LOS BOMBARDEOS DEL 16 DE JUNIO DE 1955 fueron objeto de una medulosa investigación por parte del Estado nacional

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A la memoria de Carlos Flaskamp

A las 12.40 de hoy se cumplirán 65 años desde el inicio de un nuevo ciclo de violencia política que algunos oligarcas e insensatos odiadores seriales estarían prestos a repetir, como ya lo hicieron en 1966 y 1976 si tuvieran alguna posibilidad de éxito, con tal de conjurar la posibilidad de que la Argentina vuelva a ser una nación justa, libre y soberana, una sociedad inclusiva. Ciclo que terminó Néstor Kirchner al reconciliar al peronismo con los derechos humanos, sanando las heridas producidas por los errores de algunos y la irrupción de las escuadras cainitas auspiciadas por el imperio, genéricamente conocidas como las Tres A o Triple A.

Esta es la convocatoria -virtual por mor de la pandemia- de hoy:

No puedo dejar de lamentar dos hechos, de menor a mayor: El primero es que el monumento a las víctimas de la artista Nora Patrichs, inagurado hace doce años, en 2008, permanezca oculto y alejado del público,detrás de las rejas de lo que fue la Plaza Colón, donde está ahora el Museo del Bicentenario*. El segundo que la investigación oficial del Estado Argentino sobre aquellos bombardeos y ametrallamientos (los únicos, que se sepa, en toda la historia universal, en que fuerzas armadas nacionales atacaron a su propio pueblo desarmado) sea prácticamente desconocida, como lo revela que aun en los artículos periodísticos y en las varios videos y películas que se han hecho luego sobre el tema, se siga diciendo que las víctimas mortales fueron mil o incluso miles, o “unas cuatrocientas” como en el documental “Cristo vence” estrenado anteayer en la TV pública.

 

 

Participé activamente en esa investigación como parte del Grupo de Investigación Histórica del Archivo Nacional de la Memoria (ANM) dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, publicada como libro en 2010. Es más, estuve contando una por una las polvorientas actas de defunción. Entonces contabilizamos 208 muertos y calculamos unos 1200 heridos. Luego, en una edición revisada, se encontró un fallecido mas, el nº 209. No es imposible que se haya escapado del conteo alguno, pero en cualquier caso queda claro que los muertos fueron poco mas de trescientos.

El libro físico tuvo una distribución deficiente pero la edición revisada se puede bajar en PDF aquí. No es una versión más, es la palabra oficial del Estado luego de años de investigación. La aparición en el listado de las victimas fue prueba suficiente para que sus deudos pudieran reclamar una reparación moral y económica por aquellos aleves asesinatos.

A mi propuesta -pero sin mi participación, ya que para entonces había pasado al área de prensa- el mismo equipo acometió el análisis del golpe de estado que depuso al presidente Juan Domingo Perón, iniciado el 16 de septiembre de septiembre y culminado cuatro días después. La investigación acabó con el mito de que acabar con ese gobierno constitucional había sido una operación incruenta. Lamentablemente, esta investigación nunca fue publicada en papel, asignatura pendiente que es de esperar que las nuevas autoridades del ANM remedien.

Mientras tanto, pueden ver la progresión de esta investigación y sus avatares durante el cuatrienio macrista aquí, aquí, aquí y aquí.

Antes y entre esos trabajos, los compañeros del GIH del ANM habían hecho un pormenorizado estudio de la represión desatada con la instrumentación del Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado) por parte del gobierno de Arturo Frondizi, en el que lograron demostrar fehacientemente su carácter de ensayo general de lo que se pondría en ejecución plenamente con la “Operación Aries”, es decir el golpe de estado iniciado a las 23 horas del martes 23 de marzo de 1976, que produjo un baño de sangre con decenas de miles de secuestrados, asesinados, encarcelados y desterrados.

Este trabajo fue editado en papel pero me temo que sea inconseguible. Se puede bajar en PDF aquí.

NOTA

*) Una digresión: la anexión de la Plaza Colón (a la que en mi niñez me llevaba frecuentemente mi madre) a la Casa de Gobierno fue paralela al de la calle Balcarce, ambas sustraídas al público, comenzó durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y se profundizó -tal como era de preverse- durante el cuatrienio macrista. Aquellos tuvieron como atenuante la absurda situación derivada de la autonomía porteña (a la que tanto y con tanta razón se opuso Antonio Cafiero) que hace que excepto las autoridades de la ciudad sean del mismo signo que las nacionales, tan pronto éstas salen de la Casa Rosada quedan a merced de una fuerza armada que responde a la oposición, la policía de la ciudad antes metropolitana. En este contexto, resultó lógico que Néstor y Cristina buscaran expandir sus exiguos dominios territoriales sobre una pequeña parte de la Plaza de Mayo y la mayor parte de Plaza Colón. También es importante consignar que sobre parte de la Plaza Colón y aprovechando sótanos de la antigua aduana, aquellos gobiernos populares hicieron el Museo del Bicentenario. Sin embargo, en su´último gobierno Cristina -a instancias de Hugo Chávez- se enzarzó en una discusión a mi juicio absolutamente secundaria, al sustituir la estatua de Cristóbal Colón (o Cristóforo Colombo, como lo conocían en su Génova natal) por la Juan Azurduy, donada por el gobierno de Evo Morales, con lo que creó resquemores tanto en la colectividad italiana como en la española.

Una digresión dentro de la digresión:  Más allá de que a uno le caiga más simpática ella que él, la regla general es que las modificaciones toponímicas, ya sea físicas o por cambio de nombres, suelen ser reaccionarias al romper las cadenas de la memoria histórica. Doy un ejemplo personal: viví hasta las 18 años en la calle Bernardo de Irigoyen. Antes de la prolongación de la Avenida de Julio desde la Avenida Belgrano, que se hizo a comienzos de los ’60, había un cine llamado Buen Orden en la vereda de la calle que fue demolida. Pues bien, recién cuando tuve alrededor de 40 años me enteré que así se llamaba antes, en épocas de la colonia, la calle Bernardo de Irigoyen. No es algo raro: ¿Cuantos jóvenes saben que Hipólito Yrigoyen era antes la Calle de La Victoria (sobre los ingleses)?. Más allá de si Colón era esclavista (todos los conquistadores europeos lo eran entonces) su monumento es histórico… incluso respecto a la efeméride que recordamos hoy. Porque en una de las películas dedicadas a los bombardeos del 16 de junio de 1955, no recuerdo en cual ahora, se diluida el misterio de como Perón fue advertido de que se venía el bombardeo y cruzó Paseo Colón y se refugio en el Edificio Libertador, entonces Ministerio de Guerra: Fue un piloto de la Fuerza Aérea en un gran helicóptero blanco que fue a avisarle y que aterrizo junto al monumento al gran navegante, lo que está perfectamente reflejado en el film. Había un proyecto de hacerle lugar a la mariscal sin erradicar a Colón. Hoy no están allí ni uno ni otra… y Macri construyó un helipuerto, y cerró la plaza al público para siempre.

Retomando. Además de Plaza Colón, Macri se apropió de media Plaza de Mayo, cortándola por la mitad con altas rejas que con toda justicia Alberto Fernández ordenó quitar antes de asumir. Se trata ahora de que el monumento a las víctimas del 16.06.55 sea puesto al alcance de quien quiera, sobre todo en días como hoy, una corona de flores que los recuerde.

Lo digo especialmente en un día en que hay quienes quieren levantar la irremontable figura del traidor Carlos Menem, que no solo se abrazó con el almirante Isaac Francisco Rojas, sino que ordenó borrar todas las muchas cicatrices físicas dejadas por el bombardeo.


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2 comentarios

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