KIRCHNER – RELECTURAS. Un profético, breve, imperdible texto de Nicolás Casullo
No conocí a Casullo ni leí ninguna de sus obras. Y muy posiblemente, casi seguro, debo haber leído este artículo cuando lo publicó Página 12, pero no lo recuerdo. Solo conozco a Casullo través de la veneración que le dispensa Horacio González. Pero estoy muy impresionado por su calidad profética, ya que se trata de un texto, breve y contundente, de 2002. Hace 18 años, cuando la candidatura de Néstor Kirchner a la Presidencia ni siquiera estaba en gateras y el gobernador de Santa Cruz era un desconocido para el gran público. ¡Qué clarividencia! ¡Chapeaux!
En estos tiempos tan difíciles, releerlo resulta es exultante. No se lo pierdan.
El hombre que venía
El politólogo Nicolás Casullo escribió esta nota en mayo de 2002, un año antes de que Néstor Kirchner llegara a la presidencia y antes incluso de que fuera realmente un candidato. El notable texto pinta el personaje que el gobernador patagónico podría llegar a ser y en muchos aspectos realmente fue.
Néstor Kirchner representa la nueva versión de un espacio tan legendario y trágico como equívoco en la Argentina: la izquierda peronista. En su rostro anguloso, en su aire desorientado como si hubiese olvidado algo en la mesa del bar, Kirchner busca resucitar esa izquierda sobre la castigada piel de un peronismo casi concluido después del saqueo ideológico, cultural y ético menemista. Convocatoria kirchneriana por lo tanto a los espíritus errantes de una vieja ala progresista que hace mucho tiempo pensaba hazañas nacionales y populares de corte mayor.
Revolotean escuálidos los fantasmas de antiguas Evitas, CGT Framinista, caños de la resistencia, Ongaro, la gloriosa JP, la Tendencia, los comandos de la liberación, ahora sólo eso, voces en la casa vacía. Por eso un Néstor Kirchner patagónico, atildado en su impermeable, con algo de abogado bacán casado con la más linda del pueblo, debe lidiar con la peor (que no es ella, inteligente, dura, a veces simpática) sino recomponer, actualizar y modernizar el recuerdo de un protagonismo de la izquierda peronista que en los ’70 se llenó de calles, revoluciones, fe en el General, pero también de violencia, sangre, pólvora, desatinos y muertes a raudales, y de la cual el propio justicialismo en todas sus instancias hegemónicas desde el ’76 en adelante, renegó, olvidó y dijo no conocer en los careos historiográficos. De ahí que en las nuevas generaciones de jóvenes de los últimos 20 años, las crecidas entre Luder y Menem, aquel “peronismo de izquierda” no dejó datos ni rastros: las nuevas generaciones medias no alcanzan a descifrar ese rótulo como algo digno de ser pensado. Por eso, como espacio histórico dramático y fallido, lo de Kirchner tiene el signo de la nobleza, del respeto a una generación vilipendiada con el mote de puro guerrillerismo. Es fiel a una memoria fuerte del país que ningún peronista “referente” se animó a aludir en la nueva democracia, y también signo de aquellos fatalismos. Larga es la lista de enemigos internos y externos de esa izquierda nacional en el movimiento desde 1953 hasta hoy: los “cobardes, entreguistas, traidores, claudicantes, negociadores, burócratas, mariscales de la derrota, antipueblo” y finalmente esa extraña y exitosa ecuación de modernización y renovación justicialista que desembocó en el menemismo-liberal que enamoró a todos los poderes reales en la Argentina. Lista de defecciones tan eterna y concreta que casi terminó siendo, desde 1955, la historia real del peronismo. La de sus defecciones.
En esa temeraria pelea está inscripto hoy el santacruceño. Según muchos, Kirchner asume la responsabilidad de una pieza semiarqueológica: los militantes peronistas “setenteros”, ahora cincuentones, quienes viven la biografía del movimiento del ’45 como sentados en una estación abandonada y ventosa muy al sur del país por donde volver a pasar, aunque todavía no se note, ni se crea, ni se oiga, aquel verdadero tren de la historia que algún día podrá llenar de humo purificador la patria.
Sentados en el andén vacío y destartalado, como a una hora señalada, los del grupo toman mate, hacen muñequitos de madera con las navajas, parrillan corderitos en la estación sin nadie, miran de soslayo por si se acerca alguien, y achican los ojos cada tanto con las manos de visera en pos de un imaginario punto negro, lejano, que se vaya agrandando sobre las vías con su silbato anunciador. La cuestión es no dar demasiados datos de esa espera. Por eso Kirchner habla rápido, a veces medio desprolijo, o deambula confusamente entre cámaras de noticiero tratando de coincidir con la memoria de los mártires, con el subsuelo del tercer cordón ex industrial, o con una histérica cacerolera de Belgrano R. Porque en realidad está diciendo algo difícil, complejo, discutible, pero a lo mejor por eso profundamente cierto en cuanto a por cuál sendero se sale realmente de este entuerto, donde el país se desbarranca por la ladera, perdida toda idea de sí mismo, toda imagen nacional.
Es posible que no sea candidato, o mejor dicho que no le alcance el envión entre los sueños solapados del presidente Duhalde, las encuestas optimistas de De la Sota, la coincidencia de los poderes con Reutemann, las infinitas “re-reelecciones” de Menem, el caradurismo simpático de Rodríguez Saá. Desgarbado, lungo, de palabra directa, está último en esa lista, cuando cada tanto viene del sur para exigir elecciones ya. Para decir que va por adentro o va por afuera pero no va a entrar en ninguna trenza. Lo converso con mis amigos y el 80 por ciento no lo ubica, lo semitienen en algún rincón de las imágenes del consciente pero no del todo. Les digo que es el fantasma de la tendencia que vuelve volando sobre los techos y sonríen como si les hablase de una película que no se va a estrenar nunca porque falta pagar el master.
Si rompe con el peronismo corre el eterno peligro de quedarse solo, ser simple izquierda, ser no “negocio”. Si se queda adentro, ya nadie sabe en qué paraje en realidad se queda: corre el peligro de no darse cuenta un día que él tampoco existe.
En ese maltrecho peronismo que vendió todas las almas por depósitos bancarios, Kirchner es otra cosa: insiste en dar cuenta de que ésta no fue toda la historia. Que hay una última narración escondida en los mares del sur.
El texto misceláneo de Casullo es del 2002, y él ya estaba enterado de lo que sucedió en 2001 con la Alianza y su desastre decembrino y la semana «presidencialista» de la historia, así que debiera incluir a todxs lxs argentinxs agrupadxs en partidos políticos el diagnóstico que traza de NK, su gobierno, obra y su único proyecto político que sacudió a la Argentina hasta su muerte, sobrepasa todo intento de encasillamiento. CFK fue en sus dos presidencias la continuadora del gran movimiento de reconstrucción y la que debe reponerse de cada amago misógino jurídico y periodístico de Magnetto y sus satélites para seguir adelante junto a Alberto Fernández gobernando el país con buitres y pandemia. Llama la atención que NK o CFK no fueran en el imaginario colectivo y en el inconsciente social argentino dos grandes cuadros políticos, ella había movido mucho escenario por la defensa de los hielos continentales y cuando estuvo al frente de la Comisión investigadora de las voladuras de la embajada de Israel y de la mutual isaelí argentina en Caba, lo que demuestra, como lo han dicho muchos ensayistas sobre el yo «porteño», tanto individual como social, sólo ve desde lo que sucede en Buenos Aires, ni siquiera en la provincia, sino específicamente en la ciudad portuaria. La arrogancia de esa mentalidad cree que justifica su ignorancia diciendo no lo conozco, como San Pedro escuchando al gallo profético de Jesús. Kirchner era conocido por cómo había levantado Río Gallego y Santa Cruz. Me costó hacer saber a muchxs en Córdoba, Salta y Jujuy quiénes eran Néstor y Cristina antes de Ménem y su trayectoria política, y sí, muchxs me entendieron, Ménem no podía repetir más.
Brillante, Casullo. Cuando haya un peso, alguien que lo reedite. O que el grupo Octubre, que tiene guita, que ponga media pila.
«O el grupo Octubre» quise decir. SE me piantó un pronombre de más.