FRANCISCO. Verbitsky reconoció lo extraordinario de su papado

Más vale tarde que nunca

Esperaba con mucha expectativa la habitual, extensa homilia dominical de Horacio Verbitsky en Página 12. Entendía que le iba a resultar imposible eludir pronunciarse sobre el Papa Francisco a pocos días de su muerte. Tengo para mí que Jorge Mario Bergoglio no fue electo y ungido sumo pontífice de la Iglesia Católica romana en 2005 –estuvo a un tris de serlo– por la campaña hecha por Verbitsky, básicamente recordando su controvertido* comportamiento durante la dictadura genocida. Algo que no me sorprendió en absoluto porque tuve una educación católica y conservé la fe hasta los 16 años, cuando me harté de las marrullerías del clero a la hora de explicar cómo podía considerarse uno monoteista y al mismo tiempo decir que Dios eran tres personas en una, u obcecarse en sostener que la Virgen seguía siéndolo aún después de parir a Jesús.

La falta de respuesta a estas inquietudes me hizo entender que los mejores discípulos del Cristo crucificado eran Camilo Torres y el Che asesinado en Bolivia, y la mejor cristiana Evita, a la que el pueblo había santificado a despecho de obispos y cardenales tan reaccionarios como gorilas a pesar de los intentos de Juan XXIII, el Papa bueno, y el Concilio Vaticano II.

Tanto era mi enojo con las sotanas que durante cuatro décadas me abstuve de pisar alguna iglesia con excepción, en 1978 y por curiosidad histórica, de la Basílica de San Pedro.

Digresión

También en esto libré una sorda competencia con mi padre, al que, al nacer, no parezco haberle alegrado su trigésimo cumpleaños. Socialista, papá me engendró sin estar casado. Católica, mi madre no se casó de blanco sino de azul porque había pecado. Mi padre participó de la ceremonia sin comulgar (entonces todavía no se había normalizado el cinismo de tratar a alguien de sorete y mostrarse compungido por su desaparición).

Durante muchos años, consideré que mi padre debería haber manifestado su agnosticismo. Tardé en comprender que todos los españoles, creyentes o no, son de algún modo cristianos. Al punto de que los anarquistas que abominaban de un clero cerril y retrógrado se quitaban gorras y sombreros al entrar a las iglesias para incendiarlas.

Terminé de entenderlo cuando a principios de este siglo cedí a los insistentes reclamos de mi madre y accedí al bautismo de mi hijo en la misma iglesia en la que yo había sido bautizado, si bien no participé como padre sino sólo como público… que para estas ceremonias están los padrinos.

En síntesis: no creo en un Dios que nos haya creado pero si en la necesidad de nuestros ancestros de crear un Dios que nos permita ordenarnos y tratar de encontrarle un sentido a la existencia. Creo en la necesaria función de la culpa y del consiguiente propósito de enmienda y reparación. Es decir, en la posibilidad de la redención.

Dicho de otro modo: no arrojo al niño al sumidero con el agua sucia. Aunque no crea que Jesús haya sido divino sino hombre, en muchos aspectos soy cristiano. Como, por ejemplo, mi admirado Graham Greene.

Versados y perversos

Volviendo al Papa Francisco y a su némesis, Verbitsky: Todo lo que éste fue descubriendo con su acostumbrada tenacidad no constituyó para mí una sorpresa. Descontaba que para ascender en las jerarquías eclesiásticas era imprescindible dosificar modales untuosos y alcahueterías, tener más cintura que Ángel Clemente Rojas y la capacidad de esquivar estocadas, mandobles y puñaladas traperas de Nicolino Locche.

Para navegar en esas procelosas aguas los más hábiles, para bien o para mal –por cultos, estudiosos y políticos– suelen ser los jesuítas, que fueron marginados y castigados por ¿San? Juan Pablo II a causa de la impronta casi podría decirse de izquierda que la Compañía de Jesús había adquirido bajo la conducción del sacerdote vasco (como el fundador de la orden, Ignacio de Loyola) Pedro Arrupe, conocido coloquialmente como «el Papa Negro».  Para tener una idea, en 1974 la Compañía acordó que la fe en Dios debía estar «insoslayablemente unida a la lucha infatigable para abolir todas las injusticias que pesan sobre la humanidad».

En este contexto, en el cual varios curas de la orden fueron asesinados en Centroamérica (particularmente en El Salvador) y en Argentina y dentro del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo adhirieron a la lucha armada contra la dictadura de los generales Onganía, Levingston y Lanusse, Bergoglio se mostró prudente y moderado, y ya durante la dictadura genocida (1976-1983) se le habría de reprochar que no encarnase una oposición frontal.

El motor de la búsqueda de Verbistky de los entresijos de esa actuación parece haber sido –además de viejas cuentas pendientes entre la tendencia revolucionaria del peronismo y la ortodoxa Guardia de Hierro– la lucha contra la hipocresía.

Si no me tienen fe…

Tal como había sucedido con Néstor Kirchner (que antes de que fuera Presidente, sólo unos pocos le tenían una fe absoluta, entre ellos Eduardo Luis Duhalde, Jorge «El Topo» Devoto y Elvio Vitale), Bergoglio solo era defendido a capa y espada por unos pocos conocidos, sobre todo por la ex jueza Alicia Oliveira (que en 1987 me había defendido de los embates del servicial fiscal ultramacartista Juan Martín Romero Victorica) por entonces, curiosamente, próxima tanto a Verbitsky como a su archienemigo Rodollfo Galimberti.

Lo cierto es que Bergoglio y Néstor Kirchner (que lo calificaba de «marrullero») se tenían mutua antipatía, y a la hora de elegir, yo formaba en las filas del Presidente, que rehuía ser amonestado por el cardenal en los solemnes tedeums celebrados los 25 de Mayo en La Catedral. Como ninguna ley lo obligaba a asistir, Kirchner prefería desairarlo yendo a escuchar misa a la Basílica de Luján.

Así las cosas, cuando Bergoglio fue elegido Papa en la sexta votación del cónclave que siguió a la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI (el alemán Joseph Alois Ratzinger) en 2013 hubo aquí, en sus pagos, muestras de alborozo en las expresiones de la derecha más rancia, y de desconcierto en las filas progresistas y aún peronistas. Muestra clara de lo primero fue que uno de los juicios a los genocidas, éstos, encabezados por el archicondenado ex general Luciano Benjamín Menéndez, se presentaron luciendo los colores vaticanos en sus solapas. Resultó obvio que esperaban que el Papa abogara por su inmediata puesta en libertad. Craso error,

Del mismo modo, recuerdo que dirigentes juveniles de HIJOS y del kirchnerismo llegaron a publicar inconsultos comunicados repudiando el ascenso de JMB al trono de San Pedro. Yo mismo iba en un taxi cuando me enteré de  un cardenal argentino había sido nombrado Papa, y pensé que había sido Leonardo Sandri, exégeta  de Juan Pablo II, íntimo del embajador de Carlos Menem en Roma –el piduísta Esteban «Cacho» Caselli–  y  compinche del entonces arzobispo de La Plata, Héctor Aguer…  todos archienemigos de Bergoglio.

Hubiera sido una pésima noticia.

Bergoglio y Sandri. Enemigos íntimos.

Sorpresas te da la vida

Pero a partir de entonces y desecho el equívoco –y tal como había pasado con la presidencia de Kirchner, al que se creía una marioneta de Eduardo Duhalde — todas fueron buenas noticias. Al punto de que infinidad de agnósticos y ateos que se rindieron a la evidencia de la buena leche que distinguió el papado de Francisco.

Porque una vez un ungido descartó el uso de la mitra (que si había utilizado en algunas ocasiones siendo cardenal) en beneficio del sencillo solideo (del que prescindió, para horror de los conservadores, en su última aparición pública a cabeza descubierta), y de los ridículos zapatos y pantuflas rojo carmesí de sus predecesores, entre otros muchos signos de boato, y acabó con humillantes gestos genuflexos como la obligación de cardenales u obispos de besar el anillo papal.

No este el momento ni el lugar para describir los muchos hitos tanto progresistas (contra el racismo y el sexismo) como defensores de la soberanía de los estados nacionales frente al capitalismo financiero globalizado. El propósito de estas líneas es solo destacar que por fin Horacio Verbitsky se ha rendido a la evidencia: el salto del cardenal Bergoglio al Papa Francisco no ha sido solo cuantitativo sino sustancialmene cualitativo. Y destacar que a pesar de su proverbial  resistencia a admitir equivocaciones o a rectificar opiniones desacertadas, aunque refunfuñando, Verbotsky  ha terminado por aceptarlo.

¡Enhorabuena!

Una sucinta pero precisa descripción

No hace falta nada mas, pues, que citar los párrafos más notables en este sentido de su última nota. Escribió que, una vez Papa Francisco…

«… como Papa, hizo todo lo contrario, prohibió los ritos latinos,  renunció a los ornamentos usuales, declaró que quería una Iglesia con olor a oveja e invitó a los jóvenes a salir a las calles y hacer lío. Rebajó de categoría, reformó o disolvió congregaciones de ultraderecha, como el Opus Dei, los Legionarios de Cristo y el Sodalicio de Vida Cristiana.

«Este Papa post-comunista se negó a ocupar los aposentos papales, se trasladó en ómnibus junto con los cardenales, almorzaba en el comedor colectivo, dijo que no era quién para juzgar a un homosexual, autorizó que parejas del mismo sexo fueran bendecidas, se deshizo de la flota de vehículos de lujo del papado, instaló duchas para indigentes en la plaza de San Pedro, admitió a los divorciados en la comunión, otorgó un rol mayor a la mujer, se pronunció contra la pedofilia eclesiástica, la pena de muerte y el punitivismo, planteó que la Iglesia Católica debía preocuparse más por la injusticia social que por las cuestiones sexuales».

Continúa Verbitsky: «Recibió al sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, el principal inspirador de la Teología de la Liberación. Con aportes de Leonardo Boff escribió la encíclica Laudato Si, en la que fustiga la tecnocracia y el consumismo y relaciona la crisis climática con la injusticia social. En cuanto asumió, viajó a Lampedusa y oró por los inmigrantes que arriesgan la vida para llegar a Europa, donde son rechazados. También denunció el genocidio israelí contra el pueblo palestino, y hasta su última semana de vida se comunicó con la parroquia católica de Gaza para informarse y apoyarlo».

En síntesis: Francisco ha sido una influencia muy beneficiosa para tratar de evitar que la Humanidad sucumba en el canibalismo por mor de la pulsión tanática a la que se refirieron Segismund Freud y otros sabios. Y para pueda avanzar hacia un sistema planetario de fraternidad (y sororidad) dónde se compartan todos los bienes y pesares como propuso Jesús en el sermón de la montaña.

Amén. Ojalá. Que así sea.

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Un comentario

  1. La verdad es que no estoy tan segura del reconocimiento de la figura de Bergoglio en tanto pontífice, en esta última edición del Cohete (nunca me latió llamarle Francisco, disculpen mi falta de etiqueta) .
    Porque Verbitsky ha reunido, con los años, mucha data sobre Don Jorge y aún más sobre la institución Iglesia Católica, como para sacudirse algunos buenos logros conceptuales y no pocos sesgos personales sobre esa temática puntual
    Una línea editorial es una huella digital gigante. Y si leo los 3 artículos del domingo, me salta un claroscuro general no tan piadoso.
    Pero cualquiera comprende que Bergoglio resultó inclasificable para un país obsesionado con las etiquetas (cuanto más efímeras, cuanto más difusas, mejor) y convengamos que referirse a la Compañía de Jesús, de la cual provenía
    Bergoglio, de por sí, presupone renunciar de antemano a un concepto unívoco, redondo, dados los distintos giros estratégicos e ideológicos practicados por ésta, nunca excluida de ese discurrir pendular tan caro al clero en general.
    Lo que me vino a la mente al leer a Verbitsky, esta vez, fue un juego que practican los internautas más jóvenes cuando bardean a alguien ( jugarreta que, en tanto sexagenaria, tardé en descubrir): si un personaje entrevistado en youtube es polémico, (pongamos que se llama «Juan»), decenas de comentarios concurren en fila nombrando las diez hilachas malolientes de un tal «Pedro» (curiosamente , calco ideológico de «Juan») y le pegan con palo, pica y cachiporra, pero finalizan a continuación con una frase modélica del tipo «Pero Juan…èse es un fenómeno».
    Así que los 3 artículos de este domingo me olieron a contrapunto Jeckill/Hide, o al más argento de Pedro/Juan, jaja.
    En fin, aquel que suceda a Bergoglio terminará cerrando la evaluación final de este Papa que, a mi criterio, hizo lo que pudo con lo que tuvo y desde el origen del cual partió. Saludos.

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