me parece evidente que hay que llamarlos para preguntarles qué pasó, qué opinan del caso, concluyó.

Absolución

“Escandalosa absolución en el caso del contrabando de armas. El ex presidente Carlos Menem y otros 17 ex funcionarios y militares fueron absueltos”. El fallo dejó perplejos a los fiscales y a medio país, informó a mediados de septiembre de 2011 Emilio Marín, el principal columnista del diario La Arena, de La Pampa. “El martes 13 de septiembre de 2011, el presidente Tribunal Oral Penal Económico 3, Luis Imas, declaró de viva voz a Carlos Menem ‘absuelto de culpa y cargo por el delito de contrabando calificado’. Esa misma resolución favoreció al resto de los procesados, entre ellos a Camilión; a Luis Sarlenga; a Emir Yoma; y al teniente coronel (R) Diego Palleros… Ese resultado, de 18 absoluciones y 0 condena, no figuraba ni en los pronósticos más optimistas del hombre de Anillaco… Aun descontando que los peces más gordos pudieran zafar hacia aguas profundas, se suponía que alguna mojarra quedaría en la red. Por ejemplo, Sarlenga, que en 2001 había admitido saber del contrabando y las coimas. O Palleros, que en implícita admisión de su culpabilidad, se profugó a Sudáfrica. El TOPE 3 los salvó a todos. Ver a Yoma y su abogado Mariano Cúneo Libarona tan felices pudo hacer creer que la absolución había sido impartida por la menemista Corte de los Milagros, como la llamó Horacio Verbitsky. Pero no, fue de la justicia actual”, escribió Marín.

“Hay que dejar a salvo la buena actitud de uno de los integrantes del Tribunal, Gustavo Losada, que votó en forma opuesta a sus colegas Imas y Horacio Artabe. Losada solo propuso absolver al brigadier Juan Paulik y a la ex verificadora de la Aduana, María Teresa Cueto. Por lo demás, acompañó la postura de los fiscales Mariano Borinsky y Marcelo Agüero Vera, que habían pedido penas de cárcel de entre 8 años para Menem y algo menos para los demás acusados”, continuó, para seguidamente destacar: “La única de las procesadas que cumplió parte de su detención en cárcel común fue la verificadora de Aduana, Cueto, en Ezeiza. El resto gozó de detenciones domiciliarias. Menem fue a una espectacular casaquinta de su amigo Carlos Gostanián, donde vivía a cuerpo de rey con su polola Cecilia Bolocco, recibía a sus abogados, amigos y al periodismo. La empleada de Aduana, a la que los fiscales pidieron la absolución, en cambio, cumplió prisión efectiva. Es la eterna diferencia entre los argentinos de primera clase y los argentinos de a pie, que este juicio ilustró a la perfección”.

Menem había sido favorecido por la Corte Suprema encabezada por su amigo, el ex jefe de la Policía de La Rioja Julio Nazareno, que eliminó los cargos por falsedad ideológica y dejó el de contrabando agravado. Para casi todos los observadores se había probado tanto el contrabando de armas como otros delitos que originalmente se le imputaron al ex Presidente, como incumplimiento de los deberes de funcionario público. Se había probado, por ejemplo, que entre 1991 y 1995 Menem firmó tres decretos secretos del PEN autorizando a enviar 6.500 toneladas de armas a Panamá y Venezuela, cuando los destinos reales fueron Croacia, en su mayor parte, y Ecuador.

“En cambio, sí se vieron las armas mencionadas en Ecuador y en los Balcanes, donde había una prohibición de Naciones Unidas para vender armas a los beligerantes (Serbia versus Croacia y Bosnia). Quedó acreditado que hubo siete embarques marítimos rumbo a Croacia y tres vuelos de Fine Air que pararon en Ecuador, descargando armas”, continuó Marín.

“De los 53 millones de dólares de la operación, recibidos por Palleros, se comprobó que 19 millones habían sido pagados por este en ‘comisiones’. Sarlenga admitió los hechos y apuntó a Yoma (…) También quedó patente el faltante de miles de fusiles FAL y municiones que fueron a Ecuador, y la treintena de cañones Otto Mellara de 105 mm y Citer de 155, más obuses, despachados a Croacia. Algunas armas faltaban de arsenales del Ejército y otras de Fabricaciones Militares”, siguió la crónica de La Arena.

“Primero investigaron el juez Jorge Urso y el fiscal Carlos Stornelli, por una parte, y los jueces Julio Speroni y Marcelo Aguinsky, cuando no se sabía bien a quién correspondía la causa”, continuó. “Los querellantes de la voladura parcial de la Fábrica de Armas de Río Tercero (noviembre de 2005, todo indica que para encubrir el faltante de armamento) aportaron lo suyo. El fiscal Borinsky trabajó duro con casi 400 testigos a lo largo de los 35 meses del juicio. ¿Saldo? Había material para probar la culpabilidad de algunos o varios de los 18 procesados”.

Aunque en marzo de 2013 la Cámara Federal de Casación Penal anuló algunas de las absoluciones, ratificó la prescripción de los hechos en otros casos y condenó a Menem, Camilión, Sarlenga y Palleros, que apelaron. En cambio, confirmó la absolución de Emir Yoma.

Menem fue condenado a tres años de prisión. Como los demás condenados, cree que la causa prescribirá antes de que la Corte confirme la sentencia.

Archivo

La Sala IV de la Cámara del Crimen ratificó el archivo, dispuesto por cuarta vez,  desde que se produjo la muerte de Lourdes, informaron los diarios a comienzos de octubre de 2012. El Tribunal, con las firmas de los jueces Alberto Seijas, Mariano González Palazzo y Carlos González, dispuso el nuevo archivo del expediente “tras los nueve años de profusa investigación de la causa y ante la imposibilidad de ahondar por otros medios sobre la hipótesis delictiva que sostiene la querella”. Nilda Formoso, en representación del padre de Lourdes, apeló a la Cámara de Casación, pero esta no hizo lugar a su pedido.

“Tras el último archivo, dispuesto por el juez de instrucción Ricardo Farías, la Cámara había aceptado un planteo de la querella para aclarar aspectos de un listado de llamados telefónicos de la víctima antes de su muerte y obtener el testimonio de la hija”, explicó La Prensa. Las empresas de telefonía celular explicaron “las circunstancias por las cuales una misma comunicación podía registrarse con horarios diferentes”, y en cuanto al testimonio de la joven, fue desaconsejado por la psicóloga que la atiende. “Obligarla a prestar declaración testimonial le causaría, cuanto menos, un gran dolor, sin contar las consecuencias psicológicas que a partir de allí se puedan desencadenar o disparar”, sostuvo su informe.

A raíz del dictamen de la profesional, los camaristas entendieron que la declaración de Agustina Sol, entonces de 19 años, debía “descartarse pues no puede ser desatendida la opinión brindada por la psicóloga tratante, que lleva a considerar la medida cuanto menos desaconsejable por su potencialidad de perjuicio».

En deuda

Acaso la mejor nota sobre el asesinato impune de Lourdes la haya escrito Urien Berri en el blog Pan Rayado, del filósofo Tomás Abraham, el 17 de agosto de 2008. Lleva el título “Lourdes Di Natale sabía que la matarían”. Con su permiso, transcribo extensamente su final:

“Lourdes se sumó a la lista de otros testigos o protagonistas asesinados, cuya muerte se quiso presentar como suicidios. El marino Horacio Estrada, contrabandista de armas, era diestro, pero su cuerpo presentaba un balazo en el parietal izquierdo después de haber declarado en la causa del contrabando a Croacia y Ecuador. En su televisor había un video pornográfico, y en la mesa dos copas con champagne.

Al brigadier Rodolfo Echegoyen, apenas renunció a su cargo de titular de la Aduana en los comienzos del gobierno de Menem, también lo encontraron con un balazo en la cabeza y una carta donde decía que el suyo era un ‘suicidio político’. Fue el primer suicida que antes de dispararse se trompeó con fuerza la frente y la nariz. Pese a todas las evidencias que apuntan al homicidio, su caso vegeta en la Justicia.

Con el de Lourdes ocurre lo mismo. Hasta el informe de la Policía Federal tras la reconstrucción habla de homicidio, pero la jueza lleva años perdiendo el tiempo.

Casualidades: hoy, minutos después de que Tomás me pidiera esta colaboración, me llamó Giuseppe, el padre de Lourdes, desde San Rafael, Mendoza, donde vive a duras penas, viejo, enfermo, sin plata y sobrellevando una viudez reciente. Me llama todos los fines de semana y me pregunta qué novedades hay en la causa. Ya no sé cómo decirle lo que le digo siempre: que la causa está repleta de pruebas del homicidio pero el problema es la jueza. Giuseppe no quiere morirse sin saber quiénes ordenaron arrojar a su hija por la ventana.

La misma muerte sufrió en España un testigo que iba a declarar contra el traficante sirio de armas y drogas Monzer Al Kassar, amigo de los Yoma y de Menem. Lourdes había hablado de Al Kassar en la causa de las armas.

Puede que a Lourdes la mataran por el caso de Río Tercero. O por el de la AMIA, o la de la Embajada de Israel. O por tantas otros casos que no conoceremos jamás por culpa de sus asesinos.

’Sé tantas cosas’, me decía siempre. También me decía que estaba amenazada de muerte y que sabía que la matarían.

Malamente, la han llamado ‘arrepentida’ del menemismo. No, se arrepiente quien hace algo que no debe, y Lourdes no tenía de qué arrepentirse.

La Justicia no es la única que está en deuda con ella. También lo está la sociedad, enferma de historias oficiales, de mentiras sobre nuestro pasado y nuestro presente. Pero la Justicia y la sociedad prefieren el olvido. Tal vez porque tanta valentía nos incomoda y nos asusta”.

Casi tres años después, el 30 de septiembre de 2011, Agustina Sol Cúneo, dejó un comentario: “La verdad que es muy doloroso leer esto y no me quisiera imaginar que la hayan matado porque si no querría hacer justicia, es horrible saber esto después de tantos años, que me lo hayan ocultado, que nadie me haya dicho nada. Antes de ayer había sido su cumpleaños y me hubiera encantado estar con ella, espero que algún día se sepa la verdadera verdad…”.

……………………….

Agustina siempre ratificó su convicción de que a su madre la asesinaron:

Más información aquí: https://stripteasedelpoder.com/2023/12/el-futuro-ministro-de-justicia-cuneo-libarona-y-el-presunto-femicidio-de-su-ex-lourdes-di-natale-que-sigue-abierto/

 


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2 comentarios

  1. Cuando uno ha hecho alguna investigación importante entiende y valora el tremendo trabajo que has hecho. quisiera felicitarte y te felicito pero en realidad me surge de adentro agradecerte por informarnos y decirnos la verdad. ya nos han mentido demasiado. Es verdad que la forma constitucional de organizarnos es mediante el estado y sus instituciones ¿pero como hacer para librarnos de las lacras asesinas, delincuentes, inmorales, que desesperan infiltrarse en el estado para cometer todo tipo de tropelías? Sacarnos de encima esta justicia de poderosos, esta policía acomodada al que paga, esta milicia cipaya. Siempre supe, presentí, intuí que Lourdes fue asesinada, lo veía venir y que el cuneo tenia algo que ver. Encima ahora hay que aguantarlo de ministro de Justicia, es el zorro en el gallinero, como Caputo en economía o la Pettobello, pero gozan de absoluta impunidad ¿hasta cuando? Un gran saludo

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