PERIODISMO: El pescado se pudre por la cabeza

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La polémica por la virtual desaparición del periodismo con pretensión de ecuanimidad se extiende cuando menos por todo el mundo occidental. Pero los colegas que trabajan en grandes medios, y particularmente los que lo hacen en diarios -que siguen siendo en gran medida quienes «marcan» la agenda- al abordar el tema, cantan loas a las grandes cabeceras a la vez que llaman a desconfiar de internet en general, y de los medios alternativos y redes sociales en particular, obviando lo obvio que es que el pescado se pudre por la cabeza, y que los «hechos alternativos» y el ensalzamiento de las «posverdades» se inició en los grandes y antaño respetables diarios. Es fácil constatarlo en Argentina, donde un editor de Clarín aceptó practicar un «periodismo de guerra» cuando es bien sabido que la primera víctima de una guerra es la verdad. Es fácil constatarlo en La Nación, dónde la sobrevivencia de algunos periodistas liberales pero con sentido ético no pueden ocultar la labor deletérea de supuestos pares dedicados en cuerpo y alma al servilismo al poder y a la patronal. Es evidente muchos días, especialmente en los fines de semana, que los editores de ambos diarios se ponen de acuerdo para titular con noticias que no son tales o no son muy importantes para fabricar cortinas de humo a la vez que publican la noticia más importante como un «pirulo» perdido en página par… si es que la publican. Desde aquí no tenemos como creer que las cosas sean muy diferentes en el New York Times o el Washington Post. ¿Qué hicieron estos grandes periódicos de referencia para esclarecer los atentados del 11 de septiembre de 2001?  La nota que se ofrece a continuación, publicada en El Periódico de Barcelona, no rompe la norma. No obstante plantea un interrogante: ¿Es verdad que los pueblos (¿alienados por las redes sociales y las ficciones de Netflix?) se han desinteresado en la verdad?

Periodismo extraviado

 

POR RAMÓN LOBO / EL PERIÓDICO

Los periodistas hemos perdido la esencia de nuestro trabajo: la verdad. Cotiza más el bulo que el hecho comprobado. Marcan el paso medios militantes como Fox News que no buscan narrar lo que sucede sino suministrar material, a menudo incendiario, real o falso, a un público que exige alimentar sus prejuicios. Del lodo de la ignorancia brotan webs de agitación como Breitbart, creada por el supremacista blanco Steve Bannon, ascendido a asesor en jefe de Donald Trump.

Llevamos tiempo sometidos a la dictadura de lo espectacular, el ‘trending topic’, el impacto y el ‘prime time’. Se extravió el objetivo original del periodismo: contar historias que expliquen un mundo complejo.

Señalar a la recesión del 2008 como la madre de todos los males es simplista. Es cierto que se aprovechó la crisis económica para el despido masivo de periodistas y para recortar gastos en noticias, paciencia y calidad. Primaron las cotizaciones en bolsa de las compañías de comunicación sobre las exclusivas. La culpa del desarme ético del periodismo profesional, debilitado para hacer frente al reto de Donald Trump y de líderes similares, es de los propios medios: sustituyeron el negocio de la credibilidad por la obediencia a los accionistas.

Irrupción trumpiana

La irrupción trumpiana nos sorprendió informando de lo banal; igual que el Brexit o lo que pueda suceder en Francia en mayo. No supimos palpar el sentir de “la calle” porque hemos dejado de pisarla. La sociedad a la que nos dirigimos nos señala como parte del conglomerado del poder y de la defensa de sus intereses. Aunque esto sea cierto en unos casos y falso en otros, la ciudadanía nos percibe como un todo. Dejó de confiar en nuestras historias en el momento más delicado, cuando necesita un periodismo riguroso y honesto que le ayude a defenderse de gobiernos repletos de tics autoritarios que amenazan el contenido de la democracia.

Allá está Donald; aquí, la ley mordaza. En Francia, las leyes de emergencia. Vivimos un retroceso en la libertad de expresión. Y está el miedo; miedo a perder el trabajo, miedo a que te metan en la cárcel por un tuit.

Hechos alternativos

El presidente de EEUU bravuconeó en julio de 2016: “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”. Lo peor es que tiene razón. Es el primer mandatario estadounidense en décadas que se niega a presentar su declaración de renta. No es lo mismo que un disparo, pero parece un insulto a toda la ciudadanía.

Nos escandaliza Kellyanne Conway, asesora de comunicación de Trump, cuando se habla de “hechos alternativos” para defender que en la inauguración hubo millones de personas, pese a que las fotos y los datos lo desmienten. Es la misma Conway que se ha inventado la matanza de Bowling Green para justificar el veto a los nacionales de siete países de mayoría musulmana. El problema es que a los votantes de Trump y a una sociedad golpeada, poco leída y desmovilizada, les da igual.

No es nuevo que los líderes mientan. La novedad es que los ciudadanos han dejado de interesarse por la verdad

‘The Economist’ lo llama “era de la posverdad”. No es nuevo que los líderes mientan. La novedad es que los ciudadanos dejaron de interesarse por la verdad. Conway es brillante: conoce el terreno. Y lo sabe Trump cuando arremete contra periodistas, actrices y jueces. Es su cortina de humo. Y funciona: más del 50% de sus votantes republicanos cree que ganó a Hillary Clinton en voto popular pese a perder por casi tres millones. Si logra imponer su discurso de la nación, estará ocho años en la Casa Blanca y el daño moral será incalculable.

Trump torpedea la línea de flotación de un periodismo magullado. Quedan en EEUU grandes cabeceras, como ‘The New York Times’ o ‘The Washington Post’, pero corren el riesgo de perderse en la anécdota, de olvidar el verdadero desafío.

Se han publicado decenas de buenas historias humanas de los afectados por “el veto musulmán”. ¿Llegan al gran público? ¿Modifican la percepción de la mayoría? En la red han surgido cientos de medios de calidad que apuestan por la investigación y el reportaje, dos géneros relegados en España. Serán las alianzas entre los medios tradicionales y los digitales los que fiscalicen a un presidente imprevisible.

Las redes no son la alternativa

Las redes sociales no son aún alternativa suficiente y sostenible, pese a que aportan nuevas voces y quiebran el monopolio de los medios tradicionales. En la transmisión masiva de la verdad se ha difuminado la verdad. En Internet fluye mucha basura que se presenta igualada a las buenas historias, pero no mayor en proporción de la que se exhibe en el kiosko. Es la tesis de David Remnick, director de ‘The New Yorker’, una revista de referencia y puntal de la resistencia a Trump.

La diferencia es que antes había en los kioskos periódicos y revistas con prestigio que separaban lo importante de los superficial. Muchos se han dejado contagiar por el todo vale, el corta y pega. Será más barato, pero nos está matando. Es un virus contagioso, como el del ‘Ensayo sobre la ceguera’ de José Saramago. La credibilidad se construye durante años y se pierde en un mal minuto.

Además de los medios, las manifestaciones, los actos de resistencia y el aumento de las donaciones a organizaciones de defensa de los derechos civiles, la oposición está sobre todo en los cómicos, en programas como Saturday Night Live. Para Jett Heer, editor de The New Republic, “la broma no derrotará a Trump, pero ese no es el asunto. Los chistes le ayudaron a ganar la presidencia. Quizá ahora ayuden a que sus oponentes le sobrevivan”. In sha’Allh.


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4 comentarios

  1. Me acuerdo una vez asistí a una función de «El ciudadano Bob Roberts» de Tim Robbins presentada por….Román Lejtman allá por el ´95?. Qué farsa! Y el caradura hablaba en ese momento de la independencia de los medios….

  2. Extraño que plantee que el NYT o WP corren el riesgo de perderse. Hace años que se perdieron, son los mismos que nunca se preguntaban por qué Obama bombardeaba a cientos de miles de inocentes y hoy se horrorizan por un chiste en un vestuario hace mas de una década.
    Medios alternativos como Breitbart o Infornews tienen cosas repudiables y otras que han servido para derrotar al globalismo que estaba imponiendo un Estado global donde los países serían apenas gerencias locales del poder corporativos
    Personajes con Milo Yiannopuolos han servido para hacer una brieta en el bloque monolítico cultural.
    Sinceramente no son eores que los sacrosantos elefantes blancos que han llecado al mundo a esta situación.

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