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A 60 AÑOS DE «LA LIBERTADORA». Caen dos mitos: que la caída de Perón fue incruenta y que la Armada fue unánimemente gorila

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La hace el Archivo Nacional de la Memoria, que ofreció datos preliminares 

A 60 años del golpe que depuso a Perón, una investigación revela que hubo más de 150 muertos

    Comandos civiles con una ametralladora pesada en el Hotel Savoy de Córdoba
El Archivo Nacional de la Memoria (ANM) adelantó hoy, al cumplirse 60 años del derrocamiento del segundo gobierno constitucional del presidente Juan Domingo Perón, que al contrario de lo que suele creerse, no se trató de un «putsch» relativamente incruento, sino que produjo más de 150 muertos.En un acto realizado en la sede del ANM, en el predio de la ex ESMA, el Grupo de Investigaciones Históricas del ANM y su presidente, Ramón Torres Molina, dieron a conocer conclusiones preliminares de la investigación que lleva a cabo sobre la semana que transcurrió desde el viernes 16 de septiembre al viernes 23 de septiembre de 1955, cuando asumió la presidencia el general golpista Eduardo Lonardi.

Perón se había refugiado el martes 20 en una cañonera paraguaya surta en Puerto Nuevo, iniciando así un exilio que duraría más de 17 años.

Torres Molina dijo que hubo dos lugares comunes que no se verificaron: que, como se ha dicho, la caída de Perón fue una especie de implosión incruenta, y que la práctica totalidad del cuadro de oficiales de la Armada se plegó al golpe.

El acto se realizó en la sede del ANM, que fuera antes Escuela de Guerra Naval, y los oradores fueron, además de Torres Molina, el historiador Rafael Cullen y el sociólogo e investigador Mariano Fatala, quienes, junto con Gogo Morete y Marcelo Alfredo Gil encararon la investigación aún en curso, que está previsto fructifique en la publicación de un informe oficial del Estado en el curso del año próximo.

Anteriormente, el ANM ha publicado sendos libros con el resultado de las investigaciones sobre el bombardeo de la Plaza de Mayo (tres meses antes del movimiento que depondría a Perón) y sobre la aplicación del Plan CONINTES (Conmoción interior del Estado) contra los trabajadores peronistas y comunistas a fines de los años ’50 y comienzos de los ’60.

Antecedentes

Cullen destacó que la caída de Perón cerró el ciclo iniciado el 17 de octubre de 1945, caracterizado por el crecimiento y redistribución de la renta, y abrió otro, regresivo, proscriptivo y represivo, que con alguna breve interrupción llegaría a su punto cúlmine con el Terrorismo de Estado que se puso en ejecución a partir del golpe cívico-militar de marzo de 1976.

El derrocamiento del gobierno legítimo, recordó, estuvo precedido  por «el manifiesto de las cámaras empresarias» del 16 junio de 1945 contra el salario mínimo y vital, la participación de los trabajadores en las ganancias, la extensión del régimen jubilatorio y otras conquistas, el boicot de todo el arco opositor a la constitución progresista de 1949, el intento de golpe de estado de 1951 y el aterrador bombardeo de Plaza de Mayo.

Tras el cual -puntualizó Cullen- fue la Iglesia Católica (herida por la supresión de los subsidios a sus escuelas allí dónde hubiera otras  públicas, la igualación legal de los hijos extramatrimoniales con los matrimoniales, el divorcio y el crecimiento de la Unión de Estudiantes Secundarios a expensas de la Acción Católica) quien se encargo de unificar a una oposición que iba desde el partido conservador al comunista.

Citó Cullen a golpistas que admitieron que a partir de aquel bombardeo (que produjo más de 300 muertos y miles de heridos) llegaron a la conclusión de que Perón no podría ser depuesto sin derramamiento de sangre.

Córdoba, el epicentro

A su turno, Fatala dijo que un relevamiento de la prensa de la época en todo el país permitió verificar que, como era sabido, los mayores enfrentamientos se produjeron en Córdoba, donde hubo al menos 112 muertos.

Allí, Lonardi, al mando de la Escuela de Artillería, atacó a la de Infantería, cuyos mandos no quisieron plegarse al golpe; la Iglesia hizo de nexo entre Lonardi y los comandos civiles que apoyaron sus acciones, y también el accionar de la Aeronaútica leal produjo bajas.

Si en Córdoba hubo resistencia obrera a los golpistas, en Ensenada, partido de La Plata, ésta fue manifiesta al oponerse a la salida de las columas de suboficiales de la Armada golpista de la adyacente Escuela Naval de Río Santiago.

Ayer, precisamente, se realizó en Ensenada, un emotivo homenaje a quienes perdieron la vida en el intento.

Otro punto donde los golpistas encontraron gran resistencia fue en Rosario, y específicamente en el barrio de Villa Manuelita.

Fatala dijo que fueron de gran importancia para las investigaciones los aportes surgidos del archivo personal del almirante Isaac Francisco Rojas, acaso el principal líder golpista, y de documentos  mal conservados que el Ministerio de Defensa rescató de los archivos del Ejército.

«Populismos» y clases medias suicidas

El doctor Torres Molina enmarcó el derrocamiento de Perón en «políticas globales» dirigidas a acabar de cuajo con aquellas primeras experiencias «populistas» latinoamericanas, entre las que mencionó a las conducidas por Getulio Vargas (Brasil), el general Carlos Ibañez (Chile), el MNR que condujo en 1952 una revolución minera en Bolivia y el presidente Jacobo Arbenz en Guatemala, depuesto en 1954 por un golpe militar impulsado por la CIA.

Recordó Torres Molina que las clases medias se opusieron al peronismo desde un principio, a pesar de que durante casi una década llevó la participación de los salarios en el total de la renta hasta casi el 50 por ciento y que, las que se construyeron entonces como viviendas populares fueron de tanta calidad que hoy son «barrios residenciales de la alta clase media».
Filosofó seguidamente sobre las «tendencias suicidas» de dicha clase, que una y otra vez atenta contra «los procesos que la elevan».

Semejanzas con 1976

Propuso que en el futuro el ANM encare una investigación acerca de cuanto muertos produjo la última dictadura el mismo 24 de marzo de 1976, intuyendo que debieron haber sido muchos, a pesar de la historia oficial de aquella época que solo reconoció la del mayor Bernardo Alberte (quien había sido delegado de Perón) y argumentando que se cayó al intentar huir por un balcón interno de los soldados que lo iban a detener.

Recordó que, del mismo modo, en Azul, donde en septiembre de 1955 hubo tres muertos, uno de ellos fue Manuel Chávez, un dirigente obrero al que una partida de la Marina asesinó a sangre fría en su hogar.

En Avellaneda, los golpistas le dieron tan tremenda paliza a un delegado del frigorífico «La Negra» que murió al mes siguiente.

En Rosario, siguió diciendo, hubo cuatro manifestantes a favor del gobierno constitucional muertos a tiros; tres en Pringles; otros tres en Tornquinst; dos Río Colorado y uno en Bahía Blanca.
En Mar del Plata hubo al menos tres muertos, entre ellos un cabo asesinado en el crucero Nueve de Julio por negarse a disparar los cañones contra la destilería de YPF.

«En todos lados hubo resistencia popular», redondeó.

El mito de la Marina golpista

Torres Molina destacó que fueron numerosos los oficiales de la Marina a cargo de naves que se negaron a bombardear la destilería platense, incluídos dos comandantes que inicialmente se habían plegado al golpe.

Recordó al respecto que la ESMA y otras unidades navales no lo hicieron.

El presidente del Archivo Nacional de la Memoria (ANM) era entonces cadete del Liceo Naval Río Santiago, y recordó que aunque hubo fuerte resistencia civil, a la postre unos 8000 hombres del Ejército se rindieron a un número mucho menor de marineros.

El hecho que definió el éxito del golpe, propuso, fue la amenaza del almirante Rojas de bombardear las destilerías de La Plata.

Reiteró Torres Molina que es «un mito» que todo el cuadro de oficiales de la Armada se haya plegado al golpe, que hubo muchos comandantes relevados, todavía más suboficiales, y hasta, recordó, «el abanderado del Liceo».


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3 comentarios

  1. Rafael: Tambien es una etapa «en blanco» el periodo que va desde el derrocamiento de Perón hasta el nombramiento de Cooke como su Delegado, período en el cual Perón se resignó a «dejar que las cosas vayan» que el sintetizaba con la frase «si somos buenos, vamos a volver, sino… es mejor que no volvamos» . De pibe recuerdo aún que en casa de mi vieja (un lugar de reunión de Resistencia) se leía una supuesta carta de Perón escrita desde la cañonera. Digo supuesta porque se sabe que despues hubo varias no autenticas.´Comenzaba así: «hubiera deseado callarme definitivamente, dejando que la historia diera su fallo inapelable sobre mi acción y las de mis vencedores en este acto de la vida argentina. Es lógico que mi corazón solo desea calma despues de 10 años de lucha sin cuartel»…..HOY, ESTOY CONVENCIDO DE QUE ESA CARTA ERA AUTENTICA….

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