A comienzos de los años ’90, Esto! una revista dedicada a las noticias policiales (y delincuenciales) publicó en su contratapa una crónica en la que afirmaba que la desaparición de un peluquero del entonces presidente se debía a que le había sacado a éste una foto cuando estaba encamado con un adolescente. Recuerdo la sorpresa que me produjo leerla… y que no hubiera ninguna repercusión… Aquel peluquero (Cody Huberfield creo recordar que lo llamaban) jamás apareció y se rumoreaba que había muerto en el extranjero de lo que todavía los medios llamaban “la peste rosa”. Quedé fuertemente impactado por la valentía del director de Esto!, Pancho Loiáccono, un raro periodista completamente apolítico, si es que esto fuera posible (elogiaba encendidamente tanto al padre Luis Farinello como al tétrico general Adel Vilas).

La misma sorpresa experimenté el miércoles pasado, cuando una compañera me remitió un texto extraído de Facebook cuyo autor era el muy talentoso -y fiable- Jorge Schussheim.

Hace unos días, Schussheim, veterano publicista y escritor que desarrolla una gran actividad en Facebook, publicó este texto:

Dos décadas atrás, a unos muchachos se les dió por boquetear la sucursal Recoleta de un importante banco nacional, cuyas cajas de seguridad vaciaron.

Fue un caso resonante del cual nunca se dijo que el autor intelectual de ese robo fue un joven e importante industrial ligado a un notorio club de fútbol, y la mano de obra ex servicios de inteligencia cuyo pago fue el botín, valuado en muchos millones de dólares.

Pero, ¿cómo se explica que el autor intelectual no se quedara con un peso?

Porque lo que en realidad estaba queriendo conseguir era un videotape en el que se lo veía abusando de niñas menores de edad, que estaba en la caja de un periodista barato, muy amigo, casualmente, de un sindicalista también ligado a ese club, pero enemigo del industrial, que le había contado que estaba en poder de ese video, guardado en la caja fuerte de un cierto banco y que pensaba hacerlo público.

Cuando el sindicalista se enteró fue corriendo a ver al joven industrial y lo insultó a los gritos. Según él, la única reacción del pedófilo, arrugado en su sillón y con la cara amarilla, fue susurrar: “es que son tan cerraditas…”.

Ustedes se preguntarán cómo es que yo se esto.

Pues porque era el asesor publicitario de aquél banco, y como miembro del Comité de Crisis, uno de los que sabía con pelos y señales todo lo que podía perjudicar al banco y, simultáneamente, amigo del buen sindicalista.

¡Qué historia si pudiera probarse la de la pedofilia de este conocido hombre de negocios!

…….

Por consejo de su abogado, Schusseim borró su post de Facebook. Lo llamé, le pregunté por qué lo había bajado, y cuando me lo contó, le dije que yo estaba dispuesto a reproducirlo en Pájaro Rojo siempre y cuando me prometiera que no iba a desautorizarme luego. Schusseim me lo prometió y yo, después de corrobar al milímetro la exactitud de lo que había escrito, lo publiqué.

Más tarde, una compañera y yo entrevistamos a los protagonistas que pudimos identificar, y nos enteramos de que aquel robo de cajas de seguridad habría sido financiado por un empresario interesado en recuperar unos videos suyos y de otros empresarios practicando actos sexuales, videos VHS que, pudimos deducir, parecían provenir del prostíbulo Spartacus o acaso de otros lupanares en los que el ingeniero Stiuso también hubiera escondidos cámaras de video. Que aquel mismo empresario había provisto a los ladrones, expertos boqueteros vinculados a la SIDE de la dictadura, de la información de a quien pertenecía cada caja de seguridad, y que los asaltantes habían ido derecho a la caja de Mauro Viale. A quien encaramos y preguntamos por esto, pero Viale nos miró con los ojos muy abiertos, no profirió palabra y siguió su camino.

¿Qué historia no? Porque uno de los empresarios escrachados al parecer retozando con menores habría sido alguien muy importante en el plano político años después.

Mirar de 18:30 a 18:35, cinco minutos imperdibles:

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