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ISRAEL – GATOPARDISMO. El cambio de Netanyahu por Bennet: El orden de los factores no altera el producto

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El gobierno cambia de pelo pero no de mañas

 

El 13 de junio de este año, en una dramática sesión de la Knesset (parlamento), el nuevo gobierno liderado por Naftalí Bennet-Lapid recibió el voto de confianza y así, luego de 12 años en el poder, Bibi Netanyahu fue destituido y pasó a ser el jefe de la principal oposición. Desde dónde se despachó con punzantes críticas a las nuevas autoridades para finalizar con un vaticinio y una promesa: “Este nuevo gobierno caerá mucho más rápido de lo que ustedes piensan” y “nosotros retornaremos” (Ynet, 13-6-2021).

Aunque el premier desalojado tiene argumentos serios para sustentar su pronóstico, la experiencia muestra que el juego político de este país, sujeto a un sistema parlamentario que se ajusta a normas de conducta política muy particulares, probablemente lo decepcione.

Por una parte, todo gobierno debe enfrentar la imperiosa necesidad de disponer de una mayoría parlamentaria que le otorgue la seguridad de un apoyo permanente en la Knesset (congreso). Por otra y por el contrario, hay una significativa fragmentación de la sociedad en diversos componentes políticos con posiciones muy diferenciadas y contrapuestas. Durante las últimas dos décadas los partidos que lideraron la formación de gobierno recibieron solo el apoyo del 25 al 30% del electorado y se vieron en la necesidad de llegar a significativos compromisos y concesiones con otras, de 4 a 7 listas con posiciones contradictorias entre sí en más de una oportunidad.

Esta realidad es determinante en dos aspectos fundamentales:

  1. Ningún gobierno presentó en su asunción un programa de gobierno que refleje un proyecto nacional basado en una clara visión ideológica y política para integrar el futuro del país y, menos, llevó adelante políticas adecuadas a ese fin.
  2. En el mejor de los casos hubo declaraciones generales sin contenido específico, con el agregado de programas sectoriales, desvinculados entre sí, según exigencias de una u otra facción, muchas veces contradictorias, de los componentes de la coalición que sostiene al gobierno.
  3. Cada componente de la coalición gubernamental, tiene por lo general el poder de voltear al gobierno cuando evalúa que su participación no es correspondida por sus decisiones de acuerdo a los compromisos asumidos. Sin embargo, el instinto de permanecer en el gobierno, el apego por los sillones ministeriales, es mucho mayor que el poder de materializar las aspiraciones de cada miembro de la coalición. De ahí la tendencia generalizada a compromisos y concesiones con tal de evitar las caídas de los gobiernos, componendas muchas veces totalmente alejadas de lo prometido por ese partido a sus votantes.

Conclusión: El optimismo de Netanyahu de un pronto retorno se perfila como un wishful thinking exagerado.

En el gobierno de Israel conviven fraternalmente halcones y palomas, dice el autor.

Las últimas elecciones fueron una clara demostración de este insólito devenir. Los diferentes partidos que componían los dos bloques que se enfrentaron en las urnas, a la par de sus programas electorales, afirmaron la importancia de la consigna de carácter personal: “Solo Bibi” o “Cualquiera menos Bibi”. Con los resultados en la mano, se apresuraron a dar primacía a la consigna que se convirtió en el elemento primordial de las negociaciones para formar gobierno. No vacilaron en tratar de formar alianzas con listas ideológicamente enfrentadas. Como resultado, con el actual gobierno formado el escenario político israelí observa dos cambios históricos:

  1. Por primera vez una lista que representa a la población árabe israelí (RAAM) forma parte activa en la coalición gubernamental.
  2. La coalición que sustenta al gobierno incluye partidos con posiciones absolutamente contradictorias respecto del tema fundamental para el futuro del país: la posible solución del conflicto palestino-israelí. Partidos como Yemina, de Bennet, o Tikva Hadasha,  de Gideon Saar, que promueven la idea del  Gran Israel desde el Mediterráneo al Rio Jordán se codean de manera fraternal con Meretz, Avoda y RAAM, que manifiestan no estar dispuestos a renunciar a la solución de los dos estados.

El resultado práctico es la inercia. Sin tomar en cuenta ciertos aspectos marginales (por ejemplo, una mayor preocupación por mejorar las condiciones de vida de los árabes israelíes, como resultado de la necesidad de contar con el apoy de RAAM), Israel sigue teniendo el mismo rumbo general que con el gobierno anterior. Sin que nadie escuche el ulular de alarmas que anuncien el fin de la coalición, que es de suponer continuará con las mismas tensiones: religiosos contra laicos, el centro contra la periferia, árabes contra judíos, askenazís contra sefardíes, y demás.

En lo que hace al conflicto palestino-israelí, Bennet ya confirmó que se continuará con la misma concepción de los gobiernos anteriores. Es decir, bajo la protección del servilismo estadounidense, desecha toda negociación con la Autoridad Palestina y avanza velozmente en la configuración de Israel como un estado binacional judío-palestino del Mediterráneo al Río Jordán con la población palestina de Cisjordania privada de derechos civiles. Más interesante es la confirmación de que la visión del nuevo gobierno respecto al desarrollo nuclear iraní es prácticamente idéntica a la de Netanyahu.

Como dice el refrán: El gobierno de Israel cambia de pelo (liderazgo), pero no de mañas (políticas).

Ojalá me equivoque.

kupervaser.daniel@gmail.com

@KupervaserD


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