AMIA II. Menem amenaza con revelar que la CIA y el Mossad estuvieron involucrados en los atentados
Imita así el “No me dejen solo” de su amigo Bernardo Neustadt. Si se lo desafía a decir lo que sabe, hará lo que Fidel Pintos en las reyertas de “Polémica en el bar”
POR JUAN JOSÉ SALINAS
La jugada de Carlos Menem de advertir que necesita autorización del Congreso para revelar secretos derivados de sus relaciones carnales con servicios de inteligencia de potencias extranjeras que podrían llegar a perjudicar gravemente las relaciones con esos países, es una extorsión apenas disfrazada con un tenue ropaje leguleyo.
Escribió Gabriel Morini en Tiempo Argentino: «Menem tiene mucha información sobre el atentado’, dijo su letrado, Omar Daer (…) someter a Menem a una indagatoria ‘podria afectar la seguridad nacional, intereses de la Nación y el conocimiento que él tiene podría afectar la convivencia pacífica’ con otras naciones cuyos servicios secretos participaron de la investigación…». («Menem tiene información sobre el atentado»).
Y Ailín Bulentini puntualizó en Página/12 que «Daer cuminó su exposición tirando una bomba de humo (…) planteó que Menem ‘tuvo acceso a la información’ de los servicios secretos de direferentes países, entre los que mencionó a los de Estados Unidos, el Reino Unido e Israel (por lo que) su declaración ‘es una amenaza para la seguridad del Estado'». Daqer explicó que «si no se lo releva de la obligación de mantener el secreto y no se toman los recaudos necesarios, su declaración podría romper la convivencia pacífica con algunos estados intervinientes, ya sea presuntos partícipes del atentado o investigadores». Reléase.
Menem, que se burla del TOF 2 al no acudir a los tribunales federales arguyendo indeterminados problemas de salud e incluso no se digna presenciar el juicio en la modalidad de teleconferencia aduciendo problemas técnicos, lanzó ese bulo tremendista en presumible acuerdo con los también procesados Hugo Anzorreguy y Juan Carlos Anchezar, números uno y dos de la disuelta Secretaría de Inteligencia del Estado durante su gobierno, y también en acuerdo con los habituales voceros y chambelanes de aquellas agencias extranjeras –principalmente la CIA y el Mossad- como Miguel Ángel Toma y Carlos Vladimiro Corach. Éste fue el ejecutor de las más importantes maniobras de encubrimiento de los asesinos de la AMIA ejecutadas durante su gobierno, pero fue insólitamente exceptuado de este juicio por el juez Ariel Lijo, en una decisión que le fue reprochada y revertida por la Cámara Federal.
Que Corach no esté sentado en el banquillo hace que sea casi seguro que Menem no pueda ser condenado, pues se lo acusa de haber ordenado a través de su hermano Munir que cesara la investigación sobre el empresario textil Alberto Jacinto Kanoore Edul… cuya figura se utilizó para eclipsar la participación en las maniobras previas a los bombazos de estrechos colaboradores suyos e incluso de miembros de su familia política, tal como advirtió ya en 1994 el gran periodista Rogelio García Lupo. Y, de manera flagrante, se utilizó la figura de Edul para oscurecer la del libanés (pero católico) Nassib Haddad y su hijo Jorge, dueños del volquete depositado frente a la puerta de la AMIA escasos minutos antes de su voladura y compradores en circunstancias nunca bien aclaradas de 10 toneladas de amonal, el explosivo utilizado.
Los Haddad fueron detenidos a pedido de siete fiscales (incluidos los procesados Eamon Mullen y José Barbaccia; el “padre” del juicio que se está realizando, el finado Alberto Nisman, y hasta Germán Moldes, quien minutos después de que se derrumbara la mutual judía proclamó que la causa había sido un coche-bomba) y puestos en libertad entre gallos y medianoche por el juez Galeano a instancias del vicepresidente Carlos Ruckauf, otro “vidente” que estaba en Estados Unidos aquel infausto 18 de julio de 1994 y tardó escasos minutos en echarle la culpa a Irán.
La jugada de Menem carece ostensiblemente de apoyatura legal. El Congreso no tiene por qué autorizarlo a revelar los pornográficos secretos de sus relaciones carnales porque nunca lo autorizó a hacer acuerdos con potencia extranjeras saltando por encima de las leyes. Pruebas al canto: Menem rechazó el ofrecimiento del Ejército nacional de intervenir en el rescate de las víctimas, y al mismo tiempo facultó al ejército de Israel a hacerlo, en flagrante cesión de la soberanía nacional sobre las ruinas de un edificio tan argentino como la Casita de Tucumán. El atentado fue un lunes, los israelíes llegaron el miércoles y ya no lograron salvar la vida de ninguna de las personas que habían quedado atrapadas por los escombros. En cambio, descubrieron “milagrosamente” un pedazo de block de motor con su numeración completa, lo que dio pábulo a la Historia Oficial, según la cual a través de ese número se llegó a Carlos Alberto Telleldín… que según figura en la foja 114 del expediente judicial, tenia “pinchado” su teléfono de antemano.
Podría seguir abundando en este sentido, pero por ahora es suficiente: lo que Carlos Menem está diciendo entre dientes es que esos servicios de inteligencia extranjeros están involucrados en la detonación de esas bombas.
Para los observadores atentos, no es ninguna novedad. En agosto de 1998, casi un año después de que primero un libro de mi autoría (“AMIA. El atentado”, producto de tres años de trabajo rentado por la propia AMIA) y seguidamente uno de juristas de nota contratados por la DAIA-AMIA (“La denuncia), subrayaron que era necesario investigar como presunto instigador del ataque al traficante sirio de armas y drogas Monzer al Kassar, Menem dijo que Al Kassar (el primo al que le había facilitado un saco y una corbata para sacarse la foto de su pasaporte en la quinta de Olivos) era un conspicuo agente de la CIA. Tal cual (Ver http://www.lanacion.com.ar/106083-menem-acuso-a-al-kassar-de-ser-hombre-de-la-cia).
Aceptar el desafío
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner ya ha demostrado sobradamente que no cede a los intentos de extorsión. Pero no es ella la extorsionada, sino la legión de supuestos investigadores de los distintos estamentos del Estado, medios y periodistas, que durante más de veinte años sostuvieron la Historia Oficial a sabiendas de que era una construcción artificiosa erigida para ocultar una realidad atroz e inconfesable.
Los extorsionados son, también, aquellos servicios de inteligencia extranjeros a los que Menem les está diciendo: “Sáquenme de ésta como yo los saqué de tantas. Si se les ocurriera dejarme solo, sepan que los arrastraré en mi caída”.
Monzer al Kassar purga una larga condena en Estados Unidos por un delito en grado de tentativa (es decir, que no llegó a cometer: el intento de venderle armas a supuestos miembros de las FARC colombianas que eran en realidad agentes de la DEA). Se le ha puesto así una mordaza: no puede hablar de sus muchos trabajos para “la agencia” ni de sus acuerdos con Israel para vender armamento (sus “tarjetas de presentación” eran las metralletas Uzi) sin sufrir represalias.
En este contexto, sería ideal que la Presidencia y el Congreso desafiaran a Menem a desembuchar, a “pelar” lo que sabe.
Desde ya, lo más probable es Menem arrugue e imite al personaje encarnado por Fidel Pintos en las peleas que se desataban entre los parroquianos de “Polémica en el bar”: siempre amagaba con sacar un arma de fuego que supuestamente tenía en la cintura, pero nunca la sacaba, y al final hacia el aparatoso ademán de guardarla en la heladera sin que nunca se le viera… porque, como la Tradfic-bomba, no existía.
Apelo desde aquí a la autoridad de la compañera Presidenta con quien es probable que comparta un remordimiento: ni yo como investigador contratado por la AMIA ni ella como miembro de la Comisión de Seguimiento de las Investigaciones de los atentados llegamos en su momento a impugnar la piedra basal del encubrimiento: la supuesta Trafic-bomba piloteada por un kamikaze libanés teledirigido por Irán.
Nunca es tarde cuando la dicha es buena.